Arbil, apostando por los valores de la civilización cristiana

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Indice de contenidos

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G.K Chesterton y la Europa de su tiempo
Vintila Horia (I). Testigo de la verdad en el tiempo de las mentiras
Editorial
Entre lo pequeño, lo grande
El sueño del general Yagüe
Revolución y 'Cultura de la Muerte'
De la polis griega a la civitas christiana (III). Los albores de la cristiandad
Naturaleza de las organizaciones rosacruces
La contabilidad creativa y las pérdidas contables
Actualidad de la droga
Los nuevos rostros de la "cultura" de la muerte
Católico: ¿Qué quiere decir?
"ETA pro nobis": ¿el pecado original de Iñaki Ezkerra?
San Pedro Canisio, o la ciencia de la caridad
Los Tercios de Infantería Española
Sudáfrica en la sima
¿Puede ser católico el capitalismo liberal?
El planeta amenazado
Reflexión acerca del problema electoral de los católicos
Saliendo del armario
De Gardel a Ricky Martin: un pasito palante María
Los "prudentes"
Democracia, derechos humanos y legitimidad
El totalitarismo Feminista controla la Onu. Quieren obligar a Argentina a legalizar aborto bajo presión económica
Educar con el ejemplo: entrevista al doctor David Isaacs
El cine de Woody Allen
El conflicto en Tierra Santa (I)
Reality Shows: Invasión a la intimidad personal
Sueños de libertad
Una breve historia de la arquitectura y el urbanismo de la España contemporánea
Actividades de Arbil en Chile
El movimiento personalista en España
El personalismo de E. Mounier
Anotaciones críticas sobre el personalismo
Primacía de la incomunicación de la persona
Polo político y polo profético
El gran engaño: derechos del hombre, Iglesia católica y Revolución Francesa
Ocaso y aurora. Perspectiva personalista y Ontología de la existencia


CARTAS

Revista Arbil nº 61

Saliendo del armario

por Francisco Torres

"Salir del armario" es una expresión que ha adquirido, en los últimos tiempos un sentido único: la presentación pública de los homosexuales. Por encima de las anécdotas y de los escándalos es necesario abordar esta realidad desde una posición crítica con respecto a lo sostenido por el discurso políticamente correcto. Por ello, es necesario preguntarse ¿qué se esconde detrás de tanta salida del armario? ¿cuáles son los fines de lo que debe considerarse como una auténtica campaña de propaganda? ¿qué esperan obtener los protagonistas de la salida? ¿cómo afecta esta situación a la vida moral de los españoles? Y sobre todo, ¿cómo afecta al modelo familiar tradicional?

 

No debería extrañar que, con una cadencia en continuo incremento de intensidad, sobre todo teniendo a la vista la larga campaña pre-electoral en que los españoles se verán inmersos en los próximos dos años, el tema de la familia se convierta en uno de los ejes del debate público y político.

La sociedad occidental, elevada sobre la concepción de la familia como elemento base, ha sufrido un largo proceso de desintegración y desnuclearización del modelo familiar tradicional. Si, a pesar de todo, éste continua siendo el eje de nuestras sociedades es porque en todos y cada uno de los países que componen occidente existe todavía lo que los politólogos y los sociólogos denominan "la mayoría silenciosa".

Una mayoría que, debido al peso mediático, suele permanecer en silencio tras los visillos de las ventanas de sus hogares, pero que cíclicamente, cuando los límites de su amplia tolerancia son sobrepasados, suele producir importantes giros tanto en el comportamiento general de la sociedad como en la política (algo que por ejemplo viene sucediendo en los EEUU de forma creciente en las dos últimas décadas).

Esa mayoría silenciosa es, evidentemente, partidaria y defensora del modelo familiar tradicional.

Precisamente, por ello, entiende, no sin mostrar un cierto grado de ingenuidad, que cuando en cualquier ambiente se habla de la familia no existe otro marco de referencia posible que ese modelo tradicional que consideran como único.

Ya se anuncia la próxima difusión del concepto de modelo familiar múltiple que deberá sustituir al modelo tradicional. En éste, bajo el anagrama "familia" quedarán incluidos, y por tanto protegidos y regulados por el Estado, los diversos tipos de unión que pudieran plantearse; prescindiendo, evidentemente, de cualquier cortapisa de fundamentación moral o religiosa.

Con ello se ascenderá un peldaño más en el lento proceso de desintegración y destrucción del modelo tradicional familiar y a un cambio importante en el sistema de valores morales tanto del individuo como de la sociedad.

Para ello, en primer lugar, será preciso, naturalmente, que se acabe admitiendo como aceptable, como natural y como normal lo que inicialmente produce repugnancia.

No será un grave handicap porque para ello se cuenta con la colaboración, activa o pasiva, de poderosos medios capaces de influir, modelar o cambiar las mentalidades colectivas de los pueblos.

