Portada Revista 14

En nombre de su Majestad España, una soberana y universal Indice de Revistas Namibia, la forja de una nación en el Africa Austral

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

L´Atlàntida: obra cumbre de la Renaixença

EI himno más grandioso que en toda la época moderna se ha elevado a la gran patria española, no es otro sino la Atlántida, poema escrito en catalán por uno de los creadores de ese renacimiento catalán

El más sublime cantor de la gran patria española, no se ha de buscar en la prensa rotativa, ni en las Cortes constitucionales, ni aun entre los escritores que escriben en castellano;

¡No! ¡EI himno más grandioso que en toda la época moderna se ha elevado a la gran patria española, no es otro sino la Atlántida, poema escrito en catalán por uno de los creadores de ese renacimiento catalán que tan temerariamente se ha querido pintar como informado esencialmente del espíritu de separatismo, y enemigo, por ende, de la unidad de la gran patria española!

La Atlántida, escrita por Mosen Jacinto Verdaguer en 1877 es el poema épico que representa la consagración de la literatura catalana en la Renaixença El asunto de este poema es cabalmente la formación de nuestro solar nacional; de esa tierra patria que es el primer factor de la patria y del patriotismo. Verdaguer, en su peculiar manera poética de concebir el fieri de los pueblos, hizo argumento principal de su canto, la formación geológica de España, enlazándola con las fábulas y leyendas de las antiguas edades. Pero incidentalmente, cantó también la formación del pueblo para quien la Providencia destinaba ese solar bendito, configurado entre los más formidables cataclismos del fuego y de las aguas.

En esta parte, tropezamos con la dificultad de que algunos lectores no pueda entender el catalán, y menos el catalán arcaico y lleno de vocablos recónditos, de Mosén Jacinto; lo cual nos obligará a ceñirnos mucho más de lo que quisiéramos en sus citas.

La escena de la Atlántida, no se abre en Cataluña, sino cerca del mar de Lusitania, y a la vista de los gigantescos montes de Andalucía; y allí, y no en Cataluña, se coloca al misterioso ermitaño, que descubre a Colón náufrago, los sublimes destinos que la Providencia le tiene reservados.

Comienza apenas la terrible narración de la catástrofe, y el poeta dirige ya la mira a la nación que ha de ser su resultado final:

Y a tu ¿qui't salva, oh niu de les nacions iberes... ?

¿qui't serva, jove Espanya, quan lo navili, hont eras
com góndola amarrada, s'enfonza mitxpartit?
¡l'Altíssim! Ell de náufrech tresor umplint ta popa,
del Pyrineu, niu d'áligues, t'atraca als penyalars...
De l'Atlantida al véuret hereva, en son enterro
los pobles que't festejan digueren: ¡Ella ray! (1)

He ahí el verdadero argumento de la Atlántida: España, España una, por efecto de su desenvolvimiento geológico e histórico, heredera de la Atlántida. Como tal se le descubren las tierras occidentales y se le entrega el cetro del mar que un día fue aquella feliz región.

Descríbese el incendio de los Pirineos, que regó con ríos de oro y plata derretidos nuestro suelo, famoso en la Antigüedad por la riqueza de sus metales, y cuando Hércules salva a Pirene de entre aquel "bosque de llamas", dícele ella moribunda:

Y a tu, que entre les ales del cor m'has acullida,
d'Espanya que tant amo vullte donar la clau,
d'eix pa de cel que en terra te guarda una florida
d'amor, si traurel d'urpes tiránicas te plau (2).

Y ¿que patria es la que promete a Hesperis, al arrancarla de la Atlántida anegada?
Als camps hont t'esperan les verges d'Iberia,
la terra es mes verda, lo cel es mes blau;
tu pots transplantarhi les roses d'Hesperia,
y jo de Beocia
ab l´art de la guerra los jochs de la pau (3).

Destruida la Atlántida por el mar y el fuego del cielo,
Espanya, pel chor d'angels cridada, s'esparpella,
y veu qu'es lliga un pèlach ignot a son cos nu.
—¿Qui relleva en ton cel l'estel caygut?—diu ella,
y als brassos estrenyentla, joyós responli:—¡Tu! (4).

Al cruzarse los ángeles de la Atlántida y de España, y oír aquél de éste, que en ella ha de renacer su reino, le entrega su corona:

Vetaquí sa corona d'or fi, que me´n pujava:
¡ del mon quan sia reina, li posarás al front! (5).

El anciano narrador se detiene en su canto. Colón contempla el Océano infinito:

Mes l'en distrau del sabi la veu forta,
que a Espanya la seva ánima s'emporta.
Deixals volar, oh patria, per ton cel!... (6).

Del retoño traído por
Hércules, crecen los verdes naranjales
de España, nuevo huerto de las Hespérides:
Y prompte sa tanyada guarnía ab grans boscuries,
verdós mantell a Espanya de tota flor brodat (7).

¿Qué encomio -más hermoso se ha escrito de nuestra patria que aquél:

¡Terra felis del Bètis, be n´est d'hermosa y bella! (8).

