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Textos clásicos: CATECISMO MAYOR prescrito por San Pío X el 15 de julio de 1905 (Edición de 1973)


CARTAS

Revista Arbil nº 65

Del Amén de Costa-Gavras a la leyenda negra

por Juan Orellana

El famoso director de origen griego Constantin Costa-Gavras, autor de numerosas películas políticas como Z, La sección especial, Desaparecido o La caja de música, levantó una gran polémica en el pasado Festival de Berlín por el cartel de su última película, Amén. En él aparecía la cruz de los cristianos formando una sola figura con la esvástica nazi. Pero el cartel era lo de menos: la verdadera cuestión residía en la película misma, que acusaba a la Iglesia de haber sido indiferente al exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Indiferencia que la haría cómplice silenciosa del holocausto. Aunque el filme dirigía sus invectivas tanto a la Iglesia romana como a la evangélica, el hecho es que las tintas se cargaban absolutamente sobre la primera.

 

Después de Berlín, Amén pasó por el Festival de Valladolid, y en enero ha llegado a nuestras pantallas. Está basada en una obra de teatro titulada El Vicario (Der Stellvertreter), que fue escrita en los años sesenta por Rolf Hochhuth, y que, aunque desestimada por los historiadores y desmentida por los hechos, supuso el origen de una leyenda negra sobre Pío XII y su relación con el nazismo.

Amén cuenta la historia del químico Kurtz Gerstein, oficial alemán de las SS encargado de fabricar el gas Ziklon B para los campos de concentración. En un principio Kurtz piensa que el gas se utiliza para desinfectar barracones, hasta que un día ve con sus propios ojos el uso que se le da. Horrorizado, y animado por su honda conciencia cristiana evangelista, comunica su descubrimiento a sus más íntimos amigos de su comunidad religiosa. Algunos le sugieren que dimita, pero él decide seguir y así poder ofrecer pruebas documentales del exterminio. Cuando fracasa en su intento de que los dirigentes protestantes denuncien públicamente la situación, lo intenta con la Iglesia católica a través del padre Fontana, un joven sacerdote diplomático de la nunciatura de Berlín. Pero sólo recibirá negativas, cuando no burlas, del nuncio, del Secretario de Estado Vaticano, y del propio Pío XII; tampoco sus conversaciones con miembros de las cancillerías aliadas da ningún resultado. Entre tanto, la guerra va llegando a su fin y unos seis millones de judíos han sido exterminados.

La película de Costa-Gavras contiene dentro de sí tres columnas vertebrales o categorías tan diversas e incluso contradictorias, que son la causa de su radical desequilibrio. Por una lado, existe una categoría que podríamos denominar verídica o auténtica, y que encarna a la perfección el personaje de Gerstein, interpretado impecablemente por Ulrich Tukur. En un personaje consistente, de carne y hueso, rico en matices, conmovedor, y cuyo proceso interno sobrecoge al espectador de cabo a rabo. Un hombre cristiano, que ama a su familia, que ama la música, y cuya vida se resquebraja cuando entra en su alma la imagen de las cámaras de gas en funcionamiento. Sufrirá un daño moral irreparable cuyas consecuencias seguimos minuciosamente durante toda la película. Nunca saldrá de él odio o rencor a la Iglesia. Gerstein es el centro y grandiosa aportación del film.

Una segunda veta es la ideológica, que ya no parte de personajes creíbles y auténticos, sino que los convierte en esquemas puramente ideológicos, sin vida propia, diseñados de antemano en el laboratorio del prejuicio. En esa categoría Gavras sitúa al Nuncio en Berlín, al Cardenal Secretario de Estado y a Pío XII. Patético el primero, histérico e intolerante el segundo, y angélicamente bobalicón el tercero. No hay en ellos asomo de matices, ni de verosimilitud, y sobre todo, se pone de manifiesto un grave desconocimiento de cómo son y cómo actúan los altos representantes de la Iglesia. El guión está lleno de perlitas en ese sentido. Por ejemplo, el nuncio negocia pequeños impuestos con los nazis mientras les sirve galletitas de chocolate, el Papa no recibe al protagonista porque está reunido con los alemanes, el Secretario de Estado come marisco con fruición mientras le informan de lo avanzado del genocidio. Ya el arranque de la película, en el que vemos a unas monjas colaborando en el envío de deficientes a cremaciones masivas para depurar la raza, se deja clara cuál va a ser la intención ideológica de Amén.

La razón de esta ridícula simplificación está en el rechazo por parte del cineasta de la figura de Pío XII, un Papa que luchó tremendamente contra el comunismo, religión intelectual de Costa-Gavras. Ahí está la clave para comprender la forma tan nerviosa y precipitada con que dibuja los personajes citados, en una motivación puramente ideológica. Una excepción a todo esto es la intervención de Van Galen, un obispo protestante que, al comienzo del film, denuncia públicamente la eliminación de las personas "improductivas". Esta figura tiene una precisa función en el desarrollo del film: hacer parecer más insostenible la supuesta actitud de los prelados católicos, y sobre todo del obispo de Roma.

Por último, existe una tercera línea demagógica, que toma vida en el personaje del Padre Fontana, interpretado por el actor y cineasta Mathieu Kassovitz. Este sacerdote encarnaría la propuesta demagógica del propio Gavras y que a su juicio representa lo que, a juicio del cineasta, la Iglesia católica y el Papa deberían haber hecho: ofrecerse a sí mismos como víctimas voluntarias del holocausto nazi. Las decisiones de Fontana son impensables en un hombre formado en la Escuela Diplomática de la Iglesia, es decir, educado en el realismo más absoluto. Por el contrario, sus acciones manifiestan un utopismo demagógico de lo más absurdo.

Hay otro asunto muy mal enfocado, también por razones ideológicas, y es que de una forma muy fugaz, sí aparecen en la película franciscanos refugiando judíos, lo cual es cierto, pero en el contexto del film parece plantearse en términos de "una iglesia de base solidaria", frente a la "Iglesia de los poderosos", preocupada de no poner en peligro sus propios privilegios.

Queda por afrontar la gran cuestión: ¿Cuál es la verdad de los sucesos que Costa Gavras denuncia? ¿Cómo se concilian esas acusaciones con el hecho de que el Congreso Mundial Judío donase a Pío XII unos 40 millones de dólares al cambio actual "para demostrar la gratitud del pueblo judío por todo lo que había hecho en su favor"? ¿Cómo se explica que el Rabino de Nueva York, David Dalin, declare que "durante el siglo XX el pueblo judío no tuvo un amigo más grande que Pío XII"? Para iluminar estas apasionantes cuestiones, que tiran por tierra la leyenda negra de la que Costa-Gavras se hace portavoz, invitamos a leer la abundantísima bibliografía que hay sobre el tema.

·- ·-· -··· ·· ·-··.
Juan Orellana

Este artículo ha sido publicado en el número 63 (enero de 2003) de la edición impresa de la revista "Páginas para el mes", (www.paginasparaelmes.com).

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Revista Arbil nº 65

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