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Arbil, apostando por los valores de la civilización cristiana

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Indice de contenidos

- Texto completo de la revista en documento word comprimido
- Eugenesia; nostalgia de la vida imperfecta
- Categorías de la política: Política, Criptopolítica y Metapolítica (3ª parte). Metapolítica: recuperación del concepto metafísico de la política. Restauración de los valores sagrados de la Politeia
- La soberanía popular
- Editorial
- Nacionalismo vasco y marxismo-leninismo: consideraciones en torno a la naturaleza de ETA (II)
- Lógica financiera
- La Izquierda de Blair
- Penélope o la apuesta radical por el otro
- Una entrevista a José María Baamonde: la Iglesia católica frente a la irracionalidad de las sectas y la new age
- Cara y cruz del nuevo movimiento cívico vasco
- "Fuego del Cielo". Harvey G. Cox, el pentecostalismo y el "final" de la secularización
- Reflexiones sobre la educación de los hijos
- Ciencia y Fe
- Apocalipsys now. De la web cam al snuff movie
- El poder político acosa a las cajas
- Los riesgos que nos acechan
- Revista MegaTop: consumo, consumo y más consumo. El preadolescente, objeto del poder
- El Debate: Un diario católico en la II República
- Aquellos héroes del celuloide
- Relativismo moral y catolicismo
- Tolerancia y religión
- Disgregar se ha puesto de moda
- Responsabilidades
- Las columnas de la Iglesia
- A donde van los donativos a Zenit
- Un archivo para la memoria colectiva de Navarra
- El Papa y España
- Arbil en Polonia
- Texto Clásico: Síntesis de espiritualidad católica :


CARTAS

Arbil cede expresamente el permiso de reproducción, siempre bajo las premisas de buena fe, buen fin, gratuidad y citando su origen
Revista Arbil nº 71-72

Las columnas de la Iglesia

por Raúl Hasbún

La gigantesca figura de Carol Woytila nos puede llevar a la adhesión personal. Pero cuando haya otros papas, como ha sucedido recientemente, no solo tan atractivos, sino impertinentes personalmente, nuestra adhesión al Papa debe ser igual


En la tradición monástica suele postularse, con realismo no exento de humorismo, la conveniencia de que el Superior no sea demasiado sabio, ni demasiado sano, ni demasiado santo. Su erudición excesiva y apabullante hará que los súbditos parezcan necios, lo que amenaza inhibirlos y desalentarlos. Su salud a toda prueba lo tentará a exigir de los súbditos un tranco para el que no todos están capacitados o bien dispuestos. Y hasta su rutilante santidad puede convertirse en una réplica del rostro de Moisés, tan inundado de luz que cegaba y obligaba a los demás a apartar la vista, o a él a cubrirse el rostro.

Es posible que la mentada tradición tenga su origen o encuentre apoyo en la figura de Pedro, primer Papa, cabeza del colegio apostólico. Oriundo de Galilea (Betsaida), era un pescador artesanal. La región de la que provenía no se caracterizaba por su prestigio cultural, ni estaba cercana a los centros de poder. No consta que Pedro frecuentara las grandes escuelas de formación rabínica, mucho menos los ateneos intelectuales del mundo grecorromano. Es aleccionador, también alentador, el que una persona de ese perfil haya sido escogida por Cristo para encabezar el ambicioso plan de evangelizar todas las culturas. Quiere decir que el Espíritu Santo, derramado generosamente en el corazón de quienes dan un sí a Jesucristo, suple en abundancia lo que la humana falencia es incapaz de proveer.

Los miedos, titubeos y huidas de Pedro dan cuenta de una personalidad no demasiado recia ni vigorosa. Realidad que en nada obstó para que su Maestro lo confirmara como roca sustentadora de la Iglesia de Dios.

