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por Gonzalo Rojas No tiene lógica alguna hablar de protección a los niños, si no se le exige a los adultos que el conjunto de criterios que supuestamente benefician al menor de edad, lo practiquen también ellos… nosotros. | |||||
| Desde que salió a la luz pública el caso Claudio Spiniak, los niños han estado en el centro de la mirada nacional. Con mucha frecuencia, cuando un tema específico se hace más y más complejo, no falta la voz que da la alerta: “No nos perdamos, lo importante son los niños.” Si uno repasa el listado de temas en que ellos están en primera fila, la enumeración es larga y, además, grave por sus implicancias. Veamos: El caso pedofilia en cuanto abuso de niños y ese mismo affaire en cuanto redes de supuesta protección: la iniciativa del Padre Jolo y Margen; el caso de la tuición de las hijas de una juez declaradamente lesbiana; el caso de los hijos de la mujer chilena casada con musulmán y que huyó de los Estados Unidos; el caso de los niños que abusaron sexualmente de otros niños en un colegio de Santiago; el caso de todos los niños de Chile y la Simce; el caso de los niños engendrados y que no nacerán, abortados por la píldora del día después; el caso de los niños privados de ver solos La Pasión de Cristo por la calificación para mayores de 14 años; el caso de los niños twins; el caso de los niños con down discriminados en colegios; el caso… y así sucesivamente. En todas estas situaciones, absolutamente en todas, en realidad nuestra preocupación no debe recaer primero sobre los niños, sino sobre los adultos. Son adultos los que han abusado sexualmente de niños o los han incorporado a redes de supuesta protección y, en algunos casos, los han manipulado políticamente; son adultos quienes desarrollan activamente su sexualidad hacia el mismo sexo en presencia de niños; son adultos los que huyen con sus hijos de un país a otro; son adultos los directivos que no organizan bien los baños escolares y adultos los profesores que mal enseñan castellano y matemáticas; son adultos los que distribuyen la píldora del día después; son adultos los que emiten pornografía a toda hora y se escandalizan de la sangre de Cristo; son adultos los que segmentan y el explotan el mercado del niño entre 7 y 12 años; son adultos los que le dicen que no al niño mongólico. Pero, curiosamente a esos adultos infantiles, irresponsables o directamente criminales, según los casos, se les predica una libertad sin frenos, una mayoría de edad sin límites, una emancipación de toda regla moral, porque lo contrario es sinónimo de tranca, de trauma, de tara o de tabú. ¿Cómo podrían esas personas beneficiar de verdad a la niñez si primero y ante todo se les enseña a poner su propio egoísmo bajo el nombre de autonomía o modernidad? Dicho de otra manera: No tiene lógica alguna hablar de protección a los niños, si no se le exige a los adultos que el conjunto de criterios que supuestamente benefician al menor de edad, lo practiquen también ellos… nosotros. Estimados compatriotas adultos: no más protecciones simuladas, no más pornografía, no más negligencias educativas, no más práctica de la sexualidad desviada, no más aborto indoloro, no más rupturas matrimoniales para rehacer la propia vida, no más discriminaciones arbitrarias, no más publicidad enajenante. No más de todo eso y de mucho más… por nosotros y por los niños. •- •-• -••• •••-• | |||||
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