Arbil, apostando por los valores de la civilización cristiana

Por la Vida, la Familia, la Educación, la dignificación del Trabajo, la Unidad histórica, territorial y social de la Nación, y por la Regeneración Moral y Material de nuestra Patria y el mundo

 


Indice de contenidos

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Población y soberanía nacional
Nacionalismo, patriotismo y subsidiariedad.
Nuevos Herodes, nuevos Pilatos y... ¡nuevos Quijotes!
Editorial. Hablemos claro: la mayor campaña anticatólica de los últimos sesenta años en España.
Sindicalismo y ultraizquierda; especial atención a la enseñanza
¿Crisis en el nacionalismo vasco?
Las dos Navidades de los cristianos
¿Alguien cree en un gobierno societario verdaderamente democrático?
La Navidad que viene...
Por una educación al servicio de la persona
En la estela de Le Pen: ¿un partido populista en España?
El primer ataque del separatismo peneuvista contra la unidad española
El Peronismo
Por una estética católica
Un catecismo de cine
Los que están detrás en la guerra contra la vida y contra Hispanoamérica
Pastorales
Avaricia, dinero, poder
Los obispos condenan el nacionalismo idolátrico y totalitario: Documento de la Conferencia Episcopal sobre el terrorismo
Desobediencia civil
Fray Bartolomé de las Casas, un agitador con hábito
La Ley frente a la legalidad
Papá Nöel
El origen de la izquierda obrera y la cuestión social en España
Tener paz
Valores que nos unen: educar para la convivencia
La "purificación de la memoria" y la devoción al Corazón Inmaculado de María para la nueva evangelización
Actividades de Arbil-Bilbao
Textos clásicos: Sentido y ubicación de Mexico


CARTAS

Revista Arbil nº 64

Por una educación al servicio de la persona

por Ángel Gutiérrez Sanz

En algún momento de nuestras vidas a los padres nos ha inquietado la conducta de nuestros hijos y nos hubiera gustado disponer de unas recetas mágicas que nos indicaran como educarles. ¿Qué he de hacer para educar bien a mis hijos? Ésta es una de esas cuestiones importantes que unos padres pueden plantearse, sin duda; pero para poder dar respuesta adecuada a esta cuestión, es preciso tener ideas claras sobre lo que es la educación y para qué sirve

 

Desde hace algún tiempo una de los fallos de la pedagogía viene siendo, que se habla mucho del ¿como educar? Despreocupándose de qué es la educación y de cual es o debe ser su finalidad . Se habla mucho de instruir y menos de educar , mucho de informar y menos de formar , cuando lo verdaderamente importante no es tanto atiborrar la cabeza de conocimientos, cuanto de ir creando hábitos y actitudes de comportamiento. Hemos llegado a prestar tanta atención a los modos y procedimientos didácticos, que no se habla ya de otra cosa. Para comprobar esto, basta con echar una ojeada a la bibliografía pedagógica de los últimos años. Las técnicas de aprendizajes, procedimientos para aprender mucho y rápidamente, medios educativos, métodos didácticos, son cuestiones que vienen ocupando el grueso de la literatura pedagógica. Es decir mucho sobre el cómo y muy poco sobre "el qué" y el "para qué".

No quiero yo con esto decir que los medios sean malos o que nos hemos de olvidar de ellos, gracias a los medios, la enseñanza hoy resulta más eficaz y atractiva que en tiempos pasados, hemos de felicitarse, porque nuestros medios de enseñanza son óptimos, pero también lamentarse de que se les haya sacado de contexto Es por esto por lo que conviene disponer de un concepto clarificador de lo qué es y debe ser la educación.

Los manuales de pedagogía nos ofrecen más de 200 definiciones de la misma , me imagino que me agradecerán que no las reproduzca, aquí ahora. Tranquilos. Si hago mención de este dato, es para poner de manifiesto que existen diferencias serias a la hora de entender la educación y por tanto que no resulta nada fácil poner un poco de orden en este capital asunto. Ya Kant nos advertía, que tratar de definir la educación, era uno de los problemas más difíciles y graves, con los que el hombre se podía encontrar ; pero que aún así este era un problema que necesariamente había que afrontar para poder llevar a feliz término la tarea educativa.

