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Indice de contenidos

- Texto completo de la revista en documento word comprimido
- Sobre el poder en la modernidad y la postmodernidad
- Categorías de la política: Política, Criptopolítica y Metapolítica. (1ª parte). Política: sentido y función de la Politeia
- Una valoración de urgencia de los resultados electorales del 25 de mayo: ¿todos contentos?
- Editorial
- Lo que queda del mensaje (en torno a las palabras de Juan Pablo II en España)
- El Papa en España: como lo reflejó la prensa
- Sobre el Estado?
- La pluralidad de partidos católicos
- Crisis demográfica
- La historia de España realidad vivificante para el futuro
- Prolegómenos a la filosofía del futuro
- El animalismo trascendental
- La participación del trabajador en la empresa
- Historia de América
- Fundamentalismo islámico, terrorismo y guerra en Oriente Medio: de la cuestión palestiana a la cuestión iraquí?
- La Constitución Española a la luz del Magisterio político de la Iglesia
- Una entrevista a Julián Gómez del Castillo: la posición del Movimiento Cultural Cristiano
- La Monarquía de España y la guerra de Mesina (1674-1678)
- La ausencia del padre en nuestra sociedad?
- El padre: el gran ausente
- Fundación Gratis Date: 15 años socializando el saber
- El hedonismo o la muerte de Occidente
- 25 años de fecundación artificial
- La promoción de los laicos en la vida y Misión de la Iglesia
- Cien años de un periódico de la monarquía: ABC, dossier para una investigación
- Política y Vanidad
- La pintura en España de Velázquez a Dalí
- Soldados de Salamina
- El ser humano es un ser religioso
- Oración por la Patria
- ¿Cómo se formó el genio de Santo Tomás?
- Remembranzas de Argentina
- El Evangelio según los evangélicos
- Cien años de La Gaceta del Norte
- PSOE y memoria histórica
- Ante la cultura sin alma
- "Fernando el Católico y los falsarios de la historia"
- Presentación de "Fernando el Católico y los falsarios de la historia en Pamplona"
- Tertulia en Arbil-Madrid
- Texto Clásico: Defensa de la Hispanidad


CARTAS

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Revista Arbil nº 69

La promoción de los laicos en la vida y Misión de la Iglesia

por Manuel Garrido Bonaño

Algunos apuntes de la doctrina pontificia y conciliar sobre el tema


El 29 de enero de ese año tuvo una alocución a los representantes de la Organizaciones católicas nacionales de México y les decía entre otras cosas:

"Vosotros sabéis bien cómo el Concilio Vaticano II recogió esa gran corriente histórica contemporánea de promoción del laicado, profundizándola en sus fundamentos teológicos, integrándola e iluminándola cabalmente en la eclesiología de la ‘Lumen Gentium’, convocando e impulsando la activa participación de los laicos en la vida y en la misión de la Iglesia. En el Cuerpo de Cristo constituido en diversidad de ministerios, pero unidad de misión como se dice en varios documentos conciliares, los laicos en cuanto fieles cristianos incorporados a Cristo por el bautismo, constituidos en pueblo de Dios y hechos partícipes, a su manera, de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, están llamados a ejercer su apostolado, en particular, en todas y cada una de las actividades y profesiones que desempeñan, así como en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, para impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico.

En el cuadro global de las enseñanzas conciliares y especialmente a la luz de la ‘Constitución sobre la Iglesia’, se han abierto vastas exigencias y renovadas perspectivas de acción de los laicos en muy variados campos de la vida eclesial y secular. Sin mengua del apostolado individual, reconocido como presupuesto ineludible, el Decreto sobre el apostolado de los laicos señalaba también el aprecio de la Iglesia por las formas asociativas del apostolado seglar, consubstanciales al ser comunitario de la Iglesia y de las exigencias de evangelización del mundo.

