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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

El dolor

¿queremos realmente acabar con el sufrimiento ajeno?.

Tengo un amigo que sostiene que el gran invento del siglo XX es el mando a distancia. Yo, por mi parte, no niego que sea un invento revolucionario, aunque a veces se convierta en origen de disputas familiares. Pero, es sin duda un símbolo de nuestro tiempo, de una época que busca el alivio de todo esfuerzo y de todo sufrimiento. Todo esto que es claramente positivo, encierra sus riesgos. El mayor peligro, a mi entender, es que lleguemos a creer que se puede erradicar el sufrimiento. El dolor es algo consustancial al ser humano. Todos hemos conocido, en mayor o menor medida, enfermedades, dolores físicos o sufrimientos morales en forma de pérdidas de seres queridos, agravios, incomprensiones, etc. Parece a priori difícil encontrar una explicación a todo esto. Y sin embargo, el llegar a aceptar la contrariedad cuando esta es inevitable, constituye un punto fundamental para que no nos ahoguemos en la desesperación o caigamos en actitudes antinaturales.

Otro error en el que podemos caer es el de no obrar con rectitud de intención. Porque, ¿queremos realmente acabar con el sufrimiento ajeno?, es decir, ¿queremos ayudar a esa persona que sufre a ser feliz?, o simplemente queremos eliminar el dolor de nuestro campo de visión, como algo antiestético que nos molesta. Lo primero nos llevará a sacrificarnos por hacerle la vida más agradable, consolándolo, ayudándole a tener ilusión. Lo segundo es fruto de nuestro egoísmo, y nos llevará a la eliminación de lo antiestético, a la eliminación de la vida humana.

Y es que el dolor sorprendentemente, puede ser origen de grandes bienes para la persona que los padece y para las que le rodean. Cuando pasamos temporadas de éxito ajenos al dolor, podemos correr el riesgo de llenarnos de soberbia, egoísmo e insolidaridad, no llegando a comprender a aquél que la vida ha favorecido menos. Sin embargo, el sufrimiento nos recuerda quienes somos, seres limitados y mortales, vulnerables al Destino, y nos acerca al resto de seres humanos. Durante el ejercicio de mi trabajo como médico he sido testigo de grandes sufrimientos físicos. Cuando estos reveses han sido contemplados desde un punto de vista puramente materialista, se han convertido en origen de un mayor sufrimiento psíquico acompañado de frustración y desesperación que se proyecta sobre su entorno En cambio, el haber encontrado un por qué, el haber dado un sentido generalmente religioso a ese dolor ha redundado en un mejor estado de ánimo, un crecimiento en virtudes humanas y una proyección de paz y serenidad hacia la gente de alrededor.

Enrique Agrafe*


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