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Aut

por Alberto Buela

Este título proviene de una conjunción latina que significa ni pero que en su aspecto positivo puede ser entendida como o esto, o aquello. Versión, ésta última, que nos recuerda la obra del filósofo danés Soren Kierkegaard Aut-Aut. Y es en este sentido que la utilizamos acá para contraponer dos interpretaciones de la sociedad y del hombre, que hoy día están en juego: laicismo-multiculturalismo enfrentada a religiosidad-interculturalismo.

Los campos de cadáveres de la
historia reciente y que hemos visto,
nos prohiben toda ideología del
progreso.
(Jüngen Moltmann)


Laicismo-multiculturalismo

Quién no conoce hoy la polémica desatada en Francia por el uso del velo islámico que pretenden llevar al colegio las estudiantes de familias musulmanas, que en Francia se cuentan por millones. A ello se ha sumado la utilización en las escuelas públicas del solideo por parte de los estudiantes de origen judío. Que si bien no se cuentan por millones, forman parte, como es sabido, de la comunidad económicamente más poderosa del Hexágono.

Ante este dato cierto de la realidad el renombrado sociólogo francés Alain Touraine, afirmó tajantemente en un Informe sobre el laicismo que: “no podemos asistir inermes al nacimiento de nuevos guetos y a la contraposición de etnias y religiones... individuos y religiones deben ser sometidos al examen crítico de la razón como ámbito neutro”. (1)

Este hijo predilecto de la modernidad postilustrada pretende solucionar el hecho real, evidente y manifiesto de la existencia de diversas culturas en el ámbito del Estado-nación profundizando el laicismo, cuando en realidad el resurgimiento, al menos de las manifestaciones religiosas, tiene por causa primera la incapacidad innata del laicismo para comprender el tema. A fuerza de mutilar un aspecto importantísimo de la vida del hombre se ha logrado su efecto contrario.

Así desde el momento mismo en que la religión dejó de ser pública y fue reducida al ámbito privado, por aquello que: la neutralidad del Estado en materia religiosa es lo que evitaría las guerras(Jean Bodin). Desde ese mismo momento, la religiosidad y sobre todo la popular comenzó a vivirse de manera más heterodoxa y espontánea.

En Argentina el laicismo desde la sanción en 1884 de la ley 1420 que constituye el armazón de todo nuestro sistema educacional, a pesar de los últimos zafarranchos como el EGB y el polimodal, nunca llegó a ser absolutamente laico. Y éste ha sido su mérito y la razón de su éxito. No olvidemos que fue el sistema que permitió durante 65 años la incorporación a nuestro Estado-nación a las masas y masas de inmigrantes llegados al puerto de Buenos Aires.

Pero el pensamiento moderno postiluminista, también denominado progresista no comprende e insiste en no comprender que la realidad es lo que es más lo que puede ser, y que si ella no coincide con lo que él piensa, el error no es de la realidad sino del pensador.

A esta idea de laicismo se la adjunta, adhiere o suma la modernísima idea de multiculturalismo, que viene a significar la defensa y el desarrollo de las diferentes culturas pero sin contaminación entre ellas para evitar así su desnaturalización. Esta idea que en principio parece encantadora, encierra dos errores garrafales: a) el relativismo cultural según el cual todas las culturas valen lo mismo y b) la exclusión por parte de la cultura dominante en una sociedad de las otras, de las diferentes. Expresión de la intolerancia de los sedicentes tolerantes.

Vemos, entonces, que la dupla laicismo y multiculturalismo, que nace con una loable intención de solucionar conflictos entre hombres y grupos sociales que piensan, creen y valoran distinto, termina por mutilar, bastardear y corromper la sana diversidad del hombre en sociedad que hace de él y su mundo, no un universo(una única versión homogeneizada) sino un pluriverso( varias versiones distintas).

Religiosidad-interculturalismo

No por repetida es menos cierta la frase de André Malreaux según la cual el siglo XXI será un siglo religioso. Todo indica que estamos camino al surgimiento de una nueva religiosidad, que muy probablemente no sea la conocida hasta ahora.

En lo que atañe a las religiones de grandes masas, el cristianismo es un inmenso frutal en donde cada uno se sirve el fruto que más le place. El islamismo ya tiene varias versiones, algunas de las cuales, contradictorias entre sí. Con el hiduísmo y el budismo pasa algo semejante. De modo tal que si algo se ha licuado en orden a las grandes religiones es la idea de una ortodoxia respetada, lo que conduce a una práctica religiosa mucho más personal, con la arbitrariedad que eso conlleva.

Ante este hecho evidente los Estado-nación(idea moderna por antonomasia) no deben prohibirlo ni mutilarlo, sino mas bien encausarlo, eliminando ab initio, la idea de neutralidad religiosa del Estado. Así, éste debe optar por la preferencia de una religión pero sin exclusión de las otras. Ello le permitirá realizar, en forma llana y pública, sin recurrir al simulacro o disimulo, la incorporación e integración de los inmigrantes o miembros de otras comunidades. Así, tanto el Estado-nación como el individuo que desee incorporarse a él, poseerán una razón clara de integración. La política, al menos desde el Estado, siempre debe ser política pública nunca de logia o loby.

