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Bajo la ley del hombre Indice de Revistas Arbil en Galicia

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Sigmund Freud (1856-1939) .

Ya muy cuestionado por lo mejor de la Psiquiatría, es necesario conocer una personalidad que, promocionada por ciertas ideologías, marcó y todavía influye en multitud de pesonas y

Su vida

Sigmund Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia, pero a la edad de cuatro años se trasladó con su familia a Viena, donde vivió casi toda su vida. Después de su doctorado en medicina, se dedicó a la neurología y en 1885 obtiene un puesto como docente de Neuropatología en la Universidad de Viena. En los años que van de 1884 a 1887 publica algunos artículos, en los que expone los resultados de experimentos clínicos y sobre sí mismo con coca, recomendando el uso de la droga para numerosas indicaciones: son acogidos con interés por los ambientes científicos y le dan cierta notoriedad, pero la aparición de los primeros casos de adicción a la cocaína lo desacreditan.

Como neurólogo tiene a su cargo -entre otros- a pacientes con trastornos funcionales, que somete a terapias basadas en la sugestión y la hipnosis. Justamente el uso de la hipnosis le lleva a ocuparse también de las teorías de los estados alterados de conciencia y del inconsciente, y a hacer hipótesis acerca del origen inconsciente de los trastornos físicos. Freud perfecciona este método buscando otras vías para investigar el inconsciente como la técnica de las asociaciones libres y la interpretación de los sueños; formula así una nueva teoría psicológica, el psicoanálisis. La terapia correspondiente debería modificar los mecanismos responsables de la remoción de determinados contenidos psíquicos en el inconsciente y, por tanto, las causas de los conflictos, y no sólo modificar temporalmente los síntomas, como sucedía con la hipnosis.

Durante muchos años los ambientes académicos fueron muy críticos frente al psicoanálisis. Sólo los contactos, a partir de 1907, con el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), entonces adjunto a la clínica psiquiátrica de la Universidad de Zurich, rompieron el aislamiento; pero el verdadero éxito sólo se obtendrá algunos decenios más tarde en los Estados Unidos de América, gracias a la influencia de algunos psicoanalistas de origen hebreo, emigrados durante los años 30. El peligro nacionalsocialista también se cernió sobre Austria, pero Freud pudo contar con la protección de la Iglesia católica, a pesar de las reservas de ésta hacia el psicoanálisis, como él mismo admitió en marzo de 1938, con ocasión de la publicación de la primera edición completa de Moisés y la religión monoteísta: "[...] extrañamente, es precisamente la institución de la Iglesia católica quien opone una potente defensa a la difusión de este tipo de peligro para la civilización. ¡Precisamente la Iglesia, hasta hoy la implacable enemiga de la libertad de pensamiento y del progreso hacia el conocimiento de la verdad! Aquí vivimos en un país católico, bajo la protección de esta Iglesia, desconocedores sobre cuánto tiempo podrá durar dicha protección".

La situación se precipita y Freud deja Viena el 4 de junio de 1938 para emigrar a Londres, donde muere el 23 de septiembre de 1939.

La posición cultural del psicoanálisis

En la historia de la psicología el psicoanálisis representa una innovación radical que ha encontrado y continúa encontrando reservas por parte no sólo de sus adversarios declarados, sino también de cuantos, a pesar de declararse herederos de Freud, aceptan tan solo algunos de sus aspectos más o menos marginales. Freud mismo explica los motivos de estas reservas colocando su teoría en una perspectiva histórico-cultural más amplia, definiéndola como la tercera herida narcisista inflingida a la humanidad: después de Nicolás Copérnico (1473-1543), que, criticando la teoría geocéntrica, negó la centralidad del hombre en el universo; y después de Charles Darwin (1809-1882), que, con la teoría evolucionista, le negó incluso una dignidad particular en el conjunto de la naturaleza. No obstante, si el hombre puede considerarse aún superior a los animales en cuanto que éstos actúan instintivamente mientras que él está dotado de facultades como la autoconciencia, la razón y el libre arbitrio, el psicoanálisis con sus dos teorías fundamentales del inconsciente y de la líbido niega la validez de tales convicciones: el hombre cree ser libre, cree tomar decisiones en base a consideraciones racionales, pero en realidad está guiado por pulsiones y la vida psíquica consciente está dominada por el inconsciente. La incapacidad de aceptar todas las consecuencias de esta teoría explicaría la resistencia frente al psicoanálisis.

