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"El infierno son los demás" Indice de Revistas La condición española de Cervantes: la afirmación garbosa de la libertad

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Perú Cristiano "Primitiva evangelización de Iberoamérica y Filipinas, 1492-1600".

Dentro de la gesta que supuso la cristianización de Hispanoamérica éste es un manual excelente sobre la evangelización del Perú de Fernández García editado por la PUCP en Lima.

La presentación corre a cargo del académico de la Historia del Perú y maestro de los historiadores de la Iglesia en Perú: P. Armando Nieto, S.J., recientemente investido como doctor "honoris causa" -el primero en 10 años- de la Universidad "Marcelino Champagnat". Como aval para el autor nos recuerda que el P. Enrique Fernández, filósofo y teólogo, cursó el postgrado de Historia en la prestigiosa Universidad de Comillas y ejerció en el Instituto Histórico de la Compañía de Jesús, al lado del P. Antonio de Egaña, con quien publicó el acreditado volumen VII Monumenta Peruana (Roma 1981, 1066 pp) referido al trienio 1600-1602. En solitario preparó el tomo VIII de Monumenta Peruana (Roma 1986, 680 pp) correspondiente a los años 1603 y 1604. Nacido en La Coruña en 1922, pertenece a la provincia jesuítica del Perú desde 1940, o sea hace 60 años, pasando por los prestigiosos colegios de la Compañía como el de la Inmaculada de Lima (donde tuvo como alumno al llorado maestro Dr. Franklin Pease, quien siempre que acudía a Arequipa le visitaba) y el de San José de Arequipa. Desde 1988 enseña Historia de la Iglesia en el Seminario Arquidiocesano de Arequipa. Fruto de su concienzudo trabajo de investigación en Roma y este rico magisterio, empapado de la más selecta bibliografía, es este enjundioso tratado, tan denso y ameno a un tiempo.

Los historiadores, estudiantes y hombres de a pie agradecemos al P. Enrique el que haya leído tanta documentación con calma y hondura, libándonos -cual buen catador- el elixir quintaesenciado de las obras -en este orden- de Fernando Armas Medina, P. Calancha, Monseñor Lissón y, sobre todo, del P. R. Vargas Ugarte, para ofrecernos un didáctico compendio o manual sobre la evangelización. Precisamente cuando estaba redactando este comentario, en el Archivo "Vargas Ugarte", he ubicado el manuscrito del "Plan de Estudios de la Universidad de San Marcos", redactado por D. Toribio Rodríguez de Mendoza, artífice del Convictorio San Carlos, quien centra su plan de reforma en la elaboración de compendios y manuales: "Yo bien veo que esto exige de los maestros mucho estudio, muchas fatigas y esfuerzo. Es verdad, pero eso es lo que, puntualmente se intenta. Ellos deben llevar la carga y sufrir el trabajo como el labrador para que al corto esfuerzo de los (escolares) logren éstos brotar, crecer y dar el fruto a su tiempo". Manuscritos XI n.178)

El subtítulo nos indica bien a las claras el ambicioso contenido: "Primitiva evangelización de Iberoamérica y Filipinas, 1492-1600- Historia de la Iglesia en el Perú, 1532-1900".

450 páginas articuladas en 6 apartados con 95 capítulos y 642 apartados, de diferente extensión, oscilando entre los 10 de la parte tercera (Iglesia en la órbita de Lima y más allá, 1534-1600) y los 22 de la segunda (Cristianización del Perú, 1532-1600). Exhaustivo índice complexivo (onomástico, topográfico y temático) de más de 2660 voces (137 de Lima, 81 de "Arequipa", 37 Perú), en cuanto a las Órdenes 72 veces los franciscanos, 66 jesuitas, 52 los dominicos, 33 los agustinos, 29 los mercedarios; los valiosos apéndices (glosario de voces indígenas y términos eclesiásticos, papas de 1492 a 1903, reyes españoles, virreyes y presidentes de la República de Perú, arzobispos de Lima y obispos del Perú), 9 fragmentos históricos, 27 mapas... La misma portada sugiere la cruz -al autor le habría gustado que tuviese a Cristo- sobre ruinas prehispánicas.

Si queremos penetrar en el punto de vista, mentalidad, o, mejor, en la actitud cordial del autor hacia el tan controvertido contenido tratado, la evangelización del Perú, podemos ir directamente y consultar la página 75: "la cristianización del Perú fue rápida -70 años- y fulminante (por el establecimiento de parroquias, conventos, doctrinas, cofradías)... El Perú se cristianizó además externamente con la erección de cruces en cerros y encrucijadas, con capillas y templos que muy pronto llenaron el paisaje. Pero no menos ideológicamente por la predicación apostólica y la catequesis incesante a todos los niveles". Nuestro autor abre su obra ("dentro del mundo católico que reza en castellano, el Perú, con casi 25 millones de habitantes, figura entre los más importantes" (p.17)) donde concluye Manuel M. Marzal su estudio "Un siglo de investigación de la religión en Perú" Antropologica 14 PUCP, Lima 1998: "El Perú sigue siendo un país básicamente creyente. Los censos hablan de un ligero aumento de la increencia. Así en la Gran Lima (provincias de Lima y Callao), que deben tener la mayor increencia, hay estos porcentajes: 1920 (1,28), 1940 (0,19), 1961 (0,23), 1972 (0,63), 1981 (0,33) y 1992 (1,45)". Los dos constatan idéntica realidad, la misma que ofrecía la edición estadística de Datum Internacional de El Comercio :"el Perú es el país donde más se cree en un Dios (80%), reafirmando así una tradición católica que no ha perdido vigencia" ("La Encuesta del Milenio: Religión" Lima 19 marzo 2000, p.5).

