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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

España, río caudaloso

España, como el río, está siempre en movimiento: es el movimiento mismo como es también su cauce y su caudal vital. Nunca es España -como el río - igual a sí misma, pero siempre es el río, el camino, el cauce a veces desbordado y a veces sereno.

Es bueno pensar en España como en un gran río. El mismo transcurrir líquido nos acerca al modo como el tiempo empuja a España por su cauce histórico. España, como el río, está siempre en movimiento: es el movimiento mismo como es también su cauce y su caudal vital. Nunca es España -como el río - igual a sí misma, pero siempre es el río, el camino, el cauce a veces desbordado y a veces sereno.

¿Te has parado a pensar que en España suceden siempre las mismas cosas, aun las imprevistas? Es como ver la misma película interpretada, cada vez, por otros actores. Pero sigamos con la imagen del río: los afluentes, nacidos todos lejos entre sí, unen su caudal precisamente en él: no son el río pero lo llenan. No son el río, pero lo hacen posible y en él, en España, coinciden las distancias de Galicia y Cataluña, de Andalucía y Vascongadas, y sé, como debieran saber todos, que en mí hay algo de gallego y de vasco. De catalán y de andaluz. De hombre de la Meseta y del Mediterráneo soleado. Porque me he hecho en la cultura española y en ella hay mucho de todos, pero junto, unido, trabado entre sí por una concepción superior.

España transcurre por su difícil cauce desde hace milenios. En todos esos años lo ha cavado profundamente, de manera que es imposible salirse de él. Se trata de una aproximación al destino. España, que es un producto (no suma) de muchos, sin embargo es una dirección única, siempre la misma, que puede señalarse más de Este a Oeste, de Oriente a Occidente, en el sentido más del Tajo que del Ebro. Camino del sol. Camino del Nuevo Mundo.

Busca siempre España el Nuevo Mundo, que fue una vez América, pero que es, además, la España que se anhela, la España grande pero justa; la España libre, pero caballerosa; la España unida, pero distinta.

España, claro, no transcurre por la geografía sino por el mundo de las ideas y de los sentimientos. El buen español siempre está algo enamorado de su Patria y la ama con voluntad de perfección. El malo se siente despechado con España, pero, en general, pocos españoles son indiferentes respecto a su Patria. Para bien o para mal.

Lo peor que le puede pasar a un español es no conocer a su Patria, porque eso le convierte en un hombre desarraigado, en un medio hombre que ignora cuánto de él hay que sólo se explica por el hecho de ser español y no otra cosa.

Periódicamente, iluminados o traidores tratan de desviar de su cauce a este río nuestro. Suelen ser personas que no se sienten ligadas a la cultura española o que han inventado otras de pequeña medida: admiradores, en suma, de otras Patrias. En ellos la frustración ha alcanzado varios grados más que en el resto de nosotros, y les gustaría que España no fuera España sino Francia o Inglaterra, Europa geográfica... Desconociendo esto, no es raro que se confundan acerca de lo que es posible y de lo que es imposible en España.

En España siempre es posible avanzar y siempre es imposible desviarse. Se puede corromper a una generación de españoles, pero no a todas las generaciones. Se puede inventar una España distinta, pero no se la puede hacer realidad: el tremendo empuje de los dos milenios marca definitivamente el futuro.

Y esto es así. Tan inevitable como el perfil geográfico; tan sólido como nuestras cordilleras. Cambiar España no está al alcance de nadie. En cambio, aprovecharla...

Cuando por fin coincidan en unos gobernantes la idea de aprovechar lo español, desarrollándolo, excitándolo, dándole forma social, cultural y política, y el convencimiento de que es el único camino que nos abre la historia, habremos llegado al futuro prometido, que tantos sueñan esplendoroso.

Mientras, se trata de poner presas al río caudaloso; se trata de abrirle canales en otra dirección: inútilmente. El peso de los años, el empuje de las ideas profundas, el golpe de los sentimientos, rompen las presas y ciegan los canales.

Lo terrible es que, mientras tanto, dejamos de avanzar hacia el futuro que nos espera.



Arthur Robsy-Tassie *


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