Vosotros sois, pues, signos y protagonistas de esa ‘promoción’ del laicado’ que tantos frutos ha dado a la vida eclesial en estos años de aplicación del Concilio. A vosotros y, a través de vosotros, a todos los laicos y asociaciones laicales de la Iglesia de América Latina, invito a renovar la doble dimensión de vuestro compromiso laical y eclesial. Por una parte, a tesimoniar valientemente a Cristo, a confesar con alegría y docilidad vuestra plena fidelidad al Magisterio eclesial, a asegurar vuestra filial obediencia y colaboración orgánica y dinámica de vuestro apostolado en la misión de la Iglesia y, en particular, de la pastoral de vuestras Iglesias locales".

Larga ha sido la cita, pero muy interesante en orden a un punto de la Iglesia actual, tan necesitada de la ayuda de todos los cristianos en las tareas apostólicas, pues ellos pueden ir hasta donde no puede llegar el apostolado sacerdotal. Luego el Papa siguió exponiendo sobre la tarea evangelizadora presente, sobre los campos prioritarios para la acción apostólica, sobre todo la salvaguardia, promoción, santificación y proyección apostólica de la vida familiar, la presencia en la juventud, el ejercicio de la caridad en sus múltiples manifestaciones, etc. Una tarea inmensa que hay que realizar con gran espíritu de fe y de confianza en la asistencia divina, que nunca falta. Trató también sobre las comunidades de base, que puede ser un instrumento válido de formación y vivencia de la vida religiosa dentro de un nuevo ambiente de impulso cristiano, y pueden servir entre otras cosas para una penetración capilar del Evangelio en la sociedad. Pero, recordó el Papa que, para que esto sea posible, es menester seguir las orientaciones del Magisterio de la Iglesia, a fin de que se alimenten de la Palabra de Dios en la oración y permanezcan unidas, no separadas, y menos contrapuestas, a la Iglesia, a los Pastores y a los otros grupos o asociaciones eclesiales.

La inviolabilidad de la vida humana en todas sus fases.

El 26 de febrero del mismo año 1979 dirigió Juan Pablo II una alocución a los responsable y miembros de la asamblea europea del "Movimiento por la vida". Aludiendo al Concilio Vaticano II dijo:

"Fiel a la misión recibida de su divino Fundador, la Iglesia ha afirmado, pero con especial fuerza en el Concilio Ecuménico Vaticano II, la sacralidad de la vida humana. ¿Quién no recuerda aquellas palabras solemnes de la Constitución ‘Gaudium et spes’, sobre la Iglesia en el mundo moderno,: ‘Dios y Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión la insigne misión de conservar la vida, misión que ha de llevarse a cabo en modo digno del hombre. Por lo tanto la vida humana, desde su concepción, ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado?’. Fortalecidos con esta convicción, los Padres conciliares no dudaron en condenar, sin medios términos, todo cuanto atenta contra la vida: homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado; cuanto viola la integridad de la persona humana, como, por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones laborales degradantes, que reducen al trabajador al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana".

El Papa les exhortó a que asuman esa misión tan benemérita con gran espíritu de fe y se comprometan fielmente sin que les desalienten las dificultades, la oposición, los fracasos que puedan encontrar en su camino, pues se trata del hombre y, ante tan importante puesta en juego, nadie puede encerrarse en una actitud de resignada pasividad, sin abdicar de sí mismo.

Sobre el Episcopado

El 27 de mayo del mismo año 1979 ordenó de obispos a 26 presbíteros en la basílica de San Pedro del Vaticano. En su homilía dijo entre otras cosas:

"El Concilio Vaticano II ha ilustrado ampliamente la función esencial que los obispos desarrollan en la vida de la Iglesia. Entre los muchos textos que se refieren a este tema, baste citar la síntesis vigorosa en este pasaje de la Constitución ‘Sobre la Iglesia’ (nº 21), donde, sobre la base del dato de fe, según el cual en la persona de los obispos está presente en medio de los fieles el Señor Jesucristo mismo, se deduce con coherencia lógica: Cristo a través de su servicio eximio, predica la palabra de Dios a todas las gentes y administra continuamente los sacramentos de la fe a los creyentes, y por medio de su oficio paterno (cf. 1 Cor 4, 15) va incorporando nuevos miembros a su Cuerpo con la regeneración sobrenatural; finalmente, por medio de su sabiduría y prudencia, dirige y ordena al Pueblo del Nuevo Testamento en su peregrinación hacia la felicidad eterna.

