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Maternidad-Gene-Eugenio García-Ruiz Alarnes
Maternidad-Gene-Eugenio García-Ruiz Alarnes

La maternidad beneficia a la totalidad de la sociedad y, como tal, debe ser apoyada por el Estado. Por ello se debe legislar para procura las mejores condiciones de compatibilidad entre la vida familiar y laboral de las madres de forma que familias no se vean condicionadas ni perjudicadas en su opción libre de tener hijos

Algunas mentiras que han prosperado

por Arturo Robsy

Hay unas mentiras de ambiente, que se han ido añadiendo y pregonando en los dos últimos siglos, siempre en incremento. Se trata de añadir a verdades filosóficas, psicológicas, políticas y científicas, un elemento más, dado también como verdad, para dificultar la comprensión del mundo

El pecado original, el que motiva la expulsión del paraíso, sea verdad o alegoría, surge de la mentira de la serpiente y concluye con el intento de Adán y Eva de engañar nada menos que a Dios. Como la mentira es una forma clara de falsificar el mundo, Dios les echa de ese mundo perfecto.

La mentira figuró entre los pecados mortales por alguna razón y, más todavía, por existir desde lo remoto una tendencia hacia ella. No se miente por filantropía sino por egoísmo y ese egoísmo nos lleva a deformar el mundo, a hacer menos accesible la verdad a quien la busca y a crear, y, por lo tanto, a cercenar la libertad al grito de ¡Libertad!, normalmente para quitar independencia al ciudadano y para ganar poder y/o dinero.

La mentira será mayor o menor según su extensión: siempre será mentira, pero si llega a muchos más destinatarios será mayor y más peligrosa. Del mismo modo que cada mentira da lugar a otras, convirtiéndose en el soporte de una cadena de falsedades que crece sin descanso.

Algunas mentiras extensas :

Hay unas mentiras de ambiente, que se han ido añadiendo y pregonando en los dos últimos siglos, siempre en incremento. Se trata de añadir a verdades filosóficas, psicológicas, políticas y científicas, un elemento más, dado también como verdad, para dificultar la comprensión del mundo. Si nosotros - los ilotas - conociéramos ese mundo por completo, tan bien como los señores de la mentira, no podrían dirigirnos y hacer de nosotros unos esclavos satisfechos. Vean en USA como la gente vive en medio de una verdadera guerra civil en las ciudades, asustada y perseguida por pandilleros, mafiosos, vendedores de droga, policías corruptos y políticos del todo separados del patriotismo. Pero aquella gente no lo comprende así y, tan pronto como tiene oportunidad, repite el tópico de ser los EE.UU. la Patria de la Libertad, que para eso tienen la estatua correspondiente

En general, mentiras conocidas y reconocidas, destinadas a ser soporte de otras nuevas, pues cada mentira influye en las siguientes inevitablemente, son

El Sufragio Universal: no por votar, sino porque se hace creer que las mayorías no pueden equivocarse. Voz populi, voz Dei. Pero se debe a un error de base que ya señalaba Sócrates a algunos sofistas en aquella Atenas razonable más que racional: la larga batalla entre sofía (sabiduría, lo que se sabe seguro) y doxá (opinión, lo que se piensa de algo o alguien sin saberlo realmente, lo que hace de la doxá más un sentimiento que una idea. Batalla encendida desde hace más de dos mil quinientos años y que parte de dos posturas que no hemos superado aún y que no podemos sintetizar en una sola: «El ser es. El no-ser no-es», de Parménides, que permite creer que las cosas son y, por lo tanto, que hay verdad. La otra postura irreductible es «Todo cambia, todo fluye. Nada es», de Heráclito, que al afirmar que no nos podíamos bañar dos veces en el mismo río, porque el agua ya no sería la misma, negaba la verdad y lo volvía todo apariencia: «Todo se dispersa y se recompone de nuevo» Platón trata de conciliar la verdad con el cambio aparente del mundo mediante el Mito de la Caverna, pero el daño ya estaba hecho. Y a ese daño, a ese no-ser del ser, se apuntan personas como Rousseau y, en general, los liberalistas de toda condición.

