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Los farmaceuticos católicos

por María del Pilar Marcos Carrión.

La farmacia es un sitio estupendo para hacer el bien, y no sólo en el aspecto sanitario. Tenemos un contacto con las personas muy directo. Una farmacia en un barrio, en una calle siempre es un sitio de referencia en esa zona porque se supone que hay personas preparadas, formadas. Empecemos por lo menos a saber decir basta

Estamos  en una  sociedad cada vez mas alejada de Dios, de sus leyes, incluso de la Ley Natural que es la más basica de todas las normas de conducta del ser humano. Esto se  refleja, por desgracia en todos los ambientes, en todos los trabajos, en todos los ordenes de la vida diaria. 

En algunos sectores se han constituido asociaciones de personas que pensando igual puedan, combatir de mejor manera semejante temporal. Personas con buenas intenciones, con sentido común, con dignidad, puedan poner puntos en común, problemas que surgen en el ejercicio diario de la profesión e intentar salvar y defender los derechos de Dios frente a los ataques de  que es constantemente víctima.

Con esa inención, hace algun año, entró a formar parte quien escribe estas lineas, de la Asociación de Farmacéuticos Católicos. Los problemas morales a los que los boticarios nos enfrentamos a diario son tremendamente frecuentes y algo serios. La venta de preservativos y de píldoras anticonceptivas es una práctica diaria en la farmacia que para un boticario católico, consecuente con la Fe, supone una patada contra su conciencia. La culpabilidad esta salvada en el caso de los que somos simples empleados (no somos los dueños, no podemos evitar que el propietario tenga esos productos en la farmacia) pero aún asi es tremendamente incómodo enfrentarse cada día a colaborar con que las personas atenten contra las leyes divinas y se favorezca el hedonismo. Desde las instituciones se favorece por las leyes, la extirpacion de la verdadera naturaleza trascendental del ser humano, se atrofia el sentido del auténtico amor, de la verdadera sexualidad y la eliminación del fin primario del matrimonio, único verdaderamente válido y biológicamente posible que es entre hombre y mujer. Se ha creado una mentalidad laxa en la que todo vale, en la que lo que hace la mayoría tiene legitimidad y está bien, incluso es natural, normal. El farmacéutico católico, cada dia, ha de enfrentarse con todo esto de una forma palpable, y le quedan dos soluciones:

1) abandonar su oficio, que en muchos casos es vocacional, o

2) seguir pataleando su conciencia cada vez que ha de dispensar semejantes productos, desproticar en sus adentros y hacer algún acto de reparación por la ofensa que supone para Dios el hecho de que la gente de forma constante machaque una y otra vez los Mandamientos divinos e incluso destruya  el auténtico amor.

Esto, referente a la sexualidad, al sexto mandamiento, pero es que también se enfrenta uno, dentro de este mercado capitalista en el que andamos sumergidos a cuestiones morales en las que se enfrentan los intereses economicos con la salud de las personas.

Los farmacéuticos católicos titulares, tienen otra serie de obligaciones morales que los que son simplemente empleados, y la trascendencia de la dirección de su farmacia es mucho mayor.

Tienen una responsabilidad enorme, puesto que depende mayormente de ellos en que en su farmacia existan determinados productos y otros se dispensen bajo una serie de condiciones, todo ello conforme a la Etica y Moral Católicas.

Como apuntaba más arriba, dicha asociación de Farmacéuticos católicos está constituída para, defender los derechos de Dios en medio de semejante panorama y para defender la objeción de conciencia a la que tenemos derecho en el ejercicio de nuestra profesión.

El objetivo es bueno, pero realmente , ante el apabullante y constante bombardeo, no se ven reacciones claras y visibles de los profesionales sanitarios que se llaman católicos, que asisten a Misa, que rezan. ¿Dónde están? ¿Acaso se hayan acomodado por no perder clientes y así dejar de obtener unos beneficios económicos? Claro, es mucho más fácil. Pero ¿y la conciencia? ¿Nos podemos quedar tranquilos interiormente editando boletines en los que se afirma defender la vida, especialmente la del no nacido, sin ejercer acciones visibles que contrarresten tanta barbaridad? ¿Se pone, mirando a la realidad de cara, con los dos ojos y sin miedo a nada, una balanza en la que se pesan a un lado los intereses económicos y al otro los de la propia alma y los de Dios? ¿O mas bien los máximos responsables, los que pudieran hacer algo se han dejado llevar de la comodidad, de la corriente del “todo vale”, tapándose  los ojos una y otra vez, por cuestiones económicas o por no gritar a los cuatro vientos algo que sea políticamente incorrecto, para no quedar mal, para no ser señalados? ¿No es ésto sino un acto de pura cobardía, de puro acomodamiento, de pura hipocresía?  ¿Por qué entonces se afirma con todo el bombo la propia catolicidad, la filiacion Divina, si pudiendo, no se hace absolutamente nada? Se afirma constantemente que el católico bautizado ha de ser testigo vivo de Dios en medio del mundo, que hoy más que nunca se necesitan santos en medio de la sociedad. ¿Realmente uno puede ser testigo de Dios callándose a todo?

