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Nihilismo

por Arturo Robsy

Cree Nietzsche que “ni las crisis sociales ni la corrupción ni la miseria ni la miseria intelectual, corporal o espiritual, son capaces, han sido capaces, de traernos el nihilismo, "o sea, el rechazo radical del valor, el sentido, el deseo. " Atribuye la catástrofe que prevé y que ya vivimos nosotros, a más elevados elementos: la decadencia de la moral cristiana, que trae el escepticismo ante ella y despierta y afianza la suposición de que todas las interpretaciones del mundo son falsas

Millones de españoles creen en lo que no ven: eso es fe. Otros más creen en lo que no es: eso es incapacidad. Son los que se imaginan que hay lucha entre liberales y social comunistas, cuando se sabe que son hermanastros, gracias a las modernas investigaciones del huidizo cromosoma: ambos coincidían en el capital, pero unos lo querían privado y otros público, porque lo público eran ellos.

Pues todo eso se va de la pantalla cuando se apaga el proyector, y queda una oscuridad con secretos pinchos. Esas presuntas y malvadas ideologías eran vehículos: había que infectar el mundo con la nada, con la flojera de ideales, con la falta de empuje y de meta; falta que llega hasta aquí, hasta hoy. Aceptar algo tan imposible como "así para siempre". En suma: son aún los vehículos del nihilismo.

He recordado a Federico Nietzsche, no como filósofo sino como profeta y poeta. Su obra final, "La voluntad de poderío", fascina más cuanto mayor eres. Ya en el prefacio, este osado pensador, en el aforismo dos, se atreve a la profecía: " Lo que cuento es la historia de los dos próximos siglos. Describe lo que sucederá, lo que no podrá suceder de otra manera: la llegada del nihilismo. Esta historia ya puede contarse ahora, porque la necesidad misma está aquí en acción. Este futuro habla ya en cien signos; este destino se anuncia por doquier; para esta música del porvenir ya están aguzadas todas las orejas. Toda nuestra cultura europea se agita ya desde hace tiempo, con una tensión torturadora, bajo una angustia que aumenta de década en década, como si se encaminara a una catástrofe; intranquila, violenta, atropellada, semejante a un torrente que quiere llegar cuanto antes a su fin, que ya no reflexiona, que teme reflexionar. "

El párrafo parece escrito hoy mismo y para hoy mismo. Hace algo más de un siglo que Nietzsche vio la decadencia, el colapso de lo que fue el centro mundial del pensamiento y de la fuerza. En el aforismo tercero, tras nombrarse filósofo y anacoreta, explica la gran paradoja que vivimos ahora:

"... como un espíritu investigador y atrevido, que ya se ha extraviado más de una vez en todos los laberintos del futuro, como un pájaro espectral y profético que mira hacia atrás cuando cuenta lo que vendrá, primer nihilista perfecto de Europa, pero que ya ha superado el nihilismo que moraba en su alma, viviéndolo hasta el fin, dejándolo tras de sí, debajo de si, fuera de sí." Es él.

Sigue Nietzsche advirtiendo que nuestros actuales valores son los que han provocado el nihilismo, su consecuencia lógica. “Tenemos que experimentarlo para llegar a saber el verdadero valor de nuestros valores". Añade, "alguna vez necesitaremos valores nuevos...". No conviene olvidar que esto se dice y nos llega desde el siglo XIX.

Cree Nietzsche que “ni las crisis sociales ni la corrupción ni la miseria ni la miseria intelectual, corporal o espiritual, son capaces, han sido capaces, de traernos el nihilismo," o sea, el rechazo radical del valor, el sentido, el deseo. Atribuye la catástrofe que prevé y que ya vivimos nosotros, a más elevados elementos: la decadencia de la moral cristiana, que trae el escepticismo ante ella y despierta y afianza la suposición de que todas las interpretaciones del mundo son falsas. Con todo ello conviene notar la falta de sentido de los juicios morales. Nihilismo es no creer y no creer es la nada.

Incómoda la lucidez de Nietzsche. Repito palabras del siglo XIX: "6. Las consecuencias nihilistas de la forma de pensar política y económica, en que todos los «principios» llegan, poco a poco, a caer en la interpretación teatral: el aliento de la mediocridad, de la mezquindad, de la falta de sinceridad, etc.. El nacionalismo. El anarquismo, etc. Castigos. Faltan la situación y el hombre redentores. El justificador."

¿No está retratando, al menos, a nuestra España de cada día? La moral, y la moral cristiana, fueron el "gran antídoto contra el nihilismo práctico y teórico". Quizá por eso todos los intentos nihilistas han tratado de eliminar la moral o de sustituirla por una nueva, inventada y sin pasado. Tras la huella de Nietzsche se comprende la necesidad del hombre, que quiere alcanzar el lugar donde ha situado sus valores y, al no conseguirlo, nos hundimos en el mundo diario, que nos cansa y que nos ha quitado el impulso principal.

¿Cuántos de nosotros, viendo lo que es moral actual, lo que es hombre actual, lo que es mujer actual; considerando lo que es y lo que era, desde el Régimen de Franco, desde la Dictadura de Primo de Rivera, desde el reinado de Felipe II, desde la Roma republicana, no hemos pensado " todo ha sido inútil "? Nietzsche cree que el pesimismo es la vanguardia del nihilismo y nosotros podemos recordar el pesimismo de los españoles ante lo español, iniciado tras la francesada, y todavía en boca de los necios que regresan del extranjero y lo ponderan sobre España.

Esta epidemia afecta al alma, ya con el sentimiento de colectividad, es decir, de pieza de un engranaje inhumano, ya con que el hombre ha perdido la creencia en su valor, ya con la invención de un mundo al que considerará verdadero. Al llegar a semejante dispersión, (que es donde andamos) se deja de creer en un mundo metafísico y hasta se prohibe la creencia en un mundo verdadero. Bien lo sabemos los que buscamos la verdad y recibimos la mordaza. Nietzsche lo dejaba así: " en resumen: las categorías "fin", "unidad", "ser", con las cuales hemos atribuido un valor al mundo, son desechadas de nuevo por nosotros, ahora el mundo aparece como falto de valor ." El hombre -llega a decir-, a sus propios ojos, ha perdido, increíblemente, dignidad.

¿Pero qué es esta epidemia que vive con nosotros? El profeta y poeta lo define así: «¿Qué significa el nihilismo?: que los valores supremos pierden validez. Falta la meta; falta la respuesta al "por qué"». Mal momento eligieron los grandes que nos hablaron e ilusionaron con los valores eternos y "lo permanente".

¿Ayudará esto a saber mejor dónde vivimos y quién nos trajo hasta aquí? ¿Se atreverá alguien a denunciar los falsos valores en los que debemos apoyarnos, precisamente para caer más profundo? Porque todo partido -y más el PSOE, representa una codicia y una grave desproporción. Sobran los sectarios iluminados, o endemoniados, que se creen aún en otra época, hace doscientos años. La moyoría de los elegibles que nos ponen delante o son codiciosos o son fanáticos.

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Arturo Robsy


Con Benito XVI, por la Verdad, contra el relativismo

 

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