Mentiras relacionadas con el sufragio universal: Que todas las ideas son respetables. Que hay tantas verdades como personas o, al menos, como partidos: tú verdad y mi verdad. Que el voto es un derecho humano, completamente natural y necesario para la libertad. Que la libertad consiste en ser representado por Partidos. Que la voluntad individual puede ser representada por otro (ni la memoria, ni el entendimiento ni la voluntad de alguien son representables por otra persona). Que la verdad puede depender del número de personas que crean en algo: aquello que cree la mayoría es la verdad. La libertad de pensamiento (librepensadores se les llamó un tiempo) cuando el pensamiento, para serlo, no puede ser libre sino someterse a las normas de la lógica y a la experiencia de la historia; sólo se puede aplicar esa libertad a quépensar y no a cómo hacerlo. Y, por último, en los días previos a unas elecciones, siempre se nos muestran aspectos, perspectivas de una cosa o persona, de una idea o tradición: su cáscara. Quien no define una cosa, una idea o a una persona, seguramente está mintiendo. >

-Los Tres Poderes de Montesquieu: dentro de esa misma línea, la de no creer en la verdad de las cosas sino en su cambio, Secondat cree posible (y convence de ello) que el Poder tenga partes y que reciba nombres distintos según el ámbito en que se ejerce. Así es como, hoy, todos creen que hay tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Y, además, que son independientes. Bastaría con preguntar a un gobernante decidido a ser veraz para volver a saber lo que siempre supieron Egipcios, Griegos, Romanos, Medievales y Modernos: el poder es indivisible o no es poder, es decir, u obliga a la existencia de un verdadero poder por encima de los tres mencionados. No es ya que las leyes se hagan a propuesta del Ejecutivo y el legislativo se reduzca a aprobar o desechar la ley. Se trata también de que NUNCA en la humanidad se han cumplido todas las leyes, y ahora, menos todavía. El presunto estado de derecho, donde todos estamos sometidos a las mismas leyes, es falso de toda falsedad y lo vemos siempre con políticos delincuentes, con terroristas y con financieros... Y, frente a lo que vemos con toda claridad, la mentira gasta miles de millones en negarlo. El Poder es Uno y, por lo tanto, absoluto. Si se disimula este hecho que puede observarse a simple vista, es para mantener una apariencia de libertad y hasta de participación de los ciudadanos en las decisiones sociales o nacionales, lo que le convierte en esclavo que se cree libre y, por lo tanto, fácil de conducir. En un tiempo el poder único fue la Iglesia, después de los reyes y emperadores, que lo recibían de la Gracia de Dios. Ahora el poder verdadero, el silencioso, el que no se ve pero conforma el mundo entero, su economía, su paz, su guerra, su historia... todo, es el llamado Nuevo Orden, pero no radica, como algunos creen en el presidente de los Estados Unidos, que es un subordinado poderoso. Pero subordinado. Pero el único y verdadero poder que no necesita de la mentira ni del disimulo, es la Fuerza.

De hecho fue la fuerza, la fuerza física, luego servida por una arma, el origen de toda idea de poder. Esa fuerza real, además de las armas, tuvo después el pensamiento, la inteligencia, el método para vencer a otros poderes semejantes de otros grupos humanos.

Mentiras relacionadas con el Poder o con los tres poderes abundan mucho. En general, si le alude a los Tres Poderes más de lo normal, podemos estar seguros de que nos mienten, porque en un estado de «democracia liberal», las formas y medios de información son un claro poder, hasta el punto se que han bautizado como Cuarto Poder. Pero hay otros, como el dinero que para a esos medios, las sociedades secretas, las religiones, las Internacionales, las Multinacionales... Y esto es de dominio público y tan evidente que el que pretenda insistir en los tres poderes está mintiendo sin duda, es decir, negando lo que sabe de sobras. Por supuesto que en este campo del poder entran asuntos como la «ecología», ya mito inatacable, el crecimiento cero y la negación de lo único que es poder real en este mundo: hombres armados. Ejércitos. Soldados. Quienes reducen, desarman, empequeñecen y calumnian a los ejércitos saben por qué lo hacen: miedo.

Míster Darwin: Mientras que al ciudadano o súbdito se le hacía depositario de la soberanía nacional, pero con la obligación de entregarla a representantes, se trabajaba en otro campo necesario y complementario: había que quitar de las mentes varios conocimientos ancestrales: reyes de la Creación, hijos de Dios a su Imagen y Semejanza, seres con alma insuflada, capaces de distinguir el bien del mal y respetuosos con los antepasados y hasta con sus usos.