A la luz de estas límpidas y ricas afirmaciones conciliares, expreso la alegría viva que me proporciona el conferiros hoy, queridos hermanos, la consagración episcopal y el introduciros de este modo en el Colegio de los Obispos de la Iglesia de Cristo".

Orientaciones ecuménicas del Concilio Vaticano II

"El Concilio Vaticano II nos ha recomendado también muy fuertemente la oración por la unidad de los cristianos, definiéndola como ‘el alma de todo el movimiento ecuménico. Lo mismo que el alma al cuerpo, así la oración da vida, coherencia, espíritu, finalidad al movimiento ecuménico.

La oración, ante todo, nos sitúa ante el Señor, nos purifica en las intenciones, en los sentimientos, en nuestro corazón y produce aquella ‘conversión interior’, sin la cual no hay verdadero ecumenismo.

La oración, además, nos recuerda que la unidad, en definitiva, en un don de Dios, don que debemos pedir y prepararnos a él para que nos sea concedido. La unidad, lo mismo que cada don, como cada gracia, depende de Dios, que tiene misericordia (Rom 9, 16). Porque la reconciliación de todos los cristianos ‘supera las fuerzas y la capacidad humana’, la oración continua y ferviente manifiesta nuestra esperanza, que no engaña, y nuestra confianza en el Señor, que hará nuevas todas las cosas" (Alocución en el octavario por la unidad de los cristianos, 17 de enero de 1979).

Realizar el Concilio con nuevo sentido de responsabilidad

En la Capilla Sixtina del Vaticano con motivo de la celebración eucarística con los participantes del IV simposio de las Conferencias Episcopales de Europa, el 20 de junio del mismo año 1979, dijo en la homilía entre otras cosas:

"Hemos de reflexionar, de modo fundamental, si se trata de cumplir el Concilio mismo y de poner en práctica su doctrina. La realización fundamental del Vaticano II no es otra sino una nueva conciencia de la misión divina transmitida a la Iglesia entre todas las gentes y hasta el final del mundo. La realización fundamental del Vaticano II no es sino el nuevo sentido de responsabilidad por el Evangelio, por la palabra, por el sacramento, por la obra de la salvación, que todo el Pueblo de Dios debe asumir en la medida que le corresponde. Deber de los obispos es dirigir ese proceso. En esto está la dignidad y responsabilidad pastoral".

Comunión y ministerio a la luz del Concilio.

Exhortación a los obispos de las Antillas en su visita "ad limina", el 4 de mayo del mismo año:

"Creo que el énfasis que el Concilio Vaticano II sobre el ministerio de la Iglesia en cuanto ‘signo e instrumento de unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano’ (L,G.,1), tiene un significado especialmente hondo para vosotros. Y puesto que la reflexión sobre este tema es causa de gozo inmenso y, al mismo tiempo, de fuerza pastoral, os lo propongo esta mañana pidiendo al Espíritu Santo, por cuyo poder está unida la Iglesia en la comunión eclesial y en su ministerio (L.G., 4), que derrame sobre vosotros la gracia por la que Cristo oró: para que seáis consumado en uno (Jn 17, 23)".

Renovación conforme al concilio Vaticano II

En la Carta "Dominicae Cenae" a todos los obispos de la Iglesia sobre el misterio y culto a la sagrada Eucaristía del 24 de febrero de 1980, entre otras cosa decía:

"Al proponer todas estas consideraciones he tenido delante toda la obra desarrollada por el Concilio Vaticano II y he tenido muy presente la Encíclica de Pablo VI ‘Mysterium fidei’, promulgada durante el Concilio, así como todos los documentos emanados después del mismo Concilio para poner en práctica la renovación litúrgica posconciliar. Existe , en efecto, un vínculo estrechísimo y orgánico entre la renovación de la liturgia y la renovación de toda la vida de la Iglesia.