No es un proceso nuevo, ajeno a nuestros modos de comportamiento, y de ello quedan profundas experiencias en otros aspectos relativos al universo moral de la sociedad española en este caso.

En ese proceso de difusión del nuevo concepto de familia será vital la promoción de otros supuestos modelos familiares que van más allá de las denominadas uniones de hecho entre un hombre y una mujer.

Uno de los modelos que más van a destacar en esa campaña será el homosexual que cuenta con toda una pléyade de activistas a favor de la promoción del modelo familiar múltiple.

Así pues, de auténtica ofensiva en pro del cambio del concepto de familia debe considerarse el bombardeo mediático que se desata tras cada salida del armario. Su finalidad no es solamente tratar de hacer aceptable la homosexualidad, sino que también persigue promocionar la unión de homosexuales con vitola de ente familiar.

Lo que para el modelo familiar tradicional resulta gravísimo. Salida del armario que, al mismo tiempo, busca presentar las relaciones homosexuales como algo normal y equiparable a las heterosexuales. Siempre, naturalmente, guiados por el logro de una mayor aceptación social.

Nos estamos viendo sumidos en lo que no es sino una inmensa campaña de promoción de la homosexualidad que puede acabar haciendo un daño tremendo en determinados sectores de la sociedad, los más indefensos, que, ayunos de una sólida formación moral, pueden acabar asumiéndolo como un tipo de relación sin problemas, siendo atraídos a ella por una propaganda sin fin, produciendo innotas frustraciones en un futuro por desgracia no muy lejano.

Esa campaña propagandista está desarrollando toda una nueva mitomanía gay en torno a dos aspectos fundamentales: primero, el victimismo, salpicado de todo tipo de persecuciones sin cuento; segundo, el proselitismo a través de la presentación pública de homosexuales famosos.

En este último plano, la tan traída y llevada "salida del armario" que procura atacar a sectores destacados de la sociedad, no se ha contentado con famosos más o menos actuales, sino que ha recurrido a la historia para mostrar los personajes del pasado con los que compartieron costumbres.

Han florecido los estudios sobre figuras en los que, tras extrañas deducciones o metafísicas elucubraciones, se afirma ampulosamente su adscripción a la homosexualidad.

En la misma línea comienzan a despuntar las investigaciones sobre lo que llaman "literatura gay", pretendiendo demostrar dos cosas: por un lado, la genialidad del mundo gay (de forma simplista, esta publicidad lleva aparejada la imagen de que fueron genios por ser homosexuales); por otro, anunciar como importantes obras no fueron sino trabajos fundamentalmente gays.

Todo ello obtiene, como no podía ser de otro modo, una amplia resonancia mediática gracias a la presencia de "activos militantes rosa" en los medios y al concurso que a ello presta tanto el denominado "discurso políticamente correcto" como el mito del progresismo.

Esta presencia constante se ha convertido por un lado en un elemento de presión sobre la sociedad y sobre los poderes públicos, por otro, en un argumento de justificación por parte del poder político y de los medios para apoyar las denominadas "reivindicaciones rosa".

Presión y justificación tan fuerte que poco a poco se están desmoronando las barreras no sólo de orden moral sino también jurídicas y administrativas que hasta ahora bloqueaban la posibilidad de que las uniones homosexuales, un antimodelo familiar, adquirieran, en algunos lugares, un reconocimiento público al oficializar la administración este tipo de relaciones.

Sabedores de que no existe, en este campo, una oposición política real a ese proceso de oficialización, lento pero firme, buscan ahora un salto cualitativo importante: que se acabe aceptando la adopción de niños para así poder presentarse como un modelo familiar equiparable al tradicional.

En este punto, la renuencia social a aceptar como válida la adopción, pese a la propaganda sensiblera, es mucho mayor, pero también lo era, hace unos años, la oposición total a la oficialización de las uniones homosexuales. A pesar de todo, en esta campaña de ofensiva, cuentan con poderosos aliados.

La presencia rosa en los medios de comunicación, entre los formadores o deformadores de opinión y entre la propia clase política, es tan abundante como militante.

Además, cuentan con el apoyo de quienes se encuadran bajo la vitola de progresistas, entre otras razones porque en el fondo el progresisimo no ha renunciado a su viejo sueño de acabar con la familia y el orden tradicional, y en esa batalla cualquier aliado es bienvenido.

Y cuentan, sobre todo, con la falta de oposición, porque quien mantenga un discurso distinto al de la aceptación y la tolerancia será inmediatamente convertido en enemigo público bajo la acusación recurrente de intolerante y homófobo.

Porque en este campo ni tan siquiera se admite el derecho a discrepar.

Francisco Torres García..

 


Revista Arbil nº 61

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