Como puede observarse, se desmarca completamente de las tesis que consideran la evangelización como un barniz o un aspecto externo, cultual, concluyendo de sus 10 largos años de estudio y 60 de pastoral que impresiona a cualquier observador la huella profunda que dejaron impresa los misioneros en el Perú en catedrales, templos y capillas, pero sobre todo en el cálido fervor de la fe entre nosotros" p.17. Vemos, por tanto, que es el contrapunto de la tesis de Mariátegui -compartida aún hoy por algunos sociólogos y antropológos- de que no se dio cristianización, pues los misioneros no impusieron el evangelio, sino el culto, la liturgia, adecuándolos sagazmente a las costumbres indígenas, y que el paganismo indígena subsistió bajo el culto católico. Lo explica diciendo que desaparece la religión incaica junto con el imperio, se implanta el culto católico y persisten los ritos agrarios, lo cual, en su opinión, es una forma de religión panteísta, tesis no compartida por la mayoría de los estudiosos. Tales afirmaciones fueron refutadas, entre otros, para quien el culto católico simplemente se yuxtapuso al fetichismo primitivo, penetrando el espíritu católico en las masas indígenas, alejando sus dioses definitivamente. Por los cambios psicológicos, la idea de un Dios paternal se extendió a todos los indios, y por los ambientales, o mejor culturales, aparece el templo como hogar religioso, la vida del pueblo se regula por la liturgia y los grupos familiares se prolongan en la cofradía (1965: 236-237). En síntesis, se da una real transformación cultural, tal como demuestra M. Marzal, tras recoger la información en archivos peruanos y españoles y de analizar, en el contexto histórico-colonial del primer siglo y medio de ocupación, el sistema de creencias, de ritos, de organización y de ética de la religión prehispánica y del catolicismo español del siglo XVI; concluyendo que, hacia la segunda mitad del siglo XVII, la mayoría de los indios acaba aceptando el catolicismo, aunque muchos de ellos, sobre todo del sur andino, hayan conservado e integrado elementos de su viejo sistema religioso andino, para conformar un sistema más o menos sincrético.

Me atrevo a escribir que será de obligada lectura para cuantos quieran adentrarse en la sugestiva historia de la evangelización. Historia, por otra parte, que es, especialmente, sin soslayar el mundo de pecado y miseria -como recuerda Juan Pablo II- historia de santidad. En este sentido, el autor no oculta su profundo estupor por la magnitud de la empresa evangelizadora: "Impresiona a cualquier observador la huella profunda que dejaron impresa los misioneros en el Perú" (p.17).

A pesar de que predomina el estilo analítico, descriptivo, de acciones y personas, se concede especial relieve a las comparaciones y síntesis. No oculta sus simpatías por personajes controvertidos como el P. Valverde y lo que escribe el P. Fernández podíamos considerarlo como auténtica reivindicación del personaje, tanto de su vida como de su obra, sin dejar de lado la importantísima carta-informe de 20 de marzo de 1539. Se trata de un documento de 12 folios por ambas caras dirigida al emperador Carlos I, en el que se informa detalladamente de los primeros siete años de conquista y evangelización, con un Cuzco semidestruido.

Hay ponderadas síntesis de "grandes" protagonistas como sucede con Loaisa (p.138), Lartaún (p.152) Mogrovejo (154-162), Villagómez (259ss, 276ss) Arriaga, a quien en la escueta semblanza le libera un tanto de la obsesión de algunos historiadores en reducirle a "extirpador" de idolatrías (p.242)... Pero nos da luz para rescatar del olvido a "pequeños" protagonistas como Pedro de Añasco (p.166), Gregorio de Cisneros (p.167), Gonzalo Báez, el santo portero jesuita portugués afincado en Arequipa (p.273), los mártires (unos 20 indios cristianos y los franciscanos Antonio Cabello y Francisco Francés) del S. XVIII en las Misiones de Cajamarquilla y Pataz.

