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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

La pasión creadora.

La fuerza que brota, tanto de Dios como del hombre, que actúa bajo el imperio del amor, se convierte en obras creadoras.

A Dios tenemos que imaginarle como a un gigante ser creador, que lucha ininterrumpidamente contra la nada. Dios ha creado el cosmos, ha creado los altos espíritus, ha creado el cielo en sus inmensidades, ha creado la tierra con sus criaturas, ha creado al hombre.

Dios por ser el amor infinito, también sus obras son infinitas. El hombre, poseedor de algo de la naturaleza divina, por su semejanza con Dios, crea él también. El amor de su ser le empuja a realizar actos creadores en el cuadro limitado de sus condiciones de vida, y del lugar que ocupa en el Universo.

La creación humana es fruto del sacrificio. Toda creación humana se realiza con el precio de algunos sufrimientos, de algunas luchas provocadas por la resistencia de la naturaleza y de la inercia de la sociedad. Se rompe algo de tu ser, ofreciéndose al mundo, al mismo tiempo con la obra realizada: una obra de arte, un gran discurso, una empresa política, militar, pedagógica o económica; la fundación de una iglesia, de una escuela, etc. ¿Cómo se reconoce el hombre que ha descubierto la vocación de su vida, su yo espiritual, el amor?

Según esta pasión creadora, su alma ha llegado a un estado de incandescencia. Arde. Sus fuerzas creadoras se desbordan imponentemente en el mundo, modificando su estructura, acercándole un poco más a la exigencia Divina. El tiene horror al vacío, a la negación, a la indiferencia, y es un implacable enemigo de las fuerzas del mal, que quieren destruir la creación Divina. El hombre desarrolla la plenitud de su personalidad y gana los laureles de su verdadera libertad, sólo cuando se deja guiar por el impulso del amor y traza su paso por el mundo a través de obras creadoras, las cuales son de la más variada especie. El imperativo del amor es éste: crear, crear diariamente; no destruir lo que han creado otros. Hay que combatir aquellas fuerzas que quieren hacerse suyo, mediante fraude y crimen, el fruto de la creación de otros. Que el amor es creación, resulta también de los Mandamientos Divinos. Examinando «Las Tablas de la Ley», entregadas por Dios a Moisés, constatamos que comprenden una serie de prohibiciones. ¿A qué se refieren estas cosas que no se deben hacer? Dios prohíbe y considera pecado la destrucción de un valor, de una cosa creada por otros. «No matarás», impide la destrucción de la vida. «No fornicarás», defiende a la familia y a su integridad. «No robarás», es un atentado contra la propiedad privada. «No seas perjuro», salva el orden jurídico de la sociedad.

Amor significa cumplimiento de la Ley. Pero en el Nuevo Testamento se añade que quien tiene amor, será amparado de todos estos pecados, de todos estos actos perjudiciales para la vida, a la familia, a la propiedad y al orden social. ¿Por qué? Porque el amor significa el cumplimiento de la Ley. «Las Tablas de la Ley» se hallaban implícitamente comprendidas en el concepto del amor. El amor siendo creación, por su naturaleza, no puede destruir la creación, no puede atentar contra los valores creados por otros, no puede cometer transgresiones de las leyes (de las positivas sólo cuando no van contra las del derecho natural). El amor no sólo cumple espontáneamente con la ley, no sólo implica el respeto natural, sin coacción alguna, de los Diez Mandamientos, sino que trae algo más en comparación con la Ley del Antiguo Testamento. ¿En qué consiste esto? En una nueva perspectiva de la existencia. Libera, emancipa al hombre que se encontraba bajo la esclavitud y de la amenaza de la Ley y le eleva a la categoría de los colaboradores de Dios. El amor es una síntesis de todas las virtudes, superior a la Antigua Ley. Vamos a recordar la parábola del joven rico. Este había cumplido rigurosamente con todas las disposiciones de la Ley. No se le podía imputar nada. Y, no obstante no habla alcanzado el peldaño de la perfección. Cuando se le pidió deshacerse de sus riquezas y seguir a Jesucristo, ha vacilado. El amor no es contractual. No plantea jamás el problema de cuánto va a ofrecer, sino que entrega tanto, cuanto es preciso para que sea realizada una finalidad. Inclusive la vida, si es necesario.

H.S.

 



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