Arbil cede expresamente el permiso de reproducción bajo premisas de buena fe y buen fin
Para volver a la Revista Arbil nº 87
Para volver a la tabla de información de contenido del nº 87


Di no a la constitución antieuropea, totalitaria y tiránica

La resistencia al imperialismo soviético: Finlandia

por A.C.

Como han demostrado diversos autores, - como Carrére D’Encause -, la ideología comunista sostuvo, y sigue sosteniendo, uno de los más voraces y terribles imperialismos y expansionismos de corte y raíz totalitaria que vieron nunca los tiempos; sin embargo, siempre surgió un movimiento de resistencia que se opuso con firmeza a tales proyectos. Iniciamos con Finlandia una serie de artículos en los que veremos algunos de los casos más sobresalientes.

Tras la derrota sueca en Poltava y en virtud de la Paz de Pruth, Rusia se anexionaba Finlandia. No obstante, el Gran Ducado de Finlandia contaría con una constitución (la sueca de 1772), con una Duma y un Consejo de Ministros propios aunque dependían de la Duma Imperial, en la cual los finlandeses tenían varios representantes.

Varios políticos rusos relevantes, que luego serían miembros del Gobierno Provisional, habían sido siempre partidarios de dar a Finlandia mayor autonomía, incluso la práctica independencia, lo cual explica que, una vez se constituyó dicho Gobierno Provisional, y tras ser informado de los deseos de independencia por parte de los representantes finlandeses, las negociaciones dirigidas a alcanzar tal fin fueran generalmente fluidas y fáciles... Pero el golpe de estado bolchevique cambió todo.

Si bien los líderes finlandeses reconocían una continuidad legítima en el Gobierno Provisional, consideraban a los bolcheviques una minoría radical, fanática y sectaria a la que repudiaban. El 14 de noviembre de 1917, los socialistas fineses, bolchevizados, se lanzaron a una huelga revolucionaria y a choques violentos que provocaron varias victimas, si bien la mayor parte de los finlandeses dieron su apoyo al llamado Senado de la Independencia, presidido por Svinhufvud.

Este intento violento de toma del poder y el hecho de que los líderes finlandeses, si bien estaban dispuestos a negociar con un Gobierno Provisional moderado, no tenían intenciones de legitimar el golpe bolchevique mediante el mantenimiento de negociaciones con ellos, no hizo sino acelerar el proceso de independencia. Así, el 6 de diciembre de 1917 el Senado, decidió proclamar la independencia por 100 votos contra los 88 de los social-demócratas, los cuales consideraban que debería seguirse un proceso en el que los rusos, es decir, el Soviet, debían participar.

Al principio, Lenin y Trotsky apoyaron la independencia con la esperanza de que los obreros finlandeses se unieran a la revolución, y tras ellos los suecos, los noruegos, los daneses, los alemanes...

“¿Cuál es la razón de que los bolcheviques dieran con tan relativa facilidad, al menos en apariencia, su visto bueno a la independencia de Finlandia? No se debió, sin duda, a nobles motivos por parte de Lenin, ni al deseo de hacer un regalo al pueblo finlandés”1.

Para los bolcheviques, los independentistas eran, en realidad, unos contrarrevolucionarios, pues impedían el establecimiento del régimen bolchevique en Finlandia, frenando así el proceso de expansión de la revolución comunista. Una muestra de las intenciones comunistas puede ser el hecho de que, todavía en enero de 1918, reconocida ya la independencia, había más de 42.000 soldados rusos, - otras fuentes hablan de 70.000 -, establecidos en suelo finlandés; más significativa aún es la actitud del Consejo de Comisarios del Pueblo, el cual ordenaba al mando de la región militar de Finlandia que siguiera actuando como titular del poder ruso en Finlandia hasta nueva orden. Al fn y al cabo, desde la misma revolución de octubre, los bolcheviques no habían dejado de animar a la jefatura del partido social-demócrata a que asumiera el poder, cosa que el Consejo Central Revolucionario había intentado el 16 de noviembre, como hemos visto.