Había y hay que convencer al hombre de su escala animal, aunque eso se haga en contra de lo evidente, de lo que se ve, desde nuestra capacidad de comunicación hablada y más aún escrita, de nuestra permanente agresividad que no coincide, como en las demás especies, con el celo. El celo permanente de la mujer, con permanente presencia de tetas, también caso único, con la percepción ordenada del tiempo, con la creatividad y tantas otras cosas, como la propia religión.

Ahora mismo los interesados han convertido en noticia mundial que algunos monos saben contar hasta nueve, es decir que tienen facultades aritméticas. También algunos elefantes saben subirse a una bola guardando el equilibrio, y lo único que significa es que han sido adiestrados, amaestrados.

En colegios, institutos y universidades se da como verdad demostrada lo que no es más que la «TEORÍA de la Evolución», un supuesto sin demostrar y que, además, choca con la ley de conservación de las especies. Se trata de negar la esencial diferencia del hombre con la naturaleza y de convencernos de que somos animales mejor dotados, pero animales y arrebatarles la confianza en su alma, en la vida tras la muerte y la propia dignidad de ser humano. ¿Por qué? Muy sencillo: es mucho más fácil engañar al que no cree en nada que al que cree.

La única demostración es otra teoría: que el paso de miles y millones de años cambia las especies, cuando, hasta la fecha, sabemos que sólo el hombre ha podido modificar, por cruces e injertos, y ahora con manipulación genética a los demás seres. Eso y el encuentro de huesos fosilizados que pueden pertenecer a primates extintos: también podrían decir -si se atrevieran a seguir jugando con estas imprecisiones- que descendemos del extinto pájaro Dodo.

Pero hay más: la mentira se extiende en ondas concéntricas como las que forma una piedra al caer en un estanque. Y del Darvinismo salieron, por ejemplo, las leyes de la materia marxistas y antes, la visión casi mecánica del pensamiento a cargo de la Dialéctica de Hegel, que se refería a las ideas, mientras Marx hablaba del hombre y de la historia: la historia, un nombre que hemos puesto a la ordenación temporal de los acontecimientos, en manos de esta gente se convertía en un ente capaz de razonar y decidir la dirección de su movimiento.

También del Darvinismo, y en olas concéntricas, surgen los Romanticismos, el intento de romper con toda la estética y todo el orden anterior, y los Vitalismos, como el de Nietzsche, elementos que llegaron a intoxicar en parte a una de nuestras mentes más lúcidas: José Ortega y Gasset que, al identificar al hombre como el individuo y la circunstancia que vive, se adhirió al relativismo, que es un paso más del darvinismo, aplicado primero a la física por Einstein (sin verdadera demostración: es una teoría) y luego a la filosofía.

Las mentiras que han surgido del darvinismo son muy numerosas y sólo se han impuesto por la repetición exagerada y por la desaparición de un hecho básico: «no decir que se trata de una teoría». Desde el superhombre de Nietzsche, al romanticismo (no hablo de novelas rosa); del presunto orden de la historia trabajado por Marx y su correligionario Freud (en Tótem y Tabú) donde se dice que la evolución hacia el progreso de la humanidad ha sido constante y por lo tanto es imparable: La primera clase dominante fueron los sacerdotes; después, los reyes, después los propietarios, los patronos y, por último, lo serán los obreros, los que no son dueños de los medios de producción. Así se profetizaba la llegada a la sociedad comunista (eso sí, después de pasar por la dictadura el proletariado). Para Freud, en cambio, que acepta que la historia se mueve hacia el progreso, la cosa empieza más atrás, en la familia convertida en tribu donde el macho dominante era, claro está, el padre de los jóvenes que un día, en todo el mundo, asesinaron al padre: de ahí el pecado original y la prohibición universal del Incesto.

Cualquiera que hable de que la historia no retrocede, de que la materia tiene leyes innatas, de que la historia evoluciona (sin que evolucione el hombre; a la vista está) siguiendo un plan, cualquiera que diga o crea que el correr de los años es progreso, cualquiera que diga ser progresista (porque cree en esta mecánica automática e imposible), miente si es inteligente o comulga con ruedas de molino si no lo es. Cualquier alusión a los objetivos de la historia (normalmente presentados como inevitables) o a su fin (Fukuyama) será siempre una mentira, una herramienta contra la libertad de pensamiento (la libertad sobre qué pensar, no sobre cómo) y a favor del inmovilismo más nefasto. De hecho, la Imposición del Liberalismo en más de medio mundo, se ha hecho por la fuerza en muchas ocasiones y si se quiere extender a todos y que todos permanezcamos encuadrados en democracias liberales, es sencillamente porque es el sistema más eficaz para la explotación del hombre y la conducción de su pensamiento. No es el famoso «Menos malo de los sistemas» sino el más cómodo para el poder.

