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Maternidad-Gene-Eugenio García-Ruiz Alarnes
Maternidad-Gene-Eugenio García-Ruiz Alarnes

La maternidad beneficia a la totalidad de la sociedad y, como tal, debe ser apoyada por el Estado. Por ello se debe legislar para procura las mejores condiciones de compatibilidad entre la vida familiar y laboral de las madres de forma que familias no se vean condicionadas ni perjudicadas en su opción libre de tener hijos

Sutor y los cuarenta ladrones

por Publio Cornelio

Continua el recurso a personajes mitológicos para presentar una crítica de la actualidad

Érase que se era en la tierra de los conejos, que llegó un nuevo presidente al gobierno, después de una magnífica explosión. Aupado sobre los cadáveres, Sutor se alzó como praesides maximum de forma inesperada. Todas las tonterías que había dicho durante la contienda electoral le fueron recordadas por sus compañeros de viaje, futuros habitantes del Averno. Pero a él no le importaba demasiado, porque entre las muchas cosas que tenía en la cabeza, la primera era la de imitar a su antecesor en el psoez. Deseaba forrarse.

Sutor se instaló en su palacio. Al poco de llegar, comenzó a estudiar con los arquitectos el ampliar la bodeguilla con un fabuloso sótano, lo que él llamaría coloquialmente su “cueva”. La cueva de Sutor.

Entraron las máquinas en medio del mayor secreto. El primer invierno, la broma era que iba a ser el cementerio del cava que su amigo Nerón Rovira le enviaba de obsequio, porque no había quién se lo comprara. Descargaron un camión entero. Lo cierto es que ese cava no se almacenó en la cueva, sino que muy astutamente, sin que se enteraran sus menestros y menestras, Sutor lo regaló a sus guardias. “Una cajita cada noche, al finalizar el servicio y ¡salud, compañero!”. Así, hasta que el ejército de vigilantes se cargó una ronda de diez cajas cada uno.

En la primavera del año siguiente, la cueva ya estaba dispuesta a albergar todo lo que Sutor quisiera. Y sí, sí que quería llenarla, sí. ¿Se imaginan de qué? Ciertamente, lo que comenzó a almacenar no abultaba mucho, porque era como un cristal refulgente, de muchas caras, muy brillante, muy brillante. Algunas noches, Sutor se bajaba a la cueva y se ponía esmeraldas, rubíes y diamantes a tuti plen y se miraba al espejo: “Luis XIV era un pelanas al lado mío”, pensaba para sus adentros. “Eres un hacha. En menos tiempo, vas a robar más que Latronzález, tu antecesor y maestro”.

En esto, una noche en que estaba vestido de sedas como si fuera Nefertiti, montado en una barca de oro, le pilló in fraganti Monterilla. Había penetrado sin avisar en la bodeguilla y se encontró con una puerta abierta.

Monterilla.- ¡Sutor, esto es la caraba! ¡Y yo que pensaba que el único ladrón era yo!
Sutor.- ¡Monterilla, qué haces aquí!

Sutor pone cara de disimulo, deja el remo, y se baja de la barca de oro.

Sutor.- ¿Con que tú también saqueas el erario?
Monterilla.- No sólo público, sino bancario. Sindical y bancario. Pero nos lo repartimos a partes iguales entre los que mandamos. Esto es como repartir las cartas para el mus; todos se llevan lo mismo, al menos al comenzar. Luego, el que va de farol se lleva más...
Sutor.- ¿Nadie se irá de la muy?
Monterilla.- Todos están más pringados que la abeja Malla. Nadie abrirá la boca. Lo primero porque se la cerraríamos por la vía rápida; lo segundo, porque con tantos millones en los bolsillos, se corre mal...
Sutor.- Claro. Por eso los coloco yo en esta cueva...
Monterilla.- No sabía de la existencia de esta cueva...
Sutor.- Pues es secretito, secretito. ¿Me prometes que no revelarás este secreto? Monterilla.- Por supuesto, Sutor, palabra de embustero.
Sutor.- ¿Palabrita de Marx?
Monterilla.- Palabrita de Marx.
Sutor.- Pues sí, este es mi refugio en las noches de insomnio. Pero ven, vayamos a la habitación contigua, a la bodeguilla. Te invito a un cava.
Monterilla.- ¡Un cava! ¡Ni hablar! Llevo tomando cava todo el año, y estoy como se dice por ahí fins al cap!

Salen de la cueva. Sutor se vuelve y da seis palmadas. La puerta se cierra, y una pared corredera disimula por completo la entrada. Se toman un vino rancés, de los que le gustan al menestro de asuntos exteriores Moratones. Se va Monterilla caviloso.

A la semana siguiente, la operación se repite, pero no con buen resultado. Bonus, que no se fía ni un pelo de Sutor, porque no en vano le puso la zancadilla en el último momento, había instalado una televisión oculta en la bodeguilla. Al no saber lo de la cueva, la enfocó hacia el otro lado, donde estaba la barra. Visionó una y mil veces todo y no descubrió nada, salvo que Monterilla había atravesado la bodeguilla y salido más adelante. Decidió que se quedaría en secreto para investigar.

El viernes, Bonus llegó por la tarde al palacio de Sutor. Después de despachar unos asuntos, Bonus se despidió.

Bonus.- Sutor, me voy. Antes pasaré por el baño. Date por despedido. Y hazme caso con lo del concierto de esta noche. Ej buenísimo.
Sutor.- Te haré caso. Nos vemos el lunes, Bonus.

