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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Derechos y Deberes

Las declaraciones de principios políticos, los derechos constitucionales debemos juzgarlas, no por la pomposidad de sus proclamas sino por los frutos que ofrecen al desarrollo de los mismos a los pueblos sobre los que tienen jurisdicción.

Apelando, como reclamo, a los derechos, y desde una determinada visión relativista de entenderlos como concepto, se ha procurado, consiguiéndolo, introducir una filosofía denominada del "individuo" (visión materialista del hombre), enfrentada y contrapuesta a la filosofía de la "persona", basada en la Verdad y la Libertad.

En esta visión, los derechos, se convierten en continua reclamación, usando también manipulado el concepto de "libertades", sin hablar para nada de los deberes que implican esta exigencia de derechos.

Cuando hablamos de derechos, relacionándolos con la Libertad, y esta relación es muy cierta, debemos interpretar ésta, no desde una filosofía individualista e insolidaria, sino en relación con unos ingredientes, imprescindibles, como la Verdad y la Responsabilidad.

Para no quedarnos en el abstracto del concepto examinemos como la filosofía del individuo, no de la persona, se plasma en las declaraciones políticas y en las Constituciones occidentales del mundo contemporáneo, y es el origen de muchas injusticias, generalmente contra los más débiles.

Así, a pesar de grandes declaraciones de principios que aparecen en todos estos textos, de sus apelaciones a los derechos humanos, en la mayoría de ellos se permite, por acción y omisión, la vulneración del primero de estos derechos, que es el de la vida, permitiendo el asesinato de inocentes a través del aborto. Ya ni si quiera se plantean, dando por sentada su legalidad, la anticoncepción que ciega la fuente de la vida.

Se reivindica la familia, en genérico, como pilar básico de la sociedad, y el derecho a formarla, pero se fomenta el divorcio para destruirla y se promocionan formas de pseudofamilia para disolverla y transformarla contranatura.

Se proclama el derecho al trabajo y sus consecuencias de libertad y dignidad por los ingresos que proporciona, y se crea un régimen económico que permite políticas y legislaciones explotadoras del trabajador y destructoras de la creación y distribución de riqueza.

Se nombra el derecho a la salud, que debe ser tanto física como psíquica, y se legalizan las drogas (con la peligrosa distinción entre blandas y duras), y se crea un clima social propicio para la extensión del SIDA, etc...

De todo lo anterior, son solo algunos ejemplos que podríamos extender a multitud de campos, podemos inferir que las citadas declaraciones de derechos, a las que nos referimos, son, en el mejor de los casos, sólo, declaraciones de buenas intenciones, como podemos ver por los resultados de su aplicación, cuando no la justificación para introducir colateralmente un contenidos relativistas que destruyen al hombre porque los desvían de sus valores reales de carácter categórico, por su origen y transcendencia.

Las declaraciones de principios políticos, los derechos constitucionales debemos juzgarlas, no por la pomposidad de sus proclamas sino por los frutos que ofrecen al desarrollo de los mismos a los pueblos sobre los que tienen jurisdicción.

Es necesario que los estados regulen los derechos, también los deberes que permiten los primeros, de forma que tengan influencia positiva en la vida real de los pueblos. Y ello solo es posible cuando la persona, en su dimensión somática y espiritual, con su vertiente social, es el eje del estado y por lo tanto los principios que lo rigen, sus fundamentos, no están sujetos al relativismo.

Antonio J. Ferrer. *


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