Arbil, apostando por los valores de la civilización cristiana

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Indice de contenidos

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Más sobre la cuestión de los embriones congelados
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Editorial: ¿Qué es el Foro Arbil?
A Nova Ordem Internacional: Contributos para a sua análise
Un pueblo fuerte, elegido para una empresa grandiosa
Mundo rural y subsidio agrario
España: una realidad histórica
El farmacéutico en la elaboración, promoción y dispensación de abortivos
La Verdad Política, indispensable para la Comunidad.
La fractura social vasca y el PNV
Terrorismo y hombre occidental
Cristianos en el PSOE: ¿nuevos aires o mera táctica?
Las nuevas formas de esclavitud: la prostitución.
¿Por qué confesarse?
Vida y economía de los españoles de principios del siglo xx
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Un ejemplo de los movimientos intraislámicos; la cofradía "Senusia"
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El conocimiento de nuestro pasado historico ayuda a entender el presente
El ombligo, los árboles y el bosque
Tierra Santa: no habrá paz sin justicia
Educación y política
Leyendo el 11-S a un año (y pico) vista
Parejas de enamorados
Ejército español y Marruecos, el origen de una difícil relación
Una minoría no escuchada
Parejas de hecho y adopción de menores
«El arte de ser feliz», un libro para aprender a vivir
El Brigantaggio (1860-1870)
La claves del fenómeno Le Pen: un libro para adentrarse en el populismo europeo actual
Con motivo del aniversario del asesinato de Ramiro de Maeztu, el 7 de Noviembre de 1936
"Cuando se piensa…"
Obras Clásicas: Talante de la ocupación española de Filipinas -


CARTAS

Revista Arbil nº 63

Talante de la ocupación española de Filipinas

Recogido por el Círculo Hispano-Filipino

- Introducción
- Legazpi y sus hombres
- La conversión
- Políticas coloniales
- Estilo misionero
- Influencia civilizadora de los frailes
- Manila, Boston y Nueva York (Siglo XVII)
- Exito de la cristianización
- ‘Edad de Oro’ y declive
- El Gobernador y el Capitán General
- La Audiencia
- Alcaldes Mayores and juzgados provinciales
- El Gobernadorcillo
- Gobierno en ciudades españolas
- Clero secular y clero regular
- Los frailes como agentes socio-políticos
- Organización eclesiástica superior
* La Inquisición
- Restricciones al comercio con Asia
- Mecánica de regulación del comercio
- Cambios en las ordenanzas comerciales desde 1734
- Efectos negativos del sistema colonial de comercio
- Legislación humana
- Testimonios
* La Pérouse, Crawfurd
* Mallat, Bowring
* Jagor
* Palgrave
* Sawyer
- Deficiencias del sistema
- Alfabetización en las islas
- Teatro y prosa en españols
- Dominio del español
- Conclusiones
- Notas.

I

Introducción

Este artículo abarca dos terceras partes de la Introducción Histórica de Edward Gaylor Bourne de la Universidad de Yale a la obra The Philippine Islands: 1493-1898 de Blair y Robertson. Publicada en 1902, los editores de esta obra monumental de 55 volúmenes tradujeron al inglés lo que consideraron más trascendental entre los documentos de los archivos españoles, centro y suramericanos, y filipinos con que poder hacerse idea de la historia y cultura de Filipinas. Esta magnífica obra de investigación se emprendió para beneficio de investigadores y curiosos así como también de funcionarios norteamericanos y de sus jefes en el gobierno de Estados Unidos. Muchos de los documentos traducidos vieron luz por primera vez gracias a la obra de Emma Helen Blair y James Alexander Robertson.

En la Introducción a Blair y Robertson, como se conoce popularmente este magnum opus entre investigadores, E. G. Bourne ofrece un amplio marco donde poder situar en su adecuado contexto histórico el contenido de los documentos traducidos. El mismo Bourne dice:

"El propósito de la Introducción es más bien colocar el descubrimiento y conquista de Filipinas en su lugar dentro de la historia de los descubrimientos geográficos, pasar revista a la gesta sin paralelo de los primeros conquistadores y misioneros, describir el gobierno y comercio de las islas antes del los cambios revolucionarios del último siglo, y ofrecer un panorama, aunque solo sea fragmentario, de la vida y cultura filipinas que ponga de relieve sus peculiares características, y, en la medida de lo posible, mostrar que aunque los anales de Filipinas sean lectura seca, la historia del pueblo filipino es un tema de profundo y singular interés."

En el Círculo Hispano-Filipino se promueve la conciencia de la cultura hispana de Filipinas. La Introducción de Bourne, escrita en 1902, nos ofrece una mirada serena y comprensiva al talante de la presencia española en las islas condicionante del desarrollo de la peculiar cultura que compartimos con los demás pueblos hispanos.

El título que escojo para el artículo, distinto de la Introducción Histórica original, refleja el hecho de que su contenido es tan sólo una selección del material original de la Introducción de Bourne. Sa ha de aclarar también que la división de la selección el capítulos, la conversión de párrafos largos en varios más cortos y la interposición de capítulos y subtítulos se hizo a mi discreción con la idea de hacer más fácil su lectura en la pantalla de un ordenador. Sin embargo el texto y las notas están tomados literal e integramente del original

Legazpi y sus hombres

No es esta la ocasión de narrar en detalle la historia de la gran expedición de Legazpi. Estableció el poder de España en Filipinas y echó los cimientos de su organización nacional permanente. En cierto sentido fue una empresa americana. Las naos se construyeron en América y se equiparon en casi su totalidad aquí. Y fué liderada y pilotada por hombres que vivieron en el Nuevo Mundo.

El trabajo de  Legazpi en los siete años siguientes le merece un lugar entre los más grandes colonizadores. De hecho no tiene rival. Empezando con cinco barcos y cuatrocientos hombres acompañados de cinco monjes agustinos, reforzado en 1567 por doscientos soldados y de vez en cuando con pequeños contingentes similares de monjes y soldados, con  una combinación de tacto, inventiva y coraje, pudo repeler a los portugueses y echar tales cimientos que los cambios de los treinta años siguientes constituyen una de las revoluciones más sorprendentes en los anales de la colonización.

Gesta brillantísima fue la del nieto de Legazpi, Juan de Salcedo, un joven de veintidos años que con cuarenta y cinco hombres exploró el norte de Luzón, lo que hoy comprende las provincias de Zambales, Pangasinan, La Unión, Ilocos y la costa de Cagayán, y aseguró la sumisión de sus pueblos al dominio español. (24) Sus compañeros bien puedieron con razón tenerlo por “desafortunado porque la fortuna le había colocado donde el olvido por necesidad hubo de enterrar los hechos más valientes que caballero alguno haya emprendido.” (25)

No menos digno de distinción que Legazpi y su heroico nieto fue Fray Andrés de Urdaneta, el veterano navegante cuyo talento natural y extenso concimiento de los mares orientales hicieron sin falta tan buen servicio a su comandante y contribuyeron de la manera más efectiva al éxito de la expedición.

La conversión

Y no se debe olvidar el trabajo de los Frailes. Inspirados de celo apostólico, reforzados por el entusiasmo ardiente de la Contrarreforma, bien dotados e incansables, trabajaron en armonía con Legazpi, ganaron conversos, y detuvieron la marea del Islam que avanzaba poco a poco. El más hábil de los Hermanos, Martín de Rada, predicaba en Visaya a los cinco meses.

El trabajo de conversión empezó con buenos auspicios en Cebú, donde Legazpi también empezó su trabajo, con una sobrina de Tupas,  nativo de gran influencia, que fué bautizada con gran solemnidad. Después vino la conversión del Moro (musulmán) "que había servido como intérprete y tenía gran influencia en todas esas tierras.” El bautizo de Tupas y su hijo en 1568 fué el punto sin retorno: el ejemplo de Tupas, con todo su gran peso, abrió las puertas a una conversión general. (26)

Es coincidencia singular que en el lapso de una vida humana los españoles acabaran con la labor de siglos de romper el poderío musulmán en España al mismo tiempo que  paraban su avance en las islas de los antípodas. La religión del profeta había llegado a Malaca en 1276, a Molucas en 1465, y desde allí se había extendido hacia el norte hasta Borneo y Filipinas. Joló (Sulú) y Mindanao succumbieronen en el siglo XVI y al comenzar la conquista de Luzón en 1571 Legazpi encontró muchos mahometanos que se habían establecido o convertido en Luzón a consecuencia de las relaciones comerciales con Borneo. El antiguo cronista agustino Grijalva comentaba, y sus palabras tienen eco en Morga y el historiador moderno Montero y Vidal: (27) “Tanto había enraizado el cancer que si se hubiera demorado la llegada de los españoles toda la gente se hubiera hecho musulmana como lo son los isleños que no están bajo el gobierno de Filipinas.” (28)

Políticas coloniales españolas

Una de las desafortundas herencias de la revolución religiosa del siglo dieciséis es que abrió un golfo enorme de separación entre las mentalidades teutónica y latina, casi imposible de comprender por una inteligencia media. Las rivalidades mortales entre católico y protestante, entre inglés y español, dejaron trazas indelebles en sus descendientes exacerbando malentendidos y prejuicios raciales. Ingleses y americanos ven con desprecio la ceguera económica o la incapacidad de los españoles pero los primeros cierran los ojos a los objetivos y logros reales de los segundos. Las tragedias y disparates de la colonización inglesa en América se olvidan con frecuencia y sólo se recuerdan las tragedias y disparates de la colonización española. 

En el periodo entre la formulación de las políticas coloniales españolas e inglesas, ideales comerciales desplazaron a los religiosos e Inglaterra ocupó el primer lugar en la exaltación del ideal comercial. Las colonias pasaron de ser primariamente campos para la propagación del cristianismo e incidentamente para la producción de riqueza a ser campos primariamente para el desarrollo comercial e industrial y sólo incidentalmente para trabajo de cristianización. Sin duda alguna el cambio ha contribuido enormmente a la riqueza del mundo y al progreso pero fué fatal para las poblaciones nativas.

La política española intentaba preservar y civilizar las razas nativas y no establecer una casa nueva para los españoles, y la legislación colonial proveyó complicadas salvaguardas para la protección de los indios. Muchas de ellas se convirtieron en papel mojado pero la preservación de la civilización de los pueblos nativos de Méjico, Centro y Sur América, y sobre todo de Filipinas, contrasta vivamente, después de hacer las calificaciones y caveats que hagan falta, con la suerte, pasada y prospectiva, de los aborígenes en América del Norte, las islas Sandwich, Nueva Zelanda y Australia, y diferencia claramente en sus respectivas tendencias y resultados a los sistemas español e inglés. El contraste entre los efectos de la conquista española en las Indias Occidentales, Méjico y Filipinas refleja el desarrollo de la política humana del gobierno. Los estragos de los primeros conquistadores, ha de recordarse, sucedieron antes que la corona tuviera tiempo de definir una política colonial.

Estilo misionero español

Es costumbre entre escritores protestantes hablar con desprecio de las misiones católicas sin darse cuenta que la conversión de Francia o Inglaterra al cristianismo fue efecto de métodos similares. Los protestantes ridiculizan los bautismos en masa y un cristianismo a flor de piel, pero también así se propagó el cristianismo en tiempos anteriores en lo que hoy son naciones dominantes. Los católicos por su parte pueden preguntar si hay alguna evidencia que indique que los primitivos germanos o anglosajones se hubieran convertido con los métodos que emplean hoy los protestantes.

Los bautismos en masa tienen su sentido real en el estado de ánimo receptivo del cultivo cristiano paciente que los sigue. El cristianismo ha hecho sus conquistas reales y se mantiene vivo por la formación cristiana, y su progreso es la mejora que una generación consigue sobre otra en la observacia de sus preceptos. Quien lea los antiguos libros penitenciales y observe la evidencia que ofrecen de la vitalidad de las prácticas y ritos paganos en la población inglesa de la alta edad media no podrá ser muy duro con la caracterización de los frutos aún imperfectos de las misiones católicas de los tres últimos siglos.

A la luz, por lo tanto, de una historia imparcial por encima de prejuicios de raza y de religión, tras una comparación con los primeros años de la conquista española de América con la primera o las dos primeras generaciónes de asentamientos ingleses, hay que considerar la conversión y civilización de Filipinas en los cuarenta años que siguieron a la llegada de Legazpi como un logro sin paralelo en la historia. Un exámen de lo conseguido en el mismo fin del mundo con un puñado de soldados y una banda exigua de misioneros revelará sin ninguna duda las razones de este veredicto. Tenemos para este quehacer la fortuna de estar en posesión, entre otro material, de una relación verdaderamente clásica de la condición de las islas a principios del siglo XVII escrita por un hombre de formación investigadora y mentalidad filosófica, el Dr. Antonio Morga, que vivió ocho años en las islas como empleado del gobierno. (29)

Influencia civilizadora de los Frailes

Los españoles encontraron en la población de las islas gentes de dos tipos contrastados y que todavía existen –los malayos y los negritos. Después de la introducción del cristianismo se clasificaba a los nativos comunmente de acuerdo con su religión como indios (nativos cristianos), moros (30) (nativos mahometanos) y Paganos (gentiles) o infieles. Las creencias religiosas de los malayos no tenían nada de tenaces y cedieron con facilidad a los esfuerzos de los misioneros. El pintoresco e imponente ceremonial de la iglesia impresionó y halagó el gusto de los nativos por lo espectacular.