Que las leyes vigentes no nos favorecen las cosas es evidente, pero algo de batalla sí que se puede plantear, teniendo nada más y nada menos que la Fe, a Dios.

Es vergonzoso que ante tanto ataque y tanta desverguenza no haya por parte de los farmaceuticos catolicos, la más mínima reacción, protesta, manifestación.

No se piensa que  al final de nuestra vida, El que nos ha dado los talentos o la posiblidad de tener una farmacia y ayudar (y de qué manera)  a tanta gente, nos pedirá cuentas de la gestión que hemos hecho de esos talentos, capacidades humanas, y de la gestión de nuestra farmacia, no solo en el ámbito económico. Y nos pedirá cuentas tambien de ese silencio ante tanta maldad. Nadie habla de que se puedan llegar a modificar las leyes o normas, sino de una mínima defensa o protesta dentro de un “sistema democrátrico” en el que se supone que tienen cabida las opiniones, que uno se puede expresar libremente. Si la gente se manifiesta pidiendo la ampliación del aborto o derechos contra natura o contra la familia ¿por qué los farmacéuticos católicos optan por el silencio y no manifiestan ni siquiera, no ya su opinión en igualdad de condiciones, sino la misma Doctrina de la Iglesia sobre ciertos temas, fundamentados además por una serie de conocimientos y profesionalidad que les podrían dar más argumentos a sus reivindicaciones?

¿No hay nadie dentro del mundo farmacéutico que realmente se dé cuenta de todo esto, que tiene una trascendencia mayor de la que pensamos?

Están en juego muchas cosas. No sólo la defensa de la vida (que es esencial y suena muy bien) sino los derechos del mismo Dios, el bien de nuestra alma, y por la influencia que nuestro oficio nos da, el de otras muchas personas.

Las cosas están demasiado claras, el enemigo se muestra de cara expresando sus propósitos y sus tácticas. Es de ineptos no verlo. Dios vale mucho más que las glorias humanas, que el beneficio económico. Renunciando a  todo eso que se opone  a El, quizá perdamos prestigio entre nuestros colegas, de cara al mundo, pero ¿y que? Dios siempre da el ciento por uno. Recompensa como nadie cualquier cosa, cualquier renuncia, lucha, sacrificio que se haga por amor hacia El.

Hay que combatir, es necesario, es urgente, la sociedad, las almas y Dios lo demandan, aunque no sean conscientes de ello, precisamente porque se les ha inculcado una mentalidad relajada, se dejan llevar, porque no tienen a Dios.

La farmacia es un sitio estupendo para hacer el bien, y no sólo en el aspecto sanitario. Tenemos un contacto con las personas muy directo. Una farmacia en un barrio, en una calle siempre es un sitio de referencia en esa zona porque se supone que hay personas preparadas, formadas. Empecemos por lo menos a saber decir  basta. Basta de ignorar los derechos de Dios. Difundir, con la cantidad de medios que hoy en día hay, la Doctrina de la Iglesia respecto a temas de anticoncepción y aborto. Explicar que los supuestosa medios para evitar el Sida no son ni mucho menos eficaces. La influencia de la figura del farmacéutico en la sociedad es tremenda. Mucha gente tendría en cuenta su opinión porque día a día en la farmacia le confían su salud. A la gente la han amorfado, le han eliminado la capacidad de pensar y la realidad nos dice que no saben nada sobre temas básicos de la vida humana. Se creen las cuatro mentiras que les largan y nada más. Nuestro deber es informar y tomar posturas activas de rechazo ante todo eso

Sinceramente no creo que un farmacéutico titular que renuncie a tener determinados productos y a dispensar otros bajo ciertas condiciones vaya a perder prestigio en la zona en la que está. Podrá ser señalado, pero seguro que será más conocido y ante Dios tendrá un prestigio que de primeras, Él le devolverá con la Paz y la Alegría del alma, sabiendo que está luchando por la Causa más noble. A la larga esa botica sí que tendrá un prestigio, por ser valiente, por saber ir contracorriente. Dará ejemplo, puro y verdadero testimonio de lo que debe ser un profesional sanitario que ama a Dios y pone en practica Sus enseñanzas.

Dios rechaza a los tibios. O estamos con El, o estamos contra El. No es facil, pero es un deber en el que sabemos que hay recompensa y de la buena. Tras toda la acción que se pudiera emprender, debe haber una vida interior de oración de entrega. Si en la historia ha habido mártires por Cristo, hoy en día debe haber mártires igualmente por la misma causa, que mueran dia a dia cara a esta socidad corrupta por amor  a Dios. Un martirio de desprecios humanos, de rechazo. Pero después viene lo mejor, la Paz que sólo Dios sabe dar, el consuelo de la única Reina y Madre. Ese será nuestro mayor tesoro, nuestro mejor trofeo, nuestro mejor beneficio. La cobardía para los necios. Los hijos de Dios deben saber llevar con orgullo ese título hasta las últimas consecuencias. Al final de nuestra vida El no los demandará y nuestro martirio particular se vera colmado por la gloria eterna a la que, incluso desde nuestra farmacia debemos aspirar a llegar.

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María del Pilar Marcos Carrión.



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