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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Idealización y alteridad en las ciencias sociales hispanoamericanas. Notas para una Investigación .

En este artículo se reflexiona en torno al vínculo entre las bases culturales de las relaciones de poder y los orígenes de la comprensión actual con respecto a la identidad hispanoamericana; en lo que respecta específicamente al modo en que el indígena y el sujeto popular han sido percibidos por la elite político-literaria en el siglo XIX y por las ciencias sociales en nuestro siglo, definiéndose desde allí formas de ejercer el poder sobre estos actores desde categorías epistémicas ideológicas determinadas.

Siendo nuestro intento básico el aportar algunos elementos con respecto a la influencia de la estética romántica en la comprensión cultural afincada en las ciencias sociales como vínculo entre la caracterización estética y la racionalidad científica moderna dentro del contexto hispanomericano

Introducción

El surgimiento y consolidación de la racionalidad moderna ha requerido del concepto de ciencia como una base sobre la cual ubicar las distintas comprensiones paradigmáticas que han influido a su vez en distintos procesos sociales, es así como podemos afirmar que en La América Hispana múltiples paradigmas han definido la comprensión y la práctica social por parte de la elite, sin embargo se encuentran aún en signos de interrogación las fuentes culturales que nos han permitido la reinterpretación de estos paradigmas en tanto desconocemos los elementos culturales que han confluido en el modo como se reinterpreta un paradigma cultural o científico en el contexto específico de nuestro continente.

En este trabajo intentaremos identificar las fuentes de aquellas categorías que nos han permitido reconocer nuestro entorno socio-cultural durante los últimos dos siglos y que, asociadas a distintas posiciones epìstemológicas, ya sea desde la suposición de la identidad entre la estructura y el valor o desde un culturalismo que supone una ruptura entre ethos y logos, han nutrido la comprensión científicosocial hispanoamericana de elementos significativos de su escenario cultural, en este caso desde una fuente estética, para definir prácticas sociales que han estado íntimamente relacionadas con el problema del poder en nuestro contexto.

Es así como afirmamos que el reflexionar en torno al vínculo entre poder y cultura en la América Hispana implica, entre otras cosas, el identificar las fuentes de aquellas formas de leer nuestro mundo social que, desde las ciencias o la estética, han determinado la comprensión que la elite va definiendo con respecto a su entorno. Comprensión que le es necesaria a esta elite para diseñar desde allí los proyectos y utopías en base a los cuales se ha intentado definir el futuro, tanto en la afirmación de movimientos culturales como en la crítica de estos.

Con estrecho vínculo a las afirmaciones anteriores respecto a la necesidad de identificar las fuentes de nuestra autocomprensión, nos parece importante afirmar el que sin duda el movimiento postmoderno no es la única reacción hacia el proyecto ilustrado de la cual la historia de occidente puede dar cuenta, en tanto en la corriente romántica europea y hispanoamericana existe una crítica de los fundamentos culturales del poder de un profundo cuestionamiento de la verdadera posibilidad de liberación humana por medio del uso de la razón que el proyecto ilustrado propone.

Frente a esto la crítica postmoderna del Racional Iluminismo no nos aparece en muchos sentidos más que como una reedición de algunos elementos de la corriente romántica; en tanto dentro de este movimiento cultural en la "legitimación estética" de los valores socialmente compartidos se jugaba la posibilidad de construir sociedad desde los fundamentos valórico-culturales del poder, estando esta "legitimación estética" fundamentada en el primado formal de la muerte de Dios, edificándose por parte de este movimiento en numerosas ocasiones, en substitución de la figura de Dios, mitologías estéticamente coherentes, las cuales cerraran el círculo que comienza en la secularización y concluye con la elaboración de una nueva teogonía, en un proceso vertiginoso donde la moral de los amos, es decir de aquellos destinados a poseer y administrar el poder, se edifica sobre la base de una nueva concepción de lo justo desde lo bello.

En el contexto hispanoamericano este proceso tiene un correlato específico en la elite, tanto católica como laica, que intenta asumir la modernidad desde la relectura de nuestra identidad cultural sobre la base de la búsqueda de una mitología secularizada, en la cual la figura del pobre o del indígena pasan a ser un elemento más en este panteón mítico asociado al trazado modernizante y a su organización de las relaciones de poder, penetrando este movimiento incluso la médula misma del pensamiento católico tanto en su comprensión de La América Hispana como en elementos de su propia espiritualidad (2).

Se apela al recurso estético como mecanismo de comprensión intercultural en un ejercicio dialógico producto del cual el pobre y el "indio" en abstracto pasan a configurarse en imágenes estilístas a las cuales se menciona como mecanismo de legitimación de las transformaciones modernizantes del orden social.

Todo se hace por el indio o el pueblo en pos de su promoción, para ello el pasado es embellecido y el bárbaro pasa a ser el "ingenuo salvaje", bello tan sólo por su misma ingenuidad. La nueva mitología se construye por lo tanto sobre la base de sujetos elaborados escenicamente como dignos y sufrientes, olvidándose al sujeto cultural concreto, con sus grandezas y contradicciones.

Es esta elite la que requiere de un concepto de cultura, capaz de dar cuenta del "otro" en sus diferencias substanciales, es así como en la elite política y literaria la que desde la corriente romántica hispanoamericana elabora un concepto de cultura aún antes que las ciencias sociales aportaran con lo suyo.

Posteriormente es la ciencia social, aplicada tanto en el indigenismo como en el desarrollismo, la heredera de este concepto, el cual sobre una cáscara racionalista esconde la idealización estéticamente fundamentada que se aparta de los sujetos culturales concretos, para crear valores en torno a la praxis social edificados sobre la base de una ética auto-referida en pos de la belleza de un actuar y un pensar, definida desde el prisma de esa elite y en función del destino profético que la elite quisiese darle a nuestro continente.