La Iglesia no sólo actúa, sino que se expresa también en la liturgia, vive de la liturgia y saca de la liturgia las fuerzas para la vida. Y por ello la renovación litúrgica, realizada de modo justo, conforme al espíritu del Vaticano II, es en cierto sentido la medida y la condición para poner en práctica las enseñanzas del Concilio Vaticano II, que queremos aceptar con fe profunda, convencidos de que, mediante el mismo, el Espíritu Santo ‘ha dicho a la Iglesia’ las verdades y ha dado las indicaciones que son necesarias para el cumplimiento de su misión respecto a los hombres de hoy y de mañana... Obrando con este espíritu, según el consejo del Evangelio, el Concilio Vaticano II ha realizado un esfuerzo providencial para renovar el rostro de la Iglesia en la sagrada liturgia, conectando frecuentemente con lo que es ‘antiguo’ con lo que proviene de la herencia de los Padres y es expresión de la fe y de la doctrina de la Iglesia unida desde hace tantos siglos"

Conciencia misionera del Vaticano II.

El Papa Juan Pablo II fue en peregrinación apostólica a Africa en mayo de 1980. En la alocución que tuvo el 21 del mismo mes y año dijo:

"La doctrina del Concilio Vaticano II ha constituido la preparación más adecuada para la peregrinación del Papa a Africa, como un ‘manual’ indispensable. Y, al mismo tiempo, se puede decir que este mismo viaje o peregrinación no es más que la realización, esto es, la introducción en la vida concreta, de la doctrina del Vaticano II. Quizá esto pueda sorprender a algunos, pero precisamente es así. En efecto, la doctrina del Concilios sólo una colección de conceptos abstractos y de fórmulas sobre el tema de la Iglesia, sino que es una enseñanza profunda y global sobre la vida de la Iglesia. Esta vida de la Iglesia es una misión en la que, a través de la historia de cada uno de los hombres y, al mismo tiempo, a través de la historia de las naciones y de las generaciones, se desarrolla y se realiza el misterio eterno del amor de Dios revelado en Cristo... Teniendo en cuenta todo lo que esa historia, concretamente en Africa, sólo se comprende de manera justa con la ayuda de la enseñanza que el Concilio Vaticano II ha dado en la Constitución sobre la Iglesia y de modo especial el capítulo sobre el Pueblo de Dios. En ella, cada uno de los miembros de ese pueblo ha sido definido en relación a la eterna voluntad salvífica de Dios, Creador y Padre, y a la realidad de la Redención y de la Mediación de Cristo, que no excluye a nadie, como también, finalmente, en la relación a la acción misteriosa del Espíritu Santo, que penetra los corazones humanos humanos y las conciencias... En este marco sintético, debo aún tima palabra a las jóvenes sociedades africanas, independientes desde hace poco, a los nuevos Estados soberanos de ese continente. La Iglesia por motivos de naturaleza no política, sino ética, les atribuye gran importancia como lo atestigua, por ejemplo, la Constitución ‘sobre la Iglesia en el mundo moderno’ del Concilio Vaticano II"

El Pastor de los pastores.

El 14 de enero de 1980, en la capilla Matilde del Vaticano, durante la Misa de inauguración del Sínodo particular de los obispos de Holanda, tuvo el Papa una homilía en la que, entre otras cosas, dijo:

"Nuestros pensamientos y nuestros corazones se dirigen hoy hacia el Señor, que es el Pastor de su rebaño, el Pastor de su Pueblo y el Pastor de la Iglesia... (Lo explica con diversos textos de la Escritura). Luego dice: "Debe ser la medida de nuestro propio pensamiento y de nuestra actuación en este Sínodo particular en el que nos hemos reunido. La razón de este Sínodo no es otra que una encarnación auténtica y plena de esta verdad apostólica acerca de la Iglesia, que ha sido puesta de manifiesto por las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Desde el principio hasta el final ésta ha de ser su contenido, su inspiración y su objetivo".