A su organización social y política le faltaba cohesión. No había estados bien establecidos sino más bien colecciones de grupos pequeños semejantes a clanes. El liderato de estos pequeños grupos o barangays era hereditario y la autoridad del jefe del barangay despótica. (31) Esta desintegración social facilitó inmensamente la conquista; y por medio de una combinación de tacto y conciliación, con el apoyo efectivo de las armas pero con muy poco derramamiento de sangre, la soberanía española se sobreimpuso a estos grupos sin coordinación, cuyo caracter esencial se preservó como parte del complejo administrativo colonial. A la vez este sistema fue una adaptación del desarrollado en Nueva España. Construyendo sobre las instituciones existentes del barangay como unidad administrativa, los españoles intentaron familiarizar y acostumbrar a los indios a la vida sedentaria de poblados y a un trabajo moderado. Sólo bajo estas condiciones se pudo proveer instrucción religiosa y ejercer su control sistemático. Estos poblados se llamaban comunmente pueblos o reducciones y a los indios que huían para sustraerse a la disciplina de la vida civilizada se llamaba remontados.

Como símbolo de lealtad y para sufragar los gastos del gobierno, a cada familia india se le imponía un tributo de ocho reales, como un dólar, y a efectos tributarios se distribuía a la población en grupos sociales especiales, semejantes a señoríos feudales, llamados encomiendas. El tributo de ciertas encomiendas era exclusivamente para el rey. Se concedían también encomiendas a oficiales del ejército español o del gobierno. (32)

La Memoria de las Encomiendas en las Islas en 1591, justamente a veinte años de la conquista de Luzón, revela un progreso extraordinario en la obra civilizadora. En la ciudad de Manila había una catedral con su palacio episcopal, monasterios de agustinos, dominicos y franciscanos, y una casa de jesuitas. El rey mantenía un hospital para españoles y había otro hospital para indios a cargo de dos legos franciscanos. La guarnición era de doscientos soldados más o menos. El barrio chino del Parián contaba con unas doscientas tiendas y una población de alrededor de dos mil almas. En el suburbio de Tondo había un convento de franciscanos y otro de dominicos que ofrecían educación cristiana a unos cuarenta sangleyes (mercaderes chinos) convertidos.

En Manila y alrededores se recaudaban nueve mil cuatrocientos diez tributos, lo que indica una población de unas treinta mil seicientas cuarenta almas bajo la instrucción de trece misioneros (ministros de doctrina), aparte de los frailes en los monasterios. En la antigua provincia de Pampanga el cálculo de población era 74.700 con veintiocho misioneros; en Pangasinán 2.400 almas con ocho misioneros; en Cagayán e islas Babuyanes 96.000 almas pero sin misioneros; en La Laguna 48.400 almas con veintisiete misioneros; en Bicol y Camarines con la isla de Catanduanes 86.640 almas con quince misioneros, etc. lo que montaba un total de 166.903 tributos en las islas o 667.612 almas al cuidado de ciento cuarenta misioneros de los que setenta y nueve eran agustinos, nueve dominicos, y cuarenta y dos franciscanos. Las encomiendas del rey eran treinta y una y las privadas doscientas treinta y seis. (33)

Fray Martín Ignacio en su Itinerario, la primera descripción impresa de las islas (1585), dice: “En la opinión común de nuestro tiempo hay mas de cuatrocientas mil almas entre conversos y bautizados.” (34)

El sistema de encomiendas fue la causa de muchas dificultades y opresión en la América hispana. En Filipinas tampoco estuvo libre de males. El pago de tributos fue también un irritante para los nativos y al principio era frecuente someter a los indios a trabajos forzados, pero durante este periodo de transición y más tarde, el clero abogó constantemente por un trato humano y se interpuso entre los nativos y las autoridades militares. Esta solicitud de los misioneros por sus hijos espirituales y los males de los que querían protegerles está claramente patente en la Relación de las Cosas de Filipinas de Domingo de Salazar, el primer obispo, a veces llamado el “Las Casas de Filipinas.” (35)

Que lo que consiguió la conquista real de las islas fue este espírirtu de bondad, amor cristiano y disposición fraterna de los misioneros está abundantemente constatado por observadores cualificados de varias nacionalidades y periodos, (36) pero la prueba más convincente es el número ridículo de efectivos militares que hizo falta para sostener el prestigio del rey católico. El ejército organizado en 1590 para la defensa del país tenía unos efectivos de ¡cuatrocientos hombres! (37) No es de extrañar que un antiguo virrey de Nueva España afirmara: "En cada fraile tenia el rey en Filipinas un capitan general y un ejercito entero." (38)

Los esfuerzos de los misioneros en modo alguno se limitaban a la instrucción religiosa, también se dirigían a a promover el avance social y económico de las islas. Cultivaron en los nativos su gusto innato por la música y enseñaron español a los niños. (39) Introdujeron avances en la agricultura del arroz, trajeron de América el maíz y el cacao y desarrollaron el cultivo de índigo, café y caña de azúcar. La única planta comercial introducida por una agencia del gobierno fué el tabaco. (40)

Manila, Boston y Nueva York en el siglo XVII

La descripción que hace Morga en 1603 de la joven capital del reino insular de Nueva Castilla, nombre dado a Filipinas por Felipe II, invita a una comparación con Boston, Nueva York o Filadelfia en el siglo XVII. Una muralla de piedra de tres millas rodeaba la ciudad. Había dos fuertes y un bastión, cada uno con su guarnición de unos pocos soldados. La residencia del gobierno y edificios de oficinas eran de piedra, espaciosos y bien aireados. Los edificios municipales, la catedral y los monasterios de tres órdenes religiosas eran del mismo material. Los jesuitas, además de ofrecer estudios especiales para los miembros de su orden, regían un colegio para la educación de la juventud española. Felipe II ordenó el establecimiento de este colegio en 1585 que se abrió solo en 1601. (41) Antes, en 1593, se había establecido un colegio de monjas para niñas, (42) el de Santa Potenciana.

En provisión para enfermos y desamparados, Manila iba en el siglo XVII muy por delante de cualquier ciudad en las colonias inglesas, estado que continuó por más del siglo y medio siguiente. (43) Primero estuvo el hospital real para españoles con sus médicos y enfermeros; el hospital de los franciscanos para indios administrado por tres sacerdotes y cuatro hermanos de obediencia que eran médicos y apotecarios y cuya maestría obraba curas sorprendentes en medicina y cirurgía; la Casa de la Misericordia, que aceptaba esclavos enfermos, proveía albergue a huérfanas, y atendía a otros problemas; y por último el hospital para sangleyes o mercaderes chinos en el barrio chino. (44) Dentro de la muralla había unas seiscientas casas, casi todas de piedra y habitadas por españoles. Edificios sustanciales, gentes bien vestidas, abundancia de provisiones y otras necesidades de la vida humana hacían de Manila, en palabras de Morga, “una de las ciudades más elogiadas del mundo por los viajeros que llegan a ella.” (45) Había otras tres ciudades en las islas, Segovia y Cázeres en Luzón, y la ciudad de “El Santísimo Nombre de Jesús” en Cebú, el asentamiento español más antiguo del archipiélago. En la primera y tercera había unos doscientos habitantes españoles, en Cázeres como un centenar. En Santísismo Nombre de Jesús había un colegio de jesuitas.

Los indios tenían su propio alfabeto antes de la llegada de los españoles y la capacidad de leer y escribir era bastante general entre ellos. Sin embargo no tenían literatura de ningún tipo. (46) Un sacerdote jesuita que vivó en las islas dieciocho años y escribía no mucho más tarde de 1640, nos dice que para entonces los tagalos habían aprendido a escribir de izquierda a derecha en vez de perpendicularmente como acostumbraban hasta entonces, pero escribían sólo a efectos de correspondencia. No había todavía libros en lenguas locales a no ser los escritos por los misioneros sobre religión. (47)

Exito de la cristianización

Los Frailes y Morga hablan en genral con no poca satisfacción de lo que respecta a la vida religiosa de los indios. Fray Martín Ignacio escribe en 1584: “Los bautizados reciben la fe con gran firmeza, y son buenos cristianos, y serían mejor si se les ayudara con buenos ejemplos.” (48) Naturalmente, los soldados españoles dejaban bastante que desear como ejemplos de buenos cristianos y Fray Martín cuenta la historia de un nativo principal de vuelta del país de los muertos –“un caso extraño que sucedió realmente en una de estas islas,”– que habló a sus paisanos de “los beneficios y delicias” del cielo, lo que “dió ocasión a que algunos recibieran el baustismo inmediatamente mientras que otros demoraban diciendo que si había soldados españoles en la gloria no querían ir allí por no estar en su compañía.” (49)

Morga escribía en 1603: “Es la más estricta verdad que los negocios de la fe han tomado buen pié: la gente tiene buena disposición e ingenio y han visto los errores de su paganismo y las verdades de la religión cristiana; tienen buenas iglesias y monasterios de madera, bien construídos, con santuarios y ornamentos brillantes, y todo lo necesario para el servicio, cruces, candelas, cálices de oro y plata, muchas cofradías y actos religiosos, asiduidad a los sacramentos y presencia en los servicios divinos, y cuidado en el mantenimiento y aprovisionamiento de sus monjes, con gran obediencia y respeto; dan también para las oraciones y entierro de sus muertos y ejercitan todo ello con puntualidad y liberalidad.” (50)

Una generación después las memorias de los religiosos eran menos optimistas: “Reciben con facilidad nuestra religión y su falta de penetración intelectual les ahorra profundizar en las dificultades de los misterios. Son demasiado descuidados en cumplir con las obligaciones del cristianismo que profesan y tienen que ser obligados por miedo al castigo y dirigidos como niños de escuela. Borracheras y usura son los dos vicios más comunes que los esfuerzos de nuestros monjes no han sido suficientes a extirpar.” (51) Que estos esfuerzos se coronaron más tarde con una gran medida de éxito se demuestra por el testimonio casi unversal sobre las costumbres moderadas de los filipinos.

‘Edad de Oro’ y declive

Se ha llamado a este primer periodo de la historia filipina su “Edad de Oro.” Ciertamente  ningúna otra generación fue testigo de tales cambios ni progreso. Fué la época del mayor poderío español, cuyo declive y consiguiente decrepitud no pudo dejar de afectar a la colonia. Este empeoramiento fue en no pequeña medida consecuencia del tremendo esfuerzo que hizo el país por retener y solidificar su poder en Europa al mismo tiempo que soportaba el peso de las nuevas empresas en América y Filipinas. Una de las más extrañas coincidencias de la historia es que precisamente en los años en que los españoles llevaban a cabo la labor única de redimir a un pueblo oriental del barbarismo y paganismo trayéndolo al cristianismo y a la civilización, todo el poderío de la madre patria se empleaba en un conflicto tremendo en Europa que sólo trajo ruina y desolación a las provincias más prósperas de su dominio minando su propia capacidad de crecimiento.

Forzando al máximo sus energías por muchos años para oponerse a la marea de cambio y progreso, suprimiendo la libertad de pensamiento con vigor implacable y aislándose junto con sus dependencias contra ideas nuevas, el conservadurismo se convirtió en condición inmutable y los órganos de gobierno se osificaron. Políticas de restricción comercial que pudieron ser justificables o al menos explicables razonablemente en el siglo dieciséis –prueba contra la innovación y progreso– estuvieron vigentes hasta más allá del siglo dieciocho. En consecuencia, en el periodo de rápido crecimiento colonial de las potencias de Francia, Holanda e Inglaterra a mediados de siglo XVII, las colonias españolas se encuentraron bajo un régimen comercial que impidió cada vez más su prosperidad y bloqueó efectivamente su progreso.

El contraste entre las posesiones españolas y las de otras potencias marítimas se se agudizó con el tiempo. El conservadurismo insuperable del gobierno central ofreció pocas oportunidades para el desarrollo de una clase de oficiales coloniales energéticos y progresivos, mientras que la corrupción corroía el servicio civil colonial.

Estas condiciones de ausencia de espíritu de progreso, hostilidad hacia nuevas ideas, ausencia de desarrollo de recursos, y la prevalencia de cohecho y corrupción justifican hoy una condena abundante y enfática del sistema colonial español. Pero de cualquier manera que se observe este sistema no debemos perder de vista el precio terrible del progreso en las colonias tropicales de Holanda, Francia e Inglaterra; ni tampoco dejar de comparar los pueblos de Filipinas en el siglo XVIII con las plantaciones de Santo Domingo, Jamaica, o Java, o con las de Cuba en el siglo XIX cuando el espíritu de progreso irrumpió en la isla.

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Es mi intención ahora poner de relieve los rasgos caraterísticos de la obra realizada en las islas que resultó en la conversión de una colección de tribus malayas a la civilización cristiana y aseguró para ellas una existencia feliz y pacífica a nivel tan alto como no había alcanzado ningún pueblo de color en ninguna parte del mundo ni ningún pueblo oriental por tan largo tiempo. Hago esto para facilitar el entendimiento de la colección de materiales históricos de esta serie y para establecer el fundamento de una comparación apreciativa de las instituciones de Filipinas con las de otras dependencias europeas en el trópico.

Una mirada como ésta a la vida filipina bien puede empezar con una descripción del gobierno de las islas. A esto seguirá otra del sistema comercial y del estado de las artes, educación, religión y otros baremos de la vida social durante el siglo XVIII y los primeros años del XIX antes de la irrupción de las varias y distrayentes corrientes de la vida y pensamiento modernos. En algunos casos se presentarán detalles relevantes tomados de obras de testigos competentes cuyas observaciones datan de antes y también después de esta época. Creo que este será un procedimiento legítimo para describir una condición social tan estacionaria en su totalidad como la de Filipinas antes del siglo pasado.