En base a lo anterior afirmamos que el liberal-romanticismo crea en Hispanoamérica un concepto de cultura antes de que lo hiciese la ciencia antropológica, lo cual determinó una autocomprensión tanto con respecto a los efectos del proyecto ecuménico del Barroco como del Racional Iluminismo, sellándose así un tipo de legitimación estética del poder de esa elite.

Lo anterior se evidencia, por una parte, en el indigenismo de la primera mitad del siglo XX, fundamentado en una apelación estética, lo cual fue positivo como recuperación de lo indígena pero negativa como caricaturización del mismo, y por otra en las numerosas transformaciones en la percepción del sujeto popular desde la idea de chusma sujeto de redención a pueblo actor de su liberación.

El uso del concepto de cultura.

Mientras nuestro uso del concepto de cultura se reviste de un carácter más polisémico, entonces más requerimos precisar las fuentes del mismo para identificar sus elementos constitutivos, sin embargo un camino equivocado sería el pensar que estas fuentes se encuentran exclusivamente dentro de los límites racionales de la ciencia cuando, por lo que podemos apreciar, el uso del mismo excede los límites de la labor científica constituyéndose en una categoría que se origina en fuentes tanto científicas como estéticas y que actúa como un sello ideológico de ciertos contenidos, más que como un instrumento para la verdadera comprensión del mundo social.

El retorno postmoderno actual a la "apelación estética" debe ser visto, en alguna medida, como producto de la crisis epistemológica de las ciencias sociales hispanoamericanas, que comienza históricamente en el período de gobiernos militares a lo largo de La América Hispana en las últimas décadas.

Se trata en nuestra opinión del retorno de aspectos de la corriente romántica en forma abierta, sin que sea necesario ya apelar a un fundamento racionalista. Desnudo ya del sentido ideológico de la apelación estética positivista o materialista dialéctica, estas ciencias sociales emprenden la búsqueda de una nueva mitología, sobre la base de la conciencia del fracaso de instancias como aquella teología de la liberación más dependiente de una opción materialista histórica, que podría haberse erguido como posibilidad de una reflexión científica teológicamente fundamentada (3), la ciencia social emprende una profunda revalorización de la cultura como búsqueda trascendental de aquello que Manfred Frank ha denominado como "construcción mitológica".

En la caracterización de este proceso de mitologización se debe dar cuenta de la influencia de la dimensión estética de la cultura en la fundamentación del discurso metateórico, es la ciencia social por lo tanto, como antes lo fue la sociedad propiamente tal, la que se ve inundada del sentido estético que la corriente romántica otorga al concepto de cultura. La polisemia del concepto de cultura en uso hoy en nuestro contexto, tanto dentro como fuera de las ciencias sociales, no es por lo tanto casual sino que más bien responde a la imposibilidad de apelar a criterios racionalistas rígidos para la comprensión de La América Hispana , debido en mucha medida a la influencia de la estética romántica en el sentido común que en nuestro continente se articula, demostrando sólo el que la ciencia social de inspiración postmoderna en La América Hispana no es más que una nueva forma de romántica, con la grandeza de entendimiento de la corriente romántica pasada y también con los límites de un tipo de interpretación que sigue como siempre estando en manos de la elite.

Desde lo anterior creemos que la fuente de esta crisis en la capacidad de definir que cosa entiende la intelectualidad de nuestro continente por cultura, tiene su más profundo origen en la corriente romántica en tanto ésta entiende a la identidad cultural como un conjunto de valores que nos remiten a una tradición, entendida esta tradición como un fenómeno con un carácter un tanto estático, en tanto la tradición cultural no es asumida como un patrimonio instrumental desde el cual los sujetos definan su vínculo con la naturaleza o sus relaciones sociales.

Es así como la visión que se tiene de la cultura nos remite a un pasado embellecido, poblado de buenos salvajes llenos de la pureza de la inocencia, por lo tanto la cultura no debería ser más que la restitución de ese pasado mitológico sobre la base de una tradición hermoseada en la cual la historia de la cultura es más bien la remembranza de ideales heroicos más que la identificación de los valores de sujetos concretos puestos frente al problema de la sobrevivencia, por lo tanto se edifica un ethos ideal como respuesta a un logos racional iluminista, por lo tanto la identidad pasa a ser una bandera de lucha frente al intento refundacional originado en la ilustración hispanoamericana.

La romantica como articulador social.

Para Arnold Hauser el gran continuador del pensamiento estético de la escuela de Frankfurt resulta forzada aquella distinción entre el "reaccionario" romanticismo alemán y el "libertario" romanticismo centro europeo, más bien él piensa en esta corriente como un fenómeno multifacético que posee manifestaciones reaccionarias y libertarias dependiendo esto de los sujetos concretos que la asuman. Sin embargo la comprensión histórica propia de la corriente romántica representa para él un obstáculo para la verdadera interpretación del mundo social, en tanto cualesquiera sea la manifestación del romanticismo, aunque valorará en exceso el pasado, no alcanza a entender la situación objetiva del sujeto histórico, el cual para Hauser se encuentra desde una lectura dialéctica a medio camino entre el pasado y el futuro.

Según Hauser sin duda en la corriente romántica existe una crítica profunda del racionalismo, en tanto es allí donde la ilustración según él sufre la derrota más penosa de su historia, ya que el destino histórico es regido desde valores estéticamente legitimados los que encuentran su soporte en una lectura también estética de la tradición cultural, es así como, para Hauser,

..."La historia aparece según esta lógica como una esfera dominada por fuerzas anónimas, como un substrato de ideas más altas, las cuales en los fenómenos históricos individuales se expresa sólo de manera imperfecta. Y esta metafísica platónica encuentra expresión no sólo en las teorías románticas, pasadas de moda ya del espíritu popular, la épica popular, las literaturas nacionales y el arte cristiano, sino también todavía en el concepto de la "intención artística" (Kunst-wollen)"(4) En el pensamiento de Hauser, por otra parte, el "sentido histórico" como interpretación racional del pasado apreciable en autores como Hume y Herde, acentúo la apreciación del origen histórico de los valores culturales, sin embargo

....."la ilustración se basa en la idea de que la historia revela el despliegue de una Razón inmutable y de que la evolución se dirige hacia una meta discernible de antemano" (Hauser: 1964, 179).