En la homilía de la Misa de clausura del mismo Sínodo, en la Capilla Sixtina del Vaticano el 31 de enero de 1980 dijo, entre otras cosas:

"En el momento de nuestra despedida os invito a colocar los frutos de este Sínodo y el provenir de la Iglesia que está en los Países Bajos en las manos de María, Madre del Señor y Madre de las Iglesias. El último capítulo de la Constitución dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, ha esclarecido las consecuencias espirituales que se derivan, para la Iglesia y para cada cristiano, de nuestra situación respecto al Hijo de Dios encarnado y de su Madre Santísima... La Bienaventurada Virgen María posee un papel único en el misterio del Verbo encarnado y en el del Cuerpo místico, porque acogió al Verbo de Dios en su corazón y en su cuerpo a la vez. Ella se encuentra íntimamente unida a la Iglesia, de la que es modelo en el orden de la fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo Como respuesta a nuestra devoción y a nuestra plegaria, María, que reúne y refleja de un cierto modo en Ella misma las más altas aspiraciones de la fe, llama por este camino a los fieles hacia su Hijo y hacia el sacrificio de Este, así como hacia el amor del Padre, como lo dice bellamente el Vaticano II en la misma Constitución antes referida, (nº 61)". El Papa una vez más pedía fidelidad y servicio en la línea del Concilio Vaticano II.

Presencia y misión de los religiosos en la iglesia local.

El 4 de enero de 1980 tuvo Juan Pablo II una alocución a los participantes de un congreso diocesano en Roma, en la que, entre otras cosas, dijo:

"Como es sabido, al tratar de la vida religiosa el Concilio Vaticano II afrontó en varias ocasiones el problema de la inserción y colaboración de los religiosos -y, consecuentemente de las religiosas de modo análogo- en la vida de cada diócesis. El Concilio habla concretamente de la ‘unidad y concordia necesarias en el trabajo apostólico’ (L.G. 45), define a los religiosos-sacerdotes ‘colaboradores providenciales del orden episcopal’ (Decreto sobre los obispos, 34), y afirma que ‘también los otros miembros de institutos, sean hombres o mujeres, que pertenecen asimismo de manera peculiar a la familia diocesana, prestan gran ayuda a la jerarquía sagrada; ayuda que, al aumentar las necesidades del apostolado, pueden y deben prestar más y más cada día’ (ibid.)".

La autentica renovación eclesial.

A la Conferencia Episcopal Francesa dijo en el Seminario Issy-les-Moulineaux de París, el 1 de junio del mismo año 1980:

"Realizar el Concilio tal como es. La misión de la Iglesia que se realiza continuamente en la perspectiva escatológica, es la mismo tiempo plenamente histórica. Esto se enlaza con la obligación de leer los ‘signos de los tiempos’, que fue tan profundamente tenida en cuenta por el Vaticano II. Con gran perspicacia, el Concilio ha definido igualmente lo que es la misión de la Iglesia en la etapa actual de la historia. Nuestra tarea común sigue siendo, por tanto, la aceptación y la realización del Vaticano II, de acuerdo con su contenido auténtico. Al hacer esto nos guiamos por la fe: ésa el la principal y fundamental razón de nuestra obra. Creemos que Cristo, por el Espíritu Santo, estaba con los padres conciliares; que el Concilio contiene, en su Magisterio, lo que el Espíritu dijo a la Iglesia, y que se lo dijo al mismo tiempo en plena armonía con la Tradición y según las exigencias propuestas por los ‘signos de los tiempos’...

