Arbil, apostando por los valores de la civilización cristiana

Por la Vida, la Familia, la Educación, la dignificación del Trabajo, la Unidad histórica, territorial y social de la Nación, y por la Regeneración Moral y Material de nuestra Patria y el mundo

 


Indice de contenidos

Texto completo de la revista en documento word comprimido
Población y soberanía nacional
Nacionalismo, patriotismo y subsidiariedad.
Nuevos Herodes, nuevos Pilatos y... ¡nuevos Quijotes!
Editorial. Hablemos claro: la mayor campaña anticatólica de los últimos sesenta años en España.
Sindicalismo y ultraizquierda; especial atención a la enseñanza
¿Crisis en el nacionalismo vasco?
Las dos Navidades de los cristianos
¿Alguien cree en un gobierno societario verdaderamente democrático?
La Navidad que viene...
Por una educación al servicio de la persona
En la estela de Le Pen: ¿un partido populista en España?
El primer ataque del separatismo peneuvista contra la unidad española
El Peronismo
Por una estética católica
Un catecismo de cine
Los que están detrás en la guerra contra la vida y contra Hispanoamérica
Pastorales
Avaricia, dinero, poder
Los obispos condenan el nacionalismo idolátrico y totalitario: Documento de la Conferencia Episcopal sobre el terrorismo
Desobediencia civil
Fray Bartolomé de las Casas, un agitador con hábito
La Ley frente a la legalidad
Papá Nöel
El origen de la izquierda obrera y la cuestión social en España
Tener paz
Valores que nos unen: educar para la convivencia
La "purificación de la memoria" y la devoción al Corazón Inmaculado de María para la nueva evangelización
Actividades de Arbil-Bilbao
Textos clásicos: Sentido y ubicación de Mexico


CARTAS

Revista Arbil nº 64

La Navidad que viene...

por Miguel Ángel Loma

Cuando intentan que la Navidad pierda su significación un poco de ironía sirve para denunciar tales pretensiones y nos recuerda que es lo que celebramos

 

Escribo por si alguien pudiese ayudarme a descifrar una extraña tarjeta de felicitación navideña que acabo de recibir y cuyo contenido me ha resultado de lo más enigmático. Es más, si deduzco que se trata de una felicitación navideña es porque pone claramente «Feliz Navidad»; si fuera por las imágenes y el texto que contiene, pensaría que se trataba de una tomadura de pelo, de un despiste o de un error. Verán, en la tarjeta aparecen un hombre y una mujer vestidos con ropajes antiguos y arrodillados en torno a un niño recién nacido y casi desnudo, del que parece emanar como una luz... (Una luz, sí, pero sin que aparezca por allí un arbolito de navidad, ni bombillitas de colores, ni una bola luminosa con la palabra Peace).

El remitente, ayuno de toda originalidad, desaprovecha la oportunidad que ofrecen estas tarjetas para incluir un parrafito de pensamiento agnóstico, capturado del último libro leído en verano; una de esas citas a las que por más vueltas que le das nunca sabes lo que significa. No; el remitente se limita a escribir: «Un Niño (así, con mayúsculas) nos ha nacido. Feliz Navidad». El entorno donde se ubican los personajes se las trae: un lugar que tiene una pinta de establo, pesebre o algo así, con un look tercermundista que echa para atrás. Por no hablar de los animales que aparecen por allí: ¡un buey y una mula! (No sé yo qué relación tendrán estos bichos tan vulgares y catetos con el glamour de la fiesta navideña).

Como soy persona culta, abierta y tolerante, no censuro que el nacimiento de un niño se llegue a considerar por alguien como motivo central de una felicitación navideña, pero confieso (valga la expresión) que lo encuentro fuera de lugar y me sorprende la relevancia que se pretende darle al desconocido niño, porque un niño nacido en un entorno social tan hostil y carente de medios no puede tratarse de un niño con mucho futuro; seguro que acabará mal...

Pues ya ven, aparte de esa extraña familia con su extraño niño, ya no aparece nada ni nadie más en la tarjeta que pudiéramos relacionarlo con la Navidad: ni un trineo, ni un muñeco de nieve, ni una paloma picassiana, ni la palabra solidaridad en las "diferentes lenguas del Estado", ni una silueta de un paquetito de regalos, ni una guirnalda, ni un espumillón, ni una campana... De verdad que son ganas de confundir. Me parece muy atrevido jugar con estas cosas, porque si seguimos desvirtuando el significado de nuestras "fiestas lúdico invernales" no sé adónde iremos a parar.

En fin, que estaría muy agradecido si alguien conoce la posible relación que pueda tener con el evento lúdico navideño la enigmática familia esa tan pobretona del niño pequeñín que aparece medio en cueros, o si he sido objeto de una maldita broma por algún desalmado iconoclasta.

Sé que puede resultar increíble (o como dicen en Gran Hermano: ¡muy fuerte!), pero por más que busqué y rebusqué por la tarjeta alguna huella del genuino espíritu navideño, no encontré rastro alguno de nuestro amadísimo Papá Noel (de Mamá, tampoco). Nada, ni una botita, ni un gorrito colorado, ni un pelillo de su blanca barba, ni siquiera un bendito cuerno de alguno de sus renos voladores. Repito que si no se trata de una broma tolero y respeto lo del niño; allá cada uno con sus excentricidades... Pero no me digan que no hay que ser mezquino para omitir la más mínima referencia al auténtico protagonista de estas fiestas.

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Miguel Ángel Loma
 


Revista Arbil nº 64

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