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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Sometidos a una nueva dictadura biológica...

La misión de la ciencia es catalogar el mundo para volverlo a Dios en orden
(Unamuno)

Tal como transmite la agencia Zenit, al ver los resultados de los trabajos de la Academia ProVita para la preparación de un Estatuto del Embrión Humano, llegamos a la conclusión de que en el hombre no podemos escindir el carácter biológico del carácter humano y, por lo tanto, tampoco del personal.

Desde el primer instante de la concepción, el embrión forma parte de la especie humana. Si en el desarrollo del embrión, la vida biológica quedara disociada de la propiamente humana, no se lograría explicar la identidad del sujeto. Nos encontraríamos ante una dicotomía entre el yo personal y su corporeidad; esto comportaría un regreso claro al dualismo antropológico que la filosofía ha superado desde hace siglos.

La tesis de la humanización progresiva, según la cual, el embrión sería, sí un ser humano desde la concepción, pero no llegaría a ser persona hasta una fase sucesiva, no es sostenible desde el punto de vista de la antropología filosófica. Esta posición contrapone el concepto de vida humana a lo de persona, donde el hombre tendría, sí, una dimensión biológica pero, esta no sería constitutiva de la persona.

Como advierte el Catedrático de Antropología Filosófica Ramón Lucas, a pesar de que algunos aseguran que el embrión no es individuo hasta el día 14 después de la concepción, pues hasta ese momento todavía puede dividirse en dos gemelos la individualidad no se debe confundir con la "indivisibilidad". Esta objeción sólo podría ser válida si el individuo fuera entendido como algo indivisible. Pero no tiene ningún valor, si el individuo es comprendido de manera justa. Es por este motivo que se supera el reduccionismo biológico. En el embrión humano ya se encuentran en acto, aunque no como actuación madura, todos los caracteres que lo caracterizan como individuo humano. Por ello, el embrión humano ya está destinado a madurar y a desarrollar todas las indicaciones ontológicas de su naturaleza, en virtud del principio que lleva en sí mismo

Por ello al papel de la ciencia biológica en este campo tan delicado, ya que no puede demostrar que el embrión es una "persona", como tampoco puede demostrar lo contrario; porque es algo que no forma parte de su competencia, le corresponde decir cuándo comienza a existir y cuándo deja de existir el cuerpo de un ser humano. Si bien la presencia del alma no puede ser demostrada empíricamente con datos, las conclusiones de la ciencia sobre el embrión humano ofrecen informaciones valiosas para llegar racionalmente a la existencia de una presencia personal desde el primer momento de la vida humana

Como es sabido, en el artículo tercero de la Declaración Universal de Derechos del Hombre, impulsada por la ONU se establece el derecho a la vida, sin embargo éste sólo entra en vigor en el momento del nacimiento. Queda descubierto, por tanto, todo el período prenatal. Por las omisiones de este documento (voluntarias y conscientes, como muestra su elaboración y aprobación por paises que contemplaban el aborto en sus legislaciones, y aún más, la inspiración "filantrópica" de la filosofía que le alimenta) cincuenta años después de esta declaración, el embrión está sometido en muchos países del mundo a las violaciones más inhumanas: experimentación «in vitro», congelamiento y descongelamiento, manipulación genética, alquiler de úteros, madres que al mismo tiempo son abuelas y tíos legales que son padres biológicos de la misma persona, comercialización del semen y de los óvulos, clonación...

La interpretación recta del derecho a la vida ha sido vulnerada, el período prenatal ofuscado, y se ha establecido torticeramente que este derecho ha de comenzar a entrar en vigor sólo después del nacimiento.

Es fácil constatar el vacío jurídico de esta declaración: no se puede definir al hombre sólo a partir del nacimiento. Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. Es imposible decir que no hay nada antes del nacimiento. No podemos eludir la responsabilidad legal de los padres de familia, ni la responsabilidad que tiene el Estado de cara a la mujer que está encinta y que continúa trabajando. Este vacío legislativo suscita una serie de interrogantes de carácter político, moral y antropológico.

¿Podremos vivir, sin reaccionar, en un Nuevo Orden Mundial, impuesto, en la que se han amputado los grandes rasgos de la vida humana, que no es definida y que no es tenida en cuenta ?
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