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Di no a la constitución antieuropea, totalitaria y tiránica

Chile, una Matria

por Gonzalo Rojas

La identidad de Chile está cambiando, la causa está en el modo en que la mujer entiende hoy su papel de joven, de esposa y de madre. Y por eso, el futuro del alma de Chile dependerá en gran medida de cómo ella viva en los próximos años y décadas su intimidad, su esponsalidad y su maternidad.

La identidad de Chile no está principalmente en sus constituciones, ni en sus grandes líderes o héroes históricos, ni en sus sistemas de enseñanza tradicionalmente compartidos entre el Estado y los particulares, ni en sus desastres y la capacidad para superarlos, ni siquiera en su aislamiento insular o en su espíritu de guerreros victoriosos. Esas coordenadas -así como tantas otras que podrían mencionarse- se han encarnado por siglos (mucho antes de la Declaración de Independencia, por cierto) en chilenos y chilenas concretos, que las han generado, actuado, corregido e incluso abandonado, por decisiones personales y colectivas.

No existe algo así como una “estructura identitaria de Chile”, sino personas que han vivido a la chilena. Y esas personas no están tampoco divididas en clases, o por épocas, o a través de niveles de educación o por pertenencias a religiones o ideologías. Lo que las ha marcado definitivamente es que unas han sido dueñas en grado sumo de la chilenidad y otras, simplemente, la han recibido y cultivado. Y esa distinción fundamental ha venido dada por los sexos: la mujeres han sido portadoras de la más nuclear identidad de Chile y, los hombres, sencillamente, sus legítimos herederos; así, por generaciones, el alma de Chile ha sido la mujer. Mucho más que una Patria, Chile ha sido una Matria. Todos sabemos lo que significa “mujer chilena”. Es una expresión autosustentante, completa; y no existe un paralelo para el hombre; a lo más decimos “roto chileno” y no se nos escapa que esa fórmula es ambigua: puede significar héroe de infantería… o ladrón y flojo.

Esa identidad de la mujer chilena ha estado marcada, durante siglos, y hasta hace unos 50 años atrás, por tres dimensiones claves: la intimidad, la esponsalidad y la maternidad. Desde niña aprendió a custodiar la intimidad de su cuerpo, de sus gestos, de sus afectos, de sus proyectos; sobre esa base quiso consolidarse como esposa fiel hasta que la muerte la separase de su marido y, en ese contexto, buscó ser madre y abuela generosa en el número de hijos y en la dedicación a ellos.

Pero esa identidad ha sido intervenida. Primero fue la maternidad; después la intimidad; a continuación ha sido la esponsalidad.

Las políticas de salud reproductiva, en el primer caso, llevaron las tasas de natalidad desde el 41 por mil con que comenzamos el siglo 20 a menos del 17 por mil en la actualidad; de 5.2 a 2.4 hijos por mujer. Por su parte, la moda, la publicidad, la prostitución y la pornografía –lícitos los dos primeros, delictuales los otros dos- han integrado a la mujer -concretamente a su imagen y a su cuerpo- a circuitos de intercambio comercial.

Primero, por la moda, después por la publicidad. A mediados de los años 50, apenas un 5% de los avisos publicitarios contenía a la figura femenina; hoy se usa a la mujer en casi el 50% de los casos; y si hace 50 años sólo un 10% de su cuerpo era exhibido, hoy los porcentajes fluctúan entre el 30 y el 80%. Y se expande la exhibición de mujeres en actitudes provocativas o de abierto placer. Smart Com lleva la delantera, pero no falta el dentífrico que lo sigue de cerca. Por cierto el uso de un lenguaje procaz extendido entre las jóvenes habla de una intimidad poco delicada; y entra las mayores, la cirugía estética revela una intimidad sobrevalorada, precisamente por la necesidad de exponerla.

Finalmente, la apertura laboral junto a las nulidades han colocado la esponsalidad en nuevas coordenadas: entre 1952 y 1982 el número de mujeres casadas se duplicó, mientras se cuadruplicaba el de separadas y anuladas. Y viene el divorcio. Así se ha generado un notable cambio de perspectiva en la mujer chilena, modificación que comenzó por su cuerpo y está llegando a su espíritu. Es el llamado movimiento de liberación femenina. Por eso, en las encuestas contestadas por mujeres aumentan significativamente las tasas de aprobación del aborto, de las relaciones prematrimoniales, de la aceptación de los homosexuales; pero también aumenta dramáticamente la tasa de suicidio femenino.

Si la identidad de Chile está cambiando, la causa está en el modo en que la mujer entiende hoy su papel de joven, de esposa y de madre. Y por eso, el futuro del alma de Chile dependerá en gran medida de cómo ella viva en los próximos años y décadas su intimidad, su esponsalidad y su maternidad.

Una Matrix con cara de ONU está destrozando la Matria, porque sabe que el alma de Chile tiene cuerpo de mujer.

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Gonzalo Rojas

 

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