Desde siempre la educación, de una forma o de otra, ha venido asociada al ejercicio de aprender. Educar, enseñar, aprender, han sido unos términos con un significado paralelo. Según esto "educare" estaría en la raíz etimológica de la educación que significaría conducir, cuidar, ir introduciendo desde fuera aquellos contenidos que pudieran resultar útiles para la vida del educando. En tal sentido, el maestro o el educador es la persona instruida, que trata de comunicar sus conocimientos al educando. A partir de aquí cobra sentido la escuela institucionalizada, llamada a suplir a los padres en la función transmisora de conocimientos más o menos especializados. En tal concepción educativa , lo importante es el aprendizaje de técnicas , de contenidos, de hábitos orientados desde fuera. Ahora bien, sin negar la importancia que en el cultivo del hombre pueda tener el aspecto instructivo, es claro que la educación no puede reducirse exclusivamente a él . Cabe interpreta la educación como algo más y no sólo como un meter cosas desde fuera, también se debe ir sacando y extrayendo las potencialidades que el sujeto lleva dentro. Bajo este punto de vista la educación no se derivaría del término latino "educare" sino del término latino "educere" que significa extraer, sacar fuera.

Fue Sócrates quien nos hizo ver el atractivo de esta otra perspectiva de la educación. Para este gran maestro y pedagogo, la educación es un desarrollo de las virtualidades que todos llevamos dentro, es un alumbramiento de la verdad que anida en el interior humano. El ejercicio del educador le compara Sócrates al ejercicio de las parteras, como lo fue su propia madre, cuya misión es ayudar a sacar a luz el fruto que se lleva dentro.

No hace falta ser muy sagaz para intuir que una y otra perspectiva educativa pueden ser complementarias entre sí. De lo que se trata es de extraer donde anteriormente se ha ido depositando y desde fuera ir ayudando al enriquecimiento de la mente, de tal modo que con ayuda del propio educando, el educador pueda potenciar el autodesarrollo de las propias capacidades del educando.

Así llegamos a poder definir la educación con una fórmula que ha hecho fortuna y que reza así: "perfeccionamiento intencional de las potencialidades específicamente humanas."

El hombre, a diferencia del animal, es un ser capaz de irse superando a sí mismo; por eso el hombre es un sujeto educable y perfectible; en cambio al animal no se le puede educar, tan sólo se le puede domesticar.

La educación, al tiempo que potencia las capacidades humanas, está haciendo posible la tarea del desarrollo integral de la persona y en tal sentido vendría a ser un asunto, que tiene que ver con la humanización del hombre, a través de la cual podemos llegar a ser nosotros mismos, o mejor, llegar a ser el que estamos llamados a ser. El proceso educativo, pues, apunta a la plena realización del ser humano y comporta un compromiso, que tiene como intención última el acercamiento a Dios, en cuanto Fin Último del hombre

Teniendo en cuenta los dos aspectos, tanto del "educare" como del "educere", la educación representa, por parte del que educa, un enseñar y por parte del educando comporta un aprender, dando a este término aprender un sentido amplio, en el que se incluye también aprender a ser persona. Lo que el educando ha de aprender pues, han de ser no sólo conocimientos útiles para la vida, que le permitan triunfar en una sociedad competitiva. Ciertamente se ha de aprender mucho y bien, para asegurarse un futuro, para poder ser un buen profesional, capaz de realizar bien su trabajo y situarse bien en la vida; aprender para llegar a ser un sujeto culto....Todo esto está muy bien y es lo que los padres esperan conseguir de sus hijos, cuando se esfuerzan por llevarles a los mejores colegios, donde se les garantice una buena formación técnica y humanística. Pero aquí no deberían acabar las exigencias educativas de los padres. Ellos son los primeros que deberían tomar conciencia de que la instrucción técnica y humanística no lo es todo; que es más importante la formación humana, el desarrollo personal; aprender en una palabra a ser personas.

La instrucción de la inteligencia ha de ir acompañada de la formación de la voluntad, de otra forma, no estaríamos hablando de una educación integral. Los conocimientos deben ir acompañados de actitudes; los hábitos de aprendizaje han de ir acompañados de los hábitos morales, que hagan posibles unas disposiciones correctas de ser y comportarse , pues en definitiva, lo que está necesitando nuestra sociedad, es de hombres con principios.

¿Es necesaria la educación?

Una vez definida la educación como un proceso de autodesarrollo perfectivo, que surge del interior del sujeto, cabe preguntarse ahora, si es buena la intervención desde fuera en este proceso, o más bien, lo que debiéramos hacer, es dejar a la naturaleza que obre según sus propias leyes. La respuesta que a lo largo de la historia se ha ido dando a esta pregunta, dependía y sigue dependiendo de la concepción que se tenga del hombre. En la concepción angelical, que es la que los naturalistas tienen del hombre, éste aparece como un ser bueno por naturaleza, tan bueno, que ya nada se le puede añadir. Piensan, que al igual que los demás seres naturales, el hombre llevaría inscrito en su corazón las leyes de su interno desarrollo, de modo que si el hombre es bueno por naturaleza y esencialmente inocente, lo que tendríamos que hacer, es procurar no alterar este curso natural y tratar de no comprometer la espontaneidad del niño. Quienes así piensan mantienen el máximo respeto por el desarrollo natural y piensan que toda intromisión proveniente del exterior es desaconsejable, más aún que liberando al niño de los cuidados proteccionistas, están liberándole también de unas fuerzas opresoras y esclavizantes.