Desde un principio, los asentamientos e España en Filipinas fue

ron misión, no colonia en en el sentido propio de la palanra.  Se fundaron y administraron en interés de la religión más bien que del comercio o la industria. Fueron avanzadilla de la cristiandad desde donde las fuerzas misioneras pudieran desplegarse hacia los grandes imperios de China y Japón, de hecho apenas empezaban a rendirse los nativos a los esfuerzos de los frailes cuando estos se lanzaban a la aventura de China y morían martirizados en Japón. Al examinar la administración política de Filipinas debemos estar preparados a descubrir que es algo como una vestimenta exterior bajo la cual el cuerpo vivo era eclesiástico. Gobernadores energétcos se rebelaron contra esta sujeción a la influencia e intereses de la iglesia, y la historia de la dominación española está llena de luchas entre los poderes civiles y religiosos que a escala menor reproducen la rivalidad medieval entre Papas y Emperadores.

Los gobiernos coloniales son por necesidad adaptaciones de instituciones domésticas familares a funciones nuevas. El gobierno de España en el siglo XVI no era una monarquía centralizada sino un grupo de reinos unidos sólo parcialmente por tener un mismo soberano, una misma lengua y una misma religión. El Rey de España era también soberano de otros reinos fuera de la península. Consecuentemente, al proveer de organización política al Nuevo Mundo se vió conveniente dividirlo en reinos y capitanías generales con una maquinaria administrativa adaptada de la española.

El Gobernador y el Capitán General

Residencia

De acuerdo con este procedimiento, las islas Filipinas se constituyeron en reino al cuidado de un gobernador y capitán general con verdaderos poderes regios limitados sólo por el control ejercido por el tribunal supremo o ‘Audiencia’ y por el duro juicio de la ‘residencia’ al fin de su oficio. Entre sus extensas prerrogativas estaba el poder de nombramientos que abarcaba todas las ramas del servicio público en las islas. Era también ex officio Presidente de la Audiencia. (52) Tenía asignado un salario de $8.000 al año (53) que podía aumentar considerablemente con regalos o sobornos. (54)

En opinión del astrónomo francés Le Gentil, las limitaciones al poder impuestas por la Audiencia eran la única salvaguardia contra un despotismo arbitrario pero Zúñiga denunció una generación después que en general los esfuerzos de la Audiencia en esta dirección no fueron efectivos. (55) La residencia a que se hace alusión anteriormente fue una institución peculiar en el sistema colonial español de los tiempos modernos. Se conceptuó para proveer un método de exigir responsabilidades rigurosas a los oficiales por todos sus actos durante el ejercicio del oficio.

Se confía en nuestros tiempos en la fuerza de una opinión pública inspirada y formulada por la prensa y, en comunidades autogobernadas, por la celebración de elecciones frecuentes. La potencia de la cohesión de un partido infunde vigor a estas agencias o neutraliza su efectividad dependiendo de casos. Pero en los dias del nacimiento del imperio español más allá de los mares ni había elecciones libres ni prensa pública; y criticar la gobierno era sedición. Se pensaba que permitir poner a prueba los poderes de un goberndor durante su oficio ante un tribunal hubiera sido subvertir su autoridad. Así que se ideó ponerle límites haciéndole consciente de que le llagaría un dia de juicio donde a todo el mundo, incuso al indio más pobre, se le daba oportunidad de acusarle desde la más perfecta seguridad. (56)

La residencia de un gobernador de Filipinas duraba seis meses, la llevaba a cabo su sucesor y se enviaban todas las acusaciones a España. (57) El viajero italiano Gemelli Careri que pasó por Manila en 1696 caracteriza a la residencia del gobernador como una “experiencia durísima cuya gravedad a veces destrozaba sus corazones.” (58)

Por otra parte, un observador agudo de las institucines de la América Española del pasado intima que las severidades de la residencia podan mitigarase y sin duda eso sucedía en Filipinas. (59) Parece que la residencia perdió su eficacia hacia finales del siglo XVIII. (60) El oficio de gobernador ciertamente no era puesto fácil de proveer y la distancia de Europa, el aislamiento y las vejaciones de la residencia hacian difícil encontrar al hombre idóneo para el cargo.

Un oficial con treinta años de experiencia laica y eclesiástica asegura a principios del siglo XVII que sólo había conocido un gobernador preparado para el oficio, Gómez Pérez Dasmariñas. Hizo más en tres años por la felicidad de los nativos más que tods sus predecesores o sucesores. Hubo goberndores sin experiencia política previa y a otros les faltaban las cualidades necesarias para convertirse en ejecutivos coloniales efectivos. (61)

La Audiencia

El tribunal supremo o Audiencia estaba compuesto por cuatro jueces (‘oidores’), un fiscal, un alguacil, etc. El gobernador, que ejercía de presidente, no tenia voto. (62) Además de las funciones propias del más alto tribunal de apelación en casos civiles y criminales, tenía también, como se mencionó anteriormente, la de servir de control al gobernador. Hasta 1715 la Audiencia se encargaba de la administración interina entre la muerte de un gobernador y la llegada de su sucesor y el primer oidor asumía el mando militar. (63) Asignados al tribunal había abogados defensores, un defensor de los indios, y otros oficales menores. En asuntos de importancia pública el gobernador tenía que consultar a la Audiencia requieriendo las opiniones de los oidores. (64)

Alcaldes Mayores y Audiencias Provinciales

Las islas se subdividieron administrativamente en Provincias bajo alcaldes mayores que ejercían funciones al mismo tiempo ejecutivas y judiciales y gestionaban el cobro de impuestos. (65) A los alcaldes mayores se les permitía dedicarse al comercio por su cuenta, lo que con bastante frecuencia les tentó a dedicarse prioritariamente al negocio y a explotar a los indios. (66)

El tribunal provincial estaba formado por el alcalde mayor, un asesor que era abogado, y un notario. El favoritismo y corrupción que permeaba el servicio público de España en las colonias colocó a menudo a incompetentes en posiciones de responsabilidad. Tomás de Comyn, observador de gran competencia y encargado por muchos años de la Compañía Comercial Filipina, ha descrito con colores oscuros, quizás algo exagerados, los males del sitema. (67)

El Gobernadorcillo

La provincias estaban compuestas de pueblos cada uno con su 'gobernadorcillo.' El gobernadorcillo era indio y se elegía cada año. En el tiempo de Morga parece ser que todos los indios casados tenían derecho a sufragio, (68) pero en el último siglo estaba limitado a trece electores. (69) Al gobernadorcillo se le llamaba comunmente ‘capitán.’ La gente de los pueblos se agrupaba en unidades de cuarenta o cincuienta tributos llamados ‘barangays’ bajo la supervisión de ‘cabezas’ de barangay. Estos cabezas de barangay son herencia de la anterior organización en clanes y eran responsables de los tributos de sus grupos. Al principio el oficio de cabeza de barangay era sin duda hereditario, con el tiempo llegó a ser, en general, electivo. (70)  Los electores del gobernadorcillo eran los que eran o habían sido cabezas de barangay que después de tres años de servicio podían ser candidatos a gobernadorcillo.

Gobierno en ciudades españolas

El gobierno local de las pocas ciudades españolas de las islas se parecía al que prevalecía en América, que a su vez estaba calcado del de España. Valga Manila como ejemplo. La corporación o ‘Cabildo’ estaba formada por dos alcaldes ordinarios, ocho regidores, un secretario y un alguacil. Los alcaldes eran jueces y la corporación los elegía cada año de entre los vecinos. Los regidores eran concejales y junto con el secretario y el alguacil ejercían el cargo permanentemente y lo tenían en propiedad de manera que podía ser comprado y vendido o heredado. (71)

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Volviendo ahora a la administración eclesiástica, encontramos en ella los verdaderos órganos vitales del sistema de gobierno en Filipinas. 

Clero secular y clero regular

Parecería a un observador moderno, como le pareció al científico francés Le Gentil, que las islas estaban ‘apestadas’ de clero. Y sin embrago España pudo mantener su autoridad sólo por la intermediación de los frailes. (72) Sus esfuerzos hicieron, circunscribiendo los efectos, que un servicio civil corrupto y un sistema comercial inútil y decrépito resultaran relativamente inofensivos. El continuo y paternal interés del clero hizo más que equilibrar el peso tributario. (73) Supervisaron el cultivo de la tierra lo mismo que la vida religiosa de la gente y administraron los trabajos de educación y beneficiencia. (74)

La cabeza del sistema eclesiástico era el Arzobispo de Manila que en cierto sentido era el Patriarca de la Indias. (75) Los otros altos dignitarios eclesiásticos eran los tres obispos de Cebú, de Segovia en Cagayán y de Cáceres en Camarines; y los provinciales de las cuatro grandes órdenes religiosas, Dominicos, Agustinos, Franciscanos, Agustinos descalzos y de los Jesuitas. (76) Al principio el clero regular (los miembros de las órdenes) contaba con muchos más efectivos que el secular y reusó reconocer que estaba sujeto a visitas del obispo o del arzobispo, posición que dio lugar a veces a enfrentamientos violentos. La proporción en el número de seculares creció durante los siglos XVIII y XIX. En 1750 el número total de parroquias era de 569 de las que 142, con 147.269 personas, estaban bajo el clero secular. Los números a cargo de las órdenes eran como como sigue a continuación:
 

 

Pueblos

Almas

Augustinos

           115

          252,963

Franciscanos

             63

          141,193

Jesuitas

             93

          209,527

Dominicos

             51

            99,780

Recoletos

           105

            53,384

en total  569 parroquias con 904.116 almas.(77) Estas cifras sin embargo no dan una idea correcta de la preponderancia enorme de las órdenes religiosas porque los sacerdotes seculares eran casi todos indios y no podian ejercer cosa que se pareciera a la influencia que tenían los frailes sobre sus curatos. (78)

Los frailes como agentes socio-políticos

Los frailes ejercían dominio sobre estos cientos de pueblos con el despotismo suave del pastor sobre su rebaño. Los oficiales españoles entraban en ellos sólo ocasionalmente, los soldados sólo para apagar desórdenes. No se permitía a los españoles vivir en estas comunidades y se vigilaba estrechamente a los visitantes. (79) Como apenas se hablaba español en las provincias, el cura era el intermediario natural en todas las comunicaciones entre nativos y oficiales o forasteros. En algunas provincias no había más blancos que el alcalde mayor y los frailes.

Sin soldados, el alcalde mayor dependía por necesidad de la influencia de los frailes para descargar sus obligaciones de gobernador provincial. Tomás de Comyn se entusiasma al observar sus servicios a la civilización y al buen orden cuando escribe:

“Visitamos las Islas Filipinas y observaremos con asombro grandes espacios salpicados de templos y conventos espaciosos, los servicios divinos celebrados con pompa y esplendor; regularidad en las calles e incluso lujo en casas y vestidos; escuelas en todos los pueblos donde se enseñan los primeros rudimentos y la población bien versada en el arte de escribir. Veremos allí caminos elevados, puentes construídos con buena arquitectura y en resumen, toda medida de buen gobierno y política llevados a efecto en la mayor parte del país; y todo ello se debe a los esfuerzos, labor apostólica y patriotismo puro de de los ministros de la religión. Viajemos por las provincias y veremos poblados de 5, 10 y 20.000 indios gobernados pacíficamente por un débil anciano que, con sus puertas abiertas a todas horas, duerme tranquilo y seguro en su casa sin ninguna otra magia ni guardia que el amor y el respeto con que haya sabido inspirar a su rebaño." (80)

Si esto parace demasiado rosa no hay que olvidarse que en aquel tiempo la proporción de blancos a indios era alrededor de uno a mil seiscientos (81), que la gran mayoría de estos vivían en Manila, y que todos los efectivos militares regulares del país no pasaban de dos mil. (82) Como se ha indicado, estas condiciones duraron hasta un tiempo relativamente reciente. Hasta 1864 no había más que 4.050 españoles de los que 3.280 eran oficiales del gobierno, 500 clérigos, 200 terratenientes y 70 comerciantes; y en las provincias prevalecían las mismas condiciones descritas por Comyn. (83) En más de las mil doscientas poblaciones de las islas “no había ningún otro español, ninguna otra autoridad nacional ni ninguna otra fuerza de orden público que los frailes.” (84)

Organización eclesiástica superior

La Inquisición

Volviendo por un momento a la organización eclesiástica superior, las funciones judiciales de la iglesia se ejercían por el tribunal arzobispal y el comisario de la Inquisición. Constituído por el arzobispo, el vicario general y un notario, el tribunal episcopal entendía en casos de derecho canónico como los relativos al matrimonio y todos los casos referentes al clero. También podía juzgar casos de idolatría en indios o chinos. (85)

Para conservar la verdadera fe, la Santa Inquisición transplantada de Nueva España en 1569 alcanzaba con su largo brazo a través del gran oceano a Filipinas por medio de un comisario. Indios y chinos estaban eximidos de su jurisdicción. Sus procesos tenían muchos requisitos y debieron ofrecer a una proporción considerable de sus acusados la oportunidad de morir de muerte natural. El comisario debía primero informar de la ofensa al tribunal de Nueva España; el acusado debía ser trasladado a Méjico y si se establecía la culpa había que devolverlo a Filipinas a recibir sentencia. (86)