Es así como podemos apreciar un recate romántico de un tipo de comprensión histórica que valora la posibilidad del uso de un "sentido histórico" riguroso pero que no entiende a la razón como eje articulador de la dinámica histórica.

Ejemplo hispanoamericano de esta idea de Hauser puede ser un detalle tan puntual como la apreciación del chileno José Victorino Lastarria, quién desde una opción liberal y romántica nos plantea una crítica ácida de las fuentes teóricas del pensamiento histórico de Andrés Bello, el cual se presenta en contraposición respecto al pensamiento de "su" generación literaria del 42.

..."Nosotros que no aceptábamos la teoría de Herder, ni otra alguna que estuviera basada en la suposición de una evolución fatal y necesaria sin participación alguna de la libertad del hombre".(5)

Interpretando así Lastarria la historia de América desde una visión crítica del mismo concepto de "progreso inexorable" utilizado implícita o explícitamente por quienes idearon y ejecutaron nuestros procesos independentistas.

Para nosotros resulta evidente el hecho de que desde la oposición entre corriente romántica e ilustración se articula el acceso a la modernidad en la América Hispana , con figuras que mezclan su posición liberal con una apelación estética hacia el progreso en un proceso en el cual el político se confunde con el hombre de letras, generando un tipo de intelectual cuya organicidad depende más bien de su apreciación del supremo bien desde la superación de la tosquedad y fealdad de la barbarie, aquellos "poetas héroes" que desde una corriente romántica no necesariamente secularizada anuncian un porvenir desde su creación estética.

Son numerosos los autores, desde los cuales se puede constituir una genealogía de la corriente romántica hispanoamericana cumpliendo el concepto de cultura un itinerario para ello desde conceptos como pueblo, raza o indio. En este sentido podemos afirmar que Sarmiento es el prototipo del autor romántico que combina acción y reflexión, una combinación necesaria y suficiente en un proceso en el cual frente a la anarquía de los procesos independentistas se intenta proponer un nuevo camino, el cual implica una relectura dialógica de la América Hispana por parte de esta elite política y literaria.

Las obras de este autor son numerosas, desde su Facundo hasta sus Recuerdos de Provincia, donde expone intensamente la oposición absoluta que él ve entre la civilización y la barbarie en nuestro continente, ello también se evidencia en su combate contra el clasismo de un Andrés Bello teniendo en su posición una intención social marcada, la cual sedimenta particularmente en su texto "Conflictos y armonía de las razas en América" donde desarrolla todo su antihispanismo, sin por esto dejar de apelar a una identidad cultural hispanoamericana la cual a pesar de que debe ser cambiada posee un potencial innato para ser civilizada.

Podemos decir por lo tanto que desde autores como Sarmiento, dentro del contexto de la corriente romántica hispanoamericana

..."en los paises ya independientes, la literatura, en todas sus formas, conservó todas las funciones públicas que había cobrado con el movimiento de liberación. En medio de la anarquía, los hombres de letras estuvieron todos del lado de la justicia social, o al menos del lado de las organizaciones políticas contra las fuerzas del desorden".(6)

Sin duda esta corriente romántica hispanoamericana no posee la heterogeneidad de la corriente romántica europea en tanto desde su alianza con el liberalismo político adquiere un carácter social absoluto, es en nuestra opinión desde allí donde se comienza a desarrollar la visión moderna, que posteriormente el desarrollismo elaborará, en torno a la promoción social, en tanto

.."el yo romántico no es en absoluto egoista, sino que es ante todo social"(7).

Según Emilio Carilla existe un paso desde mediados del siglo XIX hasta mediados de este hacia un romanticismo social y político, cita como ejemplo para dar fuerza a su afirmación la obra de la peruana Flora Tristán "L'Union ouvriere"... de 1943, donde se expone una opción por el socialismo utópico, lo cual unido a situaciones como el movimiento romántico chileno iniciado por ideólogos como Francisco Bilbao y Santiago Arcos que desemboca en procesos violentos, no hace más que confirmar este carácter social y "libertario" de la romántica hispanoamericana.

Breve sintesis historica de la antropologia en la América Hispana.

El tratamiento de nuestras formas culturales en Hispanoamérica por parte de las ciencias antropológica ha consistido en un proceso epistemológico de progresiva construcción del objeto, en el cual el desarrollo de la comprensión del fenómeno ha estado asociada tanto a los replanteamientos teóricos y epistémicos universales de las ciencias sociales en general y de la antropología en particular, como a procesos históricos específicos, intentándose permanentemente una desvinculación de la apreciación estética de los sujetos culturales, as así como la ciencia antropológica intenta un acercamiento al objeto liberada de las ataduras que el humanismo de los ensayistas románticos pudiese imprimirle, intentando construir a este camino una alternativa al concepto de cultura propio de la romántica, sin plena conciencia de la verdadera injerencia de la ensayística romántica en el discurso científico social.

Con el fin de exponer una visión esquemática del desarrollo de la antropología preocupadas de nuestras formas culturales es que presentamos esta síntesis dividida en distintos períodos históricos por lo que han pasado esta disciplina y exponemos las principales preocupaciones en cada uno de ellos:

Al primer momento en la historia de la antropología hispanoamericana podemos fijarle su inicio con el nacimiento de la antropología científica a nivel mundial, a finales del siglo XIX. Desde la publicación de la obra "La cultura primitiva" por Edward Tylor en 1871, la cual da inicio a la utilización científica del concepto de cultura y dentro de esto presta atención preferente a la variabilidad cultural, reflexión que se presenta paralelamente con las primeras aproximaciones al campesinado y al proletariado industrial de autores como Marx o Comte.