En torno a esta concepción naturalista se agrupan las tendencias progresistas que han venido dominando el panorama pedagógico de los últimos tiempos. La llamada "Escuela Nueva" ha hecho suyos estos optimismos y nos ha brindado una visión de lo que debe o no debe ser la educación, bien distinta por cierto de la que venia manteniendo la Escuela Tradicional.

El mensaje del progresismo pedagógico era éste: Hay que intervenir lo menos posible en la educación de los niños, porque toda intervención significa manipulación o adoctrinamiento, con el consiguiente peligro de robarles su verdadera personalidad. Dejémosles solos, vienen a decirnos, para que ellos mismos decidan ser aquello que quieren ser. En este sentido cobra significado, que la mejor educación es la que no existe y que el mejor educador es el que , como el buen árbitro de fútbol, pasa desapercibido; si quieres ayudar al niño, vela para que nada, ni nadie pueda interferir en el proceso natural. El niño no necesita que nadie le enseñe, él solo va aprendiendo con la vida. Nada pues de intervensionismos. ¿Es necesario acaso enseñar a las plantas cómo tienen que crecer, o a la rosa cómo y cuándo tienen que florecer?...Lo saben por la propia ley interna de su naturaleza. Ésta es la consecuencia pedagógica de una fe ciega en el hombre, que tanto ha calado en nuestra sociedad actual. A partir de aquí se pueden explicar muchas cuestiones, como pueden ser por ejemplo la "omnipermisividad", que nos lleva a consentir todo a los niños, o la dejación de los padres, que influenciados por estas ideas, no se atreven a intervenir. Los frutos de todo esto , ya se están viendo: generaciones de niños consentidos y caprichosos, que tienen dificultades a la hora de tener que hacer frente a los problemas de la vida.

Mucho me gustaría poder compartir esta visión optimista del naturalismo y poder decir que el hombre es bueno por naturaleza, ojalá fuera cierto que en su interior sólo hay lugar para el bien , pero no es así, la cruda realidad nos lo desmiente a cada momento y nos viene a decir que, el hombre es un ser enigmático y complejo, capaz de lo mejor y de lo peor . Basta una simple observación, para darnos cuenta de que los sentimientos humanos más sublimes se dan la mano, con los más mezquinos, que las intenciones del hombre a veces son elevadas; pero también a veces son rastreras . Estamos lejos de esa bondad natural del hombre.

Más acorde con la realidad está, el decir que, el hombre se encuentra a mitad de camino entre el ángel y la bestia. De él se puede esperar que sea un santo o un héroe pero también que sea un cobarde y un depravado. Los que hemos sido educados según los principios del humanismo cristiano, sabemos muy bien que la naturaleza del hombre fue dañada en los comienzos de nuestra historia, a consecuencia del pecado original; desde entonces hay que hablar de un hombre, que necesita no sólo ser redimido, sino también ser educado para que vuelva a encontrarse a sí mismo. La experiencia nos ha demostrado fehacientemente, que el no intervenir a tiempo puede traer consecuencias funesta para toda la vida y esto es un poco lo que hoy está pasando. Los niños en las edades más tempranas necesitan que se les ayude , que se les corrija, que se les oriente y si esto no se hace, serán los propios niños los que se mostrarán decepcionados, porque eso precisamente es lo que esperan y están necesitando de los mayores. Un día lamentarán nuestra despreocupación y nos podrán echar en cara que les hayamos dejado ir creciendo sin valores y faltos de exigencias .

Los padres tienen la obligación de intervenir en la educación de sus hijos. Es una necesidad que es preciso afrontar, pues a través de la educación es como se puede ayudar a restaurar esa naturaleza caída. Nada nos puede hacer pensar que una educación responsable esté en contra de la naturaleza, sino que está llamada a entenderse con la misma, primero para corregir y encauzar algunas de sus inclinaciones y también para potenciar las virtualidades positivas que en ella se encuentran de forma innata, de tal modo que, orientando por una parte las posibles desviaciones y favoreciendo por otra las buenas disposiciones naturales, podamos llegar a conseguir la plena realización del hombre, que es exactamente a lo que apunta la auténtica educación. Con toda la razón del mundo se ha podido decir que la educación es el arte por medio del cual el hombre puede llegar a ser hombre; por eso mismo la educación es necesaria para el hombre. Los casos de "hombres-lobos" conocidos, que fueron creciendo al margen de toda educación, apenas han podido superar los niveles de pura animalidad.

