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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Islam, fundamentalismo, terrorismo.

Notas muy clarificadoras sobre el fundamentalismo islámico para entender una relación que es fuente de problemas. El texto define la terminología, concreta las corrientes y fija sus carácterísticas, se hace un paralelismo entre las estrategias de marxistas e islamistas, se confirma que los fundamentalistas son seguidores ortodoxos del Islam y por último que el terrorismo islámico es resultado de su religión y que esta no es sólo un pretexto como algunos pretenden escusar.

La cuestión del fundamentalismo islámico, objeto de estudios y discusiones complejos entre los especialistas desde hace más de veinte años, se tornó de interés general tras los acontecimientos trágicos del 11 de septiembre de 2001. Sin la pretensión de solucionar en una breve comunicación problemas complejos, me limito a enunciar - por necesidad de forma rápida, casi como un eslógan - cuatro tesis.

En primer lugar, no todos los musulmanes son fundamentalistas. Esta tesis parece obvia: la repiten todos, desde el presidente Bush, a mi peluquero. De suyo la tesis no es errónea, pero necesita de dos puntualizaciones.

La primera se refiere a la definición del fundamentalismo islámico. Como es notorio, la categoría de "fundamentalismo" surge en referencia al mundo protestante cristiano y sólo por analogía se extendió posteriormente a otros medios. Tomemos algunas definiciones del "fundamentalismo" en general, que tienen mucha audiencia hoy en día; por ejemplo: "el fundamentalismo cree que una Escritura sagrada sea infalible y que no necesite intermediários"; o bien: "el fundamentalismo niega que sea posible una clara distinción entre la esfera política y la esfera religiosa". Estas nos son poco útiles para identificar a un grupo específico dentro del islam, porque más bien se aplican al islam en general. Si adoptamos estas definiciones, debemos concluir que todos los musulmanes son fundamentalistas (con la excepción de pocos modernistas).

Podemos, en cambio, dar una definición bastante precisa del fundamentalismo islámico, si -como hacen muchos especialistas (no todos evidentemente)- nos referimos a un movimiento específico que articula progresivamente tres tesis; Se trata de:

- La aplicación de la ley islámica (shari´a) en todas las comunidades islámicas;

- La unificación de los países a mayoría islámica en una única realidad política-religiosa guiáda nuevamente por un califa;

- La reproposición por parte del califato renstaurado del sueño originario de una islamización del mundo entero.

Con distintos matices, estos tres objetivos definen al movimiento fundamentalista dentro del islam.

Los observadores externos añaden a menudo una cuarta característica:

- El fundamentalismo es un movimiento de caracter populista, que recela de las autoridades constituidas en los países islámicos (culpables de no aplicar íntegramente la shari´a), teoriza la posibilidad de desbancarlos con la fuerza, y no tiene simpatía tampoco por los ulema y los demás "profesionales del sacro" que considera enfeudados a la autoridad constituida. Entre las acusaciones dirigidas a los ulema está la de haber "secuestrado", casi escondiéndola a las masas, aquella parte de la tradición islámica que guarda relación con los últimos tiempos y con el mesías de los últimos tiempos, el mahdi destinado a vencer al Anticristo (el Dajjal). El fundamentalismo se propone restituirla a las masas, también porque sólo en términos apocalípticos es posible responder a la objeción según la cual la renstauración del califato y la islamización del mundo son objetivos humanamente inalcanzables: lo que es imposible a los hombres, se contesta, no es en absoluto imposible a Dios (o al mahdi).

La segunda puntualización se refiere a quien, en el mundo islámico, no es fundamentalista. En Occidente se habla con gozo de los "moderados" (y, tras el 11 de septiembre, es difícil encontrar a una organización islámica occidental que, en tanto que organización, no se auto-defina como "moderada"): mas se trata, precisamente, de una categoría elaborada por occidentales con unas fronteras cuando menos inciertas. Aquí podemos decir -esquemáticamente- que cuatro corrientes se diferencian del fundamentalismo y a veces se le oponen:

- Los nacionalistas (que proponen dentro del mundo islámico Estados-nación, alejados de hecho del sueño del califato)

- Los conservadores (a menudo de acuerdo con los fundamentalistas sobre la shari´a, pero separados de ellos por el gran respeto que sienten por las autoridades constituidas, conforme al principio que muchos males deben tolerarse para evitar el mayor de todos que es la guerra civil entre musulmanes)

- Los modernistas (que proponen la asunción de modelos occidentales y que básicamente sólo se representan a sí mismos)

- Algunas de las expresiones políticas del complicado mundo del sufismo -a veces denominado "mística islámica"- ("algunas" porque no faltan sufis que son fundamentalistas -como el dirigente magrebí Abd as-Salam Yassim-, y fundamentalistas que son sufis, como el mismo fundador de la mayor organización fundamentalista, los Hermanos Musulmanes, el egipcio Hassan al-Banna (1906-1949). Ahora bien, reiterar que no todos los musulmanes son fundamentalistas no significa afirmar que aquellos que no son fundamentalistas son amigos de Occidente: no lo son, evidentemente, los nacionalistas como Sadam Hussein en Iraq, ni los conservadores como los wahabitas en el poder en Arábia Saudí, cuyas ideas sobre la Shari´a siguen siendo alternativas a cualquier noción occidental de los derechos de la persona (no obstante ésta o aquélla alianza táctica en función geopolítica).