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La peculiaridad más saliente del viejo régimen en Filipinas es la reglamentación del comercio de las islas. El código de legislación colonial española, la Recopilacion de Leyes de los Reynos de las Indias, dedica todo un título con setenta y nueve leyes al comercio. Durante los treinta años que siguieron a la conquista no había restricciones al comercio de las islas por lo que su prosperidad avanzó con gran rapidez. (87) A petición de proteccionistas en España vino después un sistema de restricciones que limitó el comercio de las islas con América a una cantidad fija annual, lo que frenó efectivamente el desarrollo económico. Todos los viajeros antiguos se maravillaron de las posibilidades de las islas y de la ceguera de España, pero esta política, todo lo absuda que se quiera, no fue más que la aplicación lógica de un sistema proteccionista sin diferencia esencial de las formas que asume hoy en nuestras propias relaciones con Puerto Rico, Cuba y las Filipinas. (n.de t. el texto es de 1902)

Restriciones al comercio con Asia

Los mercaderes sevillanos, por cuyas manos pasaba toda la exportación española al Nuevo Mundo, miraban con aprensión a la importación de telas de China a América y a la exportación de plata de América para pagarlas. En Méjico y Perú la seda de China era más barata que la de España y cuanta más plata se exportara al oriente menos era la que se destinaba a España. Como consecuencia, en 1587 se prohibió el transporte de telas chinas de Méjico a Perú para protejer la industria española y reservar el mercado americano para los productores españoles. (88) En 1591 llegó la prohibición de todo comercio directo entre Perú y otras regiones de Suramérica con China y Filipinas, (89) y en 1593 un decreto –no aplicado rigurosamente hasta 1604– que limitaba el comercio entre Méjico y Filipinas a $250.000 anuales para las exportaciones a Méjico  y $500,000 para las importaciones de Méjico usando dos barcos de no más de 300 toneladas de capacidad de carga. (90) A ningún sujeto español se le permitía comerciar con China y el comercio chino estaba restringido a mercaderes de esa nación. (91)

Todo producto chino exportado a Nueva España debía ser consumido allí y el transporte de telas chinas a Perú en cualquier cantidad incluso como regalo, ayuda caritativa o para uso en el culto divino estaba absolutamente prohibido. (92) Como constantemente se evadía esta ordenación, en 1603 se prohibió sin más todo comercio entre Nueva España y Perú. (93) Al confinarlo dentro de límites tan estrechos, un comercio naturalmente tan lucrativo como el que había entre Filipinas y Nueva España no pudo más que resultar en enormes ganacias monpolísticas. Fue como una lotería en que cada billete tenía premio. Cada español estaba titulado a participar en estas ganancias enormes de acuerdo con su participación en el capital o su rango en la comunidad. (94) Lo seguro que resultaba esta munificiencia desde del principio del sistema desanimó a la industria y empresariado privados y retardó el crecimiento de la población española. (95)

Mecánica de regulación del comercio

Le Gentil y Zúñiga describen en detalle el método de gestión de esta empresa estatal (96) después de elevar los límites a $500.000 y $1.000.000 respectivamente para el viaje fuera y el de vuelta. La capacidad de carga del navío se medía tomando como unidad un fardo de unos dos pies y medio de largo, dieciseis pulgadas de ancho y dos pies de alto. Si el navío podía cargar cuatro mil de estos fardos, cada fardo podía empacarse con productos por valor de no más de ciento veinticinco dólares. El derecho a transportar se conocía como ‘boleta.’ Una mesa en el municipio formada por el gobernador, el fiscal, el deán de la audiencia, un alcalde, un regidor y seis ciudadanos determinaba la distribución de estas boletas. (97) Para facilitar la alocación y venta de boletas se dividían en ‘sextos', o sextas partes. Las boletas valían ordinariamente en el siglo XVIII de ochenta a cien dólares en tiempo de paz, en tiempo de guerra podían montar hasta más de trescientos dólares. (98)

Le Gentil nos cuenta que en 1766 se vendían a doscientos dólares y más y que el galeón de aquel año llevaba exceso de carga. (99) Cada oficial tenía derecho a una cantidad de boletas como parte de los beneficios de su oficio. Los regidores y alcaldes tenían ocho. Aquellos a quienes correspondían pocas y no les interesaba aventurarse en el viaje revendían sus boletas a mercaderes o especuladores que para comprarlas obtenían fondos a préstamo, normalmente de las corporaciones religiosas, al 25 y hasta el 35 por ciento anuales. Había inversores que a veces compraban hasta doscientas o trescientas boletas de esta manera. (100)

El mando del galeón de Acapulco era el regalo más grande que podía hacer un gobernador, lo concedía a “quien quisiera hacer feliz con la comisión” y equivalía a unos $50.000 a $100.000. (101) El paquete estaba compuesto por comisiones, parte de la venta del  pasaje, la reventa de sus boletas y los regalos de los mercaderes. El capitán Argüelles relató a Careri en 1696 que sus comisiones montaban de $25.000 a $30.000 y que en total podía rentar como unos $40.000 en el viaje; que el piloto hacía $20.000 y los oficiales $9.000 cada uno. (102) A los marineros se les pagaba trescientos cincuenta dólares incluído un avance de setenta y cinco dólares antes de zarpar. Los mercaderes realizaban unos beneficios de entre ciento cincuenta y doscientos por ciento. A fines del siglo XVIII el pasaje para el viaje a Acapulco, el más duro, era de $1.000 y para la vuelta de $500. (103) El viaje de Careri a Acapulco duró doscientos cuatro dias. El viaje de retorno a Manila duraba normalmente de setenta y cinco a noventa dias. (104)

La descripción que hace Careri de su viaje es un dibujo vívido de la dureza de los antiguos viajes oceánicos, cuando los pasajeros de cabina sufrían infinitamente más que el ganado hoy dia. Era un viaje “suficiente para destruir a un hombre o inutilizarle de por vida;” y sin embargo había “quien se aventuraba a hacerlo cuatro, seis, y hasta diez veces.” (105)

Acapulco en Nueva España no tenía mucha más razón de su existencia que la feria anual cuando atracaba el navío de Manila –o la flota de plata del Perú. El evento transformaba lo que más propiamente se pudiera llamar “un pobre poblacho de pescadores” en “ciudad populosa” por el espacio de unas dos semanas. (106)

Cambios en las ordenanzas comerciales desde 1734

El comercio entre Filipinas y Méjico se llevó de esa manera de 1604 a 1718, cuando los fabricantes de seda de España consiguieron prohibir la importación de productos de seda china a Nueva España para contrarrestar el declive de su industria. Siguió una lucha prolongada delante del Consejo de Indias, y en 1734 se revocó la prohibición y se fijaron los límites de mercancías para el este y el oeste respectivamente en $500.000 y 1.000.000. (107) La última nao, como se llamaba al galeón Acapulco-Manila desplegó velas en Manila en 1811 e hizo a última travesia de vuelta en 1815. De ahí en adelante se privatizó el comercio, se limitaron las exportaciones anuales a $750.000 y se abrieron los puertos de San Blas (Méjico), Guayaquil (Ecuador) y Callao (Perú) para ese comercio.

Otros cambios fueron el establecimiento de comunicación directa con España y el comercio con Europa por medio de un navío nacional en 1766. (108) Estas expediciones duraron hasta 1783 y su función pasó en 1875 a la Real Compañía Filipina, organizada con un capital de $8.000.000 a la que se le concedió el monopolio de comercio entre España y las islas. (109) Los mercaderes de Manila se resintieron de la invasión de su monopolio comercial e hicieron todo lo posible en todo tiempo por poner a las operaciones de la nueva compañía en situaciones embarazosas. (110) Se disolvió en 1830.

Efectos negativos del sistema colonial de comercio

Con este sistema se aseguró para España la exclusividad del mercado suramericano de manufacturas pero la protección no evitó el deterioro de la industria española y retardó el bienestar y progreso de Suramérica. Se permitió un comercio limitado entre Méjico y Filipinas cuyos beneficios aprovecharon a los españoles que vivían en Filipinas y contribuyeron a las fundaciones religiosas. Pero el monopolio no ofreció ventajas permanentes a los residentes españoles. Se limitaba a una selección muy reducida de productos y minó todo ánimo de industria.

Zúñiga dice que el comercio hizo ricos en poco tiempo y con poco trabajo pero muy pocos; que con dificultad se podían contar en Manila cinco españoles con una renta de $100.000 ni un centenar con $40.000 y que el resto vivía de la hacienda real o en la pobreza, (111) “En las calles de Manila se veía cada mañana en la mayor miseria y pidiendo limosna a los hijos de hombres que se habían hecho ricos y habían dejado gran herencia que sus hijos habían disipado por no haber sido bien formados en su juventud.” (112) Las grandes posibilidades de Manila como entrepuerto de comercio asiático nunca se realizaron porque aunque la ciudad gozaba de comercio abierto con los japoneses, chinos y otros orientales (113), este comercio se negó a los europeos; y siempre se obstruyó el crecimiento del comercio con China por la falta de mercancías en el viaje de vuelta debida a las limitaciones impuestas al comercio con América y a la falta de inclinación de los filipinos a trabajar para producir más de lo necesario para asegurar una vida confortable y el pago de impuestos. Que el sistema fue perjudicial para el progreso económico de las islas siempre fue obvio y los oficiales españoles denunciaron sus males repetidas veces. Y no sólo fue perjudicial para la prosperidad de las islas, también perjudicó al desarrollo de Méjico.

En 1637 Grau y Monfalcon informaba que había catorce mil personas empleadas en Méjico en manufacturas a base de seda bruta importada de China, industria que pudo haberse promovido relajando las restricciones al comercio. Hubiera sido también beneficioso para los indios de Perú poder comprar lino de Filipinas a cinco ochavos la yarda en vez de tener que comprar lino ruano a diez veces ese precio. (114) Pero semejantes razonamientos tenían la misma acogida que tienen con frecuencia hoy dia y no hubo gran cambio en casi dos siglos. 

Legislación humana

Hemos pasado revista a la administración eclesiástica, política y comercial de Filipinas en tiempos antiguos; se puede pasar ahora a una encuesta de algunos de los resultados más notables del systema como todo. Esto es especialmente necesario por la opinión tradicional y prevalente en muchos círculos de que el sistema colonial español fue siempre y en todo lugar un sistema opresivo y de explotación; cuando de hecho, el sistema español, en cuanto sistema de leyes, impidió siempre la explotación efectiva de los recursos de la colonia y fue mucho más humano en su trato a los pueblos dependientes que el sistema francés o el inglés.

Si por una parte los primeros conquistadores trataron a los nativos con crueldad espantosa, el gobierno de España legisló más sistemáticamente y con más benevolencia para protegerlos que cualquier otra potencia colonizadora. Al tiempo de las primeras conquistas sucedieron las cosas demasiado rápidamente para el gobierno central en aquellos dias de comunicaciones lentas, y los horrores del choque entre los desalmados buscadores de oro y los sencillos hijos de la naturaleza, según la descripción de Las Casas diseminada por Europa, se convirtieron en la característica tradicional y aceptada del gobierno español. (115) El imperio colonial español duró cuatrocientos años y una elemental justicia histórica dicta que no ha de ser juzgado por sus principios o por su colapso.

La lejanía de Filipinas y la ausencia de ricos depósitos de oro y plata hizo relativamente facil al gobierno asegurar la ejecución de su humana legislación y a la iglesia dominar la colonia y guiar su desarrollo como una gran misión a beneficio de sus habitantes. (116) Al mismo resultado contribuyó el poco ilustrado proteccionismo de los mercaderes sevillanos, porque los impedimentos que interpusieron al desarrollo del comercio Filamericano bloquearon efectivamente la explotación de las islas. A la vista de la historia de nuestros propios estados sureños, tanto como de la historia de las Indias Occidentales, nunca debería olvidarse que aunque las Filipinas están en los trópicos, nunca vieron las escenas horrorosas del comercio de esclavos de Africa o del desperdicio de vidas humanas por el trabajo en el antiguo sistema de plantaciones.

La condición de los aldeanos de una misión en Filipinas es digna de envidia comparándola con la de los nativos en otras islas del archipiélago o la de los campesinos de Europa del mismo tiempo. Valgan como ilustración y prueba de este punto de vista unas pocas citas de testigos dignos de toda credibilidad, todos ellos viajeros con conocimientos extensos del oriente.

La Pérouse, Crawfurd

La Pérouse, famoso explorador francés que visitó Manila en 1787, escibió:

“Tres millones habitan estas diferentes islas y en la de Luzón vive una tercera parte. No me parece que estas gentes sean inferiores bajo ningún concepto a las de Europa; cultivan la tierra con inteligencia, son carpinteros, ebanistas, herreros, joyeros, tejedores, albañiles, etc. Me he movido entre sus poblados y las he encontrado amables, hospitalarias, afables, etc.” (117)

Una generación más tarde, Crawfurd, el historiador inglés del archipiélago indio que vivió en la corte del sultán de Java como residente inglés, ofrece una comparación de la condición de Filipinas con la de otras islas del este que merece reflexión seria.