Llamado a la máxima intimidad y confianza de Cristo, testigo de la santidad del Señor y dotado de una promesa de inmunidad ante Satán, fue sin embargo Pedro conmovedoramente débil en su fidelidad al Maestro. Llegó a dudar de su palabra en el agitado mar de Tiberíades, y lo negó tres veces en Jerusalén, después de abandonarlo en manos de sus captores. Con razón Cristo le había enrostrado que actuaba más como Satán que como Dios, cuando Pedro lo reprendió por su disposición a enfrentar en Jerusalén su destino de cruz. Reprendido, amonestado, castigado por su propio remordimiento y en especial por la muda mirada de Jesús en la madrugada del Viernes Santo, Pedro no fue despojado de la confianza de su Maestro ni de su calidad de primado de la Iglesia. Cristo resucitado le pidió una triple confesión de amor, tras la cual le reiteró su encargo y mandato de cuidar de sus ovejas. Confortado por el perdón y regocijado por la paz que Jesús le brindara, recibió junto a los demás apóstoles el prometido don de su Espíritu, que le permitió dejar en el pasado sus inhibiciones y temores, hasta convertirse en elocuente evangelizador, testigo fiel y mártir de Cristo. El timorato Pedro coronó su vida compartiendo la cruz de Jesús. Así fue santo, a partir de su reconocida fragilidad y gracias a su humilde receptividad.

El repaso de estas evidencias nos ayuda a comprobar que la Iglesia se mantiene fiel a su ley de trasparencia. Las debilidades y caídas de sus miembros hacen más diáfana la potencia divina presente y operante en sus vasijas de barro. Encubrir su desvalimiento equivaldría a obnubilar la gracia y la gloria de Dios, que escoge y enaltece a los humildes y continúa creando el mundo a partir de la nada, y al hombre a partir de la arcilla.

La confluencia entre Pedro y Pablo es, en este punto, particularmente notable. Tentado este último de envanecerse por sus títulos, sus letras, sus afanes y sufrimientos por la causa de Cristo, sus visiones y revelaciones del Señor, le fue dado un aguijón en su carne, un ángel de Satanás encargado de abofetearlo para que no cayera en la autoglorificación. Por tres veces le rogó al Señor que lo liberara de esta mortificante experiencia. Pero el Señor le respondió: "Mi gracia te basta, porque mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza". Aleccionado por tan divina sabiduría exultó Pablo: "Por lo tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte". A partir de entonces Pablo construirá su vida y su apostolado sobre la ley que recorre toda la Escritura: "Destruiré la sabiduría de los sabios, e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes... porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina es más fuerte que la fuerza de los hombres".

Pedro y Pablo coinciden además en asociar, de modo indisoluble, a Cristo con la Iglesia. A Pedro le entregaron las llaves de lo que Cristo claramente dijo ser "mi Iglesia". Y la primera revelación que Pablo tuvo de Jesús, en las afueras de Damasco, fue la de su condición de Cabeza de su místico Cuerpo, que es la Iglesia. "Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?". Saulo perseguía a la Iglesia. Cristo le hizo ver que todo lo hecho a los discípulos afecta por igual al Maestro.

También hubo discrepancias entre Pedro y Pablo. Éste respetó la suprema autoridad de aquél, y justamente por eso le enrostró un proceder suyo claramente equívoco, que arriesgaba nublar la verdad del Evangelio y causar gran perjuicio a la Iglesia. Los discípulos de Cristo saben encontrarse en la verdad que nos hace libres, y en la caridad que nos hace divinos.

Propongo al lector escoger la frase de Pedro y la frase de Pablo que mejor reflejan su historia y carisma personal: el de ellos y el suyo. Por mi parte ya tengo elección. De Pedro: "Señor, ¿y a quién iremos? ¡Tú tienes palabras de vida eterna!". De Pablo: "Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella".

Por su heroica fidelidad al contenido de estas frases, Pedro y Pablo merecieron llamarse y ser las columnas de la Iglesia de Cristo..

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Raúl Hasbún

 


Revista Arbil nº 71-72

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No te dejes vencer por nada extraño a tu espíritu; piensa en medio de los accidentes de la vida que tienes dentro de ti una fuerza madre, algo fuerte e indestructible, como un eje diamantino, alrededor del cual giran los hechos mezquinos que forman la trama del diario vivir; y sea cuales fueran los sucesos que sobre ti caigan, sean de los que llamamos prósperos o de los que llamamos adversos, o de los que parecen envilecernos con su contacto, manténte firme y erguido, que al menos se pueda decir siempre de ti que eres un hombre.
(Angel Ganivet citando a Seneca en Idearium Español)