Segunda tesis: no todos los fundamentalistas son terroristas. Se trata evidentemente de un punto importante para el orden público: cuando oímos decir que tal imán es fundamentalista nos preguntamos enseguida donde esconda las bombas. No es necesario que sea así. En Europa nos hemos acostumbrado a la distinción, en tema de comunismo, entre la estrategia leninista del golpe de Estado y la gramsciana de la hegemonía. Algo por el estilo, y la analogía no es elegida al azar, si se considera el interés con el cual -en el plan de la doctrina de la acción, muchos teóricos del fundamentalismo islámico han elegido textos marxistas- ocurre entre los fundamentalistas. Algunos (como Lenin) piensan que sea importante hacerse enseguida con la titularidad del gobierno, para emprender una islamización de la sociedad "desde arriba": el sociólogo italiano Renzo Guolo llama a estos fundamentalistas "radicales". Otros (como Gramsci) entienden que sea inútil hacerse con la titularidad del gobierno si previamente la sociedad no ha sido islamizada "desde abajo", conquistando las escuelas, las universidades, los periodicos, los tribunales, etc.: se trata de los fundamentalistas que Guolo llama "neo-tradicionalistas". "Radicales" y "neo-tradicionalistas" no se distinguen en los fines, sino en los medios. Como para ir a Roma (otro ejemplo que no elijo al azar, vista la importancia de la conquista musulmana de Roma, símbolo de la Cristiandad, en las novelas apocalípticas de los últimos tiempos que tantos lectores encuentran entren los fundamentalistas) se pueden elegir varios caminos, así los mismos fines del fundamentalismo - shari´a, califato y por último islamización del mundo entero - pueden ser conseguidos "desde arriba" o bien "desde abajo".

Tercera tesis: los fundamentalistas son musulmanes. Por razones humanamente comprensibles tras el 11 de septiembre del 2001 se oye airear la tesis, falsa en su totalidad, según la cual los fundamentalistas no son musulmanes, o bien son musulmanes "de franja", o bien -como se pudo leer en el diario USA Today- guardan relación con el islam de la misma manera que el reverendo Moon (catapultado a los honores de las primeras páginas por el caso de monseñor Milingo) la guarda con el cristianismo. Además de la inevitable denuncia del reverendo Moon, la periodista autora de esta afirmación se ha convertido en el hazmerreir de los especialistas. No sólo desde el punto de vista cuantitativo el reverendo Moon tiene un número exiguo de seguidores respecto de las confesiones cristianas mayoritarias (lo que de seguro no se puede afirmar del fundamentalismo en el islam, que -cuando participa a elecciones "honradas"- consigue ganarlas en varios países islámicos). Sino, sobre todo, desde el punto de vista cualitativo a nadie se le ocurriría citar como autorizados los comentarios a la Biblia del reverendo Moon una edición católica o protestante de la Sagrada Escritura. En cambio, si tomamos en mano ediciones del Corán muy vendidas (en Italia, por ejemplo, la revisada y controlada por el UCOII, la Unión de las Comunidades y Organizaciones Islámicas en Italia, publicada por Newton Compton en 1996 y difundida por los más "oficiales" entre los grupos islámicos italianos), encontramos citados entre los comentaristas autorizados, junto a otros evidentemente, a exponentes fundamentalistas, entre otros a Sayyid Abul Al ´A Maududi (1903-1979), fundador en 1941 en el subcontinente indio de la Jama ´at at-i Islami, la mayor organización fundamentalista mundial junto con los Hermanos Musulmanes. Y cuando en 1962 Arábia Saudí fundó en la Meca la Liga Musulmana Mundial (que actualmente también tiene un puesto de relevancia en el islam institucional italiano), quisó que entre sus primeros dirigentes estuviera el mismo Maududi (cuando difícilmente al reverendo Moon se le ofrecería un puesto en un organismo análogo patrocinado en Roma por la Santa Sede o almenos por la Vicaría). En síntesis, el fundamentalismo es reconocido -ni nadie tenía dudas al respecto antes del 11 de septiembre- como una de las grandes quintas (no la única claro) del escenario islámico contemporáneo. El fundamentalismo es todavía más. En un artículo publicado en The New Yorker de 19 de noviembre de 2001, que ha levantado una amplia discusión, el historiador Bernard Lewis vincula el 11 de septiembre a un debate surgido bajo las murallas de Viena en 1683, cuando un ejército que según los musulmanes no podía ni debía ser vencido (por razones a un mismo tiempo militares y teológicas) fue en cambio, imprevisiblemente, rechazado. Lewis evoca las discusiones entre los combatientes que se retiraban tras aquella para ellos inconcebible derrota: el islam había perdido porque se había quedado atrás respecto a Occidente o más bien porque a su manera se había aproximado demasiado a Occidente, olvidando la pureza de fe de los padres? Las dos respuestas representan los tipos ideales de aquellos que en el siglo XX se denominarían modernismo y fundamentalismo, y la discusión prosiguió tras cada derrota musulmana (desde la campaña de Egipto napoleónica de 1798-1799 hasta la conquista colonial de gran parte del mundo islámico y la Guerra de los Seis Días árabe-israelí de 1967). La respuesta fundamentalista, puntualiza Lewis, hoy día tiene nuevo vigor, en tanto que la otra respuesta, la modernista, en cierto sentido "ha sido probada y ha fracasado", dando lugar a regímenes a un tiempo "modernizadores" y tanto ineficientes cuanto corruptos.