“Es notable que la administración india de uno de los peores gobiernos de Europa, y una donde los principios generales de buen gobierno son menos entendidos, –una también que nunca fue hábilmente ejecutada, haya sido en balance la menos dañina a la felicidad y prosperidad de los habitantes nativos del país. Sin duda este ha sido el caracter de la conexión española con Filipinas, con todos su vicios, desatinos e iliberalidades; y la condición presente de estas islas ofrece prueba irrefutable del hecho. Casi todos los otros paises del archipiélago están hoy en cuanto a riqueza, poder y civilización se refiere en peor condición que cuando los europeos conectaron con ellos hace tres siglos. Sólo Filipinas ha avanzado en civilización, riqueza y población. Cuando fueron descubiertas, la mayoría de las tribus eran una raza de salvajes medio desnudos, inferiores a todas las demás tribus más avanzadas que por entonces movían un comercio activo y gozaban de un cupo respetable de las necesidades y comodidades de un estado civilizado. Y sin embargo hoy dia son en general superiores en casi todo a cualquiera de las otras razas. Este es un dato valioso e instructivo.” (118)

Mallat, Bowring

En 1846 Mallat, que por algún tiempo llevó la administración del principal hospital de Manila, se hizo eco del juicio de Crawfurd de 1820 al expresar su opinión de que los habitantes de Filipinas gozaban de una vida más libre, feliz y plácida que la de los habitantes de las colonias de cualquier otra nación. (119)

A Sir John Bowring, gobernador de Hongkong por muchos años, le impresionó la ausencia de castas:

"En general, encontré que prevalecía una urbanidad amable y generosa, –relación amistosa donde se intentó esa relación–, con las líneas de demarcación y separación menos marcadas e impermeables que en la mayoría de los países orientales. He visto en la misma mesa al español con el mestizo, el cura indio y el soldado. Sin duda la misma religión crea un vínculo común; pero para quien ha observado las alienaciones y repulsas de casta en muchos lugares del mundo oriental –casta, la gran maldición social– los vínculos y comunicación libre entre hombre y hombre en Filipinas ofrecen un contraste digno de admiración.” (120)

Jagor

No menos sorprendente en su contenido general que el veredicto de Crawfurd es el del naturalista alemán Jagor que visitó las islas en 1859-1860.

“A España pertenece la gloria de haber elevado a un nivel relativamente alto de civilización, mejorando sustancialmente su condición, a un pueblo que encontró en un estado inferior de cultura, distraído por guerras mezquinas y gobiernos despóticos. Protegidos de enemigos exteriores, gobernados por leyes suaves, los habitantes de estas espléndidas islas en su generalidad, han progresado en recientes siglos a una vida sin duda  más confortable que la de las gentes de ningún país tropical bajo gobierno propio o europeo. Esto se explica en parte por condiciones peculiares que protegieron a los nativos de una explotación despiadada. Los monjes también contribuyeron de manera esencial a este resultado. Nacidos de gentes llanas, acostumbrados a la probreza y negación de sí mismos, sus obligaciones les pusieron en contacto íntimo con los nativos y estaban naturalmente equipados para adaptar una religión y moral extranjeras a usos prácticos. Y cuando en tiempos recientes empezaron a vivir en relativa riqueza y su celo piadoso empezó en general a relajarse en la medida del aumento en sus rentas, todavía siguieron contribuyendo muy esencialmente a sostener las condiciones al mismo tiempo buenas y malas que hemeos descrito, porque sin tener familia propia y sin una cultura refinada, la asociación íntima con los hijos de la tierra fue para ellos necesidad. Hasta su oposición orgullosa a las autoridades seculares resultó ventajosa para los nativos.” (121)

Palgrave

De una fuente muy diferente, el boceto encantador Vida Malaya en Filipinas de William Gifford Palgrave, tenemos un testimonio similar. Su concimiento profundo de la vida y carácter oriental y las experiencias variadas de su vida tan diversas como ser soldado y misionero jesuita en la India, peregrino a la Meca y cónsul inglés en Manila dan a su opinión un valor más que ordinario.

“Sonará algo paradójico a oídos europeos, pero la Islas Filipinas deben su prosperidad interna a un gobierno clerical más que a nada; y a lo mismo debe la población malaya su suficiencia y felicidad. El gobierno clerical mantuvo una y otra vez una barrera de piedad y justicia entre la raza débil y la fuerte, entre vencido y vencedor; y fue el protector seguro de los habitantes nativos, su bienhechor fiel, su líder y guia suficiente. Con el ‘Cura’ por padre y con la ayuda del ‘Capitán’, el poblado filipino siente y sabe poco de las vejaciones inseparables de la administración extranjera directa; y si bajo ese gobierno es raro el ‘progreso,’ como nos gusta llamarlo, el descontento y la necesidad lo son más.”

En comparación con la India, es significativa la ausencia de hambre, cosa que atribuye en parte a la gran proporción de propiedades pequeñas.

“La buena fortuna de Filipinas consiste no tanto en lo que tienen como en aquello de lo que carecen, la ausencia de la empresa y capital europeos. Unos cuantos colonos capitalistas europeos, unas cuantas haciendas gigantes, unas cuantas fábricas centrales, unas cuantas combinaciones, colosales y rentables, de trabajo organizado y producto que se compra, y todo el equilibrio equitativo entre capital y producción, posesiones y trabajo que hoy dia es suficiente para que viva un pobre campesino acabaría desorganizado, descolocado y roto; para ser sustituído por jornales, pobreza, ayuda del gobierno, subscripciones y hambre. Europa, gananciosa e insaciable Europa recogería la cosecha; pero ¿con qué se quedaría el Archipiélago, hoy feliz, contento y satisfecho sino con los rastrojos, escasez, necesidad, desasosiego, miseria?” (122)

Sawyer

El último testimonio que aporto del bienestar general de los nativos bajo el sistema antiguo es el de Mr. Sawyer.

“Si los nativos salieron malparados en obras de autores recientes la administración española salió peor, porque se la pinta con las tintas más oscuras y se la condena sin moderación. Era en verdad corrupta y defectuosa, qué gobierno no lo es? Sobre todo iba a rastra de los tiempos, y sin embargo no la faltaban buenos puntos.

“Hasta que una burocracia inepta sustituyó el sistema patriarcal antiguo y las rentas se cuadruplicaron por el aumento de impuestos, los filipinos eran una comunidad tan feliz como pudiera encontrase en cualquier colonia. La población se multiplicó tremendamente, vivían decentemente si no en la afluencia, se extendieron los cultivos y las exportciones aumentaron sin cesar. Seamos justos, ¿qu  colonia inglesa, francesa o holandesa poblada por nativos pudo compararse con Filipinas como eran hasta 1895?” (123)

Deficiencias del sistema

Estos juicios sorprendentes procedentes de tal variedad de fuentes son prueba suficiente que las ideas populares que tenemos del sistema colonial español necesitan tanta revisión cuanta las ideas populares necesitan normalmente. Pero no ha de olvidarse que el sistema-misión español, por útil y benevolente que fuese como agente que acercó a un pueblo bárbaro a la sombra de la civilización cristiana, no puede considerarse permanente a no ser que consideremos la vida simplemente como una preparación para el cielo.

Como sistema educativo tenía sus límites, podía educar hasta cierto punto pero no más allá. Prolongarlo más allá de ese estado sería prolongar hasta la tumba una niñez extremadamente protegida, sin permitir que la sustituyera una madurez asertiva. El status legal de los indios ante la ley era el de menores, y no se proveyó para que pudieran llegar a la mayoría. El clero miraba a estas cargas del estado como a niños de colegio de la iglesia y los obligaba a la observancia de sus ordenanzas con el palo. La Pérouse dice: “Sólo se pensó en hacer cristianos, no ciudadanos. Este pueblo estaba dvidido en parroquias y estaba sujecto a las más minuciosas y extavagantes observancias. Cada falta, cada pecado se castigaba con el palo. La falta de asistencia a misa o a las orciones tiene su pena fijada y, a órdenes del pastor, el castigo se administra a hombres y mujeres en la puerta de la iglesia.” (124) Le Gentil describe una escena así en una aldea cerca de Manila donde un domingo por la tarde observó una muchedumbre casi sólo de mujeres indias siguiendo a una mujer que había de ser azotada a la puerta de la iglesia por no haber ido a misa. (125)

La prevalencia de una supervisión y disciplina tan paternalista sobre la generalidad de la población en la colonia pudo afectar a la clase dominante. La Pérouse comenta sobre la ausencia de libertad en las islas: “No se goza de libertad: inquisidores y monjes observan las conciencias, oidores (jueces de la audiencia) toda actividad privada; el gobernador los movimientos más inocentes; una excursión al interior, cualquier conversación está bajo su jurisdicción; en fin, este país, el más hermoso y encantador del mundo, es sin duda el último donde un hombre libre eligiría vivir.” (126)

Es de suponer que la consecuencia natural de una supervisión tan constante fuera la apatía intelectual y que el avance intelectual fuera imposible. Y ciertamente, los avances en conocimientos científicos fueron en efecto bloqueados.

El astrónomo fancés Le Gentil provee una descripción interesante de la condición del conocimiento científico en dos universidades en Manila. Estas instituciones parecían ser los últimos bastiones de ideas y métodos escolásticos abandonados ya hacía tiempo en Europa. Un ingeniero español le confesaba francamente que “España estaba cien años por detrás de Francia en ciencias y Manila otros cien años por detrás de España.” De electricidad sólo se concocía el nombre y los experimentos en ese campo estaban prohibidos por la inquisición. Le Gentil albergaba considerables sospechas de que el profesor de matemáticas en el colegio de los jesuitas todavía defendía el sistema tolemaico. (127)

Alfabetización en la islas

Pero considerando el número exiguo de eclesiásticos que hubo en las islas hay que absolverles de la acusación de pereza mental. Al contrario, su actividad, a pesar del clima, fue considerable. (128) Un exámen de la obra monumental de T. J. Medina (129) sobre la imprenta en Manila y del suplemento de Retana (130) revela no menos de casi quinientos títulos de libros impresos en las islas antes de 1800. En esa cantidad no se incluyen libros enviados o traídos a España para su publicación, lo que necesariamente comprendería una gran proporción de libros de interés general mas bien que local, incluyendo, claro, las historias más importantes. A esto hay que añadir un número considerable de gramáticas y diccionarios de las lenguas nativas e historias misioneras que nunca se imprimieron. (131)

Naturalmente las imprentas monásticas de las islas tiraban principalmente obras de edificación religiosa como catecismos, narraciones misionales, martirios y vidas de santos, historias religiosas y manuales de lenguas nativas. Se traducían devocionarios sencillos, rosarios, catecismos, esquemas de doctrina cristiana, historias de mártires, y obras similares para uso de los indios. De estas obras, había unas treinta y seis en Tagalog, y de tres a diez o doce en cada una de las lenguas Visaya, Bicolano, Pampango, Ilocano, Ilongo (“Panayan” en el original –traductor) y Pangasinense. (132) Si, como se afirma con credibilidad, la capacidad de  leer y escribir estaba más generalmente difundida en Filipinas que entre la gente común en Europa, (133) se encuentra uno con el resultado singular de que en las islas, con más población que podía leer y escribir, había menos material de lectura fuera del estrictamente religioso que en nigúna otra comunidad del mundo.

El gobierno español, para promover el aprendizaje de español, prohibía a veces la traducción de libros al tagalog y por lo tanto no se puede asumir en absoluto con seguridad que la lista de traducciones a idiomas nativos en el siglo XVIII comprendiera la totalidad de la literatura europea impresa . (134) Abundando en ello, Zúñiga dice explicitamente que “los habitantes de Luzón han tenido desde la llegada de los españoles comedias, interludios, tragedias, poemas y toda clase de literatura traducida del español sin haber producido un poeta nativo que haya compuesto ni siquiera un interludio.” (135) Zúñiga también describe una eulogía de bienvenida dedicada por un aldeano al Almirante Alava. Esta loa, como se llamaba a esta especie de composición, está repleta de alusiones a los viajes de Ulises y Aristóteles, la muerte desafortunada de Plinio y otros incidentes de la historia antigua. Estas alusiones indican al menos cierto conocimiento fuera del ámbito de la doctrina cristiana, lo suficientemente livianos para hacer que extremos como que Aristóteles se ahogara de pena por ser incapaz de medir la profundidad del mar o que Plinio se lanzara al Vesuvio en su celo por investigar las causas de su erupción parezcan ir más allá de los límites de la licencia poética.

Teatro y prosa en español

Los intereses literarios de los indios encontraron sin embargo su máxima expresión  en la adaptación de obras de teatro en español representadas durante festividadess religiosas.

Zúñiga ofrece una descripción simpática de estas obras. En general estaban compuestas por tres o cuatro tragedias españolas cuyas tramas estaban tan ingeniosamente entreveradas que el mosaico parecía pieza única. Los protagonistas eran siempre moros y cristianos y la acción se centraba en el deseo de los moros de casarse con princesas cristianas o de los cristianos en casarse con princesas moras. El cristiano se presenta en unas justas moras o al revés. El héroe y la heroina se enamoran pero sus padres interponen obstáculos a la pareja. Resolver los obstáculos era relativamente fácil en el caso de un moro y una princesa cristiana. Estalla oportunamente una guerra durante la cual, después de prodigios de valor, el moro se convierte, recibe el bautismo y se celebra el matrimonio.

No era tan fácil resolverlos en el caso de un príncipe cristiano enamorado de una dama mora. Como nunca puede abandonar su religón, son legión sus tribulaciones. Cae prisionero pero su princesa le ayuda a escapar, lo que a veces le cuesta la vida; o si la escena se desarrolla en tiempo de guerra la princesa se convierte y escapa al campo cristiano o el príncipe muere una muerte trágica. El héroe normalmente lleva consigo una cruz u otra imágen o reliquia, regalo de su madre, que le ayuda a salir adelante en sus aventuras. Se encuentra con leones y osos y le asaltan atracacaminos; pero siempre escapa por milagro. Y si el protagonista no acaba de muerte trágica los indios encuentran la representación insípida.