En este primer período se realiza en La América Hispana una antropología indigenista marcada por la búsqueda de lo exótico y realizada principalmente por investigadores no hispanoamericanos. En esta etapa el tratamiento del sujeto cultural por parte de las ciencias sociales esta asociado a la crisis del latifundio en Hispanoamérica, y por lo tanto con el comienzo de un nuevo tipo de relaciones de producción asociadas al nacimiento de un tipo de capitalismo periférico, que estimula la migración campo ciudad y la generación tanto de un proletariado industrial, como de un contingente de mano de obra de reserva, mientras que quienes permanecen en el campo siguen reproduciendo costosamente los patrones culturales asociados a los ciclos productivos del latifundio tradicional.

La antropología de este período fija su objeto de análisis en lo indígena, intentando fundamentalmente rescatar formas culturales en vías de desaparición, en un impulso que no esta libre de la visión romántica del buen salvaje, pero esta vez combinada con la lectura epistemológica y teórica positivista de la cultura, en lo que respecta al evolucionismo, que por lo general determinó este tipo de análisis. La descalificación de la opción ensayística con respecto al acceso al indígena e indirectamente al sujeto popular, va por lo tanto asociada a un impulso ético según el cual en esos indígenas está el origen de la identidad cultural hispanoamericana científicamente entendida, idea que desconocía en alguna medida la existencia del cambio y la variabilidad cultural, en tanto el indígena y el sujeto popular de la primera mitad de este siglo más que ser el "padre" de la identidad hispanoamericana moderna, representaba, a la luz de la actual visión de la antropología científica, más bien un desarrollo cultural paralelo que se da en el contexto de particulares relaciones de denominación.

En un segundo periodo podemos apreciar el surgimiento de una ciencia social vinculada al proceso modernizador en la América Hispana , que se preocupa de las formas culturales, en tanto elementos fundamentales de culturas en cambio desde lo tradicional a lo moderno.

A partir de la década del 50 la antropología en la América Hispana comienza a independizarse parcialmente en lo que respecta al origen hispanoamericano de los investigadores, sin embargo el influjo teórico de la antropología en la región sigue dependiendo de los centros de generación de conocimiento en los países desarrollados, sobre todo en lo que respecta a la influencia de la obra de autores como Robert Redfield y Oscar Lewis, quienes influyen en la orientación de las ciencias sociales hispanoamericanas en general, y por añadidura en el modo en que se conciben y estudian nuestras formas culturales.

Los autores antes señalados tienen como tema primordial de preocupación "el proceso de modernización que debía vivir la América Hispana como prerequisito para el desarrollo". Redfield, por ejemplo, se preocupa de las transformaciones en la sociedad folk o tradicional hacia la sociedad moderna. Por su parte, Oscar Lewis, plantea la existencia de una cultura de la pobreza que produciría patrones que posibilitan la sobrevivencia de los marginales y los campesinos desplazados, y que en definitiva constituiría un límite para la modernización y el desarrollo.

Es así como el antropólogo como científico social pasa a ocupar un lugar que históricamente le correspondió al literato o político, en tanto si el primado fundamental era el desarrollo, es el científico social quien más sabe de desarrollo, de forma tal que la ciencia social intenta articular sentido en una arremetida en contra de la visión romántica tanto del sujeto popular como del indígena, visualizando a estos actores como sujetos refractarios al desarrollo debido a lo cual más que promover desde la ciencia una idealización romántica de los mismos se les debería conocer científicamente en pos de su transformación.

En un tercer período, el actual, podemos encontrar una antropología que identifica en estos sujetos culturales un ámbito esencial desde el cual es posible adentrarse en la matriz cultural hispanoamericana, más allá incluso de la pregunta por el desarrollo, constituyéndose las ciencias sociales en muchos casos en una instancia de fuerte crítica a la modernidad en base a un fuerte cuestionamiento tanto del marxismo como del funcionalismo como modelo de análisis externos a la realidad hispanoamericana, donde podemos apreciar una fuerte preocupación por el estilo narrativo del relato etnográfico y un fuerte intuicionismo reforzado por la antropología post-moderna tanto europea como norteamericana.(8)

Es a partir del trabajo con los pueblos "primitivos" de nuestro continente y luego con campesinos, marginales y obreros, que los antropólogos hispanoamericanos hoy han tomado conciencia del cambio cultural y del sincretismo, lo cual lleva a las ciencias sociales en Hispanoamérica, a buscar la "identidad" de nuestros pueblos.

Así vemos surgir distintas subdisciplinas antropológicas preocupadas del estudio de los distintos ámbitos de la realidad hispanoamericana; como la antropología de la religión, la antropología de la educación, la antropología política etc. Su peculiaridad es el dar cuenta de fenómenos a los que están referidas tanto en el espacio de lo tradicional como en lo moderno, entendiendo que toda expresión cultural en nuestro continente vive una situación de hibridación en tanto sobre ella confluyen distintas formas culturales de muy distinto origen. Estas subdisciplinas poseen un carácter holístico, en tanto son poseedoras de una visión de conjunto, ya que su origen como estudiosas de fenómenos que se encontraban fuera de los límites de la modernidad les entregó una visión que no segmenta la realidad, sino que entiende la estrecha interconexión entre los planos de ésta, en un proceso en el cual se rescata la semantización hecha por el ensayo como modo de aproximación no siempre racionalista al otro cultural, en una tarea en la cual se ve en la legitimación estética de la romántica una posibilidad de crítica de la opción objetivista que asume el discurso modernizante en la América Hispana .

