Santiago Matamoros (Escuela Cuzqueña)

Portada revista 47

La náusea Indice de Revistas Católicos y política: algo se mueve

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

El despertar.

Muchas personas han oído la llamada de su conciencia, la llamada de la ley natural que obra a través de ella, y se han movilizado

El estado de depresión moral en que yace Occidente al derrumbarse el sistema de valores que, bien que mal, rigió hasta mediados del siglo XX (o hasta los años sesenta, para ser más exactos) debe ser removido poco a poco para dar lugar a una época de restauración renovada de dichos valores. No es posible sustituirlos por otros mejores, más valiosos, más duraderos. Lo que impera es el más completo relativismo que supone la anulación de las verdades absolutas y, en la práctica, la disolución del mismo pensamiento que, al carecer de referentes fijos, divaga desorientado, sin rumbo alguno. Pensar que de esta situación pueda surgir una nueva religión, una nueva filosofía, que rijan al hombre y lo exalten espiritualmente es pura ficción voluntarista. ¿Quizá la "New Age"? ¿Esa payasada, como la denominó últimamente un conocido escritor francés?

Puede que la labor deba comenzarse desde los cimientos, o sea, la ley natural que ha sido olvidada. Y hay que entender que los valores religiosos cristianos están relacionados íntimamente con dicha ley, a la cual consagran y elevan de nivel. Esto no es admitido por el pensamiento moderno progresista que niega hasta la existencia de la ley natural. Error fundamental que conduce a las máyores perversiones.

Tomemos el caso del aborto. La ley natural, inscrita en el corazón del hombre, dicta su sentencia condenatoria. El aborto es un crimen. Pero el pensamiento progresista tergiversa las cosas de forma perversa, tachando de prejuicio oscurantista lo que no es sino la pulsión íntima del corazón humano. Rebaja el plano de las verdades fundamentales, primordiales, al nivel de lo discutible, controvertible. La dialéctica progresista es profundamente engañosa y desnaturalizadora. Asimila la ley natural al mero prejuicio retrógrado y la pone en colisión con derechos humanos que deben, naturalmente, prevalecer (en este caso, el derecho de la madre a decidir sobre si su hijo ha de nacer o no). De esta forma, lo antinatural alcanza plena predominancia sobre lo natural.

Es necesario, pues, revertir esta situación anómala. Es necesario que la gente vaya percibiendo que vive en un engaño de presuntas verdades, de presuntos derechos, de presuntas libertades, a merced de un pensamiento que gravita abrumadoramente a través de los medios de comunicación. Es necesario que perciban la subversión de valores establecida por este pensamiento al reducir la ley natural al grado de simple prejuicio y, al mismo tiempo, exaltar como derecho humano de las mujeres un derecho inexistente y que sólo bulle en mentes voluntaristas subvertidoras. Pues lo cierto es que una mujer embarazada mucho más que derechos tiene obligaciones. Principalmente, la obligación de dar a feliz término su embarazo. Y esto es así, disguste a quien disguste.

Una nueva prueba de que la ley natural existe me la ha dado Internet hace unos días. Rebuscando entre grupos pro-vida, he encontrado uno estadounidense que se proclama ateo. Define el aborto como un gran crimen y se propone combatirlo. Pide adhesiones, pero con la condición de que los aspirante sean ateos, sin profesión de fe religiosa alguna. Me resultó evidente que el organizador del grupo pretende desligar su antiabortismo de cualquier connotación religiosa. Su insistencia en este extremo induce a pensar en cierta rebeldía ante el hecho de que el antiabortismo esté monopolizado por las distintas confesiones.

Para mí esta página en la Red resulta reveladora. Un grupo de personas ateas proclaman su condena del aborto y su legalización. Consideran esto un gran crimen contra la Humanidad. ¿Por qué lo hacen? ¿No dicen los progresistas que el impulso antiabortista surge de prejuicios religiosos oscurantistas? ¿Qué prejuicios religiosos pueden tener unos ateos?

Lo cierto es que, siendo ateas, estas personas han oído la llamada de su conciencia, la llamada de la ley natural que obra a través de ella, y se han movilizado. Su nivel moral se manifiesta superior al de muchos católicos que admiten el aborto.

Y aquí encontramos el quid de la cuestión. ¿No es más necesario tratar de hacer despertar el sentimiento natural de las personas que enfrentarles con prohibiciones derivadas de creencias religiosas? ¿No es mejor empezar por los cimientos (ley natural, sentimiento natural) que por el tejado (prohibiciones de la Religión, del Papa, de los obispos, etc.)?

Las dos labores deberían ir unidas y ser compatibles, puesto que si hay católicos, como arriba indico, que son permisivos con el aborto por embotamiento de su sensibilidad natural, su rescate para la ley moral mejor podría derivarse de confrontarles con la traición y pecado que cometen con los mandatos de su religión, que con apelaciones a esa sensibilidad embotada. Pero a la inversa, entre personas de escasa o nula religión, ningún efecto podrá producir el esgrimir conceptos como pecado, condenación o prohibiciones eclesiales. Habrá que despertar su sensibilidad natural, que puede quizás ser escasa, pero nunca nula. El ejemplo de los ateos de Internet es revelador.

Por otro lado, aunque digo que las dos tareas deberían ir juntas, lo cierto es que en lo que se refiere a la Iglesia católica, si bien las prohibiciones están ahí y todos las conocemos, una labor valiente por parte de obispos y sacerdotes en defensa de la vida y de la ley natural, en contra del aborto y las depravaciones sexuales, brilla lamentablemente por su ausencia. ¿Acaso piensan que este trabajo lo debemos efectuar los laicos exclusivamente?

En Estados Unidos existen grupos de católicos que se han rebelado contra esta situación y han comenzado a presionar fuertemente al clero para que se movilice, puesto que su labor resulta imprescindible para la salvación de muchas vidas.

Mas la movilización antiabortista no debe esperar a que el clero se despierte, aparte de que esto puede resultar muy problemático. La legalización del aborto y el correspondiente genocidio efectuado y que sigue efectuándose constituye un crimen contra la Humanidad, el más brutal de la época moderna. Los hombres en su conjunto deben despertar, sean católicos, protestantes, musulmanes... o ateos.

Nada mejor que confrontar al hombre con los hechos desnudos, en este caso su depravación al legalizar un genocidio. Esto ya se está haciendo y con resultado. Y esta labor tampoco puede decirse que sea arreligiosa. Ninguna actividad del hombre lo es aunque así se piense. Y ésta menos que ninguna.

Porque, más adelante, si se consigue revertir la situación y la Humanidad vuelve a ser más civilizada, los hombres dirigirán sus ojos hacia la ortodoxia cristiana, que siempre defendió la ley natural y hasta la sacralizó. Sería la culminación del despertar.

No constituiría suficiente obstáculo la actitud pasiva de un clero que a toda costa quiere acomodarse al mundo, nunca contradecirlo. Pues sería evidente, más que nunca pudo serlo, que Religión y aún Iglesia no son equivalentes a clero, y menos a este clero.

Ignacio San Miguel.



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