Arbil, apostando por los valores de la civilización cristiana

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Indice de contenidos

Al-Qa´ida y Osama ben Laden: un estudio "definitivo" sin "soluciones finales"
G.K Chesterton y la Europa de su tiempo
Vintila Horia (I). Testigo de la verdad en el tiempo de las mentiras
Editorial
Entre lo pequeño, lo grande
El sueño del general Yagüe
Revolución y 'Cultura de la Muerte'
De la polis griega a la civitas christiana (III). Los albores de la cristiandad
Naturaleza de las organizaciones rosacruces
La contabilidad creativa y las pérdidas contables
Actualidad de la droga
Los nuevos rostros de la "cultura" de la muerte
Católico: ¿Qué quiere decir?
"ETA pro nobis": ¿el pecado original de Iñaki Ezkerra?
San Pedro Canisio, o la ciencia de la caridad
Los Tercios de Infantería Española
Sudáfrica en la sima
¿Puede ser católico el capitalismo liberal?
El planeta amenazado
Reflexión acerca del problema electoral de los católicos
Saliendo del armario
De Gardel a Ricky Martin: un pasito palante María
Los "prudentes"
Democracia, derechos humanos y legitimidad
El totalitarismo Feminista controla la Onu. Quieren obligar a Argentina a legalizar aborto bajo presión económica
Educar con el ejemplo: entrevista al doctor David Isaacs
El cine de Woody Allen
El conflicto en Tierra Santa (I)
Reality Shows: Invasión a la intimidad personal
Sueños de libertad
Una breve historia de la arquitectura y el urbanismo de la España contemporánea
Actividades de Arbil en Chile
El movimiento personalista en España
El personalismo de E. Mounier
Anotaciones críticas sobre el personalismo
Primacía de la incomunicación de la persona
Polo político y polo profético
El gran engaño: derechos del hombre, Iglesia católica y Revolución Francesa
Ocaso y aurora. Perspectiva personalista y Ontología de la existencia


CARTAS

Revista Arbil nº 61

La contabilidad creativa y las pérdidas contables

por Luis Losada Pescador

Los auditores más cínicos afirman que en el mundo hay mentiras, grandes mentiras y contabilidad

 

 

Tal y como pronosticaban los analistas más pesimistas, el Ibex35 se ha instalado en el nivel de los 5.500 puntos. Las incertidumbres contables han quebrado la confianza, el débil soporte del sistema capitalista. Y ahora, ¿qué? ¿Son suficientes las investigaciones emprendidas por los organismos de supervisión financiera? Necesitamos con urgencia una verdadera revolución ética

Los auditores más cínicos afirman que en el mundo hay mentiras, grandes mentiras y contabilidad. En realidad la contabilidad trata de realizar mediante una foto fija la realidad de la situación económico financiera de la sociedad, en aplicación del principio de imagen fiel. Sin embargo, los criterios contables son discutibles y no siempre está muy claro qué debe de considerarse inversión (patrimonio amortizable) y qué gasto (minoración de la cuenta de resultados).

Todo ello por no hablar de la valoración de intangibles como la marca o el fondo de comercio donde se puede imaginar, los criterios son bastante volátiles. Por otra parte, ¿qué es mejor, valorar a precio de adquisición o a precio de mercado? Lo primero resulta muy conservador: se puede contrastar vía factura el precio de los bienes que componen el patrimonio. Por contra, la devaluación o revalorización del bien, no figuran hasta que no son enajenados. Si el criterio que utilizaramos fuese el del valor de mercado, los balances arrojarían valores más entendibles, pero de mayor riesgo. Porque, ¿quién es el mercado? ¿Cuánto vale mi marca? ¿Cuánto valía Arthur Andersen hace medio año y cuanto vale ahora?