Sin embargo, sería ingenuo el pensar que es la ciencia antropológica la que sitúa hoy al concepto de identidad en el papel preponderante que hoy posee, en tanto el concepto como articulación de sentido común es muy anterior a la popularización de las categorías antropológicas en nuestro continente, ya que, como veremos, la suposición de la identidad entre las estructura social y el valor en la visión de la cultura presente en la elite hispanoamericana no es conformada desde los megaproyectos desarrollistas sino más bien se edifica desde la legitimidad estética que le confiere la corriente romántica hispanoamericana.

Sin duda esta corriente hispanoamericana tiene sus raíces más profundas en el romanticismo europeo, de manera tal que nuestra actual autocomprensión como hispanoamericanos es tan deudora del análisis racionalista de las ciencias sociales como de la lectura corriente romántica de la realidad, siendo una tarea que recién comienza el dar cuenta de la verdadera relación entre corriente romántica y ciencias sociales en nuestro continente.

Legitimación estética y comprensión social.

La "legitimación estética" actúa básicamente otorgando un sello metasocial a los valores que culturalmente la elite romántica va generando para legitimar su poder, de manera tal que desde una búsqueda de un tipo de ideal fundamentado en el concepto de "perfección estética", que la propia elite acuña, se pasa a articular sentido común dentro de la sociedad en base a una creación en la cual se mezcla el ideal romántico de belleza, cuyas fuentes estarían en la "tradición cultural", con un ideal de progreso extraído en mucha medida del proyecto ilustrado.

Es así como se ve al destino histórico como la consumación de la tradición, que a partir de una visión acumulativa, intenta resolver la tensión entre "ethos" y "logos" desde un concepto ideal de historia, donde se funden la apelación a una identidad mitológica con el esfuerzo social hacia la perfección de un orden social que se fundamenta paradójicamente, como ya afirmamos, en los ideales de la ilustración, los mismos ideales que prepararon el camino de las guerras de independencia en la América Hispana .

Esta articulación de sentido actúa primero a nivel generalizado dentro de la elite dominante y luego hacia los otros sectores del universo social, siendo particularmente los sectores populares aquel espacio donde el sentido común romántico se afianza, lo cual se evidencia, por ejemplo, en el fuerte nacionalismo propio de las culturas populares hispanoamericanas, estando éste originado en el ideal de "Estado-nación" romántico europeo, en tanto este sentido común desde la segunda mitad del siglo pasado forma parte de su patrimonio simbólico e instrumental.

En términos gramscianos (9) el romanticismo tuvo la capacidad de sedimentar en el sentido común de los estratos populares definiendo la introducción de un tipo de comprensión romántica en el sentido común de las culturas populares cuando esta corriente ya había sido a nivel consciente desplazada por la elite, es así como el autor romántico respeta el arte popular como arte que ha internalizado categorías románticas profundas en la configuración de su estética, en un proceso en el cual la romántica culta se acerca a las formas culturales populares debido a que según Jacques Gabayet...

"Unas de las preocupaciones centrales del romanticismo Alemán es oponerse a la "cientificidad que en su generalidad nulifica lo peculiar. El rescate de lo "único" lo "irreparable" lo "complejo" lo "espiritual", en lugar de lo lineal y esquemático" (10).

Para la romántica tanto europea como hispanoamericana sólo en la tradición cultural representada por "el pueblo" estaría esa dimensión única y al mismo tiempo espiritual de la cultura.

Indio y pueblo desde el romanticismo hispanoamericano.

El proceso que anteriormente mencionamos de búsqueda de la particularidad, llevado al terreno de la caracterización de los actores sociales, posee la cualidad paradójica de convertirse en una caricaturización generalizante en el lazo que se establece entre las ideas de pueblo, indio y cultura popular. Mediante este proceso el rescate de los actores fundamentales de la tradición cultural, como representantes del espíritu particular de cada conglomerado cultural, deriva en procesos de generalización, produciéndose el que aquellos sujetos culturales caracterizados como "únicos" dentro de la tradición no son reconocidos en sus particularidades históricas y adaptativas, se reconoce la particularidad del pasado pero en términos estáticos, de forma tal de convertir al actor popular e indígena en figuras estéticas mitológicas.

Lo anterior, llevado al terreno del discurso de las ciencias sociales hispanoamericanas, debe hacernos meditar en torno al hecho de que al interior de estas ciencias la reflexión con respecto a un concepto debería conllevar la existencia de una variedad en la adjudicación de significados, de manera tal que la polisemia de un término permitiera constrastar la utilidad y rigor de distintos paradigmas y escuelas de pensamiento teórico, en lo que respecta a su capacidad para proporcionar categorías que permitan interpretar el mundo.

Sin embargo nosotros afirmamos que el concepto de "cultura popular" como significante flotante esencialmente polisémico, más que dar cuenta de la existencia de alternativas conceptuales, se emparenta con la romántica en tanto generalización surgida desde la ensayística liberal-romántica, en el intento de la elite político-literaria por interpretar a ese "otro cultural" que se presentaba delante de sus ojos bajo la forma del sujeto popular hispanoamericano, más allá de los marcos teóricos o la opción paradigmática desde donde se haga uso del concepto. La unidad del concepto históricamente ha estado asociada en nuestras ciencias sociales con la figura estética del "pueblo" como categoría abarcadora que engloba múltiples diferencias particulares. La crisis interpretativa estaría dada por el sencillo hecho de que los actores históricos concretos exceden la cobertura de los conceptos aportados por la romántica hispanoamericana.

Podemos ver como hoy el concepto de "cultura popular" ha vivido un dramático proceso de fragmentación, entendida esta como parcelación en los sentidos del mismo, generándose el que incluso el acuerdo entre los interlocutores que dialogan en torno a este concepto, como es el caso de la reflexión que se realiza sobre el arte popular hispanoamericano, resulta un hecho complejo, en el cual, bajo la cobertura de un concepto común, se cobijan visiones del mismo muy distintas entre sí, rompiéndose con la caracterización primera de la ciencias sociales de nuestro continente, las cuales por influencia de la romántica intentaron generalizar en torno al sujeto popular, empleando tipos ideales que no abarcan la multiplicidad de las expresiones del fenómeno.