En el descanso salían uno o dos payasos que arrancaban risas con chistes lo suficientemente  frígidos para “helar agua caliente en el trópico.” Después de la representación sale otro payaso a criticar la obra y a satirizar a las autoridades del pueblo. Estas obras se representaban por tres dias. (136) Le Gentil asistió a una de ellas y comenta que no cree nadie en el mundo se haya aburrido tanto como él. (137) Los indios, sin embargo, tenían verdadera pasión por ellas. (138)

Si se puede juzgar por el catálogo en orden cronológico de la colección filipina de Retana, el esquema aquí pergreñado de la literatura disponible a los filpinos que no leían español en el siglo XVIII serviría rezonablemente en gran medida para mucho del XIX. El primer ejemplo de obra de ficción en prosa que he notado en su lista es la novela pastoral de Fray Bustamante que describe los encantos tranquilos de la vida del campo comparándolos con las ansiedades y tribulaciones de la vida en Manila. (139) A no ser que se me haya pasado alguna, su colección no contiene ni narrativa histórica ni obra de ciencias naturales en tagalog.

Dominio del español

Muy pocos indios fuera de las ciudades gozaban de suficiente conocimiento de español para compensar por esta falta de libros de conocimiento secular, y estos pocos lo habían aprendido con ocasión de prestar servicio en los curatos. La opinión común de las autoridades españolas era que los Frailes no enseñaban español a los indios para perpetuar su ascendencia entre ellos, pero Zúñiga rechaza esta acusación por injusta y falsa. (140)

Es obvio que no fue practicable para los indios aprender español bajo el sistema-misión. Era imposible para un pastor de varios centenares de familias enseñar español a sus hijos. Se podrían aprender unas cuantas palabras y frases simples pero la falta de oportunidad de una práctica constante o incluso frecuente de la lengua en conversación general haría sus logros en la lengua inferior con mucho a los de los niños de escuela primaria en Alemania en inglés donde su estudio era obligatorio. (141)

El aislamiento del resto del mundo al que el sistema-misión sometía a los poblados aseguraba que el conocimiento del español estuviera limitado practicamente a los indios que vivían en Manila o en grandes poblaciones, o a los que lo aprendían en las casas de los frailes. La esclavitud, con sus desarraigos, ha sido el único medio por el que grandes masas de razas extranjeras o inferiores se han elevado hasta círculo del pensamiento europeo y han sido dotadas de una lengua europea. Se puede conseguir en gran medida un resultado semejante en el futuro sólo por la traducción de literatura inglesa o española al tagalog y otras lenguas en escala no menos generosa que el trabajo de los frailes en proveer la literatura de edificación religiosa. Esto llevaría dos o tres generaciones y sin duda sería un trabajo de no menos verdadera devoción misionera.

Conclusiones

Hemos pasado revista a los aspectos generales del régimen antiguo de filipinas y proveído material suficiente sobre el que formular un juicio sobre esta contribución de España al avance de la civilización. En esta revista ciertos elementos sobresalen en contraste con el juicio convencional del sistema colonial español:

  • La conquista fue humana y la hicieron misioneros mas bien que guerreros.

  • El dominio de España fue benévolo, sin absolver a la administración de la lacra de corrupción financiera.

  • Ni las islas ni sus habitantes fueron explotados. De hecho, la colonia fue una carga constante al tesoro de Nueva España.

  • El éxito de la empresa no se midió por las exportaciones e importaciones sino por el número de almas puestas en camino de salvación.

  • La población recibió los beneficios de la civilización cristiana según España los entendía en los dias del resurgimiento religioso que llamamos ‘reacción católica.’ Este cristianismo impuso la fe y las observancias de la iglesia medieval pero hizo por los isleños filipinos que lo recibieron lo mismo que hizo por los Fancones o Anglos mil años antes. Amansó sus vidas, elevó la condición de las mujeres, estableció la familia cristiana, y les dió la literatura de la vida devota.

  • Y la factura por estas bendiciones no fue muy alta. El sistema de gobierno fue económico y el establecimiento religioso lo mantenía principalmente las haciendas de la órdenes. Los honorarios de la iglesia pudieron ser excesivos a veces pero las ocasiones de tales honorarios no eran frecuentes. Los aparceros de las haciendas de la iglesia encontraron en los frailes amos fáciles de contentar. Zúñiga describe una gran hacienda de los agustinos cerca de Manila que rentaba menos de $1.500 mientras que el valor annual del producto se estimaba en no menos de $70.000. La hacienda mantenía unas cuatro mil personas. (142)

  • La  posición de las mujeres era entre los indios cristianos de Filipinas tan buena como entre los pueblos cristianos de Europa.

  • Conspícuo entre los logros de la conquista y conversión de las islas en el area de progreso huimanitario, si consideramos las condiciones en otras colonias tropicales europeas, fue el de la prohibición de la esclavitud y los esfuerzos incesantes para erradicarla en sus formas solapadas. Esto sólo ya es prueba suficiente de que los motivos dominantes de España y las políticas clericales fueron humanos y no comerciales.

  • Otra prueba no menos notable de la prosperidad confortable de los nativos en general bajo el antiguo dominio español ha sido el aumento constante de la población. Al tiempo de la conquista la población con toda probabilidad no superaba el medio millón. En la primera mitad del siglo XVIII, según el historiador de los franciscanos San Antonio, la población cristiana era de 830.000. Al empezar el sigglo XIX Zúñiga estimaba el total en un millón y medio basándose en la recaudación de 300.000 tributos. El cálculo oficial en 1819 era de algo menos de 2.600.000; en 1845 Buzeta calcula el número en un poco menos de cuatro millones que casi se doblaría en el medio siglo siguiente. (143)

A la vista de todos estos hechos, uno ha de coincidir con el sencillo tributo de Zúñiga a la tarea de España:

“El dominio español impuso muy pocas cargas a estos indios y le liberó de los muchos infortunios que sufrían a causa de las guerras contínuas entre distritos donde murieron muchos y otros llevaron vidas miserables de esclavos. De esta manera la población crecía muy despacio cual es el caso hoy con los infieles de los montes que no aceptan sujeción al rey de España. Desde la conquista se ha experimentado un aumento en bienestar y en población. El ser sujetos del rey de España ha traído muchas ventajas en lo que concierne al cuerpo. No diré nada de la ventaja de conocer al verdadero Dios ni de la oportunidad de obtener felicidad eterna para el alma porque no escribo como misionero sino como filósofo.” (144)

El antiguo régimen de Filipinas ha desaparecido para siempre. En poco más de una generación la gente ha salido de una vida tan remota del mundo contemporáneo exterior que muy bien pudieran haber vivido en la edad media en algún abrigado rincón, igualmente protegida contra la violencia física que contra la vorágine intelectual del mundo exterior, y totalmente inconsciente del progreso del conocimiento. De repente se encuentran sumergidos en una corriente que los revuelve sin poner oponer resistencia. Bautizados a sangre y fuego, una vida nueva y extraña les es impuesta y se encuentran frente a la lucha por la existencia en condiciones que no perdonan flaqueza y que empujan implacablement la desidia o la incapacidad contra la pared. Cuál será el resultado nadie puede predecir. Pero para el estudioso de la historia y de la evolución social será un experimento de interés profundo.

Notas

24

Montero y Vidal, i, pp. 41-42. volver al artículo

25

Juan de Grijalva. Extraído por W. E. Retana's de su Cronica de la Orden de N. P. S. Augustin en las provincias de la Nueva España, etc. (1533-1592) en la edición de Retana al Estadismo de las Islas Filipinas de Zúñiga, ii. p. 219 ss. Juan de Salcedo, después de ser promovido al alto cargo de Maestre de Campo (un mando independiente), murió repentinamente en 1576 a la edad de veintisiete años. Muy lejos de amasar una fortuna en su carrera, murió pobre. Proveyó en su testamento que lo que quedara después del pago de deudas se diera a ciertos indios de su encomienda. Ibid., p. 615. volver al artículo

26

Este informe de la conversión se basa en la narración contemporánea de Grijalva; véase Retana, Zúñiga, ii, pp. 219-220. volver al artículo

27

Montero y Vidal, i, p. 59. volver al artículo

28

Retana, Zúñiga, ii, p. 222; Morga, edición de la Sociedad Hakluyt, pp.307-308; Montero y Vidal, i, p. 60. volver al artículo

29

Fue vice-gobernador y el primer juez nombrado a la Audiencia (tribunal supremo) cuando se reorganizó. Sus Sucesos de la islas Philipinas - Mexici ad Indos, anno 1609 es una obra de gran rareza. Se reimprimió en París en 1890 con anotaciones del autor y patriota filipino Dr. José Rizal y una introducción de Blumentritt. Rizal trata de mostrar que los filipinos retrocedieron en civilización bajo dominio español; cf. los comentarios de Retana en su Zúñiga, ii, p. 277. Las referencias a Morga de más abajo son de la edición de Hakluyt Society. volver al artículo

30

Transferencia natural del nombre familiar que se da en España a los mahometanos. volver al artículo

31

Morga, pp. 296-297. volver al artículo

32

Morga, p. 323. volver al artículo

33

Relacion de las Encomiendas existentes en Filipinas el dia 31 de 1.591, en Retana: Archivo del Bibliófilo Filipino, iv, pp. 39-112. volver al artículo

34

Mendoza, The History of the Great and Mighty Kingdom of China, edición de Hakluyt Society, ii, p. 263. volver al artículo

35

Impreso en Retana, Archivo, iii, pp. 3-45. volver al artículo

36

"De poco hubieran servido el valor y constancia con que Legazpi y sus valerosos compañeros vencieros a los nativos de las islas si el celo apostólico de los misioneros no hubiera secundado sus esfuerzos y ayudado a consolidar la empresa. Estos últimos fueron los verdaderos conquistadores; los que sin más armas que sus virtudes ganaron la buena voluntad de los isleños, hicieron amar el nombre de España y dieron al rey, como por milagro, dos millones más de súbditos sometidos y cristianos." Tomás de Comyn, State of the Philippine Islands, etc., traducido por William Walton, Londres, 1821, p. 209. Comyn fue por ocho años director general en Manila de la Real Compañía Filipina, el último editor de la Revista de Filipinas, Señor del Pan, lo calificó de hombre de "extensos conocimientos especialmente en las ciencias sociales." Retana califica su libro como "un libro de mérito extraordinario," Zúñiga, ii, pp. 175-76. Mallat dice "C'est par la seule influence de la religion que l'on aconquis les Philippines, et cette influence pourra seule les conserver." ('Sólo la influencia de la religión conquistó Filipinas y sólo esta influencia podrá mantenerlas') Les Philippines, histoire, geographie, moeurs, agriculture, industrie et commerce des Colonies espagnoles dans l'Oceanie, por J. Mallat, Paris, 1846, i, p. 40. A mi ver esta obra es la mejor entre todas las publicaciones modernas sobre Filipinas. El autor fue un hombre de formación científica que viajó a Filipinas a estudiar el país después de prepararse por dos años en España. volver al artículo

37

Morga, p. 325. volver al artículo

38

Mallat, i, p. 389. volver al artículo

39

Morga, p. 320. volver al artículo

40

Mallat, i, pp. 382-385. volver al artículo

41

Morga, p. 312. Mallat, ii, p. 240. volver al artículo

42

Morga, p. 313. Mallat, ii, p. 244. volver al artículo

43

El primer hospital regular de las trece colonias fue el Hospital de Pensilvania incorporado en 1751 que empezó a admitir pacientes en 1752. Cornell, History of Pennsylvania, pp. 409-411. Hay referencias a un hospital en Nueva Amterdam en 1658, pero el Hospital de Nueva York fue la primera institución de alguna importancia de este tipo. Se fundó en 1771 y no empezó a admitir pacientes hasta 1791. Memorial History of New York, iv, P. 407. En Boston no hubo hospital de medicina general hasta el siglo XIX. El Hospital General de Massachussetts se incorporó en 1811. Memorial History of Boston, iv, p. 548. volver al artículo

44

Morga, p. 350. volver al artículo

45

Morga, p. 314. volver al artículo

46

Fray Juan Francisco de San Antonio que viajó a Filipinas en 1724 dice "hasta el presente no se ha encontrado un trozo escrito relacionado con la religión, ceremonial, o instituciones políticas antiguas." Chronicas de la Apostólica Provincia de San Gregorio, etc. (Sampaloc, cerca de Manila, 1735), i, pp. 149-150 (citado de Retana, Zúñiga, ii, p. 294.). volver al artículo

47

Usaban hojas de palma por papel y una aguja de hierro por pluma. "L'escriture ne leur sert que pour s'escrire les uns aux autres, car ils n'ont point d'histoires ny de Livres d'aucune Science; nos Religieux ont imprimé des livres en la langue des Isles des choses de nostre Religion." ('La escritura no les servía más que para escribirse mutuamente, porque no tienen ni historias ni libros de ninguna ciencia; nuestros religiosos han impreso libros en lengua de las islas sobre temas de nuestra religión') Relation des Isles Philippines, Faite par un Religieux qui y a demeuré 18 ans, in Thévenot, Voyages Curieux. Paris 1663, ii (p. 5, de la Relation). Esta narrativa es una de las primeras en presentar una reproducción del antiguo alfabeto tagalog. Retana lo atribuye a un jesuita y lo fecha en 1640: p. 13 del catálogo de su biblioteca al fin del Archivo del Bibliófilo Filipino, i. Según Retana, los primeros datos sobre la lengua tagala se encuentran en la Relación de las Islas Filipinas de Chirino, Roma, 1604. volver al artículo

