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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Los jóvenes .

Frente a la ruidosa pero esteril "generación de 1968", cuyos hombres e ideas están hoy en el poder, muchas de las nuevas generaciones buscan otros ideales.

Con frecuencia escuchamos en los medios de comunicación diversos comentarios sobre los jóvenes. Los jóvenes, se dice, piensan de este modo, se comportan de aquella manera, tienen estas preferencias, rechazan ciertas realidades... Pienso que después de la inolvidable Jornada Mundial de la Juventud que tuvo lugar en las afueras de Roma, en torno al 15 de agosto de 2000, muchos de esos tópicos carecen de toda consistencia.

Los jóvenes no se implican con facilidad en la política partidista, porque prefieren participar en otras iniciativas de base social, como por ej. las dirigidas a la atención de los enfermos y necesitados. Los jóvenes optan por la objeción de conciencia en vez de prestar el servicio militar, y ello, nuevamente, por la misma razón: en el fondo creen que sirven mejor a su Patria atendiendo a los miembros que más lo necesitan de la comunidad a la que pertenecen. Ello supone también el rechazo al hecho nefando de la guerra, esa guerra que ha adquirido rasgos aún más satánicos con la hegemonía de las denominadas "armas de destrucción masiva" que, frente a la concepción tradicional del Ejército como defensor de la Patria y, de modo particular, de sus miembros más débiles ante la agresión injusta, ha convertido a aquél en un simple instrumento de aniquilación del enemigo. Ante esta realidad ha surgido, bajo el impulso decidido del magisterio papal, la doctrina del deber de ingerencia humanitaria, como un intento de volver a entroncar el espíritu de la milicia con sus propios y originarios ideales.

Los ejemplos enumerados ¿significan un rechazo frontal a las realidades a las que afectan? De ningún modo, no son sino la expresión de una realidad aún más profunda y esperanzadora. Los gustos, las preferencias de la juventud, sus ideales nos resultan extraordinariamente familiares. Son los gustos, las preferencias y los ideales de Alguien muy especial: Cristo. Sólo Cristo es capaz de congregar a dos millones de jóvenes en un descampado a las afueras de Roma. Sólo Cristo y su Evangelio son capaces de hacer que esa muchedumbre de jóvenes recorra toda Europa para escuchar las palabras dulces y fuertes de su genuino embajador, el Santo Padre Juan Pablo II.

¿Es la política intrínsecamente perversa? No, al contrario, es muy necesaria. Aristóteles consideraba la prudencia política la virtud más excelsa y difícil de alcanzar. Lo que produce el rechazo y el desinterés de los jóvenes por la política es un conjunto de circunstancias que no entran precisamente dentro del contenido esencial de la denominada "cosa pública": el relativismo moral que la domina, el imperio de la "imagen" y la superficialidad, y , en resumidas cuentas, la conversión del instrumento clásico del servicio a la comunidad en un negocio de quiénes viven del cuento a costa del trabajo del resto de la sociedad. La civilización del amor, de la que habla sin cesar Juan Pablo II, consagra la concepción del poder público como autoridad que dirije las fuerzas de todos los ciudadanos hacia el bien común, pero no de una manera mecánica o despótica, sino ante todo como una fuerza moral que se funda en la libertad y en la responsabilidad del deber y cargo asumidos (cfr. parágrafo 74 Gaudium et Spes).

¿Es la milicia una realidad inmoral? De ningún modo. Es el ambiente embrutecido por el vicio de los cuarteles y el fomento de una inactividad forzosa y desesperante en aquella etapa de la vida que se caracteriza por la iniciativa, el dinamismo y "las ganas de comerse el mundo" lo que se ofrece a los jóvenes bajo la destartalada carátula del servicio militar. En la profesión militar late el noble y plurisecular espíritu de la Caballería, del recurso a las armas con el fin de amparar, en primer término, a los propios deudos y, por extensión a la comunidad entera a la que cada uno pertenece, la Patria. Hoy la Patria ya no es la prenda amada que custodia el Ejército, porque éste es el sumiso gendarme del Nuevo Orden Mundial impuesto por las potencias transnacionales.

Frente a estas consideraciones se alza como contrapartida la sublime felicidad que brota de aquellas acciones que logran, aunque sea levemente, aliviar el sufrimiento de otros seres humanos. El ideal de Cristo: la redención. Salvar al hombre de todo lo que le impide contemplar el cegador destello de la imagen divina en él impresa y ser, de este modo, feliz. Ése es, sin duda, el anhelo que removía a la multitud de jóvenes congregada este verano en Tor Vergata en torno al Papa.

¡Qué diferencia con aquella otra generación de jóvenes! ¡La generación del 68! ¡La generación de la "protesta estéril"! La juventud del siglo XXI observa consignas muy diferentes a la ruidosa pero infecunda generación de 1968. No hay que olvidar que los que rigen actualmente los destinos de este mundo pertenecen, en su mayoría a la generación del 68. Los jóvenes del siglo XXI se encaran hoy con esa generación para decirle, con el salmista: "super senex intellexi quia mandata tua quaesivi".


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