Como ya hemos planteado el concepto de cultura popular en lo que respecta a su significado hoy vive un estado de imprecisión como nunca antes lo había vivido, y esto guarda relación con las reformulaciones epistemológicas y teóricas de la ciencia social hispanoamericana, y en particular con los replanteamientos de las ciencia antropológica. Es así como en nuestra opinión las transformaciones fundamentales que ha vivido este concepto en las últimas décadas serian dos:

Por una parte no se está hablando de la cultura popular ni de indígena hispanoamericano en singular, sino que más bien se habla de "las culturas populares" (11) y de los "distintos troncos culturales indígenas" (12) en plural, esto representa no sólo un cambio en el lenguaje sino que evidencia una nueva manera de ver a estas formas culturales, en la cual los marcos analíticos clásicos se demuestran incapaces de dar cuenta plenamente de la inmensa variabilidad con que estas se presentan. Se comprende que ellas, a pesar de estar asociadas al proceso de ingreso desigual al capitalismo por parte de los sectores proletarizados y subproletarizados hispanoamericanos, representan una infinita variedad de rasgos culturales en torno a los cuales resulta aventurado hacer generalizaciones.

Se lleva el análisis del fenómeno más allá de los límites del determinismo socio económico, en tanto se asume la independencia del análisis cultural respecto del análisis del cambio social. Esto se fundamenta a nivel teórico a partir de concebir como falsa la supuesta identidad entre estructura social y valor, que restringe el análisis de la cultura, y por lo tanto de los valores, el análisis de la estructura social, reemplazándose aquello por un tipo de reflexión teórica en la cual se acepta la independencia de la cultura y su dinámica histórica, de la dinámica de la sociedad y su estructura social. En base a esto, en el caso puntual del estudio del indígena y del sujeto popular hispanoamericanos, se intenta indagar en las fuentes histórico-culturales de estos sujetos como expresión viva de la identidad cultural hispanoamericana (13), dentro de los límites de nuestro continente y hacia su exterior.

Desde otra esfera pero en estrecho vínculo con el concepto de cultura popular, podemos afirmar que en el Romanticismo existe una tremenda simpatía por las razas indígenas y las culturas más tradicionales o marginales, desde la postura de autores como Chateaubriand o el buen salvaje de Rousseau quien prepara la comprensión romántica del orden social lo cual se proyecta en la obra de teóricos como Saint-Simón, se exageran las virtudes del primitivo tal como es idealizado el sujeto popular.

En el caso del actor indígena el pasado desde el indio tribal al indio genérico que plantea Darcy Ribeiro (14) corresponde a las transformaciones a nivel de la estructura social propia de la expansión de la modernidad y a la influencia del romanticismo como crítica del Racional Iluminismo, configurándose una visión que idealiza a un indígena abstracto pero que legitima estéticamente las articulaciones de la conciencia social que permiten las relaciones de dominación que sobre él se ejercen.

Para Lourdes Arispe (15) el término indio sirve para denominar a todo aquel susceptible de convertirse en sujeto de explotación, en tanto para la autora la derrota es ante todo una derrota cultural del indio, en tanto desde autores como Juan Bautista Alberdi somos europeos en América siendo fundamental diferenciarse del indio (16).

Desde las ciencias sociales existe un itinerario específico del concepto de etnicidad el cual ha estado unido tanto a los giros epistemológicos y teóricos de las ciencias sociales como a la influencia sedimentaria de la corriente romántica en las elites intelectuales literarias primero y científico sociales después.

Desde la categoría de raza, que fijaba la pertenencia a un grupo étnico dentro de los márgenes de somatometría y de los estereotipos que rasgos como el que el color de la piel originaba, hasta la actualidad en que estas categorías han sido ampliamente superadas, este análisis ha sufrido una mutación profunda, en tanto la pregunta por la raza, en la acepción exclusivamente biológica del concepto, como determinante de características psicológicas y conductuales, ha sido reemplazada por otra referida al problema de la "identidad cultural", refiriéndose ésta a la identificación de sujetos particulares con grupos puntuales dado que presentan rasgos distintivos en planos tan divergentes como el biológico, el lingüístico y el socio-cultural.

La génesis de esta concepción la podemos remontar al siglo XIX, en tanto es debida al colonialismo, y al surgimiento de las ciencias sociales, que occidente se pregunta en primer lugar, que es lo que los separa de los pueblos colonizados, para luego, en la segunda mitad de nuestro siglo, pasar a preguntarse que es lo que separa en el propio mundo de los colonizadores a sujetos que poseen diferencias no tan marcadas en el plano biológico y cultural.

Es a partir de esta concepción que se origina, a nivel científico, el concepto de raza como base para la clasificación. Esta idea, que surge desde la incipiente ciencia social y desde un biología fragmentaria y manipulada, creó taxonomías, que en muchos casos, más que aclarar el panorama en torno a la variabilidad humana biocultural, sirvieron como instrumentos de dominación de una cultura sobre otra (17).

Como reacción a esta postura surgen líneas teóricas, tanto en en plano de la etnografía como en el nivel etnológico, que intentan asumir apelaciones de corte positivista como la de Durkheim en el sentido de "analizar lo social por lo social" (18). Es así como desde el estructural funcionalismo surgen visiones en torno a la identidad social, estrechamente ligadas a la territorialidad y a la especialización de las funciones sociales vinculadas a las relaciones ecológicas-culturales.

Se piensa en el grupo étnico como un conglomerado de individuos pertenecientes, por lo general, a un territorio dado y que mantienen relaciones de dependencia con éste, de forma tal que la pertenencia a un espacio guardan relación con las funciones surgidas tanto desde la lucha del grupo por la sobrevivencia como desde la necesidad del mismo de poseer un perfil autónomo respecto de otros conglomerados sociales, determinando esta relación funcional la estructura interna del grupo.