Llegados a ese sistema menos malo, o más perfecto, ahí hay que detenerse y, en consecuencia, apartar cualquier nueva idea social o filosófica, exterminándola si es necesario, para que el mundo ya no cambie más. Esto, que es liberalismo, es también marxismo: alcanzada la Gran Sociedad, la sociedad comunista donde todos seremos iguales, el proceso dialéctico parará y habremos llegado al paraíso sobre la tierra. Y, sobre todo, que los verdaderos intelectuales (y no los de pago) se aprendan la lección y no piensen novedades. De hecho este mundo emergente está consagrado al no pensar: de ahí la mentira reinante al amparo de la Libertad de Expresión, porque la mentira es una anti-idea, un antipensamiento.

Pero quedan algunos que ven, que quieren salir de la oscuridad. La misma Emma Bonino, comisaria Europea, mujer de partido, que ha visto más que muchos, ha llegado a declarar que «En este final de siglo estamos volviendo a la barbarie», lo que es muy fácil de probar: si no podemos seguir hacia adelante en nuestra historia, forzosamente nos hemos de volver hacia atrás. Suponer que todo cambio social es positivo y conduce al progreso, algo tan típico de los marxistas y de muchos liberales, en una mentira mesiánica y marxista que el mismo marxismo contradice: su progreso ha consistido en doscientos millones de muertes violentas y muchas naciones en ruina y caos, en inmoralidad y pobreza. Y son las ideas, como dijo un pensador español, las que mueven a los pueblos: por eso se proponen cada día más concepciones falsas que sólo sobreviven por la repetición y por la mímesis, ese impulso humano de imitación de lo predominante hoy. En otras palabras: la mentira también es la transmisión de teorías como verdades y lo racional (lógica) substituido por lo sentimental.

Don Sigmundo Freud:

Aún ahora, a punto de celebrarse el siglo del psicoanálisis, se siguen prodigando las alabanzas al Doctor Freud, más en los medios de comunicación que en la comunidad científica: Algunos de sus discípulos, como Jung o Adler, tuvieron otros puntos de vista, pero eso ha trascendido menos que el gran anzuelo que Freud, hombre inteligente, puso a toda la humanidad, bien cebado con sexo.

Es evidente que Freud no pudo demostrar nada y que su psicoanálisis quedó como teoría, pero no como una más. Los poderes verdaderos la ensalzaron , la exportaron, la repitieron como verdad indiscutible: el corazón del hombre - resumamos - está dividido entre una tendencia a la vida (Eros) y otra a la muerte (Thánatos o Azánatos). Freud, con visión práctica, llevó la lucha de clases al interior del alma.

Y todavía hizo algo más grave (no digo ni mejor ni peor, sólo grave), considerar y enseñar que el hombre desconocía sus propios sentimientos sobre algo y hasta sus propios pensamientos para el mundo en que vivía. Levantó, antecedente del muroi de Berlín, una muralla entre nuestro conocimiento consciente y nuestro inconsciente que, normalmente, no solía estar de acuerdo con nuestra consciencia y llegaba a bloquear la personalidad entera, sumiéndola en la enfermedad.

Como decían los viejos médicos ateos del siglo pasado, y Maurois los describe bien, «hemos abierto a toda clase de hombres y no hemos encontrado el alma.» Desde Freud, se han abierto millones de personas y tampoco han localizado su subconsciente, ese depósito, generalmente malvado, de envidias, frustraciones, odios y tendencias a lo brutal.

Si a un hombre se le convence, muy científicamente, de que no se conoce, de que lo más importante de sí mismo, sentimiento y razón, yace enterrado en lo más profundo, censurado por nuestra propia educación. Nos hizo desconocidos ante nosotros mismos y quien no se conoce, quien cree que está siempre pisando terreno resbaladizo, es un firme candidato a hombre engañado, a hombre dispuesto a dejar de serlo.