Cuarta tesis: si es verdad que no todos los fundamentalistas son terroristas, también es verdad que estos terroristas son fundamentalistas. Naturalmente, existen formas de terrorismo surgidas dentro del mundo islámico que no tienen una matriz fundamentalista, y se remiten por ejemplo a movimientos nacionalistas. Pero estos terroristas -Osama Ben Laden, su organización y sus amigos- son fundamentalistas, en el sentido que se apoderan de las consignas del fundamentalismo y que el fundamentalismo representa a un mismo tiempo su móvil y su esperanza. Una lectura somera de los escritos de ben Laden y de los manifiestos de las organizaciones que se sumaron a su "Frente internacional del Jihad Islámico por el jihad contra los cruzados y los judíos" permite descartar la hipótesis (también en este caso, a veces quizás políticamente útil pero al mismo tiempo completamente falsa) según la cual la religión sirve de cobertura a intereses políticos o a formas de protesta económica. Sin plantearnos la pregunta si sea realmente posible distinguir entre religión y política en el islam en general y en el fundamentalismo en particular, los móviles del jihad de ben Laden son sobretodo religiosos. Causas nacionales como la palestina han sido "descubiertas" por ben Laden en época relativamente reciente, bastante después de haber iniciado su actividad terrorista. Los elementos económicos son ciertamente accesorios e instrumentales: y no hay que olvidar que los secuestradores del 11 de septiembre no eran unos desesperados procedentes de los campos de refugiados, sino personas de familias relativamente acomodadas. El historiador suizo Jean-François Mayer atrajo la atención sobre un artículo (aparecido, casualmente, el mismo número del The New Yorker del texto anteriormente citado de Bernard Lewis) donde un autor, cuando menos poco informado, Nasra Hassan, entrevista candidatos a atentados suicidas en un campo de adiestramiento para terroristas y recaba particulares impresionantes de su profunda convicción que se trata de un acto eminentemente religioso. Del resto, puntualiza Mayer, si algo preocupa a estos terroristas es el riesgo que su gesto venga clasificado como suicidio y no como martirio, por lo cual buscan ansiosamente (encontrándolas) fatawa de autoridades religiosas islámicas dispuestas a tranquilizarlos. No sólo el gesto terrorista en este contexto es vivido como gesto religioso, sino que el mundo del fundamentalismo radical tiene serias dificultades a renegar de éstos hijos suyos. Por encima de los guiños a la galería de los televidentes, las pocas investigaciones que ha sido posible realizar (entre los emigrados a Occidente: en la mayoría de los países islámicos las investigaciones sociológicas de argumento religioso están prohibidas) demuestran como en las mezquitas de orientación fundamentalista radical un fuerte porcentaje de consensos por ben Laden.

Evidentemente, una cosa es la responsabilidad moral y otra la resposabilidad penal: pero para la mayor parte de los fundamentalistas radicales los hombres de ben Laden son a lo sumo "hermanos que se equivocan" (igual que para muchos comunistas las Brigadas Rojas estaban compuestas por "compañeros que se equivocan"), y en las mezquitas y salas de oración radicales (como se ha visto, también en Italia) estos terroristas encuentran hospitalidad, refugio y posibilidades de reclutar nuevos adeptos. A los peces o a los tiburones del terrorismo la red del fundamentalismo radical brinda el agua que necesitan para poder nadar.

Por lo tanto, recogiendo el llamamiento que viene -entre otras cosas- del Papa de evitar generalizaciones y condenas indiscriminadas, tenemos que recordar que no todos los musulmanes son fundamentalistas y que no todos los fundamentalistas son terroristas. Pero contra lo políticamente correcto que no soluciona los problemas sino que los esconde, contra un pacifismo que no promociona la paz sino que la reduce a ideología, no debemos tampoco olvidar que los fundamentalistas son musulmanes - el fundamentalismo es un componente importante del islam contemporáneo - y que estos terroristas forman parte integrante del mundo del fundamentalismo radical. Se trata de pocas y simples observaciones, que de suyo no solucionan el problema de como contrastar eficazmente al terrorismo y de como encarar al fundamentalismo ya sea en los países a mayoría islámica, ya sea en los países con una fuerte emigración islámica como Italia: pero al menos nos ayudan a plantearlo correctamente.

Massimo Introvigne Con la participación de Ángel Expósito Correa
http://www.cesnur.org/
Portale di cattolici: http: //www.totustuus.it/



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