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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Lo repetido es falso

Es mejor preocuparse del hombre, sometido cada vez más a la ignorancia, la pobreza, la esclavitud, el hambre, la guerra, el Estado, los bancos... Y ahí es donde está la única ecología posible: recuperar al hombre que sepa lo que es; enterrar al consumidor

Siempre que tengo oportunidad, hago y aconsejo un experimento: preguntar a la gente, sobre todo a menores de treinta, que me digan qué es el hombre y qué es la sociedad. Es sorprendente la incapacidad de muchos para dar una mínima respuesta. Los mayores -algo es algo- dan la definición del Astete o de cualquier otro catecismo. Enviamos máquinas a Marte, a Júpiter, usamos complicados ordenadores, conocemos los mínimos componentes de la materia (quarks), pero no sabemos lo que somos. Triste.

Si se cambia, si preguntamos qué es la ecología, todos responden, con mayor o menor acierto. Hoy el mundo es verde, la sociedad es verde y lo que importa de veras es el planeta, el ozono, los gases, la lluvia ácida... Salvar el mundo, nada de salvar el alma. ¿Por qué?

Sólo los pueblos civilizados, con un cuerpo legal estable, llegaron a una determinada concepción del hombre, que pasaba por el hecho indiscutible de ser únicos, de ser los dueños de la Tierra, de tener un destino personal que debía labrarse. Estos pueblos -citemos a Aristóteles- acababan descubriendo también la necesidad de la existencia de un Dios creador cuya obra cumbre era precisamente el hombre, es decir, la conciencia de ser, la capacidad de pensar y comunicar lo abstracto.

Al otro lado, los bárbaros, normalmente adoradores de la naturaleza, encarnada en dioses variados, sin un cuerpo legal fijo y, por supuesto, sintiéndose hijos de la tierra. Así pues, la batalla por la concepción del hombre empezó hace mucho, pasó por la fractura de la unidad de la Iglesia, por Calvino y Lutero, algunos de cuyos secuaces llegaron a pensar y a decir que Dios creaba hombres ya destinados a la condenación. Hoy hacen lo mismo los Testigos de Jehová.. Este determinismo estaba presente en el Islam y en la religión mosaica: negaba la libertad del hombre, que era el gran hallazgo del clasicismo, de la Iglesia y, naturalmente, de España.

Hoy, las mismas concepciones, han renovado la batalla: los grandes medios, a través de miles de documentales y películas, de artículos y de ensayos, presentan al hombre como Naturaleza, como una parte más del entorno: el león mata porque es carnívoro; el hombre mata porque es hombre, al mismo nivel del resto del planeta. Dan como verdad lo que es sólo teoría: la Evolución: somos animales a los que el tiempo elevó. Sin embargo, todos sabemos que los seres vivos tienden a mantener su carga genética, como sabemos que sólo el hombre ha sabido crear especies nuevas, tanto de plantas como de animales.

Se han mezclado biología, religiones reformadas, sectas, textos y modas para redefinir al hombre como parte de la Naturaleza solamente y bien sabido es que no hay libertad frente a ella. La Ecología no es otra cosa que la conspiración de siempre para que el ser humano pase de individuo a rebaño, para que no tenga afanes metafísicos y, más aún, para que no piense sobre él mismo.

En el otro bando, donde vamos perdiendo, estamos los que sabemos que el hombre es el sistema, como se dijo tanto por un gran pensador de nuestro tiempo y en muchas Instituciones: somos los únicos sujetos de la acción del mundo. Somos, como dijo Protágoras, la medida de todas las cosas y, desde luego, ni estamos predeterminados ni todo está escrito ni compartimos un plano de igualdad con las demás criaturas.

La ecología, tan aceptable a simple vista, es la última idea-fuerza para dominar al hombre, para entregarlo inerme al poder, sea cual sea, y no es extraño que los más fervorosos ecologistas procedan ya del marxismo, ya de religiones que creen en el determinismo, ya de jóvenes que sólo oyen hablar de la salvación del planeta: a ellos nadie les ha enseñado que cualquier libertad pasa por la concepción -mediterránea- del hombre como ente único de la creación, como única conciencia del planeta, como único sistema, como medida de todas las cosas. Jóvenes a los que sólo se les ha enseñado la Teoría de la Evolución como verdad indiscutible. Somos hijos de una mona africana: Lucy. Lo peor es la excomunión a que se somete a quienes creemos y demostramos lo contrario.

No es malo preocuparse por las ballenas, los delfines, las focas o los rinocerontes: señala buenos sentimientos. Pero es mejor preocuparse del hombre, sometido cada vez más a la ignorancia, la pobreza, la esclavitud, el hambre, la guerra, el Estado, los bancos... Y ahí es donde está la única ecología posible: recuperar al hombre que sepa lo que es; enterrar al consumidor.

Por lo demás, ha habido muchos agujeros de ozono en milenios anteriores; la ecología, esa relación de los seres vivos con el planeta, se ha alterado cientos de veces, desde la que pudo existir en el jurásico, a la de las Glaciaciones. El hombre, gracias a Dios, está por encima del mundo y es el único portador de valores eternos, entre ellos, la compasión hacia los otros hombres y hacia todos los seres vivos.

Pero lo verde, la Ecología, va más allá de lo que dice: quiere el alma del ser humano y cumple con la verdad informativa actual, donde, al contrario de lo que vio Goebbels o quizá por lo mismo que él hacía, lo repetido es falso, porque quienes lo repiten sólo intentan convencer y no disponen de esa capacidad luminosa que se acepta por sí misma: la verdad. ¿Para qué? No lo diré yo. Cedo la palabra al profesor Julián Marías, que en una reciente Tercera escribía:

«La ofensiva -casi universal- contra la historia es uno de los instrumentos capitales de manipulación y dominio, de extinción de la libertad.»

«La ignorancia o falsificación de la historia es el instrumento capital de esclavización, del gran liberticidio que solapadamente se está cometiendo en gran parte del mundo»

No nos quieren libres, no nos quieren razonables, no nos quieren independientes. Y luchan por convertir la sociedad en un ergástulo.

Arthur Robsy-Tassie*


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