Nada tiene de extraño el que, en esta etapa posconciliar, se hayan desarrollado también, con bastante intensidad, ciertas interpretaciones del Vaticano II que no corresponden a su Magisterio auténtico. Me refiero con ello a las dos tendencias tan conocidas: el ‘progresismo’ y el ‘integrismo’. Unos están siempre impacientes por adaptar el contenido de la fe, la ética cristiana, la liturgia, la organización eclesial a los cambios de mentalidades, a las exigencias del ‘mundo’, sin tener suficientemente en cuenta no sólo el sentido común de los fieles que se sienten desorientados, sino lo esencial de la fe ya definida; las raíces de la Iglesia, su experiencia secular, las normas necesarias para su fidelidad, su unidad, su universalidad. Tienen obsesión de ‘avanzar’, pero ¿hacia qué progreso en definitiva? Otros -haciendo notar ciertos abusos que nosotros somos los primeros, evidentemente, en reprobar y corregir- endurecen su postura deteniéndose en un período determinado de la Iglesia, en un determinado plano de formulación teológica o de expresión litúrgica que consideran como absoluto, sin penetrar suficientemente en su profundo sentido, sin considerar la totalidad de la historia y su desarrollo legítimo, asustándose de las cuestiones nuevas, sin admitir en definitiva que el Espíritu de Dios sigue actuando hoy en la Iglesia, con sus Pastores unidos al Sucesor de Pedro.

Estos hechos no deben extrañar si se piensa en los fenómenos análogos en la historia de la Iglesia. Pero no por ello deja de ser necesario concentrar todas las fuerzas en la interpretación justa, es decir, auténtica, del Magisterio conciliar como fundamento indispensable de la autorrealización ulterior de la Iglesia, para la cual ese Magisterio es la fuente de inspiraciones y de orientaciones justas. Las dos tendencias extremas que acabo de señalar traen consigo no sólo una oposición, sino una división descarada y perjudicial, como si se provocaran mutuamente, hasta el punto de crear desazón en todos, como un escándalo, y gastar en esta actitud y esta crítica recíproca muchas energías que serán tan útiles para una verdadera renovación Hay que esperar que los unos y los otros, a quienes no faltan la generosidad ni la fe, aprendan humildemente a superar, juntamente con sus Pastores, esta oposición entre hermanos, para aceptar la interpretación auténtica del Concilio -porque ésta es la cuestión de fondo- y para afrontar juntos la misión de la Iglesia, en la diversidad de su sensibilidad pastoral Ciertamente, la gran mayoría de los cristianos de vuestro país están dispuestos a manifestar su fidelidad y su disponibilidad para seguir a la Iglesia; no comparten esas posiciones extremas y abusivas, pero no pocos de ellos flotan entre ambas se sienten turbados, con el consiguiente problema, también, de que corren peligro de hacerse indiferentes y alejarse de la fe. El momento actual os obliga a ser, más que nunca artífices de la unidad, vigilando a la vez las cuestiones de fondo que están en juego y las dificultades psicológicas que entorpecen la vida eclesial, en la verdad y en la caridad". Más adelante dijo el Papa que "es posible la realización del Concilio, más aún, que es necesaria". Y que "el Espíritu Santo ha hablado en el Concilio".

Evangelizar al pueblo y construir la Iglesia.

A un grupo de obispos de Indonesia en su visita "ad limina", el 7 de junio de 1980, dijo, entre otras cosas:

"En esta generación, el Concilio Vaticano II -Concilio Ecuménico eminentemente pastoral- reiteró enseñanzas y estableció normas que seguirán orientando todas nuestras actividades eclesiales".

A la Acción Católica Italiana en el Parque de Villa Pamphili, el 21 de junio del mismo año 1980 les exhortó a seguir las enseñanzas del Concilio Vaticano II, de modo especial lo referente a dar una respuesta segura y resuelta al interrogante sobre el hombre, según la Constitución de "La Iglesia en el mundo actual".

Y a los cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de la Curia Romana, el 28 de junio del mismo año, les dijo que el Vaticano II ha sido un don del Espíritu Santo a la Iglesia y que hay que ser fieles al Espíritu Santo.

Así continuó en todo su pontificado. Lo que hemos expuesto es una muestra de los que significaron los documentos del Concilio Vaticano II en las enseñanzas del largo pontificado de Juan Pablo II. Es más que suficiente para darnos una idea de ello, pues, como hemos dicho al comienzo de este escrito analizar todas las actuaciones de Juan Pablo II en este sentido se necesitaría un libro de muchas páginas y aquí no es posible hacerlo ahora.

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Manuel Garrido Bonaño-

 


Revista Arbil nº 69

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