¿ Es posible educar?

Una vez que tenemos ya claro que la educación es una tarea necesaria, cabe saber ahora si esa tarea es también realizable; por ello hemos de preguntarnos ¿es posible una educación, inmersos como estamos en una sociedad pluralista, presidida por el neutralismo y el relativismo?......Nuestra sociedad ha abdicado de principios y verdades eternas e inmutables. Nuestra sociedad carece de referencias básicas universales y seguras. En nuestra sociedad todo es justificable, todo vale. Su característica distintiva es el pluralismo. No existe una concepción única del hombre, que se imponga a las demás; hay muchos modelos de hombre; los hay para todos los gustos. ¿Cuál de todos ellos es el auténtico? ¿Qué modelo de hombre puede servirnos de referencia en nuestra tarea educativa? En una sociedad pluralista como la nuestra esta pregunta tiene difícil respuesta, porque los modelos propuestos son múltiples y diferenciados. Lo que para unos es válido para otros no lo es. Lo que para unos es educar para otros es deseducar. .

Lo que sucede es que el neutralismo en la práctica es imposible, ya que siempre se acaba enseñando lo que uno es y además, porque desde el neutralismo no se puede educar, dado que, el neutralismo, al colocar todas las posturas en el mismo plano, está considerando que todo es igualmente justificable y si esto fuera así ¿qué sentido tiene que el educador se esfuerce en cambiar las cosas?, bastaría con dejarlas como están. Hablar de neutralismo en materia de educación tiene un sentido parecido, al que pudiera tener un cuchillo sin mango que no tiene hoja. No es posible educar desde la ambigüedad moral, espiritual o religiosa; si algo necesita el educador es tener las ideas claras sobre lo que es conveniente y no conveniente; tener bien delimitadas las fronteras que separan lo malo, lo regular, lo bueno y lo óptimo.

Si hoy resulta tan difícil educar es porque no sabemos muy bien para qué educamos, y consiguientemente nos faltan modelos educativos que puedan servirnos de referencia. Estamos desorientados y perdidos, no sólo en el campo de la educación, sino en el de la vida misma, nos hemos olvidado de los principio y verdades absolutas, capaces de dar sentido a nuestra existencia, hemos perdido los ideales y nos hace falta un Fin Último hacia el que orientar nuestros pasos. Los padres ya no pueden trasmitir ideales a sus hijos, porque ni ellos mismos los tienen. Hay padres que dicen: no saber educar a sus hijos, porque no saben ellos mismos, donde está lo malo lo bueno y lo mejor . ¿ Como podrá formar a los demás, quien previamente no ha comenzado por formarse a sí mismo?. Ciertamente es difícil educar en tales condiciones.

Si queremos hacer de la educación una tarea no diré fácil pero sí posible, tendremos que salir del relativismo y comprometernos con unos objetivos, con unos principios, con unas verdades, con unos valores que dignifiquen al hombre, no sólo en su condición natural, sino también sobrenatural. Con la mirada puesta en un Fin Último, sabremos como elevar las aspiraciones del hombre, no sólo en el ámbito de la técnica, también de lo humano y espiritual, porque a eso es a lo que apunta la educación , a un mejoramiento del hombre en toda su integridad.

La mejor tradición pedagógica viene alimentando desde hace tiempo la aspiración de un tipo de educación universalista válido para todos los tiempos y latitudes. ¿Es posible tal modelo educativo, incluso en el seno de nuestra sociedad pluralista? Una educación que tuviera en cuenta las exigencias y necesidades de la común naturaleza humana universal pudiera ciertamente satisfacer las aspiraciones de todos los hombres. No podemos olvidar que es mucho más lo que nos une , que lo que nos separa . Todos participamos de los mismos temores y esperanzas, sentimos la misma necesidad de ser felices, todas y todos compartimos un mismo destino, tenemos que llegar a una misma meta. La educación universalista de la que hablo, aspira a dar respuesta a estas universales exigencias que tiene y siempre ha tenido el hombre. Si un día tenemos claro el sentido de la vida tendremos claro el sentido de la educación , porque la educación no es más que una tarea del hombre y para le hombre . Para hacer posible una educación responsable nada mejor que arrancar de una antropología auténtica. De este modo caemos en la cuenta que, una educación con carácter universalista comienza a ser posible cundo se toma en serio el encuentro con uno mismo , el encuentro con los demás y por supuesto el encuentro del hombre con Dios.

Hoy en tiempos de crisis, plagados de convencionalismos y escepticismos, vacíos de ideales, es una necesidad urgente recuperar el sentido trascendente de la existencia.

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Ángel Gutiérrez Sanz

 


Revista Arbil nº 64

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