Antropología y religión

En El malestar en la cultura, de 1927, Freud interpreta "el secreto de la vida orgánica en general", "el proceso de civilización" y el "desarrollo del individuo" como productos de la lucha de dos fuerzas contrapuestas, Eros, la pulsión de vida, y Thanatos, la pulsión de muerte: "[...] la repetición de la misma fórmula se justifica considerando que la civilización de la humanidad y el desarrollo del individuo son ambos procesos vitales, que en consecuencia deben participar del más general carácter de la vida".

La teoría psicoanalítica distingue en el hombre tres elementos: el Ello, que comprende las pulsiones y por tanto la energía vital originaria; el Yo, que representa la autoconciencia, y el Súper-Yo, esto es, la conciencia moral. El Súper-Yo sería una adquisición tardía, formada en el curso del desarrollo individual bajo la influencia de los padres, de la confesión religiosa y de la sociedad civil; comportaría la identificación con determinados valores y la consecuente renuncia a la satisfacción de algunos instintos y su remoción al inconsciente.

Según este esquema sería precisamente esa incompatibilidad la causa de los conflictos psíquicos. La terapia analítica consiste habitualmente en reducir las pretensiones del Súper-Yo: "Así pues nos vemos muy a menudo obligados -escribe en El malestar en la cultura-, para nuestros intentos terapéuticos, a combatir el Súper-Yo, y nos esforzamos en reducir sus pretensiones". La lucha contra el Súper-Yo comporta también una desvalorización de los valores interiorizados, que ya no son considerados como fundamentos de la existencia humana y de la sociedad civil, sino como patógenos. Si para el psicoanálisis "la vida consciente es una superestructura construida sobre una subestructura de fuerzas inconscientes y conflictivas" -así se expresa, con feliz formulación sintética, el historiador de la psiquiatría Henri Frederic Ellenberger-, éste se atribuye también la función de desmitificar tal superestructura, de explicar con sus teorías la génesis inconsciente e instintiva de la actividad humana y, por lo tanto, de considerar las motivaciones ideales sólo como presuntamente tales: el término "sublimación", por ejemplo, que ha entrado en el lenguaje común, designa propiamente el hecho de que los ideales altos y nobles habrían tomado el puesto de la meta originaria de los instintos no satisfechos.

También las representaciones religiosas son consideradas como construcciones psíquicas, que pueden responder a exigencias interiores, pero que estarían privadas de correlaciones reales, serían indemostrables e inconciliables con la visión del mundo científica y por tanto también con el psicoanálisis como acercamiento científico al estudio de la psique. La interpretación de las creencias religiosas como proyecciones psíquicas no es nueva: la novedad del psicoanálisis consiste en el intento de explicar psicológicamente la naturaleza y el contenido de estas proyecciones. El sentido de impotencia frente a las catástrofes naturales, a la enfermedad y a la muerte evocarían condiciones análogas a las de la infancia y llevarían a admitir la existencia de un ser omnipotente y misericordioso, construido sobre la base de la figura paterna idealizada en la infancia. Así Freud reconoce a la religión una función consolatoria, que puede dar consuelo al individuo, si bien siempre de carácter ilusorio.