En ese contexto, la resistencia antibolchevique se organiza: más de 40.000 finlandeses se agrupaban en distintas milicias cívicas, si bien, las milicias rojas se llevaban organizando desde mayo de 1917. El 12 de enero de 1918, el Senado finlandés nombra teniente general a Mannerheim, que había logrado escapar a duras penas de las masacres y ejecuciones masivas llevadas a cabo por los bolcheviques al calor de la revolución. Por su parte, el Senado organiza los Cuerpos de Protección o Defensa, formados por voluntarios, y que habrían de convertirse en el embrión de las fuerzas armadas de la Finlandia libre. La primera misión, encomendada por el Senado, sería restablecer el orden y facilitar tanto el proceso de independencia como el de normalización política y democrática. Los Cuerpos de Protección no tuvieron dificultad en desarmar a los rusos, pero los guardias rojos fineses, que sólo esperaban otra oportunidad para lanzarse a la revolución como ya hicieran en noviembre, aprovecharon la excusa que la orden de desarme dada por el Senado les brindaba.

El 27 de enero de 1918, con el izado de banderas rojas en las Casas del Pueblo, estallaba el segundo intento bolchevique de apoderarse de Finlandia; los revolucionarios habían dictado órdenes para capturar a los miembros del Senado: Estallaba la guerra civil finlandesa.

Si bien el ejército blanco también realizó una dura represión, “la primera oleada de terror rojo se extendió por el país al principio de la guerra. La mitad de las, aproximadamente, 1600 víctimas del terror rojo encontraron su fin antes de la conclusión de febrero. Una importante parte de los asesinados eran «viajeros del norte» (norrfarrare) como llamaban los comunistas a los que trataban de huir de la zona controlada por los bolcheviques. La mayoría eran civiles desarmados” 2. Como en Estonia, en los últimos momentos de la guerra, en abril, cuando estaba ya todo perdido para los bolcheviques, se recrudeció el terror rojo:

“El terror rojo, en el mes de abril, consistió en actos de furia y represalias cometidas por tropas en retirada, enfurecidas por la derrota” 3.

Aunque, ciertamente, la venganza blanca fue virulenta, para 1919 casi todos los prisioneros rojos habían sido ya amnistiados.

“Si los rojos hubiesen ganado la guerra de 1918, la « República Obrera Socialista de Finlandia » no habría podido, a juzgar por todos los indicios de que disponemos, evitar su incorporación «voluntaria» a la Rusia de los Consejos del Pueblo [...]”4... ni a la Cheka.

En el verano de 1919 K.J. Stahlberg se convertía en el primer presidente del país. Entre 1926 y 1927 gobernaron los social-demócratas... ¿Qué hubiera sido de muchos de ellos si hubiera vencido el comunismo en la guerra civil?. Y, por otro lado, ¿hubiera sido posible esta alternancia política en una Finlandia bolchevique?.

Por otro lado, es interesante señalar que, si bien algunos rusos apoyaron a los rojos, la mayoría se mostró indiferente y deseosa de volver a sus casas. De hecho, cuando en agosto de 1918, un batallón finlandés cruzó la frontera por Carelia Oriental, la población, ruso-parlante, solicitó su incorporación a Finlandia y seguramente otras aldeas y comarcas rusas se hubieran unido de buena gana a Finlandia, si las democracias occidentales hubieran dejado avanzar a los fineses (algo parecido ocurrió con los mazurianos polaco-parlantes respecto a Alemania, al temer que Polonia quedara en manos bolcheviques).

Ante la firme determinación finlandesa y la derrota de los comunistas, los bolcheviques no tuvieron otra opción que firmar el Tratado de Tartü (1920), por el que reconocían la independencia de Finlandia.

Los Cuerpos de Defensa o Protección contaban para 1919 con casi 900.000 hombres. Por la Ley de 1927 se convertían en la primera línea de defensa de Finlandia, que se revelaría vital durante la invasión soviética de 1939.

Para este año, y tras veinte años de libertad y soberanía, los finlandeses habrían de sufrir una nueva agresión soviética, rechazada no obstante, en la que supone una de las más asombrosas gestas del S. XX. A pesar de que el Tratado de Tartü dejaba bien definidas las fronteras, y de la firma de otros tratados de amistad y conciliación, los soviéticos no habían dejado de ambicionar Finlandia: el país nórdico constituía una pieza geoestratégica muy sabrosa, y no se olvidaba la “ofensa” de 1918, es decir, la exitosa resistencia a los intentos bolcheviques de apoderarse de este país.

