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Revista Arbil nº 73

Injusto sectarismo

por Ignacio San Miguel

El sentido justiciero no se aviene con favoritismos de ninguna clase. Tanto le da que el crimen lo cometa la izquierda como la derecha, en nombre de Dios o del Diablo.


Existe en el pensamiento dual, maniqueo, un afán de cómoda simplificación que conduce indefectiblemente al cerrilismo en ideas y conductas. Habiendo adoptado el partido de lo presuntamente bueno, se cierra uno en banda para lo presuntamente malo, sin parar mientes en matices, casos particulares, diferencias. Para el cerrilismo antiamericano de izquierdas, por ejemplo, todo lo que viene de Estados Unidos es malo. Por tanto, se puede entrar a saco con cualquier cosa que provenga de este país.

En una tertulia televisiva, el comentarista Enric Sopena tuvo la magnanimidad de considerar que los últimos fusilamientos ordenados por Fidel Castro en Cuba habían sido un abuso. Pero, inmediatamente, añadió que igualmente malas habían sido las ejecuciones en Texas durante el mandato de Bush como gobernador.

En otra tertulia, ésta radiofónica, el también comentarista Gabriel Albiac declaró indignado que el manifestarse así era pura y simplemente una "canallada". No se refirió a nadie en concreto, sino que habló genéricamente, puesto que habían sido varias las declaraciones en tal sentido.

Efectivamente, el cerrilismo sectario puede llevar a posiciones canallas. Cualquier observador medianamente imparcial, tiene que constatar que las ejecuciones en Cuba nada tienen que ver con las ejecuciones en Texas. En el primer caso se trata de asesinato puro y simple, y en el segundo, cumplimiento legal de una pena legalmente impuesta.

Fusilar a unas personas cuyo único delito ha sido robar una barcaza para escapar de un régimen de terror, sin darles la oportunidad de un juicio justo, de una defensa ¿qué semejanza puede tener con dar el visto bueno a unas sentencias legales dictadas por jueces profesionales con todas las garantías de defensa para los reos?

Existe, además, la exorbitante diferencia en la naturaleza de los delitos. Los ejecutados en Cuba únicamente habían robado una barcaza. No asesinaron a nadie. Eran, simplemente, personas desesperadas que robaron un barco. Los ejecutados en Texas eran asesinos. Hace falta ser redomadamente sectario, a más de tonto, para para no reparar en la no sólo desemejanza, sino oposición, entre el caso de unos inocentes y el de unos culpables. Pero es que el sectarismo suele conducir a un cierto grado de embrutecimiento.

Aunque innecesarios, se podrían añadir algunos detalles. En Texas parece ser que el gobernador no tiene la potestad de indultar a un condenado a muerte. Únicamente, de posponer la ejecución. Las peticiones al respecto pasan por una comisión que, después de estudiarlas, entrega su dictamen al gobernador. Se da el caso de que Bush nunca durante su mandato recibió una petición de moratoria.

Pensar en un George W. Bush indagando, escudriñando cada caso para detectar si hubiera alguna falla, es decir, interpretando el papel de Henry Fonda en "Doce hombres sin piedad", es sencillamente grotesco. Bush es un americano corriente, no un héroe, y como tal se comporta.

El sectario de izquierdas pensará que estas palabras son una defensa de Bush. Su pensamiento dual, blanco y negro, no puede admitir la existencia de distintos colores o de franjas grises. Su simplismo se siente herido por esta posibilidad. Se rendirá ante la evidencia de los asesinatos de Cuba, pero hallará una compensación descalificando a Bush por victimario en Texas. Y si se le hace ver la diferencia, pensará que se está defendiendo a Bush. No da para más.

Desde luego, podría uno caer en parcialidad si únicamente se refiriese al sectarismo de izquierdas como si el de derechas no existiese. Existe también, aunque en menor grado de expresión. No en vano los medios de comunicación están en manos izquierdistas, progredecadentes. Pero sería igualmente sectario no mencionar el sectarismo de derechas.

Como sectarismo de derechas podríamos citar el de aquellos que no quieren reconocer que durante la dictadura militar argentina de 1976-1983 se cometieron asesinatos en masa por parte de las autoridades. Este cruento episodio de la historia argentina está de actualidad nuevamente debido a las decisiones judiciales del juez Garzón y las legislativas promovidas por el presidente Kirchner. Si uno condena estos crímenes efectuados desde el Poder, ya puede pensar que el sectario de derechas lo clasificará como partidario de Garzón, Kirchner y los Montoneros. No admitirá que la verdad y la justicia trascienden este pensamiento maniqueo.

La circunstancia de que existiera una lucha subversiva no justifica nada. La subversión se reprime con severidad, firmeza… y justicia. No con asesinatos innobles, realizados a escondidas.

Estas acciones nefandas a la larga refuerzan las posiciones contrarias. De tal forma que, aparte de ser acciones criminales, no se puede decir que sean inteligentes ni prácticas.

La filias y fobias alteran el juicio, el cual debiera predominar siempre. La antipatía que hipotéticamente podamos sentir hacia Bush no tiene por qué obligarnos a equiparar su gestión como gobernador de Texas con las acciones asesinas de un tirano como Castro. Igualmente, los Montoneros y demás organizaciones terroristas, así como sus simpatizantes, provocarán naturalmente nuestro aborrecimiento. No obstante, nos deslizaríamos por una senda muy peligrosa para nuestro sentido ético y equilibrio moral si admitiésemos como buena la eliminación física de toda esta gente y, además, sin juicio previo. El asesinato es el asesinato, lo perpetre un izquierdista o un derechista.

No tenemos otra salida que cargarnos de razón. Y esto únicamente lo conseguiremos si somos extremadamente rigurosos con nosotros mismos y con aquellos que dicen defender ideas similares a las nuestras. .

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Ignacio San Miguel

 


Revista Arbil nº 73

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