Por todo ello, la contabilidad es una gran mentira que transforma el beneficio en pérdida por mor del criterio contable aplicado. Por eso, urge que en la aldea global de la industria financiera, los diferentes organismos contables y de supervisión de los mercados de valores homologuen los diferentes criterios para que cualquier inversor entienda lo mismo cuando lee un balance o cuenta de resultados.

Probablemente esta sea la batalla más apasionante que se esté viviendo en estos tiempos. Aparece como un debate científico entre técnicos contables de lápiz en la oreja. Pero estamos hablando de aquel sistema que nos permite valorar una empresa, y saber si su desempeño ha sido el correcto o no. Ningún inversor ni ningún analista tiene capacidad para adentrarse en la "papelería" de cada empresa. La contabilidad es el "lenguaje" en que podemos entendernos cuando hablamos de "beneficio", "amortizaciones", "consolidado", etc.

Este proceso de armonización contable constituye un requisito imprescindible en el avance de la aldea global y de la libre circulación de capitales. Imprescindible, pero no único. Porque es necesario también que en paralelo se reconstituya la quebrada confianza del inversor. Una confianza mermada por la enronitis en un proceso de sutura que parece no tener fin.

Y la pérdida de esta confianza es probablemente la parte más delicada de la crisis económica que estamos atravesando. Tanto la OCDE como el FMI, la Reserva Federal norteamericana y el Banco Central Europeo hacen referencias a la caída en la confianza del inversor. Una caída orginada no en los recortes bursátiles, sino en la cascada de casos de "contabilidad creativa". Y cobn la quiebra de la confianza, el debilitamiento del sistema, que se basa no en la "destrucción creadora" como afirmaba Schumpeter, sino en la confianza del público en el propio sistema.

Una duda de fe generalizada en la capacidad de los bancos para afrontar sus compromisos, genera un problema financiero de primera magnitud. Porque la realidad es que, efectivamente, los bancos no están capacitados para hacerv frente a sus inversiones. Y la verdad es que la mentira se mantiene firme mientars que la fe de todos la soporte.

El presidente de los Estados Unidos, George Bush, ha tratado de recuperar el tambaleante edificio de la confianza exigiendo a la compañías transparencia; a los directivos, rigor, honradez y compromiso persobnal con las cuentas presentadas; y a la Securities and Exchange Commision, eficacia y resultados. Un objetivo loable, pero insuficiente para una herida que sigue sangrando.

Recientemente hemos vivido "los últimos coletazos" de los escándalos Xerox, Qwest y Tyco. En el caso de la teleoperadora Qwest, la SEc ha reabierto una investigación para conocer los detalles de un ingreso de 950 millones de dólares, que se encontraba mal calculado como consecuencia del error en el cálculo del incremento de la capacidad de red de fibra óptica.

También el conglomerado industrial Tyco se encuentra acaparando portadas de diarios de información económica tras la dimisión de su presidente. Recientemente hemos conocido que varoios miembros del consejo de administración coultaron las compensaciones financieras "generosas" que la compañía ofrecía a varios directivos.

Son sólo algunos ejemplos de la cascada de ingeniería contable que hemos conocido en los últimos 10 meses. Una cascada que arrolla a su paso la confianza y con ella, la estabilidad, y con ella, las expectativas. Por eso, el empeño de Bush resulta muy loable, pero muy insificiente. Porque no basta con establecer un estado policial para que el ciudadano deje de delinquir. La policía es necesaria para reprimir el delito. Pero la educación es enecesaria para prevenirlo. Y lo que necesita nuestra cultura empresarial es una verdadera revolución ética que reordene la escala de valores recuperando la primacía del hombre y del valor del trabajo. ¿Estamos dispuestos a emprender esta revolución o preferimos seguir creyendo que el directivo debede preocuparse por maximizar el valor para el accionista? O revolución ética, o el simple cálculo de derivada que nos maximice el beneficio por acción. Uds. (nosotros), elegimos.

Luis Losada Pescador referendum@wanadoo.es.
 


Revista Arbil nº 61

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