48

Mendoza, Historie of the Kingdome of China, volumen ii, p. 263. volver al artículo

49

Ibid., p. 264. volver al artículo

50

Morga, p. 319. volver al artículo

51

Relation d'un Religieux, Thévenot, volumen ii, (p. 7 de la Relation). volver al artículo

52

Sobre los poderes del gobernador, véase Morga, pp. 344-345. volver al artículo

53

En este artículo se usa 'Dólar' para referirse al 'Peso' español. El lector ha de tener en cuenta los cambios en el valor adquisitivo del dólar. Para calcular su equivalencia aproximada, se puede usar diez como factor para los siglos XVI y XVII y cinco para mediados del XVIII. volver al artículo

54

Hay que recordar que la conciencia oficial en los siglos XVII y XVIII en relación a estas 'propinas' no era tan sensible como se puede esperar hoy. Le Gentil escribe: "Les Gouverneurs de Manille corrompent journellement leurs grâces, et les Manillois ne les abordent guère pour leur en demander, sans se précautioner auparavant du rameau d'or; seul et unique moyen de se les rendre favorables. Un soir étant allé voir le Gouverneur, in 1767, à peine m'eut'il demandé des nouvelles de ma santé qu'il alla me chercher une bouteille de verre de chopine, mesure de Paris, (half-pint) pleine de paillettes d'or, il me la fit voir en me disant que c'était un presént dont on l'avoit régalé ce jour-là même; Oi, me dit-il, me regalaron de este." ('Los gobernadores de Manila prostituyen sus mercedes a diario y los manileños casi nunca se acercan a requerirlas sin tomar sus precauciones delante del becerro de oro, solo y único medio de conseguirlas. Una tarde de 1767, visitando al gobernador, apenas se interesó por mi salud cuando fue a buscar una botella de vidrio de una medida de París llena de pepitas de oro, y me la enseñó diciendo que era un regalo que le habían hecho aquel mismo dia. Hoy, me dijo, me regalaron este') Voyage dans Les Mers de L'Inde, Paris, 1781, ii, pp. 152-153. Le Gentil pasó unos dieciocho meses en Filipinas en misión científica. Su relato de las condiciones locales en el siglo XVIII es uno de los más completos y valiosos que tenemos. Como laico y hombre de ciencia sus puntos de vista constituyen un contrapeso útil a los de los historiadores clericales. volver al artículo

55

Voyage, ii, p. 153. La Audiencia Real se estableció para reprimir el despotismo de los gobernadores, lo cual nunca se consiguió, porque los hombres de toga son de rodillas notoriamente débiles y el gobernador los puede enviar detenidos a España, mandarlos a las provincias a tomar un censo de indios o ponerlos en la carcel sin más, lo que se ha hecho varias veces sin serias consecuiencias." Zúñiga: Estadismo de las Islas Filipinas o mis Viages por este Pais, ed. Retana, i, p. 244. volver al artículo

56

"Cuando se pusieren edictos, publicaren, y pregonaren las residencias, sea de forma que vengan á noticia de los Indios, para que puedan pedir justicia de sus agravios con entera libertad." Ley de1556, lib. v, tit. xv, ley xxviii de la Recopilacion de Leyes de los Reinos de las Indias. volver al artículo

57

Recopilacion, lib. v, tit. xv, ley vii. volver al artículo

58

Churchill's Voyages, iv, pp. 427-428. volver al artículo

59

"Ruego al lector que no concluya de mi opinión sobre los tribunales de residencia mi confianza en su eficacia. My homenaje está sola e inmediatamente dirigido a la sabiduría de la ley y dejo la crítica de su puesta en práctica a los que conocen la influencia seductiva de Plutón sobre la débil y flexible Ilemis." De Pons: Voyage to the Eastern Part of Terra Firma or the Spanish Main in South America during the years 1801, I802, 1803, and 1804. Nueva York, 1806, ii, p. 25. volver al artículo

60

"Une loi très sage, mais malheureusement sans effet, qui devrait modérer cette autorité excessive, est celle qui permet à chaque citoyen de poursuivre le gouvemeur vétéran devant son successeur; mais celui-ci est intéressé à excuser tout ce qu'on reproche à son prédécesseur; et le citoyen assez téméraire pour se plaindre, est exposé à de nouvelles et à de plus fortes vexations." ('Una ley sapientísisma, pero desgraciadamente sin efecto, que debiera moderar esta autoridad excesiva es la que permite a cada ciudadano querellarse contra el gobernador saliente ante su sucesor; pero a éste le interesa excusar todo lo que se reprocha a su predecesor; y el ciudadano con suficiente temeraridad para quejarse se expone a nuevas y mayores vejaciones') Voyage de La Pérouse autour du Monde, Paris, 1797, ii, p. 350. volver al artículo

61

Sus comentarios sobre la cualidades deseadas en los oficiales no están hoy faltos de interés: "Un gobernador ha de entender la guerra pero no debe tener excesiva confianza en sus habilidades. Preste oído al consejo de los que conocen el país, donde se gestionan los asuntos de una manera muy diferente a la de Europa. Los que han intentado llevar la guerra en las islas como se lleva en Flandes o en le resto de Europa han caído en errores irreparables. Lo importante es promover el bienestar del pueblo, tratarlo con benignidad, extender amistad a los forasteros, esforzarse en que los barcos para Nueva España salgan a tiempo y en buenas condiciones, promover el comercio con los países vecinos y fomentar la construcción de barcos. En una palabra, vivir entre indios más como padre que como goberndor." Relation et Memorial del' état des Isles.Philippines, et des Isles Moluques de Ferdinand de los Rios Coronel, Prestre et Procureur General des Isles Philippines, etc. Thevenot, ii p. 23 de la Relation).
volver al artículo

62

Morga, p. 345. Recopilacion, lib. ii, tit. xv, ley xi. volver al artículo

63

Ibid, ley lviii. Le Gentil, ii, pp. 159, 161. volver al artículo

64

Recopilacion, lib. ii tit. xv, ley,xi. volver al artículo

65

Mallat, i, pp. 349-50. Se puede ver un sumario de las variaciones en los nombres de las provincias en el Estadismo de Zúñiga en Retana, p. 376 ff. volver al artículo

66

Recibían un tributo fijo a pagar en especie y hacían dinero aprovechándose de las fluctuaciones de los precios en el mercado. En tiempos de escasez y consecuentes subidas de precios esta práctica doblaba o triplicaba el peso del tributo. Véase State of the Philippine Islands, de Tomas de Comyn, traducido por William Walton, p. 197. Mallat dice: "Rien n'est plus funeste au pays que la permission qui est accordée aux alcaldes de faire le commerce pour leur compte." ('Nada hay más funesto al país que la autorización que se concede a los alcaldes a hacer el comercio por su cuenta.') i, p. 351. Vide también la nota de Retana a Zúñiga, Estadismo, ii, p 530. Este dercecho al comercio se abolió en 1844. volver al artículo

67

"Es bastante común ver un barbero o un lacayo convertido en gobernador; un marinero o un desertor transformado en juez de distrito, recaudador o comandante militar de una provincia populosa, sin más consejero que su burdo entendimiento ni otra guía que sus pasiones. Semejante metamorfosis provocaría risa en una comedia o farsa; pero representada en el teatro de la vida humana ha de dar lugar a sensaciones de naturaleza muy distinta. ¿Quién no se horroriza, y tiembla por el inocente, cuando ve semejante ser transportado del travesaño de la horca a la sede de la justicia, decidiendo en primera instancia sobre el honor, vidas y haciendas de cien mil personas y exigiendo altaneramente el homenaje e incienso de los ministros espirituales de los pueblos bajo su jurisdicción lo mismo que de los curas y pastores, respetables por sus logros y benevolencia, y que en sus respectivos lugares de origen pudieran haber rechazado como criado al que ahora en Filipinas están obligados a pagar pleitesía, y a obedecer como as su soberano." State of the Philippine Islands, London, 1821, p. 194. volver al artículo

68

Morga, p. 323. volver al artículo

69

Jagor describe una elección que observó en Lauane, una ciudad de cuatro mil quinientos habitantes en la pequeña isla del mismo nombre muy cerca del la costa norte de Samar. La cito en su totalidad porque es la única descripción de una elección local semejante que recuerdo. "Se celebró en el ayuntamiento. A la mesa están sentados el gobernador o su representatnte, a su derecha el pastor y a su izquierda el secretario que es el intérprete. Todos los Cabezas de Barangay, el Gobernadorcillo y sus predecesores se sientan en los bancos. Se empieza por la elección de seis cabezas y seis ex-gobernadorcillos que serán los electores. El Gobernadorcillo incumbente es el treceavo elector. Los demás salen de la sala. El presidente entonces lee el reglamento de la elección y exhorta a los electores a ejercer su oficio seriamente; y éstos se acercan uno a uno a la mesa y escriben tres nombres en una balota. Inmediatamente es nombrado Gobernadorcillo para el año que sigue quien recibe el mayor número de votos, si el pastor o los electores no manifiestan objeción bien fundada y sujeto a confirmación del tribunal superior en Manila, la cual es automática pues la influencia del pastor evitaría una elección inconveniente. Se seguía el mismo proceso para la elección de las otras autoridades locales excepto que se recurría al Gobernadorcillo por si tuviera alguna objeción a las selecciones. Todo este procedimiento se realizaba con tranquilidad y solemnidad." Reisen in den Philippinen, Berlin, 1873, pp. 189-190.
    La relación de Sir John Bowring de este sistema de administración es la más clara que he encontrado en un libro inglés. A Visit to the Philippine Islands, London, 1859, pp. 89-93. volver al artículo

70

El gobernadorcillo en consejo con los otros cabezas presentaban un nombre para su nombramiento por la autoridad superior. Bowring, p. 90. volver al artículo

71

Zúñiga, Estadismo de las Islas Filipinas, i, p. 245. Cf. Mallat, i, p. 358. volver al artículo

72

Comyn: State of the Philippine Islands, ch. vii. volver al artículo

73

Mallat, i, pp. 40, 386. Jagor, pp. 95-97. volver al artículo

74

Mallat, i, p. 380 ss.; Comyn, p. 212 ss. volver al artículo

75

Mallat, i, p. 365. volver al artículo

76

Morga, p. 333. volver al artículo

77

Delgado: Historia de Filipinas, Biblioteca Historica Filipina, Manila, 1892, pp. 155-156. Delgado escribió en 1750-51. Le Gentil ofrece cifras algo diferentes basdas en la documentación oficicial al respecto de 1735, ii, p. 182. Su total es 705.903 personas. volver al artículo

78

LeGentil, i, p. 186. volver al artículo

79

Recopilacion, lib. vi, tit. iii, ley xxi. Morga, p. 330. "Avec toutes les recommandations possible, il arrive encore que le moine chargé de la peuplade par où vous voyagez, vous laisse rarement parler seul aux Indiens. Lorsque vous parlez en sa présence à quelque Indien qui entend un peu le Castillan, si ce Religieux trouve mauvais que vous conversiez trop long-temps avec ce Naturel, il lui fait entendre dans la langue du pays, de ne vous point répondre en Castillan, mais dans sa langue: l'Indien obéit." ('Con todas las recomendaciones posibles, todavía sucede que el monje encargado del poblado por donde vaya a viajar raramente le deja hablar a solas con los indios. Cuando se habla en su presencia con algún indio que entiende un poco de castellano, si el religioso no ve bien que hable por largo tiempo con este natural, le hace entender en lengua del país que no debe responder en castellano sino en su lengua: el indio obedece') Le Gentil, ii, p. 185. volver al artículo

80

State of the Philippine Islands, pp. 216-217. Estas resposabilidades y el vivir aislado de los europeos, junto con el clima, ha causado locura con frecuencia. Le Gentil, ii, p. 129. Mallat, i, p. 388. volver al artículo

81

Ibid., p. 214. volver al artículo

82

En 1637 la fuerza militar estacionada en las islas consistía en mil setecientos dos españoles y ciento cuarenta indios. Memorial de D. Juan Grau y Monfalcon, Procurador General de las Islas Filipinas, Docs. Inéditos del Archivo de Indias, vi, p. 425. En 1787 la guarnición de Manila era un regimiento de mejicanos con mil trescientos efectivos, dos compañías de artillería con ochenta cada una, y tres compañías de caballería con cincuenta cada una. La Pérouse, ii, p. 368. volver al artículo

83

Apuntes Interesantes sobre Las Islas Filipinas, etc., escritos por un Español de larga esperiencia en el pais y amante del progresso, Madrid, 1869, p. 13. Escribió este ineresantísimo y valioso trabajo principalmente Vicente Barrantes, que fue miembro del consejo del gobernador y su secretario. Sobre su autoría véase Archivo ii, Biblioteca Gen. de Retana, p. 25, que corrije la conjetura publicada en su Zúñiga, ii, p. 135. volver al artículo

84

Apuntes Interesantes, pp. 42-43. volver al artículo

85

Zúñiga, Estadismo, i, p. 246; Le Gentil, ii, p. 172. volver al artículo

86

Le Gentil, ii, p. 172. volver al artículo

87

Morga, p. 336. volver al artículo

88

Morga, ibid. volver al artículo

89

Morga, ibid. volver al artículo

90

Recopilacion, lib. ix, tit. xxxv, ley vi and ley xv. Como se verá más adelante, normalmenmte sólo se proveía de un navío. volver al artículo

