Arbil, apostando por los valores de la civilización cristiana

Por la Vida, la Familia, la Educación, la dignificación del Trabajo, la Unidad histórica, territorial y social de la Nación, y por la Regeneración Moral y Material de nuestra Patria y el mundo

 


Indice de contenidos

- Texto completo de la revista en documento word comprimido
- Fin de la hegemonía española
- El quebrantahuesos
- Romano Guardini: El ocaso de la Edad Moderna
- Editorial: La declaración de derechos del hombre
- La ilusión monetaria
- El desconcertante mundo de la política
- "Movimientos antisistema". Foro Social Mundial
- Navarra: el final de la calma
- Historia de la guerra
- Capitalismo, globalización y dignidad de la persona
- La realidad del aborto: la frialdad de los datos
- El progresismo que viene
- "Feminismo" católico
- Algunas reflexiones en torno al conflicto iraquí y a la actitud de los católicos.
- El ornitorrinco en la playa: los jóvenes
- También en la guerra... el hombre es un ser para el amor
- La AK, Armia Krajowa, el Ejército Nacional Polaco (1939-1945)
- Combatir por la Fe
- San Ezequiel Moreno, un obispo molesto
- Fernando el Católico y los falsarios de la historia en Zaragoza
- Crónica de la Cena-Tertulia con José Ramón Losana, presidente de la Federación Nacional de Familias Numerosas
- Texto clásico: La Historia como obligación
- Texto clásico: Deberes de participación en el campo político. Código de Malinas

Especial: El caso Rosa, típica campaña abortista

- La violación y la muerte
- Un recuerdo para Rosa
- Nueve años y cuatro meses
- La niña Rosa ha sido manipulada miserablemente


CARTAS

Arbil cede expresamente el permiso de reproducción bajo premisas de buena fe y buen fin
Revista Arbil nº 67

El progresismo que viene

por Miguel Ángel Loma

Husley también parecía un exagerado cuando escribió "Un mundo feliz"

 

«Creo que el paso decisivo fue la aprobación de aquella ley que tanto defendieron los grandes laboratorios farmacéuticos, y que trataba de ayudar a diabéticos y otros enfermos. Supuso la supresión definitiva de los tontos prejuicios que entonces existían contra la experimentación científica con embriones humanos. Luego, casi seguidamente, vino la ley de interrupción voluntaria del embarazo, libre y gratuita para todos. Ni una ni otra me inquietaron porque yo ya estaba en este mundo, y todavía no logro comprender cómo hubo gente que estando tan vivitos como yo, se sintieron tan indignados con ambas leyes. Cierto es que al poco tiempo tuvieron que reformar la segunda (reforma que hubo de superar la oposición de muchos sectores intolerantes) y convertirla en obligatoria para embarazadas sin recursos y con alto riesgo de infelicidad; bueno, y luego también para otros casos... Pero eso fue debido a la crisis económica tan grave que por entonces padecimos; aquella que precedió a la instauración universal de la Nueva Civilización Democrática de Progreso, a cuyo amparo vivimos hoy tan felizmente. Aquellos días los recuerdo muy bien porque poco antes de que aprobaran la reforma, nació mi segundo hijo. Fue la época más dichosa de mi vida.

El siguiente gran avance humanitario lo trajeron las diferentes medidas legislativas sobre interrupción voluntaria del sufrimiento, para enfermos y otros seres desgraciados, que podían solicitar ellos mismos o los familiares que acreditaran excesiva exigencia de dedicación a estos enfermos. Tampoco esto me importó, porque entonces yo gozaba de muy buena salud y mi familia todavía me adoraba (el traumático episodio de mi divorcio y la pérdida de toda relación con mis hijos vino después; pero no quiero volver más sobre esa etapa de mi vida, porque este tipo de recuerdos personales me los tiene prohibido mi psiquiatra, y luego tengo que atiborrarme de pastillas).

Más tarde ampliaron las anteriores medidas incluyendo también a discapacitados y deficientes, lo que tampoco me inquietó demasiado porque aunque nunca fui un atleta ni una lumbrera intelectual, yo creo que distaba bastante de que me considerasen un inválido o un imbécil (incluso gané una vez un concurso en televisión).

Lo último ha sido esa ley aprobada el año pasado que tiene un nombre tan complicado y que no logro retener; esas malditas pastillas me están dejando un poco imbécil (en sentido figurado, claro). Bueno, aunque no sepa cómo se llama, sé que constituye un nuevo avance social contra la improductividad ciudadana insolidaria o algo así. Como hay gente que nunca está contenta con nada, al igual que pasó con las otras leyes, también ha habido manifestaciones contra ésta y para controlarlas han tenido que intervenir agentes especiales de pacificación. La verdad es que estos grupitos contestatarios que se oponen por sistema a las leyes progresistas me dan pena. Son casi siempre los mismos: fundamentalistas religiosos y fanáticos irracionales que hablan de la dignidad humana y de viejas palabras que ya nadie utiliza y que suenan muy solemnes. ¿Dignidad humana? ¿Pero cuándo hemos vivido mejor que ahora? ¿No se dan cuenta de que todo lo que hacen nuestros dirigentes es por nuestra felicidad? Además, ¡que se preocupen aquellos que se sientan afectados!

Por mi parte estoy tranquilo. No es que mi trabajo sea de una alta relevancia social, pero he sido un gran consumidor y he gastado mucho dinero a lo largo de mi vida. Siempre se nos ha dicho que las personas como yo constituimos el fundamento y sostén de la Nueva Civilización. Mi única preocupación es que en los últimos meses no me siento muy bien, me los he tirado casi enteritos yendo y viniendo al hospital. Menos mal que los gastos corren a cargo del Estado de la Nueva Civilización.

A propósito..., están llamando a la puerta dos funcionarios del Ministerio de Sosiego y Felicidad. No sé por qué hay gente que les tiene miedo. Yo siempre los he visto sumamente educados; claro que, a diferencia de otros, no tengo nada que temer porque nunca me he metido en política. Qué amables: traen una lista donde aparece mi nombre. Esto va a ser uno de esos premios que conceden a quienes hemos mantenido una actitud de ejemplar colaboración ciudadana. Estoy intrigadísimo por conocer en qué consistirá mi premio, aunque si puedo elegir me quedo con un crucero por el Caribe en uno de esos enormes transatlánticos que aparecen en la publicidad del Ministerio. Como el que me dijeron que obtuvo aquel tipo tan simpático que conocí en el hospital los primeros días de mi enfermedad. Ahora recuerdo que cuando se lo dieron, llevaba seis meses enfermo: el mismo tiempo que ahora llevo yo. Debe tratarse de un largo viaje porque aquel tipo no ha vuelto aún. Los amables funcionarios me ruegan que les acompañe. Ya no me queda duda de que se trata de uno de esos estupendos cruceros, y además mejor de lo que imaginaba: cuando he ido a recoger mis efectos personales y mi medicación, me han dicho que no era necesario. Formidable: un largo viaje con asistencia sanitaria incluida, y todo a cuenta del Ministerio. Para que luego hablen mal de este Estado».

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Miguel Ángel Loma

 


Revista Arbil nº 67

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