Inútil decir, naturalmente, que desde esos presupuestos, el Dr. Freud no podía más que ser un darwinista, un convencido de la evolución que, también sin pruebas, había ido añadiendo capas y capas de conciencia sobre un cerebro caprichoso y sólo atento a la satisfacción inmediata de sus necesidades: el cerebro primitivo. Sólo la educación, y especialmente la religiosa, con su concepto de pecado, nos mantenía en cierto estado de civilización. Si bien, desde que estas teorías alcanzaron fama mundial, el crecimiento de la delincuencia ha sido exponencial, y muchas familias y sociedades han enseñado, han predicado, que el hombre no es culpable de nada, sino su subconsciente malvado. Aún hoy quedan psicólogos que echan la culpa a la sociedad de los conflictos individuales del comportamiento, a los padres achacándoles la consolidación de dos complejos que han hecho fortuna: el Complejo de Edipo (celos del niño hace el padre, por su madre) y el de Electra, envidia del pene por parte de la niña.

Lo más importante es, sin embargo otra cosa: Freud y sus seguidores, niegan pues el libre albedrío y la voluntad humana. Quien lo crea, será pasto de la mentira.

Romanticismo:

El Romanticismo, movimiento no sólo estético o literario, sino filosófico que coge de lleno a Nietzsche, a Schopenahuer, a Marx, a Engels y a tantos otros, ha ido cambiando de nombres pero no de propósitos: el nacionalismo es romanticismo, el idealismo alemán es romanticismo, el naturalismo es romanticismo, la obsesión por la libertad antes que por la justicia es romanticismo. Del mismo modo que unos suponían capacidad de pensamiento a la Naturaleza, otros, los idealistas y sus seguidores, se la concedían al pueblo: una personalidad, unas ideas... Pero el pueblo, ese concepto moderno, sólo puede tener otra cosa: tradiciones.

Su grito, Tempestad y Empuje, indica la decisión de romper con el mundo anterior, con el mundo sujeto a normas precisamente para no quedar sujeto a tiranías. Pan y norma se dijo en España. Norma Justa. Romántica es la revolución industrial y romántico es el sindicato de clase, y el modernismo, y el simbolismo, y el expresionismo, y el abstracto, el tachismo, el impresionismo: siempre hay un mismo objetivo: separar al hombre de las edades y de los códigos de valores anteriores, sustituir la convivencia por la llamada "libertad", que llega a considerarse un derecho en vez de lo que es: una condición sine qua non del individuo, de cada uno, y no serán igualmente libres el filósofo y el carpintero, el Político y el militar. Hoy "libertad", al pasar de la persona a la sociedad, se ha convertido en sinónimo de mentiras que se vienen aceptando como inevitables: votar a partidos, abortar, insultar al pasado, endeudarse, vivir con promiscuidad, soberanía compartida, respeto a lo no respetable, y esas consecuencias como la huida a través de la droga, la delincuencia cada vez menos castigada, la representación de la voluntad (potencia de cada alma), la substitución de la esperanza por el consumismo, de las películas por las matanzas, etcétera.

Y el peor de sus errores y defectos: la extensión de una idea material y hedonista de la felicidad, hoy basada en la posesión de personas y cosas y en la ejecución sin cortapisas de su voluntad de cada momento. Base todo del consumismo, que quita felicidad en lugar de darla y vuelve muy insatisfactorias las satisfacciones.

Hace relativamente poco que he podido comprender la postura de algunos (como los que se enzarzaron a golpes en el estreno de Cronwell, de Víctor Hugo) ante el Romanticismo. No se trata de una de sus grandes y deslumbrantes ideas sino de cortas reflexiones que a veces pasan inadvertidas en las primeras lecturas de historia o la cita de un verso, hasta que la edad y tu proximidad al arte, te han preparado para lo que también dijo otro filósofo español: que las ideas y los sentimientos son los que mueven a los pueblos. Añado que unas veces hacia adelante y otras hacia atrás.

Antes de volver a encontrar esto, me vi explicando a mi hijo, que apenas si sabía el grito «sturm und drang» que el romanticismo había intentado y conseguido, a lo largo de nada menos que dos siglos, luchar contra la norma, suponiéndola injusta siempre, contra la moral cristiana, contra la fe y hasta contra el decoro. El nudismo, presentado como una libertad más, es eso.

