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Maternidad-Gene-Eugenio García-Ruiz Alarnes
Maternidad-Gene-Eugenio García-Ruiz Alarnes

La maternidad beneficia a la totalidad de la sociedad y, como tal, debe ser apoyada por el Estado. Por ello se debe legislar para procura las mejores condiciones de compatibilidad entre la vida familiar y laboral de las madres de forma que familias no se vean condicionadas ni perjudicadas en su opción libre de tener hijos

Los mapas, la piel

por Gonzalo Rojas Sánchez

Es al interior de los límites donde se desarrolla la riqueza de la vida; así considerados, los límites son simplemente la piel que cubre el funcionamiento de nuestros órganos más vitales y creativos, sin permitirles que se desparramen o descoyunten. Sentido realista del límite, que lo llaman

Cuando se vuela sobre un continente o se navega por los océanos, casi no se perciben los límites. Sólo si un río o una escarpada montaña dividen de modo evidente dos planicies, sólo si se dobla un pronunciado cabo, el espectador puede tomar conciencia del final de un territorio y del comienzo de otro. Por eso, para captar los límites con detalle, hay que mirar los mapas.

Igual cosa pasa con la persona humana. Mirada desde las nubes, desde las abstracciones totalizantes de las ideologías, apenas se logran captar sus auténticas posibilidades y sus rotundas limitaciones. Por eso mismo, llamamos utopías a esas vanas construcciones ideológicas: son el lugar que no existe, la superficie sin topografía, la vaguedad sin dimensiones ni límites. Y en eso transforman las ideologías -y en particular el liberalismo contemporáneo- a la persona humana: la convierten en un ser sin límites, en pura posibilidad, en un ente sin fronteras, en pura eventualidad.

Por el contrario, el realismo conservador mira las cartas para conocer los límites; escudriña los mapas antiguos, hechos a ojímetro pero con sentido de las proporciones y aprende también de la cartografía más reciente, dibujada con instrumentos de precisión, sabiendo que unos y otros buscan reflejar la realidad, esa limitada realidad de la persona humana.

Los mapas más tradicionales tenían que ver con el lenguaje, que mostraba con claridad que existían los límites: Limítese a contestar la pregunta señor, afirmaba el profesor en tono solemne; dele una buena palmada, aconsejaba su mamá a la niña, en caso de que el jovenzuelo quisiese extralimitarse; no más plata para Ud., porque ha superado sus límites de endeudamiento, sentenciaba el austero bancario.

La cartografía más moderna proporciona con los números un sentido análogo del límite. Si la población no aumenta a una tasa muy superior a la actual, el crecimiento será siempre limitado; si no ponemos límites a la espiral de delincuencia y de drogadicción, no habrá cómo financiar los servicios de salud; si no se cuenta con un determinado número de calorías, se está bajo los límites de la subsistencia.

Unos y otros, los mapas del lenguaje o de la estadística, son claras expresiones concretas de esa realidad, de ese realismo, que para el liberal resultan tan inaceptables como detestables; pero desgraciadamente los mapas más sofisticados no sólo marcan los límites, sino que consignan el número de los muertos a raíz del intento por correr las fronteras antropológicas y morales. Reflejan así el profundo dolor de todos, también de quienes desde el liberalismo moral creían que nada podía detener el rebasamiento de los límites.

"Si no aprendemos a limitar drásticamente nuestros deseos y demandas y subordinar nuestros intereses a criterios morales, nosotros, la humanidad, sencillamente nos desgarraremos, ya que los peores aspectos de la naturaleza humana sacarán a relucir sus colmillos; en las circunstancias cada vez más complejas de nuestra modernidad, el imponernos límites a nosotros mismos es la única senda que verdaderamente hará posible nuestra preservación," afirmaba Solyenitsin hace ya 12 años.

¿Visión pesimista, visión frustrante? No, por el contrario, ya que es al interior de los límites donde se desarrolla la riqueza de la vida; así considerados, los límites son simplemente la piel que cubre el funcionamiento de nuestros órganos más vitales y creativos, sin permitirles que se desparramen o descoyunten. Sentido realista del límite, que lo llaman.

Algo rescatable parece que hizo el parlamento peruano al recordarnos que importan mucho los límites, que los de la naturaleza humana no pueden ser olvidados ni sobrepasados sin lamentables consecuencias.

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Gonzalo Rojas Sánchez


El foro de intereconomía

 

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