Posteriormente nace en la década de los 50, una crítica desde la etno-lingüística. Es así como se asume la definición "fonémica", propia de la lingüística estructural, que entiende a la identidad étnica desde la perspectiva "emic" o "desde dentro", fijando en el actor social los criterios de la clasificación, en tanto la pertenencia a un grupo étnico se define desde las categorías de adscripción e identificación con el mismo. Pertenece a un grupo étnico quien se siente parte de el y al mismo tiempo, es identificado como tal por otros, y es desde allí que el criterio de etnicidad se libera definitivamente de su definición directa desde categorías como las biológicas y geográficas, para pasar a ser un problema en la esfera de la conciencia social (19).

Por otra parte es importante considerar el que apelar hoy desde la moderna antropología cultural al concepto de raza o etnia, supone un moverse dentro de los límites epistemológicos de la filosofía del lenguaje, y también implica que se asume la relación mutivariable que se encuentra en el origen de todo fenómeno socio cultural, pero que reconoce por otra el principio epistémico básico que afirma que lo social se explica por lo social, generándose una tensión aún no resuelta entre generalización estética y caracterización científica.

El proceso de transformación de la ciencia misma guarda directa relación con el acelerado proceso de mezcla y difusión cultural asociado a la industrialización, al colonialismo y al desarrollo de los medios de comunicación de masas. Es así como la pregunta por las minorías étnicas se replantea a partir del esfuerzo por explicarse la variabilidad cultural al interior de las sociedades complejas, en tanto concepto como clase, estamento, segmento de clase, etc., han demostrado ser insuficientes para explicar muchos aspectos del funcionamiento y del conflicto al interior de las sociedades multiculturales.

En un continente como el nuestro donde la heterogeneidad impera, la pregunta por la identidad se vuelve particularmente compleja. La diversificación, complejización y transformación de los grupos sociales, hacen que la pregunta por la identidad étnica se convierta en una interrogante de primer orden a partir de cuya respuesta es posible aportar elementos a los problemas planteados por el desarrollo, las desigualdades y el conflicto social, es por ello, que el aporte multidisciplinario que asume elementos provenientes de distintas disciplinas sociales, es de particular urgencia. La única posibilidad de recomponer el imaginario social fragmentado desde la pluralización que los planteamientos de la modernidad han vivido, consiste, para la actual antropología hispanoamericana, en la generación de categorías que den cuenta de la diferencia, pero apuntando a la multidimensionalidad de todo fenómeno cultural, en tanto la dinámica de los valores culturales se define en gran medida en su vínculo con la estructura social.

Dentro de esto nos parece importante recalcar que el vínculo entre estructura social y valor al interior de la reflexión antropológica en torno a lo étnico, es un asunto complejo que no puede ser generalizado, ya que ha pasado desde la identificación absoluta de la dinámica de los valores, es decir de la cultura, con la dinámica de la estructura social, como lo plantea el estructural funcionalismo clásico, hasta una absoluta autonomización del concepto analítico de cultura, como se da en la antropología cultural de corte idealista, como es el caso del análisis de autores como Cliford Geertz (20).

Lo que sin embargo nunca ha implicado el desconocimiento de la dimensión multivariable de fenómenos cómo la etnicidad, en tanto el concepto de cultura siempre ha sido un concepto aglutinante, que asume la multiplicidad del hombre como creador y usuario de la cultura en la sociedad, con respecto al ecosistema y en su particular vínculo con lo trascendente, de manera que el actual escenario antropológico hispanoamericano es propicio para el rescate de la romántica, en un proceso en el cual se reconozca la polisemia del concepto de cultura pero en el cual exista un esfuerzo serio por reconocer tanto las fuentes estéticas como científicas propiamente tales de este concepto, reconociendo que el vínculo que podemos apreciar entre estructura social y valor esta en alguna medida también estrechamente determinado incluso para las propias ciencias sociales.

Es así como, a manera de síntesis, afirmaremos que a nuestro parecer la romántica es un movimiento con una presencia cultural actual, donde podemos identificar el factor determinante de aspectos que caracterizan el tipo de valores que legitimaron el poder de la elite político literaria en el contexto de nuestra modernidad inducida, obligándonos esto a aceptar qie los factores que configuraron nuestro acceso a lo moderno no surgen únicamente de una identidad configurada en el proyecto ecuménico del barroco.

La reedición de la romántica por parte de los postmodernos no es más que el recurso evidente frente a la crisis de la racionalidad moderna y de su forma de organizar las relaciones de poder, en cuyo contexto la polisemia identificable en el tratamiento del concepto de cultura tiene su origen en la influencia de la romántica en la sociedad como totalidad y en las ciencias sociales hispanoamericanas en particular, en tanto la fuente del concepto no posee un sello racional científico sino que se define desde una legitimación metasocial estética.

Lo anterior nos permite caracterizar como peligrosa aquella generalización definida desde una caracterización estética en tanto ella amenaza con hacer perder de vista las verdaderas relaciones de poder que se ejercen sobre los sujetos culturales particulares siendo un ejemplo de estos el tratamiento "científico" de los mitológicos actores "indígena" y "popular", basándose esta afirmación en la confianza que en la búsqueda de la fuentes culturales del poder reside al aporte de subdisciplinas como la sociología de la cultura y la antropología cultural al esfuerzo de la epistemología de las ciencias sociales por llevar su análisis más allá de sus límites clásicos, para indagar en torno a las fuentes epistémicas del ejercicio del poder.

Dr. Miguel Alvarado Borgoño malvarad@uctem.cl

REFERENCIAS

(1) Este estudio forma parte de la tesis doctoral del autor.