Pero sobre todo, se eleva en la Atlántida el acento de la española fe: la fe en aquel Dios,

que per altar volia, la terra, y per sagrari,
¡ditxosa patria meva, volia lo cor teu!
Y ans que ton Deu, oh Espanya,
t'arrancárán les serres,
que arrels hi te tan fondes com elles en lo mon (9).

La conclusión del poema, añade al desarrollo geológico y fabuloso, el hecho más culminante del desarrollo histórico:

La mar no es ya esposa de los Dux de Venecia,

¡pus d'altra ma més pura y més hermosa
espera
rebre el nupcial anel!
. . . . . . . . . . . . . . .
....´l mariner perdut
dels seus somnis pel cel busca una estrella
y 't veu a tu; Isabella de Castella,
la reyna de les reynes que hi ha hagut! (10).

El sueño de Isabel, que ve a un pajarillo robarle su anillo nupcial, y dejarlo caer entre las alas del Poniente, de donde salen floridas islas; es un símbolo bellísimo, no sólo del descubrimiento del Nuevo Mundo, sino de la unidad de la gran patria española; y los que han traído a colación frases más o menos indiscretas o irreverentes de algún escritor catalanista, que no catalán, contra Isabel la Católica, mejor hubieran hecho en acordarse de estas bellísimas estrofas del más catalán de los modernos catalanes, o, por lo menos, uno de los más genuinos intérpretes del patriotismo regional de Cataluña.

Para Verdaguer el patriotismo de la patria chica no tiene repugnancia ni oposición alguna con el de la patria grande. Y, por consiguiente, las legítimas aspiraciones regionales en ninguna manera han de ser sospechosas al verdadero patriotismo, sino antes al contrario.

Del que ama a sus padres, creemos que podrá amar a su patria. Pero del mal hijo, del que reniega de los que le dieron el ser o se avergüenza de ellos o los desampara, no podemos esperar que será buen patriota. El que no ama lo que ve, ¿cómo podrá amar lo que no ve? El que no siente cariño por lo concreto y tangible, ¿cómo pensamos que lo sentirá ardoroso por las abstracciones? Más, Ia patria grande, sin la patria pequeña, fácilmente degenera en mera abstracción, y el patriotismo en convencionalismo.

El verdadero renacimiento catalán no debe ser sospechoso o antipático a los buenos españoles que han nacido en diferentes regiones de nuestra Península; pues, como hemos visto, el más apasionado y sublime cantor de la gran patria española ha sido cabalmente uno de los adalides de ese renacimiento literario, clásico en el manejo de su lengua, y autor de la más conspicua de las obras que forman su gloria.

(1) Y a ti ¿ quien te salva, oh nido de las naciones iberas...?
¿quién te salva, joven España, cuando se hunde hecho pedazos el navío
al que estabas amarrada cual góndola?
¡El Altísimo! El, llenando tu popa del
náufrago tesoro,
te atraca a los peñascales del Pirineo, nido de águilas...
Al verte heredera de la Atlántida, en su entierro,
los pueblos que te festejan dijeron: ¡Dichosa ella!
(2) Y a ti, que me has amparado entre Ias telas de tu corazón,
quiero darte la llave de España, a la que amo tanto;
de ese pedazo de cielo, que te reserva una floración de amor,
si te place sacarlo de las garras tiránicas.
(3) En los campos donde te esperan las vírgenes de Iberia
la tierra es mas verde, el cielo mas azul;
tu puedes transplantar allá las rosas de Hesperia,
y yo, de Beocia,
con el arte de la guerra los juegos de la paz
(4) España, llamada por el coro de ángeles, despierta
y ve que un piélago ignoto se enlaza a su desnudo ccuerpo
—¿Quién volverá a levantar en tu cielo, el astro caído?— dice ella;
y estrechándola en sus brazos, le responde gozoso:—¡Tu!
(5) Hete aquí su corona de oro fino, que subía conmigo: ¡cuando sea reina del mundo, se la pondrás en la frente!
(6)Mas distráelo de ello la voz fuerte del sabio que arrebata su ánimo hacia España. ¡Déjalos, oh Patria, volar por tu cielo!
(7)Y pronto sus retoños tejieron, con grandes boscajes
verdoso manto para España, bordado de toda flor.
(8) ¡Tierra feliz del Betis! ¡Cuán hermosa y bella eres!
(9) que por altar quería la tierra, y por sagrario.
¡dichosa patria mía, quería tu corazón!
Y antes que a tu Dios, oh España, te arrancarán
las sierras,
pues tiene raíces tan hondas como ellas en el mundo,
(10)¡Pues de otra más pura mano y más hermosa espera recibir el anillo nupcial!
... el marinero perdido busca en el cielo una estrella de sus ensueños
y te ve a ti, Isabel la de Castilla, la reina de las reinas que existieron!

Ernesto Guitart
*


En nombre de su Majestad España, una soberana y universal Portada revista 14 Namibia, la forja de una nación en el Africa Austral

Cartas al director, sugerencias y colaboraciones

Buzon Pulse aquí para enviar correo



"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y citando su origen.