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Di no a la constitución antieuropea, totalitaria y tiránica

Una razón más

por José Pérez Adán

Votar no, es ponerle coto al que te domina, al que te manda, y ello sin darle más poder a ninguna otra instancia.

La sorpresa puede saltar en el próximo referéndum sobre la constitución europea que el gobierno tiene previsto convocar para finales de Febrero. La verdad es que razones no faltan para contestar negativamente a la pregunta que nos hacen los que mandan.

Los nacionalistas sin estado votarán que no porque esta constitución europea es la constitución de los estados y no de las naciones. Muchos católicos votarán que no porque al cristianismo no se le reconoce lo que se le debe. Los desencantados con zp votarán que no porque así le dan un corte de mangas al gobierno que pretende con una pregunta obtusa recabar apoyos de un electorado desinformado. Algunos peperos, a pesar de lo que digan los dirigentes del partido, también votarán que no porque la cuota de poder que Aznar consiguió en Niza ha quedado rebajada considerablemente. Los comunistas dicen que esta constitución no es lo suficientemente social y que por eso merece ser rechazada. En fin, también dirán que no los españolistas con sentido del humor que aprovechando que somos los primeros en votar verán en el referéndum una ocasión que ni pintada de poner, nunca mejor dicho, una pica en Flandes sentando un jocoso precedente para el resto de Europa y dando, de paso, una patada en la espinilla a Bruselas y su cohorte de burócratas de sueldo alto.

Todas estas razones me parecen muy bien y habrán de ser ponderadas y tomadas en cuenta. La mía es, sin embargo, otra. Yo voy a votar que no porque es la única oportunidad que tengo de quitar poder a quien lo amasa de continuo, es decir, de ejercer de contrapoder eficaz ante el omnímodo poder que representa el estado. Un servidor, como se verá, es anarquista. Los anarquistas tenemos devoción por los referendos. No solemos votar en las elecciones porque ahí no puedes quitar poder sino lo contrario, lo regalas a unos que suman lo que antes no tenían. Pero en un referéndum es distinto. En el referéndum tienes la rara oportunidad de, por una vez, restar poder al poderoso. Quizá por eso se convocan tan pocos.

Muchos de mis amigos se escandalizan al saber que un servidor nunca ha participado con el voto en unas elecciones. Si no tengo ganas de discutir les digo que se debe a la mucha confianza que me merecen los demás que votan, que seguro que lo hacen muy bien. La razón profunda es, sin embargo, que pienso que el poder de los gobiernos, exceptuados unos pocos asuntos, cada vez se justifica menos y que la democracia tiene mucho que ver con la reducción de los monopolios de poder existentes. Para que esta reducción apunte hacia el ideal de la máxima pluralidad de poderes posible es necesario poner límites a los poderes constituidos y apostar por la libertad de acción de contrapoderes, que es lo que son, por ejemplo, las oenegés, las iglesias no oficiales, y las mismas familias.

Lo bueno que tiene un referéndum es que el voto negativo a la propuesta del gobierno le da a la gente la capacidad de constituirse en contrapoder sin necesidad de medrar con ninguna otra institución. Vamos, que un referéndum es un chollo. Votar no, es ponerle coto al que te domina, al que te manda, y ello sin darle más poder a ninguna otra instancia. Para un anarquista es el colmo de la felicidad.

En tres países que conozco bien, Suiza, Australia y Estados Unidos, convocan referendos cada poco y el pueblo con madurez democrática enmienda casi siempre la plana a los que mandan y en paz. Aquí deberíamos tener un referéndum, ¡qué sé yo!, cada mes, o mejor, si empieza a ser factible el voto a distancia desde casa, pues cada semana. Se ve que la excitación de la convocatoria le hace a uno delirar: me temo que no caerá esa breva.

De todas formas tenemos esta cita ahí, madurando: esperándonos. En el referéndum sobre la constitución europea vota no, ¡pásalo!<

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José Pérez Adán

 

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