Santiago Matamoros (Escuela Cuzqueña)

Portada revista 47

La Hispanidad en retórica Indice de Revistas El despertar

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

La náusea.

Ante la dejación que hace el Estado de su obligación de defender a los ciudadanos de la persecución de los nacionalismos opresores.

Imagina que después de una larga noche, una más de ya no sabes cuántas en que los nervios te han impedido descansar, te sobresalta un mal sueño, te levantas y no encuentras junto a ti a nadie de tu familia; después de un terrible minuto de zozobra recuerdas que no pueden pasar la noche bajo tu mismo techo, que sólo puedes verlos casi a escondidas y con el sentimiento culpable de quien comete una acción prohibida. Apenas has acabado de asumir esa amarga convicción de proscrito te vistes y sales a la calle, pero no puedes tomarte un café en tu bar de siempre, ni una copa con tu gente, ni pasear por tu pueblo sin que una pisada o una palabra más fuerte que otra, te levanten el estómago. Te encaminas a tu coche y desistes, recuerdas que la última vez que intentaste usarlo te temblaron las piernas; te asaltó la imagen de aquel compañero que encontraron destrozado en el interior del suyo. Tampoco puedes tomar el autobús ni dirigirte caminando tranquilamente hacia tu trabajo, un trabajo en el que tienes que soportar a muchos que te miran mal, que hablan a tus espaldas y te señalan diciendo que los comprometes; que tu presencia los coloca en una situación de grave riesgo.

Imagina que te han convertido en un objetivo a batir, que cada sombra que se mueve a tu alrededor se convierte en una posible amenaza contra tu vida, que cada movimiento inesperado a tus espaldas te dispara la adrenalina, cada murmullo te suena a una renovada sentencia de muerte; e imagina que al final de toda la tensión de un día así ¿vivido? no puedes refugiarte en tu casa, aislándote de todo, sino que cada noche has de cambiar de casa, de cama y de ganas que te impulsen a vivir.

Imagina que aun padeciendo esta situación de angustia, una parte de tus vecinos te señalan como el causante de la opresión de tu pueblo, un traidor a tu sangre y a tu raza. Otros, con carita de pena, te dicen que no dramatices, que no manipules al resto de la sociedad con tu tormento, que no monopolices las amenazas que te impiden vivir, porque ellos también las padecen «junto a ti»; porque también ellos están «de alguna forma» amenazados por esos chicos un poco criminales; porque últimamente la sangre también ha salpicado a alguno de «los suyos», y sin embargo no se quejan (se limitan a escapar valientemente por la puerta de atrás de una iglesia cuando asisten a un funeral y alguien les increpa).

Imagina que todo ese calvario se debe al único motivo de que un día decidiste no doblegarte; que decidiste ser consecuente con tus convicciones, con el compromiso que significa tu uniforme o con las obligaciones que asumiste con tu gente; que decidiste permanecer de pie en tu puesto sin huir de tu tierra y haciendo frente a la amenaza de unos cobardes asesinos y a la cobarde actitud de quienes pudiendo ayudarte se inhiben justificando tu infierno como la triste consecuencia de un «conflicto político».

Imagínate todo eso porque todo eso conlleva ser español y no comulgar con la rueda de molino del nacionalismo separatista vasco en ese engendro de manipulaciones, extorsión y asesinatos que han ido erigiendo bajo el nombre de Euskadi.

Y ahora, aguanta la náusea..., porque la respuesta que ofrece todo un Estado de Derecho, en apoyo de esas víctimas inmoladas por dar la cara en su defensa, es la convocatoria al balido silencioso con las patitas pintadas de blanco. Soporta la náusea que provoca en pleno siglo XXI la ignominia del abandono a su suerte, de unos valientes con alma inquebrantable que están siendo convertidos en un amasijo de miembros destrozados. Aguanta la náusea y aprende a vivir con ella, porque nos han prohibido el vómito.


Miguel Ángel Loma .



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