Le decía que no se comprendía este fenómeno artístico (literario, poético, político, pictórico, musical, etc...) sin sus bases anteriores a la eclosión, sin un Rousseau (Russo con grafía francesa) que afirmaba que la sociedad esclavizaba al hombre y que las mayorías tenían tal capacidad que eran infalibles en sus opiniones, sobre todo al votar. No demostraba nada, pero lo decía, aunque en este caso, la omnisciencia de las masas es no sólo indemostrable sino falsa: las masas anulan la inteligencia individual y se convierten, automáticamente, en seguidoras de algo, sea verdad o mentira. Hagamos un axioma: «Lo que hace rugir a las masas en un mitin, siempre es mentira», como también lo es cualquier tendencia que trate de la desintegración del arte y del mundo.

Es decir que el Romanticismo se siembra con el enciclopedismo y prende en una cierta juventud poética que busca libertad precisamente en la norma literaria; luego en la pictórica y, los no artistas, dicen buscar la libertad en la política. En cualquier caso se trata de romper por completo con el mundo anterior. La revolución Francesa hasta se inventa nuevos calendarios y la alocada religión de la Diosa Razón, a la que levantan templos. Pero no es la diosa Razón la del Romanticismo sino el "haz lo que quieras" sin el verbo que ponía antes San Agustín: "Ama y haz lo que quieras".

La vida se devalúa, la muerte se hace hermosa. Lo trágico se exagera hasta lo inconcebible. Es digno de leerse «Don Álvaro o la fuerza del sino» del Duque de Rivas, porque parece una parodia, sobre todo en lo que dice el moribundo don Álvaro, reclamando que se abra el infierno.

Pero hay algo más que la «coincidencia» de servir ideológicamente al liberalismo, y es que el Romanticismo rompe la normal evolución de los estilos, especialmente en pintura, en música y en literatura: Renacimiento (y sus etapas), Isabelino, Barroco más Rococó( no muy asumido el rococó en España), neoclásico (con sus tres unidades) y Romántico. pero el Romántico, desde aquellos cosacos a los que Espronceda animaba a destruir Europa mientras conspiraba contra el rey a los catorce años, ha ido evolucionando, presentado nuevas caras (con otros nombres, pero siempre alegando la libertad absoluta del hombre) como el naturalismo, las vanguardias en general, el simbolismo, el Modernismo, la propia novela de la Berza española, hasta llegar a las últimas películas de psicópatas y cubos de sangre, o de guerra, sin que se puedan confundir con ningún género épico.

El Romanticismo, pues, lejos de irse agotando (y lo está, y en un camino sin salida) ha ido aumentando el tono, lo tenebroso, el gusto por la matanza, la presunta y dogmática busca de la felicidad, que acaba en divorcio o en adulterio, el aborto, el amor convertido en sexo y pornografía... el nudismo, la homosexualidad como opción libre. ¿Qué más «libertades» que rescatar le quedan?

No se ha muerto como el Barroco (que en España algo sí pervive) o el neoclásico. Ha vivido mucho más de lo que predecía su fuerza vital, y es sencillamente porque ha pasado a ser la herramienta del liberalismo político, un mecanismo que estimula los bajos del hombre, las maldades del hombre: el comunismo, claro, se basaba en el Romanticismo, en luchar por los pobrecitos parias de la tierra. El Ecologismo hace otro tanto. Y hasta las ONG, a las que no hay que quitar méritos.

Pero el Romanticismo debió morir hace cien años y se conserva con vida y cambiante, lo que indica que grandes fuerzas lo usan contra la población y para substituir el amor al prójimo por la filantropía débil y estética. Si vive es que es útil para muchos poderes o, mejor, para el Poder. ¿Como elemento de corrupción? Sí, y como método para acelerar los cambios en la sociedad, que ya no evoluciona a su ritmo sino contra su propia evolución.

El Romanticismo es una de las grandes herramientas del Inmovilismo Liberal, de eso que Fukuyama ha llamado el Final de la Historia. Un final que, afortunadamente, es un delirio y no una verdad.

Pero ese romanticismo que no muere provoca una contradicción interna en la persona, lo fracciona entre dos posiciones, muy repetidas ambas, y que convierten el espíritu en el campo perfecto para que la mentira prenda: ¿Cómo reconocer la mentira con el alma partida?

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Arturo Robsy


El foro de intereconomía

 

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