Este razonamiento se aplica con mayor fuerza aún a los grandes espacios regionales como la Comunidad Europea o la Comunidad Suramericana. Hoy Europa se debate en la sanción de una constitución en la que debe constar la preferencia cristiana sin exclusión de las otras religiones que se practican en ese gran espacio. Porque de ser una constitución laica, como pretende Valery Giscard D´Estaing, que postule la neutralidad religiosa, volvería a tropezarse con la misma piedra, con la que tropieza hoy el Estado francés.

En este sentido debemos reconocer el mérito de los Estados suramericanos que desde siempre han practicado un laicismo mucho más laxo y tolerante que los estados europeos. La religión nunca ha sido algo estrictamente privado sino que siempre se ha podido manifestar públicamente. El respeto a la religiosidad popular se pone de manifiesto en las escuelas públicas definidas como laicas, en donde nuestros maestros de campaña nos enseñaban y aún nos enseñan, entre otras cosas, a rezar.

La mutilación del orden religioso, objetivo final del laicismo, no ha tenido en nosotros la rigurosidad ni la puridad que exige Alain Touraine para Francia. Muy por el contrario, esa enseñanza religiosa no exigida por la curricula laica, pero sí por exigencia de la vida misma, y que nuestros sufridos maestros la brindan como “una yapa” a la educación, hace que la conciencia, sobre todo de los niños, barrunte, en algo, el tema de lo divino y lo sagrado.

La dimensión religiosa del hombre, a pesar de doscientos años de laicismo, no está hoy en cuestión por las mentes más lúcidas y críticas. Lo que está sí, son las diferentes y bastardas formas religiosas producidas por la modernidad para acallar una necesidad que ella misma pretendió mutilar. El pulular de sectas es una consecuencia evidente.

En cuanto a la interculturalidad, accedemos a ella a través de nuestra propia experiencia existencial y no por medio de la disputa cultural o la novedad libresca que ha hecho de nuestros intelectuales un espejo opaco que imita, pero encima imita mal.

La Argentina se ha caracterizado por producir el mayor melting pot del mundo. Este crisol de razas, esa simbiosis cultural, en definitiva este entreverado de tradiciones distintas, nos está diciendo que esta interculturalidad nos constituye vitalmente en lo que somos.

El interculturalismo proponiendo la vigencia de lo mejor de cada cultura, rompe con el igualitarismo del multiculturalismo que nos conduce, en definitiva, a un relativismo cultural donde todas las culturas valen lo mismo. Error con consecuencias gravísimas en todos los planos del saber y del obrar. Ya el gran Discepolín lo vio al describir el siglo XX: Lo mismo un burro que un gran profesor, no hay aplazados ni escalafón.

Para aquellos que vivimos en una sociedad intercultural es fácil elegir lo mejor de cada una. Cada corriente migratoria se destaca en algo, así vascos, gallegos, catalanes, franceses, genoveses, napolitanos, piamonteses, alemanes, rusos, libaneses y sirios, etc.etc. no le van a la zaga de variado y rico mundo criollo en los mil y un aspectos de la vida cotidiana.

La existencia se torna así rica, variada, diferente, en definitiva, digna de ser vivida. La calidad de vida de nuestro pueblo, como afirma reiteradamente el escritor Abel Posse, se convierte así en una de las más altas del mundo.

Como vislumbra el filósofo cubano Raúl Fornet Betancourt el pensamiento iberoamericano puede por sus características constituirse en la base de un modelo de filosofía intercultural. Y eso lo apreciamos nosotros porque quien pretenda hacer filosofía desde América debe recurrir primero como método al disenso, esto es, romper con la opinión que hoy siempre es la opinión publicada del pensamiento único.

No basta con repetir o conocer lo que han dicho otros filósofos sino hay que plantearse las preguntas filosóficas de manera original. Pero dejando de lado el sentido de novedad que el término encierra- la avidez de novedades es uno de los rasgos de la existencia impropia -.

La originalidad de la pregunta filosófica para ser original debe tener su origen en aquel que la plantea. Este es el misterio todo pensamiento genuino.

En este sentido el pensamiento iberoamericano original en autores como Voglio, Mayz, de Anquín, Pedreira, Freyre, Zaldumbide, Prudencio, Zum Felde, Virasoro, Guerrero, entre otros muchos, se encuentra sumergida, soterrada y desvirtuada por la infinita cantidad de escritos al ñudo de los pseudo filósofos satisfechos con el sistema y especialistas de lo mínimo.

Recordemos la frase que en estos días pronunció el publicitado Eduardo Galeano:
Sabemos poco de nosotros y lo poco que sabemos viene muy mentido.

1.- La psicoanalista francesa de origen rumano Elisabeth Roudinesco es al respecto mucho más terminante cuando afirma: En Francia hemos tenido menos terroristas porque en nuestro país es mucho más difícil integrarse a los estudios profundos conservando fanatismo religiosos. Ese es el sentido de la ley que se votó recientemente contra el exhibición de símbolos religiosos en las escuelas. El verdadero significado de esa ley es evitar que la adhesión fanática a la religión coaccione al prójimo y termine por actuar como una interdicción a la libertad de conciencia. En Francia, no vemos de qué manera se puede estudiar la filosofía de Descates, de Voltaire o de Comte estando apegado a un signo religioso que va contra esas ideas”.(La Nación, 9-6-04).

¡ Quiere decir que para estudiar a estos autores, hay que coincidir previamente con ellos!. He aquí la quintaesencia del pensamiento intolerante de los tolerantes. Linda forma de generar pensamiento crítico.

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Alberto Buela

 

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