91

Ibid., ley xxxiv. volver al artículo

92

Ibid., ley lxviii. volver al artículo

93

Ibid., ley lxxviii. volver al artículo

94

Ibid., ley xiv. volver al artículo

95

Morga, p. 344. Zúñiga, i, pp. 271-274. "El barco de Acapulco ha sido la causa de que los españoles hayan abandonado las riquezas naturales e industriales de las Islas." Ibid., p. 443. volver al artículo

96

Le Gentil, ii, pp. 203-230; Zúñiga, i, P. 266 ff. volver al artículo

97

Le Gentil, ii, p. 205; Careri, Voyage Round the World, Churchill: Voyages, iv, p. 477. volver al artículo

98

Zúñiga, i, p. 267. volver al artículo

99

Zúñiga, i, p. 267. volver al artículo

100

Le Gentil, ii, p. 207. volver al artículo

101

Zúñiga, i, p. 268. volver al artículo

102

Churchill, Voyages, iv, p. 491. Admito que hay graves dudas sobre si los viajes de Gemelli Careri en el siglo XVIII tuvieron lugar. Robertson dice: "parece opinión bien recibida (aunque no me parece fundada en evidencia sólida) que Careri nunca dejó Italia y que su famoso Giro del Mondo es la historia de un viaje ficticio." History Of America, nota 150. Las acusaciones más específicas contra Careri están relacionadas con sus experiencias en China. Véase Privost, Histoire des Voyages, v, pp. 469-70. Su descripción de las Filipinas y del viaje a Acapulco está llena de detalles que tienen toda la apariencia de ser el resultado de observaciones personales. De hecho no veo cómo puede ser posible que esta parte de su libro no pueda ser auténtica. El único libro de viajes con una relación detallada de la travesía Manila-Acapulco escrita antes de que Careri publicara la suya, descrita en Medina, Bibliografia Española de Filipinas, es la Peregrinación del Mundo del Doctor Pedro Cubero Sebastian, una edición de la cual se publicó en Nápoles, de donde era Cubero, en 1682; pero la relación de Careri no se parece más a la de Cubero de lo que puedan parecerse cualquier par de descripciones de un mismo viaje; y tampoco está claro que Careri hubiera leído la relación de Sebastian. volver al artículo

103

Zúñiga, i, p. 268. Careri menciona el caso de un dominico que pagó quinientos dólares por el pasaje al este. Op. cit. p. 478; en la página 423 dice que el precio de cabina y comida estaba entre quinientos y seicientos dólares. volver al artículo

104

Churchill's Voyages, iv, p 499. volver al artículo

105

Op, cit. p. 491. Sin embargo Careri no tuvo la terrible experiencia de Cubero Sebastian en su viaje. Hacia el final de la travesía sufrieron una epidemia de una enfermedad mortal, “el berben, o mal de Loanda” (probablemente beri-beri) y también de disentería, de la que pocos que la sufrieron escaparon con vida. Hubo noventa y dos muertes en quince dias. De las cuatrocientas personas a bordo doscientas diez murieron antes de llegar a Acapulco. Peregrinacion del Mundo de D. Pedro Cubero Sebastian, Zaragoza, 1688, p.268. volver al artículo

106

Careri: Op. cit. p. 503. volver al artículo

107

Montero y Vidal: Hist. Gen. de Filipinas, i, pp. 418, 463. En la página 461 se puede ver una breve bibliografía de la historia del comercio filipino. Según Montero y Vidal, la mejor historia moderna del comercio en Filipinas es La Libertad de comercio en las islas Filipinas de D. Manuel de Azearraga y Palmero, Madrid, 1872. volver al artículo

108

Montero y Vidal, ii, p. 122. volver al artículo

109

Montero y Vidal, ii, p. 122. volver al artículo

110

Comyn: State of the Philippine Islands, pp. 83-97. volver al artículo

111

Estadismo, i, p. 272. volver al artículo

112

Zúñiga, i, p. 274. volver al artículo

113

No es necesario hablar por extenso del comercio con China puesto que Morga nos da noticia exhaustiva de él. Estaba enteramente en manos de chinos y mestizos y trajo a Manila tejidos orientales de toda clase, objetos de arte, joyería, metales y trabajos en metal, clavos, grano, conservas, fruta, cerdo, aves, animales domésticos y de compañía, "y miles de otros cachivaches y ornamentos baratos que los Españoles aprecian." (Morga, p. 339.) Además el comercio con Japón, Borneo, las Molucas, Siam e India era tan considerable que a pesar de las restricciones al comercio con América, Manila, como le pareció al viajero Carreri (p. 144), era "uno de los mejores lugares de comercio del mundo.". volver al artículo

114

Documentos Inéditos delAchivo de Indias, v, pp. 475-77. volver al artículo

115

No es necesario hacer el censo de cuántos centenares hay de familiarizados con las denuncias de Las Casas por cada uno que conozca algo de las más de seiscientas leyes en la Recopilacion que definen el status y están dirigidas a la protección de los indios. volver al artículo

116

Cf. Jagor: Reisen in den Philippinen, p. 31. volver al artículo

117

Voyage de La Pérouse autour du Monde, Paris, 1797, ii, p. 347. volver al artículo

118

History of the Indian Archipelago, etc., de John Crawfurd, V. R. S. Edinburgh, 1820, vol. ii, pp. 447-48. volver al artículo

119

Así es como lo entiendo. Sus palabras son: "Ces institutions (i. e., la administración local) si sages et si paternelles ont valu à l'Espagne la conservation d'une colonie dont les habitants jouissent, à notre avis, de plus de liberté, de bonheur et de tranquilleté que ceux d'aucune autre nation." ('Estas instituciones [i.e. las administración local] tan sabias y paternales han valido a España la conservación de una colonia cuyos habitantes gozan, a nuestro modo de ver, de más libertad, bienestar y tranquilidad que los de ninguna otra nación.') i, p. 357. Cf. también su capítulo final: "L'indigène des Philippines est l'homme le plus heureux du monde. Malgré son tribut, il n'est pas d'être vivant en société qui paye moins d'impôt que lui. Il est libre, il est heureux et ne pense nullement à se soulever." ('El indígena de filipinas es el hombre más feliz del mundo. A pesar de pagar tributo, no hay ser vivo en sociedad que pague menos impuestos que él. Es libre, es feliz y no piensa sublevarse en absoluto.') ii, p. 369. volver al artículo

120

A Visit to the Philippine Islands, Londres, 1859, p. 18. Cf. la opinión reciente del ingeniero inglés Frederic H. Sawyer, que vivió en Luzón por catorce años. "Las islas estaban gobernadas por España de mala manera, sin embargo españoles y nativos vivían juntos en gran armonía, y no sé donde se podrá encontrar una colonia donde los europeos se mezclen tanto socialmente con los nativos. No en Java donde un nativo de posición ha de desmontar para saludar al más humilde de los holandeses. No en la India británica, donde la mujer inglesa ha hecho de la distancia entre Británico y nativo una sima infranqueable." The Inhabitants of the Philippines, New York, 1900, p. 125. volver al artículo

121

Reisen in den Philippinen, p. 287. volver al artículo

122

Cornhill Magazine 1878, pp. 161, 167. Este artículo se reimprimió en Ulysses, or Scenes in Many Lands de Palgrave . volver al artículo

123

The Inhabitants of the Philippines, pp. vi, viii. volver al artículo

124

"Ils font voir beaucoup d'inclination et d'empressement pour aller à l'église les jours de Fêtes et Solemnités; mais pour ouir la Messe les jours de preceptes, pour se confesser et communier lorsque la Sainte Eglise l'ordonne, il faut employer le fouet, et les traiter comme des enfans à l'ecole." ('Muestran mucha inclinación y entusiasmo en ir a la iglesia los dias de fiesta y solemnidades; pero para oir misa los dias de precepto, para confesar y comulgar cuando lo manda la Santa Iglesia hace falta emplear la fusta y tratarlos como a niños de escuela.') Citado por Le Gentil, ii, p.61, de las Chronicas de la Apostolica Provincia de San Gregorio, etc., comunmente conocidas como la Historia Franciscana, de Fray Juan Francisco de San Antonio. Recuérdese que en nuestro propio país en el siglo XVIII se imponía disciplina en las universidades por medio de castigos corporales, y que la asistencia a la iglesia era obligatoria donde hubiera una iglesia establecida como en New England. volver al artículo

125

Voyage, ii, p. 62. volver al artículo

126

Voyage, ii, p. 350. volver al artículo

127

Voyage, ii, pp. 95, 97. volver al artículo

128

Le Gentil dice que la pereza corporal influencia la mente. "No puede uno sino vegetar en esta region abrasadora. El mucho estudio y la aplicación excesiva es muchas veces causa de locura." Voyage, ii, p. 94. volver al artículo

129

La Imprenta en Manila desde sus origenes hasta 1810, Santiago de Chile, 1896. volver al artículo

130

Adiciones y Observaciones à La Imprenta en Manila, Madrid, 1899. volver al artículo

131

Pueden verse listas representativas de esto en la Bibliotheca Philippina de Blumentritt, impresión privada, Theile, i and ii. volver al artículo

132

Es hecho singular que en toda esa lista no aparezca traducción alguna de partes de la biblia, excepto naturalmente paráfrasis fragmentarias en el catecismo y libros de doctrina. La única instancia que indique un estudio bíblico de primera mano en Filipinas bajo el régimen antiguo que haya captado mi atención en las bibliografías de Medina y Retana es el caso del historiador Juan de la Cruz que dejó en manuscrito una traducción de la Sagrada Biblia en español. La imprenta en Manila, p. 221. Esta falta de traducciones de la Biblia a las lenguas nativas no fue exclusiva de la dominación española en Filipinas. La Holanda protestante, muy por detrás de España en proveer de educación nativa, estaba igualmente opuesta a la circulación de la Biblia. "Hasta no antes de la segunda o tercera década de este siglo, el Nuevo Testamento se consideraba revolucinario, y Herr Bruckner, que lo tradujo, vió su edición destruida por el gobierno." Guillemard, Malaysia and the Pacific Archipelagoes, p. 129. volver al artículo

133

Mallat dice que los elementos se enseñaban generalmente más que en la mayoría de las zonas rurales de Europa (i, p. 386) y cita la aserción del Arzobispo de Manila: "Hay muchos pueblos como Argas, Dalaguete, Bolohon, Cebu y carios más en la provincia de Iloilo donde no se puede encontrar ni niño ni niña que no pueda leer y escribir, una ventaja de la que bien pocos lugares en Europa pueden presumir." Ibid., p. 388. volver al artículo

134

Estadismo, i, p. 300. volver al artículo

135

Estadismo, i, p. 63. volver al artículo

136

Zúñiga, i, pp. 73-75. volver al artículo

137

Voyage, ii, p. 131. volver al artículo

138

Ibid., p. 132, y Zúñiga, i, p. 76. Un trabajo moderno sobre este drama es El Teatro tagalo de Vicente Barrantes, Madrid, 1889. volver al artículo

139

Número 877 en Retana, Biblioteca Filipina. Esta novela se publicó en Manila en 1855. Fray Bustamente fue un Franciscano. volver al artículo

140

Estadismo, i, pp. 60-61. El Almirante Alava se dirigía a hacer observaciones científicas del volcán Taal. Le Gentil escribe: "Selon une Ordornnance du Roi, renouvelée peut'être cent fois, il est ordonné aux Religieux d'renseigner le castillan aux jeunes indiens; mais Sa Majesté, m'ont unanimement assuré les Espagnoles à Manille, n'a point encore été obéie jusqu'à ce jour." ('Una ordenanza real, repetida puede ser que cien veces, emplaza a los religiosos a enseñar castellano a los indios jóvenes; pero Su Majestad, según me han asegurado unanimamente los españoles de Manila, todavía no ha sido obedecido') Voyage, ii, p. 184. Cf. Zúñiga, Estadismo, i, pp. 299-300. Se pueden ver algunas de estas ordenazas en las notas de Retana a Zúñiga, ii, p.57 y ss. volver al artículo

141

Cf. las ideas de Retana de hace diez años sobre la impracticabilidad de reemplazar en medida alguna el tagalog por el castellano. Las mismas consideraciones se aplican igualmente bien al inglés. Estadismo, ii, p. 59 y ss. volver al artículo

142

Estadismo, i, pp. 12-13. volver al artículo

143

Retana, Zúñiga, ii, p. 527. volver al artículo

144

Estadismo, i, p. 174. No puedo despedirme del libro de Zúñiga sin antes hacer pública mi opinión de que es la flor más hermosa de la literatura filipina. Zúñiga hizo por la isla de Luzón lo que Arthur Young hizo por Francia pocos años antes, o usando mejor paralelismo, lo que el Presidente Dwight hizo por New England. Sus observaciones cuidadosas, despojadas de tedio por un estilo encantador, su dulzura de temperamento, humor tranquilo, su amor a la naturaleza y al hombre, todo ello se combina para hacer de sus "Viajes" un trabajo que podría tener un lugar prominente en la literatura de cualquier país. Se publicará una traducción al inglés en la presente serie. volver al artículo

 


Revista Arbil nº 63

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el cual Dueño está en la gloria
y Dueño que tiene el mando
con el Padre, con el Espiritu Santo
en los siglos de los siglos.
Háganos Dios omnipotente hacer
tal servicio que delante de su faz
gozosos seamos. Amén
"



El primer escrito en español debía pasar al devocionario de todo hispano hablante, de los cientos de millones de habitantes del mundo que hoy se expresan en la lengua que nació con palabras de servicio a Dios en la tierra y de esperanza gozosa en el Cielo.