(2) A nuestro modo de ver, son la romántica francesa y española las que definen un acercamiento entre la elite romántica hispanoamericana y el pensamiento católico, tanto en la dimensión cultivo-ritual como en el plano de la experiencia religiosa. Marciano Barrios en: "La espiritualidad en los tiempos del Padre Hurtado" (Ed. U.C. Blas Cañas, Santiago, 1994). plantea que a pesar de la fuerte crítica que surge desde el mundo católico al individualismo propio del liberalismo originado en la influencia de la romántica, el espíritu heroico del romanticismo sedimenta en la generación que impulsará definitivamente la emergencia del catolicismo social.

(3) Nos parece importante destacar el que la crisis de la teología de la liberación corresponde para nosotros a la crisis de un tipo de análisis marxista de carácter más ortodoxo. Sin embargo existe una mutación en este análisis el cual sin perder su lógica analítica fundamentada en un dialéctica de la liberación, ha sabido asumir el análisis cultural como epicentro de su reflexión. En torno a esta temática véase nuestro ensayo: Alvarado, Miguel: "Análisis cultural y teología de la liberación" Revista Presencia Ecuménica. Nº35. Pág.3-11- Caracas,Venezuela.

(4) Arnold Hauser: Historia social de la literatura y el arte. Ed. Guadarrama, 1969. p.180. Discípulo de Luckacs descubre los mecanismos estéticos que permiten legitimar, desde el racional iluminismo, el curso de la modernidad a partir del mismo siglo de las luces.

(5) Lastarria, J.V. :Recuerdos literarios. Zig. Zag. Santiago, 1968.

(6) Henríquez Ureña, Pedro. Las corrientes literarias en la América Hispánica. Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1964.

(7) Picard, Roger: El romanticismo social. Citado por Emilio Carilla en su libro El romanticismo en la América Hispánica. Edit.Gredos, Madrid, 1948.

(8)Ejemplos de esto no es posible de apreciar en la antropología hispanoamericana en lugares tan diversos como Argentina donde en recientes publicaciones el prestigiado antropólogo Carlos Reynoso anuncia el fin de la antropología como posibilidad de comprensión intercultural en un mundo globalizado; en el caso Mexicano donde desde distintas voces surge una fuerte crítica del indigenismo y del tipo de antropología que lo sustentaba en pos de un indianismo que cuestiona la posibilidad de comprensión cultural desde las bases epistémicas cartesianas, y por último también el caso de Chile donde vemos emerger una corriente denominada como "antropología poética", donde se intenta producir un vínculo concreto entre etnografía y literatura en base a un tipo de apelación estética que intenta articular discurso al estilo del ensayo pero también introduce por medio de figuras literarias la percepción subjetiva del antropólogo como observador, soñando quizás con ser él "los últimos poetas de la aldea" en un contexto de acelerada globalización,

(9) En la obra de Antonio Gramsci la imposición de categorías por parte de los grupos hegemónicos sentido común se modifica en función de los grupos dominantes, y por otra involucra "contra hegemonía" en tanto los grupos dominados reinterpretan estas articulaciones otorgándoles un contenido nuevo el cual en muchos casos se opone radicalmente a los valores de los grupos dominantes. Véase por ejemplo el texto: Arte e folklore. Ed.Newton Compoton, Roma, 1976.

(10) Gabayet, Jacques. Populismo y romanticismo, hacia una nueva poesía nacional y revolucionaria. En: Hacia el nuevo milenio. Volumen II. Edit. Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1986.

(11) Esta multiplicación en la identificación de los actores ha sido demostrada en un ensayo publicado por Néstor García Canclini en torno al sujeto popular denominado..."De qué estamos hablando cuando hablamos de lo popular". Edit. G.Gili, S.A. México, 1987.Reformulación que hemos vinculado con la fragmentación postmoderna en la comprensión cultural actual de las ciencias sociales hispanoamericanas, en nuestro ensayo..."Notas sobre el concepto de cultura popular". Estética AISTHESIS Revista Chilena de Investigación. Nº 27, 1994. pp.57-81.

(12) La multiplicidad del sujeto cultural indígena se constituye en una alternativa de la generalización propia de los estereotipos románticos del mismo, en un proceso en el cual de la investigación empírica emerge una visión según la cual la variabilidad cultural dentro de las culturas indígenas hispanoamericanas es tremendamente grande, de forma tal que toda generalización resulta forzada, evidencia que ha sido obtenida gracias al trabajo etnográfico intensivo realizado durante todo el presente siglo.

(13) En torno a esto podemos apreciar un hilo conductor entregado fundamentalmente por el filósofo Franz Hinkelammert en su libro..Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia. Edit. Nueva Universidad, Buenos Aires, 1970, donde hace patente la identificación ideológica entre la estructura y el valor, teniendo este pensamiento un fuerte influencia en la ciencia social chilena en antropólogos como Sonia Montecinos y R. Foester y el sociólogo como Pedro Morandé y Carlos Cousiño.

(14) Ribeiro, Darcy. Fronteras Indígenas de la civilización. Siglo XXI, México, 1971.

(15) Arispe, Lourdes. "El indio: mito, profecía y pasión". En: La América Hispana en sus ideas. Siglo XXI, México, 1968.

(16) Alberti, Juan Baustista. "Bases y puntos de partida para la organización política de la república Argentina". (1852).

(17) Bástenos recordar, a manera de ejemplo la concepción nacional socialista de raza fundamentada en la idea de que ante todo "la historia es biología".

(18) En nuestra opinión supera la esfera epistemológica del positivismo durkheimneano hasta llegar a ser un principio ordenador que aporta especificidad a las ciencias sociales aún en la actualidad, precisando su objeto y edificando los principios de su método.

(19) Estas categorías han sido desarrolladas en el conocido texto de Fredrik Barth Los Grupos Etnicos y sus Fronteras. F.C.E. México, 1976, sin embargo, Barth resguarda en su análisis la consideración del valor que rasgos externos como las características biológicas poseen en la constitución social de una identidad étnica.

(20) En relación con esto, véase el texto "La interpretación de las culturas" de Clifford Geertz.

 



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