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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Pero más amigos de la Verdad

propiamente, una corporación es un grupo de miembros de la sociedad, que tienen una actividad y un interés común, que se asocia en aras de la colaboración recíproca pero siempre sometido a los requerimientos y exigencias del bien común social.

Uno de los temas instalados en la discusión de la agenda política de la Argentina de los años '60 era el que se refería a la aparente oposición entre el funcionamiento de los esquemas corporativos y el proceso de democratización nacional.

En ese contexto se vivía a la corporación (malamente entendida como un grupo de presión para defender intereses sectoriales en oposición al bien común), como una estructura social que obstaculizaba seriamente la vida democrática de un estado.

Esta discusión se salvó quizás, en los hechos a partir de la incorporación de los sectores sindicales a la vida política nacional; y así comenzaron a aparecer diputados de origen sindical, y más tarde, militares que se volcaron también a la arena política.

Pero quizás lo que también contribuyó a que esta dicotomía desapareciera, fue que los sectores políticos comenzaron a reconocerse también a sí mismos como otra corporación. Esto se manifiesta muy claramente cuando los encuestadores recaban la opinión de la población acerca de la credibilidad de "los políticos", puestos en par de igualdad conceptual con "los militares", "los sindicalistas", "los periodistas", "los educadores"...

En esta historia hay algo terrible, lo que desapareció es la discusión, pero no el concepto erróneo. Porque, propiamente, una corporación es un grupo de miembros de la sociedad, que tienen una actividad y un interés común, que se asocia en aras de la colaboración recíproca pero siempre sometido a los requerimientos y exigencias del bien común social.

Es decir, propiamente una corporación debiera ser la agrupación de quienes tienen una misma actividad con un propósito de colaboración y ayuda recíprocas, pero no de presión hacia el resto de la sociedad. ¿Cómo podemos entonces, entender esto de colaboración y ayuda recíprocas en un esquema que se centra en la competencia con el otro?

En realidad las corporaciones siguen existiendo, pero el esquema de competitividad salvaje las ha reducido a una simple asociación para la defensa de intereses comunes que compiten con el resto de los grupos de presión que se mueven en el mismo contexto social.

Así, hoy día muchos no sabrían distinguir entre una corporación, un grupo de presión, un grupo de poder... o un mafia.

Porque no son sólo grupos cerrados que trabajan por su bien particular sin preocuparse sinceramente por el bien de todo el conjunto social, sino que de la mano de un falso sentido de hermandad o fraternidad han impuesto un código de presunta "ética" según el cual es más importante defender el vínculo social que la verdad.

Esta "ética de los grupos de poder" es la que sí está disolviendo, casi inadvertidamente, nuestra sociedad. Porque cada grupo está embarcado en auditar, investigar y dar a publicidad (sin importar demasiado hasta qué punto es verdad lo que se publica) los errores, falencias ,defectos, omisiones o delitos -todos con el mismo orden de gravedad, según esta perversa ética de lo macabro- de los otros grupos.

Un partido político audita al otro, los periodistas denuncian a los políticos, los docentes critican a los periodistas, los ciudadanos miran impávidos a todos... Pero no hay un verdadero código de ética interno, nos referimos no a un conjunto de normas que se impone desde fuera, sino aquel que surge de la auténtica y propia preocupación por el Bien y la Verdad que hace que un grupo humano realmente crezca y se supere a sí mismo en cada uno de sus individuos y como grupo.

Cuando esto falta, las corporaciones se disuelven para dar lugar a las bandas, y cuando los códigos de fraternidad pandilleriles se imponen por encima del amor a la verdad la corrupción se convierte en un modo de vida social.

Podremos escandalizarnos por algunos casos de corrupción, podremos utilizar la ética como una mera bandera para adquirir una mejor imagen, podremos llenarnos de denuncias e investigaciones; pero no construiremos seriamente la nación hasta el día en que hagamos carne, modo de vida, conciencia de cada uno de nosotros, que seamos (parafraseando al filósofo) "amigos de Platón, pero más amigos de la Verdad".

Oscar A. Gerometta *


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