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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Gonzalo Fernández de la Mora, desde Chile.

El pensamiento de Fernández de la Mora transpasó las fronteras y llegó hasta los confines del Mundo

Quizás sea pretencioso escribir este artículo sino fuera con el pretexto de su memoria. Don Gonzalo, gran caballero, políglota, erudito y sagaz ensayista como lo demostró en La Envidia Igualitaria, tuvo una relación nada despreciable con Chile si se mira el recuento de sus influencias y citas.

Creo, por otra parte que mis recuerdos de mi propia relación con Fernández de la Mora pueden ilustrar esta cuestión. Conocí sus textos en una reedición, ignoro si con permiso del autor (creo que no) que hizo el 76 la Editorial Gabriela Mistral de El Crepúsculo de las Ideologías. A ella siguió, en formato negro su texto de La Partitocracia, que con menos eco que el anterior, se enraizó en el lenguaje de los políticos y de los especialistas para indicar el grado de exacerbación partidista. Chile era un ejemplo de esa perversión y ello explica su éxito. Sin duda, fueron sus obras antes que su persona las que me conectaron en mi tesis de licenciatura en historia en la Universidad de Chile en 1987, con el tema de la revista Acción Española. En la bibliografía nuevamente me tope con el autor, pero además, pronto descubrí una edición más temprana en Chile de su obra, impresa en Caracas si mal no recuerdo, que me demostraron cierta audiencia del personaje.

Mi intuición no fallaba, pues en las memorias de los ex ministros de Jorge Alessandri, un tecnócrata liberal que gobernó Chile entre 1958 y 1964 referencias a su tesis como crítica al gobierno de Frei en el período del 64 al 70. Durante los primeros años del Gobierno Militar la referencia al espíritu tecnocrático, al gobierno de obras, a la eficiencia administrativa, fueron referencias ineludibles en la discusión teórica que iba anexa al 11 de septiembre del 73. Frente a ellas escuché también las críticas de la vaciedad de su postura, de la ausencia de valores y de su enfoque mecanicista. Otros en cambio se vieron impelidos al estudio de los sistemas electorales y partidistas en Chile. Entre ellos se forjó una generación de intelectuales y jóvenes profesores de universidades (que hoy están activos en todas partes) que leyó, comentó y criticó a don Gonzalo, ya fuese en los círculos allegados al Padre Osvaldo Lira, entre los neoliberales de Jaime Guzmán o en medios militares.

La discusión y opiniones a favor y en contra de su tesis hubo por doquier en el período en que el Presidente Pinochet propondría la forma democrática como régimen normal de la Constitución de 1980. En el propio Jefe del Estado se deslizan en algunos discursos algunas de las tesis del Crepúsculo y de la Partitocracia. Por ello hubo afines y detractores del "tecnocratismo" en las filas del Gobierno Militar.

Este rico ambiente con sus debates, refutaciones y adhesiones me parece más cercana a la gran amplitud de criterio de don Gonzalo y sobre todo a su afán por dar sentido crítico a la teoría política. Fue una referencia del extinto Instituto de Ciencia Política de la Universidad de Chile, un entrevistado persistente para Jaime Antúnez Aldunate, entonces editor del Cuerpo Artes y Letras de El Mercurio, quien divulgó parte de sus criticas y una que otra página de su autoría fue publicada en el suplemento cultural del diario gubernamental La Nación. Asimismo, sus libros Los teóricos izquierdistas de la democracia Orgánica y La Envidia Igualitaria tuvieron cierta resonancia y dejaron en claro que su nombre no estaba de paso entre las referencias intelectuales.

La Envidia Igualitaria encontró una cierta plural aceptación. Es que se conecta directamente con la tradición del "chaqueteo" chileno, que es la forma de "bajar" a un talento promisorio, achacándole defectos que no tiene o parientes mal formados. La Envidia parecía un buen autorretrato y ello explica porque tuvo tan buena aceptación.

Con los años mis viajes a España me contactaron con Gonzalo Fernández de la Mora, con su diccionario de intelectuales, con el resto de su obra. Más tarde pude comparar las tesis de nuestro extinto amigo con las de Bell, no pareciéndome para nada producto de ellas como se decía en España.

De ahí el vinculo no se interrumpió. Aceptó magnánimo una colaboración de mi parte sobre Acción Española; con el discutimos más de una vez todo el entronque el tradicionalismo francés con el español. Igualmente fui viendo con sorpresa como don Gonzalo estaba al tanto de Chile, preguntaba por su situación política y cultural, preguntaba por amigos, por libros y circuitos editoriales, culturales y sociales.

Con el tiempo caí en la convicción que legal o no su edición de El Crepúsculo de las Ideologías había sido el punto de partida de su hermosa amistad con el país del fin del mundo. Para los chilenos que habíamos padecido un régimen de partidos extremo, que habíamos visto divididas nuestras familias y veíamos -entonces- cierto paralelismo con la España de los 30, Fernández de la Mora se transformó en una referencia indiscutible.

Ahora bien, no me cabe en estas cortas líneas despachar referencias más eruditas ni más contrastadas de mis afirmaciones. Me embarga tanto el apuro del encargo, como cierta emoción. De dejar al amigo, pero quedarme con su obra, de ese tono un tanto paternal, amable, educadísimo, distante si se quiere, pero afectuoso al mismo tiempo del que tuvo la virtud intelectual y humana de no ser extranjero en ninguna parte.

Cristian Garay Vera.

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