Bonus sonríe, pensando en la que le va a gastar. Y Sutor sonríe, pensando que no va a ir a ese concierto que le dice su menestro ni loco. Bonus sale de la habitación, va al baño y después se esconde detrás de un biombo.

Bonus.- Pues anda, que como me entren ganas de tirarme un pedo, la he fastidiado.

Al llegar la noche, se apagan las luces. Bonus saca su linterna de juguete y se dirige hacia la bodeguilla. Pero la puerta de la cueva resulta infranqueable. Luego de media hora con intentos de lo más variopinto, Bonus decide refrescarse el gaznate con un poco de cava. De repente...

Monterilla.- ¡Bonus! ¿Qué haces aquí?

Es Monterilla, que ha entrado con su linterna de boy-scout. A Bonus se le cae la copa de cava.

Bonus.- ¡La de oros! ¡Monterilla! ¿Qué haces tú aquí?
Monterilla.- Eso es lo que te pregunto yo.
Bonus.- Puej nada, que me quería tomar un poco de cava aquí, arriesgando el tipo con nocturnidad, lo mijmo que mij tropas.
Monterilla.- Me parece que tú vas a lo mismo que yo.
Bonus.- No ejo no ej verdad. Mi patriotismo constitucional no tiene que ver nada con el tuyo.
Monterilla.- Pero ahora no hablo de patriotismo, sino de patrimonio. ¿Qué haces aquí a estas horas de la noche, sino querer aumentar tu patrimonio?
Bonus.- No jeñor. El patrimonio cultural y la defensa. Un menestro de defenja debe sajer en todo momento, qué hay en el jotano de la vivienda de su jeje.
Monterilla.- Pues a ver si consigues abrir la puerta.
Bonus.- Llevo media hora y nada. Hasta le he soltado un conjuro de los que me enseñan en la logia, pero nada, chico. Como no le pongamos un petardazo...
Monterilla.- Déjame a mí. Al salir el otro día, dio unas palmaditas.
Bonus.- Si ej por palmaditas, yo soy un hacha. Te acompaño...
Monterilla.- No, déjame hombre. Las palmadas son contadas. Ni una más ni una menos.
Bonus.- Cinco y seis. ¡Seis palmadas, el número de la bestia!

Pero la puerta no se abre.

Monterilla.- Tiene que haber otra clave. Algo fácil y manido. ¿Qué podrá ser?
Bonus.- Manido, manido... A ver: ¡democracia!

Silencio. La puerta no se abre.

Bonus.- ¡Marx, Marx!

Nada.

Bonus.- ¡Fazaña! ¡Lango Caballero! ¡Pestalin! ¡Pelenin! ¡Phidelio!

Menos.

Monterilla.- ¡Librecambio! ¡Maricón! ¡Gay!

Nada de nada.

Bonus.- Del talento y talante de este Sutor, estoy hasta los coj...

La puerta se abre. Se encienden las luces. Todo resplandece. Bonus se precipita hasta el interior.

Bonus.- ¡Pasta, pasta por todas partes! ¡Viva la revolución proletaria! ¡Viva la hermandad universal! ¡Viva la alianza de civilizaciones!
Monterilla.- Oye Bonus, se ve pero no se toca.
Bonus.- Eso, eso. Se ve pero no se toca. Porque lo tuyo con lo de la Caixaca ej demajiado...
Monterilla.- ¿Qué insinúas?
Bonus.- Que la jala de ambar que han devuelto los alemanes no ej nada en comparación con lo que tú debes de tener en tu casa.
Monterilla.- ¡Pero qué dices! ¡Copista, más que copista! ¡Clerical, lameobispos!

Bonus y Monterilla se lían a golpes. En esto aparece Sutor en pijama, con la pistola de emergencias.

Sutor.- ¡Me roban, me roban!
Bonus y Monterilla.- ¡Sutor! ¡Nos ha pillado!
Sutor.- Sí, os he pillado de noche en mi cueva.
Bonus.- Vale, pero ya me ejplicarás qué ej ejto. No me digas que lo ganaste em la tómbola del Instituto, porque ejo ej menos creible que lo del Hartanistán y el helicóptero.
Sutor.- Os debo una explicación, eso es cierto.

Se dirige hacia los collares de perlas.

Sutor.- ¿Qué te parece esta explicación, Bonus? ¿No está mal, verdad?
Bonus.- Ej una explicación muy buena, dijna de un entendimiento superior.
Monterilla.- ¿Y a mí? ¿Qué hay de mi hecho diferencial?
Sutor.- Toma esta cadena de oro, de treinta kilitos. Y ahora, vámonos a tomar un cava y cada uno a su casa a dormir.
Bonus.- Sí, ejo, a dormir, que ya tengo un sueño.
Sutor.- Y mañana, todos olvidados de lo de esta noche, ¿vale?

Salen. Sutor da las seis palmadas y la puerta se cierra. Al cabo de media hora, todos los psoezcialistas duermen apaciblemente. Todos los habitantes de la tierra de los conejos duermen.

* * *

Bueno, ¿qué les parece el cuentecito? ¿No les parece que con que hubiera un Alí Babá es más que suficiente? ¿No les viene a la cabeza aquello de los irreductibles galos que combaten a César y lo humillan? Ya es hora de que esa cueva de Sutor sea clausurada, con todos los ladrones dentro

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Publio Cornelio


El foro de intereconomía

 

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