Hay que destacar también, la buena vista para "acercar la lente" a hechos decisivos como fue el Tercer Concilio Limense al que nos acerca magistralmente. Primero nos sitúa en el contexto, a continuación nos habla de los participantes. En segundo término se ocupa de describirnos esta magna asamblea sinodal: Primera Acción: inauguración, intermedio borrascoso, oposición cerrada, receso y apertura; Segunda Acción: concilios pasados, catequesis, sacramentos (matrimonio, confesión, eucaristía, varia del culto, extremaunción, orden sagrado, matrimonio de nuevo, gratuidad, doctrinas); Tercera Acción: obispos.selección, clérigos.reforma, pueblo fiel; Cuarta Acción: visitas y visitadores, trato con los indios, culto y liturgia, doctrinas, régimen diocesano; Quinta Acción: miscelánea, un solo Perú. En tercer lugar se centra en los "complementos pastorales", impresos en 1584 y 1585 por Antonio Ricardo, quien inaugura la imprenta en Perú con los tres catecismos trilingües -castellano, quechua y aimara- (Doctrina cristiana, Catecismo breve, Catecismo Mayor para los que son más capaces), el Confesonario para los curas de indios y el Sermonario -Tercer Catecismo- "para que los curas y otros ministros prediquen y enseñen a los Indios y demás personas". Como complemento de este exahustivo análisis, se citan las apelaciones y aprobación de los decretos, así como un juicio crítico del quisquilloso obispo de Cuzco, Lartaún. El autor, acertadamente, nos ofrece una rápida visión de los concilios limenses IV (1591) y V (1602), frustrados en la práctica, y nos recuerda que habría que esperar 171 años para la celebración del VI en 1772, con tinte regalista y que no contó con la aprobación papal (330-332).

Particularmente me ha sido grato encontrarme con elementos de la vida cotidiana como el recuerdo de los "ciegos repetidores", "estantes y ambulantes que se sabían de memoria la doctrina y la repetían a los indios", el sistema mnemotécnicos de quipus y el método coral (p,118); el que Fray Domingo de Santo Tomás, primer egresado de la Universidad de San Marcos de Lima y autor de la primera gramática quechua, viniese con 1.500 ejemplares impresos en Valladolid; la numerosísima familia Oré que pobló varios conventos con las cinco clarisas y los cuatro franciscanos, entre los que descuella la figura señera de Fray Luis Jerónimo; el P. Alonso de Barzana, "en la huella de San Juan de Ávila", quien logró dominar las lenguas quechua (en el Cercado de Lima y Huarochirí; catequizó a Túpac Amaru I), aymara (Juli), puquina (Arequipa), tonocoté y cacán (Tucumán), natija y avipona (entre los Calchaquíes) y "fue muy buen teólogo, extraordinario lingüista, un espíritu dócil, cordial, sumiso como un niño a sus superiores y hermanos, pero sobre todo muy siervo de Dios, de gran oración y un celo apostólico contagioso", tal como revelan las 30 cartas conservadas de él (p.166).

Como en toda obra que no se basa directamente en las fuentes, se pueden deslizar algunos errores, que vienen arrastrados por la bibliografía consultada. Indico alguno por coincidir con asuntos que he debido investigar directamente. Es el caso de hacer al Deán Valdivia párroco de Paucartambo (p.381) (en Cuzco) por Paucarpata (junto a Arequipa), o señalar Rubialejos (p.334) como patria de Abad Illana cuando fue Valladolid capital. Otros pueden ser problemas de imprenta como el baile de números sobre el Seminario de Santo Toribio de Lima: en la página 120 se dice que fue fundado en 1584 con 24 alumnos y en la p. 231 se da la fecha de 1591 (correcta) y con 28 alumnos.

Si en la reciente compilación La construcción de la Iglesia en los Andes PUCP, Lima 1999, F. Armas Asín anuncia que es la respuesta de un "sólido grupo de estudios referentes a la Iglesia peruana, desde una perspectiva histórica[...] estudios científicamente rigurosos y académicos [...] desde una determinada mirada extraeclesial sobre el fenómeno religioso"(p.19), acá podríamos afirmar lo mismo pero cambiando "extraeclesial" por "intraeclesial". Con esta "opera magna" de la historia de la evangelización en el Perú, se reaviva la tradición historiográfica religiosa de la mano de cultos eclesiásticos peruanos, tanto los que escriben desde Arequipa (V. Travada, F.J. Echevarría, J.D. Zamácola, E. Passarell, Víctor M. Barriga, E. Alarcón, Santiago Martínez...) como desde Lima (Alonso de la Cueva, M. Tovar, P. García Sanz, E. Lisson, L. Lituma, R. Vargas Ugarte).

Ignora las polémicas ideológicas y se atiene pulcra y fielmente a los datos obtenidos, que zurce armónica y coherentemente, deduciendo del estudio del análisis de la trayectoria histórica de la evangelización las raíces de la fe en Dios del pueblo peruano, su adhesión a la persona de Cristo, su devoción a la Eucaristía, el culto a la Virgen María, su afecto a la Cruz, a los santos y a los sacerdotes, la construcción de catedrales, templos y capillas, y, sobre todo en el cálido fervor de la fe.

Ojalá esta obra se difunda y aproveche como se merece. Será el mejor homenaje a su generoso autor a quien agradecemos su empeño y felicitamos por su publicación en la aurora del tercer milenio cristiano. De igual modo, le animamos a que en una segunda edición se amplíe el estudio al presente siglo, con lo que el manual quedaría completo.

José Antonio Benito.

 



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