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Partitocracia: un sistema que no funciona Indice de Revistas La agenda

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Un ejercicio de libertad

O blanco o negro. Esto es maniqueísmo, y muy pernicioso, pues los partidos que no consiguen un número significativo de votos se ven penalizados, en favor de aquellos más votados, y a la larga, terminan por desaparecer por falta de apoyo popular y económico, lo cual obviamente reduce nuestras posibilidades de elección

En tiempo de campaña las calles se llenan de mensajes publicitarios, con caras sonrientes fotografiadas por hábiles profesionales, que nos ofrecen el aspecto más amable de los rostros de nuestros políticos. Los profesionales que realizan las campañas utilizan básicamente las mismas técnicas que para vender un producto cualquiera, desde un automóvil hasta antiácidos. ¡cómprele!, digo, ¡Vótele!. Sus idearios políticos parece que han pasado a segundo plano, lo cual me parece normal y necesario, teniendo en cuenta los que he tenido ocasión de conocer; se resumen fácilmente: si me vota vivirá en el país de Jauja.

Esta importancia a la apariencia de la persona que figura en cabeza de lista, me da la impresión de que conduce a que ellos piensen que votamos a esas personas que salen en las fotos y no al partido al que representan, con lo cual se justifica que hagan cualquier cosa con tal de tener una parte del poder que confiere el Estado. Por eso, es lícito mercadear con los votos obtenidos para alcanzar aquello que las urnas, o sea, los ciudadanos, les niegan; el programa político que habían voceado ahora ya no es tan importante como poder pactar con otro partido para conseguir participar en el festín en el que parece que se ha convertido la administración de los bienes públicos.

El ambiente dominante de "déjeme usted tranquilo, oiga, que el Estado es para los políticos", se suma a todo lo anterior para dar como resultado que una parte de los ciudadanos se sientan desencantados y dejen de votar, o ni siquiera comiencen a hacerlo. Mal hecho, ¿o es que ya no tienen opinión y dejan a los demás elegir por ellos?.

Una "teoría" ampliamente difundida, la del voto útil, tampoco ayuda mucho a estimular nuestra conciencia cívica: "antes de que salga la derecha, votemos al PSOE"; "antes de que salga la izquierda, votemos al PP". Así nos encontramos con que el bipartidismo parece un horizonte hacia el que debemos dirigir nuestros pasos, para equipararnos al sistema seguido en otros países del primer mundo. O blanco o negro. Esto es maniqueísmo, y muy pernicioso, pues los partidos que no consiguen un número significativo de votos se ven penalizados, en favor de aquellos más votados, y a la larga, terminan por desaparecer por falta de apoyo popular y económico, lo cual obviamente reduce nuestras posibilidades de elección.

El voto útil convierte un ejercicio de libertad en un mero ejercicio de elección, entre las muy limitadas alternativas que nos proponen. La pluralidad de ideas desaparece en favor de un concepto muy manoseado durante los últimos años: la gobernabilidad. Todos quieren gobernar en solitario para poder llevar a cabo sus programas, y para ello necesitan que la gente no se despiste con otras alternativas; sin embargo, no queda claro para qué quieren hacerlo, los programas electorales no hablan de cómo será España dentro de 10 años si ellos gobiernan, sino de cosas mucho más cercanas, como las pensiones, el acceso a las nuevas tecnologías, unas limosnas para las familias numerosas, unas salas dignas para que se drogue quien así lo desee, mucha libertad sexual y de mercado, etc. El país que puedan encontrar nuestros nietos no interesa mucho, por no decir nada.

A menudo he oído que si no votas, no tienes derecho a quejarte. Pues no estoy de acuerdo. ¿De que sirve quejarse después de votar?. Vamos a quejarnos, y vamos a ir a las urnas a introducir nuestras papeletas, porque esa es precisamente la forma de quejarse, no dando nuestro voto a quien entendemos que no lo ha hecho, o no lo hará bien. Pero no hay que dejarlo ahí, como personas de principios debemos votar de acuerdo a nuestra forma de pensar, y hacerlo a partidos con un ideario político que se aproxime a nuestra concepción del Estado, de la Sociedad, de la Familia, y del Hombre. Un partido, sin un esquema ideológico, no es más que la representación en el Estado de determinados grupos de poder, esto es, económicos.

No desperdicia el voto quien vota a un partido pequeño, más bien al contrario, si obramos en conciencia, deberíamos sentirnos un poco más libres por ello. Porque libertad no es elegir entre un refresco de cola u otro, la libertad no se obtiene de un automóvil, ni con una compañía de telecomunicaciones. La libertad es un don otorgado por Dios, y su definición está lejos de la definición imperante, que tengo la sensación de que es la de hacer "lo que me de la gana". Ejercer nuestra libertad requiere conocernos a nosotros mismos, elegir una forma de vernos, y, a través de ella, de ver el mundo, lo que hace necesario e imprescindible formarse e informarse.

Pero además, nuestro ejercicio de libertad democrática no termina al salir del colegio electoral, empieza entonces, cuando debemos defender nuestros ideales en la vida cotidiana, y exigir que se defiendan, ésta es la actitud del demócrata convencido, no caben medianías. Igual que le ocurre al católico, que debe ser consecuente y demostrar día a día que lo es, sin ambigüedades. Estas dos obligaciones llevan irremediablemente a que no se pueda votar a un partido que es cómplice de asesinatos, ni al que apoya el aborto, ni se puede admitir que se prive a nuestros hijos de una buena formación religiosa (pretendiendo que la ética puede separarse de la religión), y así con tantas otras cosas.

Votemos pues, utilicemos la libertad que poseemos, y hagámoslo según nuestra conciencia; y además, pidamos que todos nuestros conciudadanos utilicen su derecho de igual forma. Libremente.

Bienvenido Subero.

 


NOTA IMPORTANTE: Los artículos marcados con el símbolo de la urna corresponden a una separata especial con motivo en las elecciones generales, tienen valoraciones de caracter temporal sobre el momento y no comprometen la línea editorial de la publicación.


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