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Portada revista 49

Alberto Buela: El hombre y su obra Indice de Revistas El efecto mariposa

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Error y culpa.

El uso y abuso del lenguaje puede tener consecuencias morales. No es solo un problema comunicacional, sino estrictamente moral y por lo mismo con algunas consecuencias sociales

No es lo mismo decir, ante un traspié involuntario: Me equivoqué, perdona, que decir: Esto se hace de todos modos, porque yo lo digo, lo quiero o lo mando. En el primer caso se trata de un error de inteligencia. En el segundo se asume la responsabilidad y si esta es de consecuencias malas, se trata de una culpa. El error es una deficiencia de la inteligencia, mientras la culpa es una falla de la voluntad. Mientras el primero está en el ámbito de lo mecánico, la culpa está en el ámbito de la libertad mal dirigida.

Ni la naturaleza, ni los animales, ni las máquinas hechas por el hombre, se equivocan y menos aún incurren en culpa. El que se equivoca y el culpable es solamente el hombre, que actúa bajo el ámbito de la inteligencia y de la voluntad libre.

Una máquina bien hecha no se equivoca nunca, mientras permanece idéntica a sí misma. Tampoco tendrá culpa, porque, puesta en operación, necesariamente actuará de acuerdo a lo programado y jamás operará al margen de sus leyes inmutables.

Los animales, por la misma razón ni se equivocan, ni tienen culpas. Sus "máquinas" de más alta precisión que las fabricadas por el hombre, funcionan a la perfección, cuando tienen todo aquello que su naturaleza requiere para ser tal. A lo más, podriamos aceptar que un animal deficiente fisicamente, operará en forma deficiente, de acuerdo con su limitación actual. Los conceptos de error y de culpa son exclusivamente humanos.

La velocidad de las comunicaciones humanas han precipitado muchos modos de lenguaje incorrectos: Uno de ellos es el que se refiere a la confusión cada vez más frecuente entre error y culpa. Hasta el punto que en algunos medios ya no se usa la palabra culpa. Solamente se habla de errores. Se presentan errores tácticos, políticos, académicos, hasta religiosos. Hace un tiempo que se nos viene presentando como errores actos tan diferentes como el perjurio de un presidente, el ataque a Bagdad de tropas angloamericanas o de Rusia a Chechenia, la no inhibición de un Lord inglés en un juicio reciente o la postura de ciertos psicópatas, violadores o asesinos. En una u otra forma se presentan actos como estos desde la connotación de error. Más aún, la palabra culpa pareciera haberse desterrado del vocabulario común de los comunicadores, como si se tratara de un antiguo tabú solo pronunciable por mentes fundamentalistas.

Una primera y burda consecuencia de esta no diferenciación es que se termina por justificar cualquier conducta, eximiendola siempre de toda culpa, porque solamente se la tilda de error, ya sea de advertencia, de desconocimiento, de formación, de información, de inclinación natural irresistible.

Esta conducta verbal puede tener alguna explicación semántica que nos hace rememorar el espíritu freudiano o el temperamento biologista muy de actualidad, que evita reconocer en el ser humano cualquier tipo de responsabilidad moral. De acuerdo a estas dos fuentes psico-biológicas, el hombre no sería nunca responsable de sus actos, ya que estos procederían de los influjos mecánicos de una educación impuesta por una sociedad malvada. El pobre humano, siguiendo la tesis rousoniana no sería sino un ángel de paz sometido a la tortura de una sociedad endemoniada. Si hubiera que reconocer alguna culpa, esta sería de la sociedad, nunca del sujeto individual, personal. La sociedad, el sistema, la clase, el Estado, la Iglesia, el Partido serían los culpables. El hombre, solamente un error. ¡Pobre hombre oprimido por las fuerzas cósmicas que lo rodean, que lo impulsan, que lo aprisionan y lo condenan! ¡Pobre hombre, condenado a multitud de errores por obra y gracia de la naturaleza, unica culpable!

Al pensar de esta manera, aparece en la historia un hombre nuevo que evadirá todo tipo de culpa Es la persona que jamás reconoce falta, pecado o culpa, tres sinónimos de la misma realidad. Son los humanos que nunca se arrepienten de nada. Más aun, nunca se podrían arrepentir, puesto que nunca cometen otra cosa que errores. O sea, ellos pueden equivocarse, pero jamás ser culpables de nada.

El significado exacto de la palabra error o yerro dice referencia a un acto involuntario, fortuito, no buscado ni querido. Hablamos de error en el sentido de equivocación involuntaria, inadvertida. En cambio el diccionario de la lengua reserva la palabra culpa para referirse al acto voluntario malo, que es percibido racionalmente por el sujeto, pero que es llevado a cabo a impulsos de la voluntad libre del sujeto. Error se predica, entonces, de lo no culpable, mientras atribuimos culpa a quien conscientemente realiza una acción, a sabiendas que es perversa.

Aplicando fielmente el sentido correcto de las palabras tendremos que decir que un empresario que defrauda a sus clientes, que evade los tributos, que burla el derecho de sus proveedores o de sus trabajadores no es una persona de la que se predique que comete errores. Simplemente decimos de ella que es deshonesta, que es culpable, que comete dolo o en términos teológicos, que comete pecado.

Lo mismo diremos del político que en su acción evade la responsabilidad, engaña a sus electores, miente por conveniencia, vota por orden de partido contra su conciencia, lejos de ser una persona que comete errores, es simplemente un sujeto que actúa inmoralmente. Nada de errores. Sencillamente, culpa.

Cuando en el lenguaje común diluimos la culpa, sustituyendola por el error, estamos afirmando una categoría que no es correcta. Al error, error y a la culpa, culpa. Así nos entendemos mejor. Y hay que hacerlo, entre otras cosas para que las generaciones jóvenes que hoy se forman, no tengan que hacer el doble esfuerzo de conocerse y conocernos a la luz de la verdad y no a la luz de las apariencias.

Por lo demás, qué cosa más humana que el reconocerse culpable, si ello es prueba de nuestra condición de seres inconclusos, abiertos a la perfección, pero imperfectos al fin. SI acentuamos demasiado el sentido del error, estaremos cayendo en una autentica necedad, que eso es lo que significa el yerro. Una falla de conocimiento, de advertencia. Necio es aquel que no sabe y por eso yerra.
O sea que si solo erramos es porque somos necios. SI nos encontramos culpables, es simplemente porque nos reconocemos hombres, en camino de perfección y no en la meta de lo absolutamente perfecto.

Jesus Ginés Ortega.



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