El malestar en la cultura

La antropología de Freud tiene implicaciones también en el campo social. Del mismo modo que el Súper-Yo influenciaría negativamente el desarrollo individual, así la moral y la religión tendrían un efecto negativo sobre toda la sociedad. "Si la evolución de la civilización es tan parecida a la del individuo y se usan sus mismos medios -afirma también en El malestar en la cultura-, ¿no es pues lícita la diagnosis de que algunas civilizaciones, o épocas civilizadas, - y quizás el género humano al completo - se han convertido en "neuróticos" por efecto de su mismo esfuerzo civilizatorio?". El fundador del psicoanálisis considera necesaria la reglamentación de las relaciones interpersonales para evitar caer en la anarquía, pero considera la moral como un fundamento no fiable de las leyes sociales, en cuanto que el abandono de la religión, en su opinión un proceso histórico ineluctable, minaría también sus fundamentos. Habituado a considerar los problemas del adulto como consecuencia de factores activos durante la infancia, Freud considera que puede mejorar la situación de los adultos modificando las condiciones de la educación y propone la abolición de la enseñanza de la religión en la escuela y la introducción de la educación sexual: "[...] hay que descubrir un tesoro escribe en El porvenir de una ilusión, de 1927- que puede enriquecer la civilización: vale la pena intentar una educación irreligiosa".

Freud auspicia pues la formación de una ética dependiente únicamente del consenso de los miembros de la sociedad: la satisfacción de los propios instintos no debería estar limitada por ningún tipo de ley moral, sino sólo por la convicción de la necesidad de reglas que tienen como único objetivo el de evitar conflictos con los otros.

A la luz de estos principios el psiquiatra vienés, en una lección en 1932, defiende el comunismo sosteniendo que la realización, incluso cruenta, de los instintos agresivos sería preferible a una política inspirada en valores cristianos: "En una época en la que grandes naciones anuncian que ponen su esperanza de salvación en el mantenimiento de la devoción cristiana, la revolución rusa -a pesar de un buen número de detalles desagradables- aparece después de todo como un mensaje para un futuro mejor".

Influencia sobre la civilización occidental

Freud ha ejercido, directa o indirectamente, a través de discípulos incluso "disidentes", una influencia no desdeñable sobre la cultura occidental moderna, sobre las ciencias humanas desde la filosofía hasta la pedagogía, de la psicología del arte a la teología y también sobre las costumbres: la "revolución sexual", por ejemplo, predicada por Wilhelm Reich (1897-1957) a partir de los años 1930, con todas sus consecuencias sobre la familia y, en consecuencia, sobre el comportamiento demográfico de las naciones occidentales, hubiese sido impensable sin la contribución de la teoría psicoanalítica. El filósofo Herbert Marcuse (1898-1979) después, en Eros y civilización, de 1955, aplica la teoría psicoanalítica también a los problemas sociales: la satisfacción de los instintos no tendría prioridad solamente sobre los valores morales en el ámbito religioso, sino también frente al ordenamiento económico y social. La adaptación a la sociedad es interpretada como interiorización de los valores de una sociedad "alienada" y "represiva". Estas teorías, con la petición de emancipación de cualquier forma de autoridad, han hecho de Marcuse uno de los "profetas" de la revuelta juvenil de los años 1960.

Conclusión

Los motivos del éxito de la teoría psicoanalítica son múltiples. Es importante la superación que supone de los límites de las concepciones racionalísticas del hombre dominantes en los años que transcurren entre los siglos XIX y XX. Pero, a pesar de que retoma conceptos de psicologías más antiguas, que consideran al hombre como un compuesto de alma y cuerpo, y de que reconoce la existencia de funciones psíquicas irracionales, como la fantasía, el psicoanálisis se aleja radicalmente de ellas al considerar todas las funciones psíquicas "superiores" sólo como producto de mecanismos psíquicos originariamente inconscientes. Este tipo de psicología está en la base de las tendencias de la modernidad, del mismo modo que el relativismo, el individualismo y el hedonismo. También el mito psicoanalítico del homicidio del padre primordial como suceso que origina la civilización humana corresponde a la concepción de fondo de que sólo la ruptura radical con la tradición permite el progreso humano.

por Ermanno Pavesi y T. Jorge Soley

Para profundizar: véase una biografía, en Ernest Jones (1879-1958), Vita e opere di Freud, trad. it., Il Saggiatore 1995; le Opere, trad. it., Bollati-Boringhieri, Torino, dal 1967, y una contextualización histórica, en Henri F. Ellenberger, La scoperta dell'inconscio. Storia della psichiatria dinamica, trad. it., Boringhieri, Torino 1980.



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