Ya en 1938, de forma hipócrita y cínica, el gobierno comunista avisó al finlandés de que, si no era capaz de contener una invasión alemana, el Ejército Rojo avanzaría para ocupar Finlandia y conjurar la “amenaza”. El Kremlin ofrecía, generosamente, apoyo económico y militar y el establecimiento de bases militares en territorio finlandés. Los finlandeses, por su parte, querían mantener una política de neutralidad y su soberanía íntegra, por lo que, conscientes de las ansias expansionistas de su vecino, rechazaron las propuestas, lo cual indignó a los soviéticos que respondieron con un hostil enrarecimiento de relaciones diplomáticas, comerciales, etc. Fieles a su compromiso con la política de neutralidad e independencia, los finlandeses rechazarían igualmente una propuesta alemana relativa a la firma de un pacto de no-agresión, lo que demostraba que Finlandia no albergaba intenciones hostiles y beligerantes contra la Unión Soviética, algo que el Kremlin, sin duda, sabía.

Pero en los turbulentos años 30, Finlandia iba a convertirse en víctima propiciatoria: las democracias occidentales permitirían a la Unión Soviética su intervención militar en el país nórdico si se detectara en su gobierno sectores pro-alemanes. Con la firma del Pacto nazi-soviético (23 de agosto de 1939), las presiones rusas se redoblaron: Al fin y al cabo, y en virtud a dicho pacto, Alemania, además de repartirse Polonia con la Unión Soviética, dejaba Finlandia y los países bálticos bajo la esfera de influencia rusa, a cambio de que el Kremlin no moviera un dedo en el enfrentamiento que estallaría con las potencias occidentales. Dicho y hecho: el 1 de septiembre de 1939, Polonia era invadida y repartida; El 28 de septiembre Estonia era sometida, siguiéndole Letonia, el 5 de octubre, y Lituania, el 11 del mismo mes. Ahora, sólo quedaba Finlandia.

El 15 de octubre de 1939 se retomaban las negociaciones, unas negociaciones en las que el Kremlin planteaba unas reivindicaciones territoriales que suponían el práctico sometimiento de Finlandia a la URSS, lo cual fue rechazado con mucho tacto y prudencia por parte del gobierno finlandés, el cual deseaba a toda costa mantener su soberanía e independencia en unos tiempos de graves convulsiones internacionales. Como los finlandeses no se doblegaran a las inaceptables presiones soviéticas, éstos llegaron a preguntar a los legados fineses, con un cruel cinismo, si es que querían provocar una guerra. El gobierno finlandés todavía creía que podía llegar a un acuerdo y evitar la guerra, pero era la guerra lo que precisamente los soviéticos buscaban: tras instigar a la población rusa en contra de los finlandeses con falsedades e insidias de todo tipo, y provocar, sin éxito, al gobierno finés, por ejemplo, con continuas violaciones del espacio aéreo, los soviéticos prepararon la llamada «farsa de Mainila»: acusaban a los finlandeses de haber disparado con artillería contra un poblado ruso provocando varias víctimas.

Helsinki negó la acusación; de hecho, Mannerheim había retirado mucho antes la artillería de la zona, conociendo de las invectivas soviéticas, para evitar tales acusaciones. El gobierno finlandés se ofreció a seguir dialogando, a crear una comisión mixta para investigar el incidente, e incluso a retirar de la frontera las tropas que quedaban como signo de buena voluntad, pero los soviéticos lo tenían todo preparado para iniciar la guerra: El día 29 de noviembre de 1939, a pesar de que ese mismo día se habían reiterado propuestas de diálogo, la Unión Soviética lanzó un ataque total por tierra, mar y aire. Comenzaba la llamada Guerra de Invierno.

“Esa mañana, bombarderos rusos con base en Estonia se lanzaron en picado sobre Helsinki y otras ciudades, sobre las que arrojaron su carga de bombas. Según la radio soviética, los informes finlandeses sobre las incursiones aéreas eran pura fantasía, pues los aviones rusos se habían limitado a lanzar pan sobre la población hambrienta de Helsinki. A partir de entonces los finlandeses se referían a las bombas de la aviación soviética llamándolas «cestos de pan de Molotov»” 5.

Con este optimismo y humor, - en esta guerra se acuña el nombre de cóctel molotov, que los resistentes del país de los mil lagos, con escasos medios, idearon para combatir, con mucho éxito y valentía, a los tanques soviéticos -, afrontaron los finlandeses, como señalamos antes, una de las mayores y más increíbles gestas europeas.

Las democracias occidentales, aunque condenaron la invasión y consiguieron la expulsión de la Unión soviética de la Sociedad de Naciones, no movieron un dedo por ayudar a Finlandia; sólo Suecia ayudó activamente a todos los niveles, incluso facilitando el tránsito de voluntarios suecos y americano-fineses. En esta ocasión los finlandeses de izquierda, desengañados y sabedores de lo que era el comunismo y llevados del espíritu nacional, se unieron al combate contra la invasión bolchevique.

A pesar de la heroica y esforzada resistencia ante un enemigo con un potencial militar y humano enormemente superior, para febrero de 1940 Finlandia no podía resistir mucho más y su gobierno tuvo que pedir la paz, cediendo diversos territorios (Tratado de Moscú, 13 de marzo de 1940). No obstante, la poderosa Unión Soviética había sido desafiada y humillada por una pequeña nación. “Al año siguiente, Finlandia, convencida de que una nueva invasión soviética era sólo cuestión de tiempo, se asoció a Alemania si bien nunca llegó a establecerse una alianza formal. Aunque aceptó ayuda militar y económica de Alemania, los finlandeses dejaron claro que su único objetivo en el ataque conjunto a la Unión Soviética sería recuperar el territorio cedido en la Guerra de Invierno”6. Así, la invasión alemana de la Unión Soviética en 1941 brindaba a los finlandeses la oportunidad de recuperar los territorios perdidos tras la agresión bolchevique en la que se conoce como Guerra de Continuación.

Tras el final de la II Guerra Mundial las democracias occidentales no pasaron factura a Finlandia a pesar de haberse alineado con Alemania, ni la entregaron, como hicieron con otras naciones, a la voracidad del imperialismo soviético, pues, además de constituir un territorio altamente estratégico, entendían las razones, las justas razones, que llevaron a Finlandia a aliarse con Alemania en 1941.

Con su lucha, los finlandeses, liderados por su mariscal Mannerheim, no sólo aseguraron la libertad y la soberanía de Finlandia, sino que contribuyeron a asegurar la de Europa Occidental.

 

•- •-• -••• •••-•
A.C.


Notas [1] Historia política de Finlandia VVAA Espasa Pág. 151

[2] Op. Cit. Pág. 163

[3] Op. Cit. Pág.163

[4] Op. Cit. Pág.169

[5] Pág. 21 Guerra de Invierno

[6] Pág. 10 Aliados de Alemania en el frente del Este, 1941 – 45

 

Bibliografía

R.W.Condon Guerra de Invierno Ed. San Martín

V.V.A.A. Historia política de Finlandia Ed. Espasa

V.V.A.A Así es Finlandia Ed. Otava

V.V.A.A. El libro negro del comunismo Ed. Planeta

V.V.A.A. Aliados de Alemania en el frente del Este, 1941 – 45 Osprey-Military

 

Para volver a la Revista Arbil nº 87
Para volver a la tabla de información de contenido del nº 87

La página arbil.org quiere ser un instrumento para el servicio de la dignidad del hombre fruto de su transcendencia y filiación divina

"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

El contenido de estos artículos no necesariamente coincide siempre con la línea editorial de la publicación y las posiciones del Foro ARBIL

La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición del público siempre bajo los criterios de buena fe, gratuidad y citando su origen.

Foro Arbil

Inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones. N.I.F. G-47042924
Apdo.de Correos 990
50080 Zaragoza (España)

ISSN: 1697-1388